Casi no pegué ojo en toda la noche. No paraba de pensar en
mi estúpido impulso de besar a Vanesa. La dejé cortadísima. Luego me disculpé y
me aseguró que no pasaba nada, pero una espinita seguía dentro de mí. Por otro
lado, pensaba en el día de después. Tenía que volver al trabajo y encontrarme
al innombrable. ¿Conseguiría controlarme? Lo dudaba. No sabía cómo iba a
reaccionar. Mis nervios ya estaban presentes y aún faltaban horas para verle.
Me revolvía en la cama. Acabé con la colcha en el suelo y las sábanas fuera del
colchón. Me levanté y di vueltas por la cocina. Bebí un poco de leche a la vez
que mis pensamientos se acumulaban unos sobre otros. Me pedía una y otra vez a
mi misma que me calmase. Estresándome no iba a conseguir nada, lo único que iba
a pasar es que estuviera más tensa para el día que amanecía en apenas horas. Oí
que alguien llamaba a la puerta del piso. Me extrañé. Eran pasadas las tres de
la mañana. ¿Fuego? Era lo primero que se me pasó por la mente. Fui corriendo y
abrí sin ni siquiera mirar por la mirilla. Llevaba un pantalón de pijama medio
caído con la ropa interior por fuera, la camiseta cortísima y los pelos
recogidos en un moño horrendo.
-Perdona que moleste tan tarde. -no me esperaba su
presencia. Era Vanesa. La invité a que entrase.
-¿Ocurre algo? -me asusté.
-No, tranquila, solo quería hablar contigo. No puedo dormir.
-Y tú, como cualquier persona normal, vas a casa de tus
amigas a hablar de madrugada porque no puedes dormir. -dije con ironía.
-Qué borde. -me miró con asco. Al segundo reímos. -¿Bebiendo
del bote de leche? Tú no cambias, eh. -se acomodó en el taburete que había
frente a la mesa. -¿me haces un cola cao?
-Vienes a mi casa a las tantas y me mandas que te prepare un
cola cao…
-No seas idiota, estabas levantada.
-¿Tú qué sabes? -reí, preparando la bebida. -Bueno, ¿qué
querías? -puse mis brazos en jarras mientras la taza giraba en el microondas. Se
quedó en silencio, pensativa. -¿Es por lo de esta tarde…? -intuí. Me miró desde
abajo y asintió despacio. Se rascó el pelo incómoda. El pitido del
electrodoméstico me asustó y pegué un bote. Ella rió. Al fin desapareció el mal
trago, aunque fue un descanso pequeño. Fue pasarle la taza y volver esa
incomodidad al rozarse nuestras pieles. Me aparté en seguida y me senté en el
asiento que había a su derecha.
-¿Por qué…? -se arrancó por fin. Bufé y miré al suelo. Ella
me levantó la barbilla. Me miró y asintió. Yo no la entendí. Volvió a hacerlo,
arqueó las cejas. Era un pregunta. Era un, ¿sí? Pero… ¿sí qué? ¿A qué se
refería? No tardé en averiguarlo se acercó lentamente a mi boca. No supe
rechazarla. El beso fue el peor que di en mi vida. Más que nada porque ni era
yo, ni era ella. Eran dos almas intentando recuperar el pasado. Un pasado no
muy lejano, pero ya bastante olvidado y enterrado. Un beso vacío. Besar por
besar. Terminamos de besarnos con un pequeño grito de dolor. Había dolido.
Mucho. Nos habíamos hecho daño con eso. Habíamos caído en la cuenta de que nos habíamos
equivocado. Nos habíamos percatado de que ya no sentíamos igual. Que algo había
cambiado. No éramos Vanesa y Marina. No. Al menos, eso pensaba yo.
-Lo siento. -me disculpé. Yo había sido quien se había
echado atrás.
-¿Sigues sintiendo algo? -me preguntó, muy cerca de mis
labios mojados por su propia saliva. -respóndeme con la pura verdad. Nos
debemos esa respuesta.
-No. -contesté. Ella se separó por completo de mí. Se había
sorprendido. No se lo esperaba. -Perdona, he sido demasiado dura…
-Te pedí sinceridad, no que me destrozases. -dijo afligida.
-nada, sigue con tu maravillosa cantante. -me dio una palmadita en el muslo.
-No te vayas así, por favor. -le agarré del brazo. Me sentía
bien con su amistad, no quería dejarla escapar. Era una persona muy importante
para mí.
-Me alegro mucho por tu relación con Malú. Ve a por ella,
estabais genial. Lo nuestro está más que muerto, como has visto.
-Espera. -la volví a retener. La abracé. Luego nos separamos
y fue caminando hacia la salida.
-Ah -se dio la vuelta. -solo te pido una cosa. -arqueé las
cejas esperando su petición. -No juegues más conmigo. No sabes cuánto tuve que
luchar para olvidarte… y esta tarde lo has echado todo por tierra. Sembraste un
poco de esperanza en mí. Creí que aún había algo entre nosotras… pero veo que
solo fueron imaginaciones mías. Tendré que volver a empezar… tendré que volver
a asimilar que no soy para ti. -y tras aquel golpe a mi existencia, se fue.
Maldije mi vida. Le había hecho daño… no tenía que haberme lanzado. Tenía que
haber sabido controlarme. Tiré el taburete al suelo, descargando mi rabia. Me
sentía fatal. Estaba enfadada conmigo misma. Me había costado mucho dejar las
cosas claras con Vanesa, y ahora que por fin lo había conseguido, lo destrocé
por mis irrevocables impulsos. Tenía ganas de quemarlo todo.
