jueves, 10 de abril de 2014

Capítulo 61. OJALÁ.

¿De verdad había liado todo eso porque nos habían pillado? ¿De verdad? Me había hecho sufrir enormemente. No podía creérmelo. Me enfadé.
-Lo tuyo… me parece increíble. -murmuré. Me llevé las manos a la cabeza y abrí los ojos. -increíble.
-¿Me vas a dejar que te lo explique? -asentí. Ojalá tuviese una buena escusa, porque lo que había hecho no tenía ningún sentido. ¿No había pensado en mí? -el día del concierto, justo antes de empezar, me vino un chico que se ajustaba a la definición que me diste de tu mánager.
-¡NO! -exclamé sofocada. ¿ÉL? ¿ÉL ESTABA DETRÁS DE TODO ESTO?
-Tranquilízate, cielo. -agarró mis manos, que volaban sin control. -aún no he terminado.
-Eso es lo peor. -confesé. Entrelazamos nuestros dedos. Cómo lo echaba de menos… La calidez de su piel en la mía. La suavidad de ésta. Logré calmarme con sus caricias.
-Me contó que un periodista guarda una colección enorme de fotos nuestras en París.
-¡Dios! ¿En serio?
-¡Deja de interrumpirme! -exclamó. Le salió un gallo y solté una carcajada. -Bueno. -rió ella también. -eso… -puso su dedo índice en la barbilla y miró al techo. Se le había olvidado. Volví a reír. La situación dramática estaba cogiendo color. -el caso… el periodista iba a publicar lo nuestro en una de las revistas más vendidas de España, tenía pensado ir a la tele, repartir las imágenes por ahí. Pero Jorge lo interrumpió. Lo conoce y le rogó que no lo hiciese. -me quedé sin palabras.
-No me dijo nada…
-Espera, no he terminado. Tu representante me recomendó… -hizo esta palabra con el gesto de entre gomillas. -más bien, me obligó a que te dejase.
-¿POR? -le pregunté alterada. Ya decía yo. Nunca me dio buena espina. Joder. Todo por su culpa.
-Estuvo hablando conmigo y me convenció. -dio una palmada. Alcé una ceja y la miré incrédula. Resoplé.
-Pensé que lo nuestro te importaba...
-Me importa, créeme. -apretó mi mano para que la creyese. -cariño, tenía razón…
-¿Qué dijo? -pregunté aún cabreada. Se tomó su tiempo, se distraía mirando por la ventana. -no tengo toda la vida…
-Verás, hay veces que tienes que ser madura… y pensar un poco.
-Habló. -bufé. -la que huye como una cobarde sin dar explicaciones. -me costó decirlo. Le dolió, sabía que era verdad. Se le llenaron los ojos de lágrimas. -Malú… por favor, no hagas eso. -le limpié una pequeña gota antes de que resbalara. Agarró mi nuca y se escondió en mi cuello.
-Perdóname. -murmuró llorando. -he sido una niñata, no sabía lo que hacía…
-Daño es lo que hacías. -no debí soltar eso. Solo conseguí que su llanto se incrementase. -Va, cuéntamelo.
-Me hizo reflexionar. Si esta relación saliese a la luz crearía mucho revuelo…
-Malú, me da igual. -me adelanté. -prefiero ser feliz. Creí que lo nuestro estaba por encima de todo, pero veo que hay cosas más importantes… -me levanté. Ella me retuvo, tiró de mí, sentándome de nuevo en el sofá.
-Jorge me aseguró que no era bueno para ninguna de las dos. Estás empezando, Marina, es muy complicado…
-¡QUE ME DA IGUAL! ¿No me has oído? -grité. No quería llegar a eso, pero llegué. No pude contenerme. Yo, que siempre había estado en contra de los chillidos. El tono de la conversación se fue elevando. Tomé aire.
-No me vuelvas a hablar así… -pidió con la mirada agachada y echándose hacia atrás. La vi con miedo. Miedo de mí. Me avergoncé. No estaba orgullosa de lo que acababa de hacer.
-Perdona. -me disculpé, acariciando su mejilla. -estoy muy nerviosa…
-No quiero ser una mala influencia para ti… -confesó.
-Eso debería decirlo yo. Tienes un imperio entero. Eres la reina del pop español… yo no soy nada.
-Por eso. Ahora que es cuando comenzabas… No quiero estropearlo. -sollozó.
-Creo que no tengo nada que perder. A quién le guste bien, a quién no, que mire a otro lado. -bajó la cabeza. -eh. -alcé su barbilla. -¿me quieres?
-¿Qué pregunta es esa…? Pues claro. -me miró fijamente.
