El pitido de un coche disipó mis pensamientos.
-¡He conseguido arrancarlo! -chilló Li desde el asiento de
conductor. Me subí en el automóvil y di un portazo. Coloqué un codo en la puerta
y con mi mano derecha sujeté mi cabeza. -¿cómo ha ido…? -suspiré al oír su
pregunta. Tras tomarme unos segundos de calma, le conté toda la historia. La
chica no reaccionaba ante los sucesos que le narraba.
-¿Piensas decir algo? -reí. Estaba con los ojos como platos.
-De película. -opinó. -¿qué piensas hacer?
-Nada. -resoplé. -necesito despejarme.
-¿No vas a volver con ella? -me preguntó Lidia. Tragué
saliva y medité la respuesta. -tranquila, no tienes que contestar ahora. -me
acarició el muslo.
Ahora mismo me sentía enfadada con el mundo, con el destino,
con la vida. Solo quería que pasasen los días sin que yo me diese cuenta. De
dejar que el planeta girara a su antojo. Estaba tan quemada que no tenía ni
ganas de volver a estar con ella. ¿Qué me estaba pasando? Lo que había ocurrido
me había jodido bastante. Pero, ¿era para tanto? ¿Era lo suficiente para que
parara de sentir lo que sentía cuando pensaba en ella?
-¿A dónde vamos? -quise saber al ver que no había tomado la
carretera correcta.
-De compris. -dijo sonriente. -está empezando a hacer calor
y no tengo nada moni.
-¿Tienes que acabar todas las palabras en "i"?
-reí. Le salió una risita tonta.
-Déjame, jo.-era excesivamente moni. Ups, me había pegado lo
de la "i". El plan de Li me ayudó a distraerme, una vez más. Salir
era lo mejor que podía hacer. Aún así, no pude evitar acordarme de ella.
Imaginar qué era lo que estaba haciendo mientras yo me perdía por un centro
comercial. Li me obligó a meterme en el probador para que opinara sobre el
modelito que quería comprar.
-Perfecto. -comenté.
-¿No me hace mucho culo? -miré hacia otro lado y suspiré.
-Vale, vale, ya me callo.
-Te quedan perfectos y ya está. -salí del probador y me
apoyé en la pared. Cogí el móvil y apunté la mirada hacia él. Noté que alguien
me observaba. Levanté la mirada y vi a una dependienta muy sonriente acercarse
hacia mí.
-¿Puedo ayudarla en algo? -me preguntó, uniendo sus manos en
su vientre. Negué con la cabeza y le di las gracias. Se retiró con la misma
sonrisa y formó un coro con otras trabajadoras. Se reían mirándome. Una que
estaba a su lado se dirigió hacia mí.
-Perdona que te moleste. -rió nerviosa. -¿tú eres Marina?
-Sí, soy yo.
-¿Te importa hacerte una foto con nosotras? -siguió riendo
nerviosa. La chica no tenía ni treinta años.
-Adelante. -la muchacha llamó a sus compañeras y nos hicimos
la fotografía. Li salió del probador y se quedó algo asombrada. -¿pagamos?
-Claro. -dijo algo confusa.
-¿Es tu amiga? -me preguntó una de ellas. Asentimos. -yo os
atiendo.
La tarde continuó de tienda en tienda, de caja en caja,
hasta llenar bolsas y bolsas.
Estuvimos en una heladería a la que solíamos ir cuando
estaba con Vanesa… Recordé esos momentos. Sonreí. Tal vez debería haberla
perdonado. Todos merecen una segunda oportunidad, y yo no se la di. Bueno,
sería una tercera… La echaba mucho de menos. No sabía qué narices estaba
haciendo pensando de esa manera… Pensé que ya lo tenía superado. Estaba muy
segura con Malú. Claro, con Malú. En este momento no había Malú por ninguna
parte y los pilares que me sostenían se habían ido resquebrajando uno a uno. Ya
había perdido hasta mi identidad. ¿Cómo la olvido?
-¡Chicas! -lo que me faltaba. Sí, era ella. Era Vanesa. La
saludamos y se sentó justo enfrente de mí. Se había recogido el pelo. Eso le
sentaba genial. Sus ojos verdes agua eran únicos. La luz del local los
potenciaba. Moví la cabeza de un lado a otro. ¿Qué hacía?
-Voy a pedir. ¿Lo de siempre, amores? -preguntó Li. Yo, por
mi parte, dije que sí. Vane también. El mismo sitio, las mismas personas, los
mismos helados de siempre, los mismos olores, pero diferente situación. Ya no
era como antes. Nos quedamos a solas. Me sentía incomodísima por culpa de mis
estúpidos pensamientos.