Pasé la noche en vela, hasta acabar durmiéndome encima de la
mesa de la cocina.
-¡¡¡MARINA!!! -me despertó Li a la mañana siguiente. -¿Qué
haces ahí? -me levantó la cabeza. Bostecé medio dormida. -¿Sabes que tenías que
haber salido hace media hora?
-¡Mierda! -chillé. Me vestí a la velocidad de la luz y me
metí un trozo de pan en la boca. Salí corriendo hasta la calle. Encontré a
Mercedes y a Pepe Luí en un coche negro.
-¿Qué te ha pasado? Llevamos un rato llamándote y no nos
cogías el teléfono. -preguntó la batería.
-Arrancad ya. -fue mi respuesta.
-¿Todo bien? -quiso saber José Luis.
-No… nada bien. -le contesté. -lleguemos ya a la estación,
anda. -teníamos que viajar a Galicia para grabar el videoclip del segundo
single. Al llegar, el señor que me había arruinado la vida parecía desesperado.
Ricky estaba con él, sosteniendo el bajo. Mi mente salió de la realidad para
crear un mundo paralelo. En ese mundo imaginario, yo cogí el instrumento de mi
amigo y se lo estampaba en la cara…
-¿SE PUEDE SABER QUÉ HACÍAIS? -nos chilló.
-Relájate, aún no tenemos que coger el tren. -dijo el
teclista. Yo me mantuve al margen. Intentaba respirar, calmarme. En cualquier
momento se me iba a escapar un puñetazo. Ojalá Mari se recuperase pronto. Los
últimos días sentí la necesidad de contarle todo cuando hablábamos. Pero
pensaba en ella… ya tenía suficiente con sus problemas como para también frustrarse
con los míos. Parecía más animada, aunque no estaba recuperada.
-Le metía tal patada en la boca... -murmuró mi compañero, el
más divertido.
-Yo le metía dos. -intervine.
-Joder, es insoportable. Con lo bien que estábamos con
"la Mari". -yo asentía mientras hablaba. Estaba totalmente de acuerdo
con cada palabra que pronunciaba sobre Jorge.
-Si supieras la que me ha liado… -necesitaba desahogarme.
-Puedes hablar conmigo. -me lancé a contarle con detalle
cada momento que había vivido. Al fin lo solté. -¡¡VAMOS A LANZARLO A LAS
VÍAS!! -le tapé la boca riéndome. -Tú eres tonta, yo ya lo hubiese matado.
-No puedo liársela, se supone que Malú no me ha dicho nada.
-Te admiro. -me quedé extrañada. -en serio, te admiro. No sé
cómo puedes contenerte. -nos subimos al medio de transporte y me senté junto a
él. Me sentía cómoda. Además, podía animarme con sus chistes.
No tardó en soltar algunos. Tomó una retahíla imparable. Uno
detrás de otro. Cuánto más me reía yo, más contaba. Era su incentivo. Mi risa.
Pero una de sus bromas fue interrumpida por el sonido de mi móvil.
-"Te echo demasiado de menos… Me arrepiento muchísimo
de lo que hice. Me importas mucho y me da igual todo lo demás. Te lo aseguro.
No volveré a cometer ningún error contigo. Estoy muy enamorada de ti, Marina. Ahora
estoy más segura que nunca. Quiero estar a tu lado. Esperaré todo lo que
quieras, todo lo que necesites. Te amo." -Malú me sorprendió. Me rompí en
mil pedazos. José Luís me vio la cara descompuesta.
-¿Algo va mal? -le mostré el mensaje. Tragó saliva.
Comprendía mi estado. -deberías volver con ella.
-Lo sé. Me muero de ganas.
-Dile algo, vamos. -me animó. Sonreí. Tecleé rápidamente,
deslizando mis pulgares por la pantalla de un lado a otro. "Yo también,
princesa". -¡qué cursi! -reí. El tren estaba a punto de partir, según
anunciaban los altavoces. Un acto de locura me llevó a salir de él.
-¿A DÓNDE VAS? -gritó mi mánager.
-¡¡CORRE!! -chilló Pepe Luí saliendo del AVE con el resto de
la banda. Pasé por una floristería dentro de la misma estación y pillé un ramo
de rosas blancas, las que tanto le gustaban. Seguí corriendo en busca de un
taxi.
Llegué a su chalet con la camisa medio caída, y unas manchas
debajo de los sobacos. Tenía el flequillo pegado a mi frente por el sudor y un
zapato lo llevaba desabrochado. Antes de tocar la puerta tomé un poco de aire.
Me iba el pulso a más de mil.
En ese instante de tensión y emoción, oí unos gritos.
Parecían de José.
-¡¡¡ES QUE ERES IDIOTA!!! Joder, Malú. -lo notaba alterado.
-Marina es increíble... ¿Por qué le has hecho esto? -escuché un golpe. -¡¡Eres
una niña consentida!! ¡¡Eso es lo que eres!! ¡¡Le has hecho mucho daño!! ¡No se
lo merecía!
-Para ya… José. -dijo muy bajito ella. -por favor.
-Podías haberme pedido ayuda… echar un poco de cabeza que ya
tienes una edad. Malú, tú que siempre te has revelado a los jefes cuando algo
no te parecía bien. ¿Por qué…? ¿Por qué ahora cediste al chantaje?
-Estaba muerta de miedo. -decidí que era el momento de
aparecer y dejar de escuchar aquella dura conversación.
-Marina… -sus ojos estaban decaídos, unas ojeras los
rodeaban. Llevaba aún el pijama y los pies descalzos.
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