lunes, 14 de abril de 2014

Capítulo 62. ¿CÓMO TE OLVIDO?

El pitido de un coche disipó mis pensamientos.
-¡He conseguido arrancarlo! -chilló Li desde el asiento de conductor. Me subí en el automóvil y di un portazo. Coloqué un codo en la puerta y con mi mano derecha sujeté mi cabeza. -¿cómo ha ido…? -suspiré al oír su pregunta. Tras tomarme unos segundos de calma, le conté toda la historia. La chica no reaccionaba ante los sucesos que le narraba.
-¿Piensas decir algo? -reí. Estaba con los ojos como platos.
-De película. -opinó. -¿qué piensas hacer?
-Nada. -resoplé. -necesito despejarme.
-¿No vas a volver con ella? -me preguntó Lidia. Tragué saliva y medité la respuesta. -tranquila, no tienes que contestar ahora. -me acarició el muslo.
Ahora mismo me sentía enfadada con el mundo, con el destino, con la vida. Solo quería que pasasen los días sin que yo me diese cuenta. De dejar que el planeta girara a su antojo. Estaba tan quemada que no tenía ni ganas de volver a estar con ella. ¿Qué me estaba pasando? Lo que había ocurrido me había jodido bastante. Pero, ¿era para tanto? ¿Era lo suficiente para que parara de sentir lo que sentía cuando pensaba en ella?
-¿A dónde vamos? -quise saber al ver que no había tomado la carretera correcta.
-De compris. -dijo sonriente. -está empezando a hacer calor y no tengo nada moni.
-¿Tienes que acabar todas las palabras en "i"? -reí. Le salió una risita tonta.
-Déjame, jo.-era excesivamente moni. Ups, me había pegado lo de la "i". El plan de Li me ayudó a distraerme, una vez más. Salir era lo mejor que podía hacer. Aún así, no pude evitar acordarme de ella. Imaginar qué era lo que estaba haciendo mientras yo me perdía por un centro comercial. Li me obligó a meterme en el probador para que opinara sobre el modelito que quería comprar.
-Perfecto. -comenté.
-¿No me hace mucho culo? -miré hacia otro lado y suspiré. -Vale, vale, ya me callo.
-Te quedan perfectos y ya está. -salí del probador y me apoyé en la pared. Cogí el móvil y apunté la mirada hacia él. Noté que alguien me observaba. Levanté la mirada y vi a una dependienta muy sonriente acercarse hacia mí.
-¿Puedo ayudarla en algo? -me preguntó, uniendo sus manos en su vientre. Negué con la cabeza y le di las gracias. Se retiró con la misma sonrisa y formó un coro con otras trabajadoras. Se reían mirándome. Una que estaba a su lado se dirigió hacia mí.
-Perdona que te moleste. -rió nerviosa. -¿tú eres Marina?
-Sí, soy yo.
-¿Te importa hacerte una foto con nosotras? -siguió riendo nerviosa. La chica no tenía ni treinta años.
-Adelante. -la muchacha llamó a sus compañeras y nos hicimos la fotografía. Li salió del probador y se quedó algo asombrada. -¿pagamos?
-Claro. -dijo algo confusa.
-¿Es tu amiga? -me preguntó una de ellas. Asentimos. -yo os atiendo.
La tarde continuó de tienda en tienda, de caja en caja, hasta llenar bolsas y bolsas.