-Pues entonces, ¿qué importa lo demás? -me abrazó fuerte, lloraba. Perdimos la noción del tiempo. Pasaban los segundos, los minutos, y ella seguía con su imparable llanto, sus disculpas. Se agarraba fuertemente a mi camiseta. -sé que te va a doler, pero hay ciertas cosas que no me puedo callar. Me has roto. No sabes lo mal que lo he pasado estos días… -mis lágrimas se unieron a las suyas.
-Quiero volver a estar contigo. -susurró en mi oreja. Suspiré. Una batalla interior. ¿Volvía o no con ella? Era mi debilidad contra mi orgullo. Por un lado, me moría de ganas por ello, pero por otro, no podía dejar pasar eso por alto. Debía hacerme la dura, aunque fuesen solo unas horas, o quién sabe cuánto. Necesitaba un tiempo, pensarlo. No podía lanzarme de nuevo a la boca del lobo.
-Vamos a darnos un tiempo. -le dije. Su cara se descompuso. Se echó en mi hombro y moqueó.
-No me hagas esperar mucho…
-Entiéndeme. Lo necesito. -le pedí, acariciando su brazo. -pero no olvides que te quiero.
-Nunca lo he olvidado. Dejarte ha sido una de las peores cosas que he hecho… no sabes cuánto me costó hacerlo…
-Ojalá no hubiese pasado. -dije. Los ojos se me volvieron a inundar. No podía evitarlo. A mí también me estaba resultando complicadísimo decirle que no.
-Ojalá pudiese volver atrás… me arrepiento tanto.
-Lo hecho, hecho está. -afirmé, segura de mis palabras. -esa fue tu decisión. Nadie te obligó.
-En realidad… -tragó saliva. -Jorge me amenazó. -incliné mi espalda, llevándomela a ella por delante también. ¿QUÉ? ¿LA AMENAZÓ? La sangre me hervía en ese instante.
-Solo dijiste que te había dicho que era mejor que me dejases… ¿hay algo más? ¡Por favor, dilo!
-Me aseguró que si no te dejaba, él mismo publicaría la foto y acudiría a los medios. Es tu mánager, podía verificarlo en tu nombre. Darle veracidad a la noticia. -los ojos se me fueron abriendo conforme ella soltaba la frase. Me levanté del sofá. Estaba estresada, sumamente enfadada. Di cortos paseos de un lado a otro, mordiéndome el labio y apretando mis puños.
-¿Cómo ha podido…? -di un puñetazo al aire.
-Ven aquí. -me pidió. Volví al chester. -encima me pidió que no te contara nada de esto… no sabía qué hacer. Pero está claro que me equivoqué.
-Tenías que habérmelo dicho, joder. -me di un tortazo en el muslo. -se va a cagar.
-Tranquila.
-No, se va a cagar. -no se iba a ir de rositas. Eso lo tenía claro. Se iba a enterar ese tío. No tenía una mínima idea de cómo fastidiarle, pero desde luego, encontraría la forma. Iba a pasar por lo que yo había pasado, o incluso por algo peor. Esto no se quedaba aquí. Se había cargado lo que más quería.
-Marina, relájate, ¿vale? No sabemos qué puede hacer…
-No sé cómo puedes ser así. ¿No te das cuenta de lo que ha hecho? ¿De lo que has hecho tú? Me habéis hecho trizas entre los dos. Ya sé que la culpa es de él, pero tú también la llevas. Podías haberlo evitado. Podías haber pensado. Pensado en mí, en ti, en lo nuestro, en lo que hemos vivido.
-Vuelve conmigo. -rogó, poniéndome ojitos. Una mirada de la que nadie podía escapar. Pero yo lo hice. Por mí.
-¿Qué pasa si lo vuelves a hacer? ¿Qué me dice que no vas a volver a destrozarme con este tipo de cosas?
-Yo, yo te lo prometo.
-Aún no estoy preparada… -y con esas duras palabras salí de su chalet. Ni salió a despedirme. Estaba dolida. Pero tenía que aprender, tenía que comprender que lo que había hecho no tenía justificación. Había cogido el camino erróneo. A veces hay que ser valiente. Y ella no lo fue. No supo plantarle cara. Si llegaban a contarme esto hace unos meses… no me lo hubiera creído. La veía capaz de todo. De superar cualquier obstáculo. Me había decepcionado… Caminé despacio, sin ninguna prisa, respirando el aire puro del campo. Tenía que pensar mucho. Hablar con mi corazón y con mi mente. Pasar unas horas a solas. Encontrarme a mí misma. Descubrir mis sentimientos y sobretodo, qué hacer con Malú.

Pensar en Jorge me alteraba las venas. Se me hinchaban las narices solo con dibujar su nombre en mi mente. No tenía ningún sentido lo que había hecho. Primero tapa lo nuestro y luego la amenaza con sacarlo. ¿Qué sentido tenía? Cero. O era bipolar, o yo era una idiota y no entendía nada. Me parecía tan absurdo todo… 

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