-Bueno… -rompió el silencio. -cuéntame algo. -se cambió de
asiento, poniéndose a mi lado. Depositó su mano en mi muslo. Mis nervios
aumentaron. Giré la cara para mirarla. Demasiado cerca. Demasiado confusa.
Demasiada carga emocional. Demasiado descontrol. Me acerqué a su boca,
lentamente. Me frené a tiempo y miré al suelo. -¿qué ha sido eso…?
-Voy al baño. -me levanté sin mirarla y corrí al cuarto de
baño. Me encerré y apoyé mis manos en el lavabo. Extendí los brazos por completo.
Cerré los ojos muy fuerte, intentado asimilar lo que había pasado. ¿Era un
extraño impulso? ¿Era yo realmente? Le metí un
puñetazo al lavabo. Mi mano se coloreó de rojo al clavarse con mi propia
pulsera. La puerta sonó.
-¿Marina? -era la voz de Lidia. -¿estás bien? Llevas ahí un
buen rato. -no contesté. Me miré en el espejo. Tenía los ojos casi encharcados,
rojizos. Mis dientes mordían mi labio inferior. Intentaba ser fuerte, impedir
que las lágrimas brotasen. Ya había gastado muchas estos días. -por favor,
ábreme. -decidí hacerlo. -cariño, ¿qué pasa? -me lancé a sus brazos a la vez
que cerraba la puerta. -¿por qué lloras de nuevo?
-No estoy llorando.
-Mírate…
-He intentado besar a Vane. -se quedó sorprendida. No supo
qué decir. -no me preguntes por qué, ni yo lo sé.
-Sí lo sabes. Piénsalo. -me pidió, a la vez que me
acariciaba. Intenté tranquilizarme y deliberar. Rebuscar entre mis
sentimientos. ¿Por qué me sentía mal? -una parte de ti niega lo que piensas.
Dices que no, pero en realidad lo sabes muy bien. Solo lo dices para engañarte
a ti misma, para evitar lo que en realidad estás sintiendo.
-Tienes razón… Lo sé perfectamente. Quiero volver atrás.
-¿Hasta a dónde exactamente?
-No me presentaría a la Voz. Me gustaría seguir en el bar,
con mi rutina. Con mis horarios, con mis salidas con la pandilla, con un
trabajo estable que no se tambalease con cada paso que doy, con una casa fija,
con una novia corriente como yo.
-¿Te arrepientes de haber estado con Malú?
-Es duro decirlo… pero creo que sí. -hasta a mí me dolió
pronunciar aquello. -no, no. No me arrepiento. -me arrepentí al segundo. Quise
pegarme un tiro. ¿Qué cojones había dicho? Con ella había vivido cosas
inexplicables. Había sonreído como nunca lo había hecho. ¿Cómo iba a arrepentirme de eso? Era
imposible.
-Ya sé lo que te pasa a ti. -intervino. -echas de menos tu
anterior vida.
-Puede… una parte sí. Ahora tengo que luchar mucho, ¿sabes?
Antes era todo muy fácil.
-Ya, pero es lo que quieres. ¿O me equivoco?
-Sí. Cantar es mi sueño y… estoy locamente enamorada de
Malú.
-Pues ya sabes. A luchar por lo que deseas y amas. Déjate de
paranoias. No te comas más la cabeza y deja tu orgullo. Ve a por tu chica,
vamos. -me animó. Me dio tal empujón que me choqué contra la puerta.
-Au. -me quejé entre risas, acariciando mi brazo.
-¡TIRA! -exclamó.
-No puedo, Li. -volví a la seriedad. -tengo que hacerla
comprender que lo que hizo no estuvo bien.
-¿Un castigo?
-Algo así. Si vuelvo con ella así, a la primera, volverá a
hacerlo. -expliqué.
-Entiendo. -se quedó pensando. -oye, vamos a por el helado
que se nos derrite.
-Y si no está ya derretido se derretirá cuando te vea
sonreír, preciosa. -el piropo la hizo reír.
-Oye, te relajas eh, que tengo novio.
-Ya, bueno, es que llevo días sin dar amor y tengo que
sacarlo. -reí. -qué triste mi vida.
-Pues le dices piropos al espejo.
-Eso sería muy egocéntrico.
-Sí. Demasiado. -reímos juntas. -vamos, anda.
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