Estuvimos en una heladería a la que solíamos ir cuando estaba con Vanesa… Recordé esos momentos. Sonreí. Tal vez debería haberla perdonado. Todos merecen una segunda oportunidad, y yo no se la di. Bueno, sería una tercera… La echaba mucho de menos. No sabía qué narices estaba haciendo pensando de esa manera… Pensé que ya lo tenía superado. Estaba muy segura con Malú. Claro, con Malú. En este momento no había Malú por ninguna parte y los pilares que me sostenían se habían ido resquebrajando uno a uno. Ya había perdido hasta mi identidad. ¿Cómo la olvido?
-¡Chicas! -lo que me faltaba. Sí, era ella. Era Vanesa. La saludamos y se sentó justo enfrente de mí. Se había recogido el pelo. Eso le sentaba genial. Sus ojos verdes agua eran únicos. La luz del local los potenciaba. Moví la cabeza de un lado a otro. ¿Qué hacía?
-Voy a pedir. ¿Lo de siempre, amores? -preguntó Li. Yo, por mi parte, dije que sí. Vane también. El mismo sitio, las mismas personas, los mismos helados de siempre, los mismos olores, pero diferente situación. Ya no era como antes. Nos quedamos a solas. Me sentía incomodísima por culpa de mis estúpidos pensamientos.
-Bueno… -rompió el silencio. -cuéntame algo. -se cambió de asiento, poniéndose a mi lado. Depositó su mano en mi muslo. Mis nervios aumentaron. Giré la cara para mirarla. Demasiado cerca. Demasiado confusa. Demasiada carga emocional. Demasiado descontrol. Me acerqué a su boca, lentamente. Me frené a tiempo y miré al suelo. -¿qué ha sido eso…?
-Voy al baño. -me levanté sin mirarla y corrí al cuarto de baño. Me encerré y apoyé mis manos en el lavabo. Extendí los brazos por completo. Cerré los ojos muy fuerte, intentado asimilar lo que había pasado. ¿Era un extraño impulso? ¿Era yo realmente? Le metí un  puñetazo al lavabo. Mi mano se coloreó de rojo al clavarse con mi propia pulsera. La puerta sonó.
-¿Marina? -era la voz de Lidia. -¿estás bien? Llevas ahí un buen rato. -no contesté. Me miré en el espejo. Tenía los ojos casi encharcados, rojizos. Mis dientes mordían mi labio inferior. Intentaba ser fuerte, impedir que las lágrimas brotasen. Ya había gastado muchas estos días. -por favor, ábreme. -decidí hacerlo. -cariño, ¿qué pasa? -me lancé a sus brazos a la vez que cerraba la puerta. -¿por qué lloras de nuevo?
-No estoy llorando.
-Mírate…
-He intentado besar a Vane. -se quedó sorprendida. No supo qué decir. -no me preguntes por qué, ni yo lo sé.
-Sí lo sabes. Piénsalo. -me pidió, a la vez que me acariciaba. Intenté tranquilizarme y deliberar. Rebuscar entre mis sentimientos. ¿Por qué me sentía mal? -una parte de ti niega lo que piensas. Dices que no, pero en realidad lo sabes muy bien. Solo lo dices para engañarte a ti misma, para evitar lo que en realidad estás sintiendo.
-Tienes razón… Lo sé perfectamente. Quiero volver atrás.
-¿Hasta a dónde exactamente?
-No me presentaría a la Voz. Me gustaría seguir en el bar, con mi rutina. Con mis horarios, con mis salidas con la pandilla, con un trabajo estable que no se tambalease con cada paso que doy, con una casa fija, con una novia corriente como yo.
-¿Te arrepientes de haber estado con Malú?
-Es duro decirlo… pero creo que sí. -hasta a mí me dolió pronunciar aquello. -no, no. No me arrepiento. -me arrepentí al segundo. Quise pegarme un tiro. ¿Qué cojones había dicho? Con ella había vivido cosas inexplicables. Había sonreído como nunca lo había hecho.  ¿Cómo iba a arrepentirme de eso? Era imposible.
-Ya sé lo que te pasa a ti. -intervino. -echas de menos tu anterior vida.
-Puede… una parte sí. Ahora tengo que luchar mucho, ¿sabes? Antes era todo muy fácil.
-Ya, pero es lo que quieres. ¿O me equivoco?
-Sí. Cantar es mi sueño y… estoy locamente enamorada de Malú.
-Pues ya sabes. A luchar por lo que deseas y amas. Déjate de paranoias. No te comas más la cabeza y deja tu orgullo. Ve a por tu chica, vamos. -me animó. Me dio tal empujón que me choqué contra la puerta.
-Au. -me quejé entre risas, acariciando mi brazo.
-¡TIRA! -exclamó.
-No puedo, Li. -volví a la seriedad. -tengo que hacerla comprender que lo que hizo no estuvo bien.
-¿Un castigo?
-Algo así. Si vuelvo con ella así, a la primera, volverá a hacerlo. -expliqué.
-Entiendo. -se quedó pensando. -oye, vamos a por el helado que se nos derrite.
-Y si no está ya derretido se derretirá cuando te vea sonreír, preciosa. -el piropo la hizo reír.
-Oye, te relajas eh, que tengo novio.
-Ya, bueno, es que llevo días sin dar amor y tengo que sacarlo. -reí. -qué triste mi vida.
-Pues le dices piropos al espejo.
-Eso sería muy egocéntrico.
-Sí. Demasiado. -reímos juntas. -vamos, anda. 

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