Era curiosa la sensación. Inexplicable. Insuperable. Sentía
un extraño vaivén en mi cuerpo. Un pequeño gusanito que se paseaba por mi pecho
de arriba abajo. Un cosquilleo agradable. Mis ojos estaban a punto de morir.
Las pestañas al borde de cerrarse, hacían lo que podían para mantenerse
abiertas. Y si a algún globo suicida se le ocurría pasar cerca de mí, mi piel
de gallina lo explotaría. Mis dedos se movían sin permiso por sus cabellos
morenos. Mi otra mano estaba ocupada, sirviendo de cama para la suya. Estaba
tan preciosa que me rasgaba el alma partiéndome en mil pedacitos. El ritmo de
su respiración era tan silencioso que apenas se notaba. Expulsaba el aire
lentamente, y lo inspiraba de igual forma, haciendo que su cuerpo se hinchase y
deshinchase a la misma velocidad. El olor que desprendía no podía ser más
perfecto. Se había echado más perfume de la cuenta. Probablemente quedaría
incrustado en mis sábanas de por vida.
-¡Buenos días, parejita! -entró entre chillidos Malú a su
chalet. Pablo y Li seguían tal cual los dejamos. En el sofá tirados, totalmente
dormidos. -¡Hora de levantarse! -dio palmas.
-Qué delicadeza… -reí, corriendo las cortinas.
-Hombre, mira la hora. -respondió ella, sacudiendo los
cuerpos pegados de nuestros amigos.
-¿Dónde estoy…? preguntó Lidia, saliendo del regazo de su
chico. Solté una carcajada. Vaya careto que llevaba.
Desayunamos los cuatro comentando el día anterior. El
concierto había sido increíble. Arrasó. Me sentía orgullosa de ella. La miraba
sonriente. Era una fiera.
-¡Sales en todos! -exclamó emocionada Li ojeando los
periódicos del día. -¡Marina, tú también! -gritó aún más fuerte. Me levanté de
la silla y observé mi foto junto a ella. Habían dedicado un párrafo para mí.
Lidia lo leyó en voz alta con una vocecilla que lo decía todo. Estaba muy
contenta… terriblemente feliz por mí. Terminó con un suspiro y bebió un sorbo
de la taza. -¿ves? te dije que algún día la conseguirías.
-¿El qué?
-La felicidad. -dijo sonriente. Le cogí el moflete con
fuerza y tiré de él. Chilló quejándose y se echó hacia atrás. Echamos a reír.
No había cosa más divertida en el mundo que picarla. Decidimos pasar el día de
compras. Acudimos a un centro comercial de poco tránsito. Por suerte, no había
mucha gente.
Al atardecer y buscando un restaurante, mi móvil sonó. Vi
que era Paula. ¿Qué querría…? Era domingo. ¿Habría pasado algo importante?
Tenía que ser, era mi día de descanso.
-Marina, soy Paula, tu productora musical. -¿no sabía que
existía la agenda de contactos? Ya sabía quién era…
-Hola, ¿ocurre algo? -me adelanté.
-Sí… es Mari. -dijo tan normal. No tenía ni idea de lo que
había pasado… pero su tranquilidad y seriedad me enfurecían. Yo ya estaba
temblando. Algo no iba bien. -ha tenido que abortar. -mierda. Mierda. Mierda.
Con lo emocionada que estaba los últimos días… Habían superado la crisis… Había
estado junto a su marido en el concierto. Los dos tan felices. Joder. Cómo
cambian las cosas de un día a otro. La vida se tuerce y te da la espalda de
repente. Sin avisos. Muestra su lado más duro y frío y te destroza. Te rompe
por dentro quitándote todo lo que te ha regalado antes.
-¿Cómo está…? -me atreví a preguntar, con miedo a la
inevitable respuesta.
-Fatal. Destrozada. -su tono de voz seguía tan estricto como
el de siempre. ¿Ni una situación así la cambiaba? -deberías llamarla. -Obvio
que lo iba a hacer…
-¿Todo bien, mi amor? -se dio cuenta Malú de que me había
parado a hablar por teléfono mientras ellos seguían perdiéndose por las oscuras
calles de Madrid. Le hice un gesto con la mano de que se esperara. Tenía mucho
que contarle…
-Marina, mañana mismo vienes a la oficina. Te he asignado otro
mánager mientras se recupera ella. -tras la escalofriante conversación, le
conté lo ocurrido a los chicos, que se quedaron totalmente conmocionados.
Conocían a Mari, y era difícil imaginársela mal… Siempre tan graciosa, con
ganas de comerse el mundo.
-¿Por qué no vamos a verla, cielo? -me preguntó mi chica.
-No sé si tendrá ganas de vernos… -opiné, poniéndome en su
lugar. Marqué su número. No me lo cogió… Mantuve la llamada hasta oír el
contestador. Volví a hacerlo una segunda vez. En esta ocasión tuve suerte.
-Hola. -su voz apagada me sorprendió. Jamás la había oído
así… podía notar su dolor.
-Me acabo de enterar… Lo siento mu… -me cortó.
-No te preocupes, estoy bien… En nada estaré contigo otra
vez. -su fuerza era tremenda. -Menudo desastre… joder. -se quejó. -con lo feliz
que estaba yo… Ofú. Tengo el corazón "partío".
-¿Podemos ir a verte?
-Ahora mismo estoy ocupada… estoy dejándole los deberes a tu
nuevo representante.
-Campeona, deja eso y descansa. -le dije.
-No, no. Además, así me despejo un poco. No paran de llegar
familiares y estoy hasta el… -se ahorró la palabrota por vez primera. Solté una
risa. Asombroso su coraje.
Esta mujer daba lecciones de vida, sinceramente. Tendría
algún pozo en su casa cargado de fuerza o algo. Cualquier madre requeriría un
psicólogo, entraría en depresión… y mil historias más. Perder a su primer hijo
después de todo lo que me había contado… Me dolía hasta a mí. No entendí como
pudo salir de eso tan rápido. Mari, a simple vista, ya parecía de por sí una
mujer con un par de ovarios bien puestos. Demostrar eso era otra cosa. Y ella
lo había logrado.
Llegué a la discográfica a eso de las doce de la mañana.
Allí estaba Pedro junto a un hombre de pelo engominado y muy bien arreglado.
Llevaba un traje llamativo, se notaba que le había costado un ojo de la cara.
La corbata anudada cuidadosamente y un maletín oscuro en la mano izquierda.
-Buenas. -me saludó mi director musical. De pronto llegó
Paula. Le sonrió al engominado. Los dos estaban cortados por la misma tijera… Eran
muy similares. Se miraron de nuevo.
-Marina, éste es Jorge. -me dijo. -tu representante a partir
de ahora.
-Encantada. -le tendí la mano, no la estrechó. La quité algo
molesta.
-Llevo toda la mañana informándome sobre ti.-ni hola. Muy
bien. Sacó el móvil y me enseñó la pantalla. -María Dolores me ha pasado todo
lo que necesitaba saber. Viajamos a
Sevilla en unas horas, tienes firma de discos a las seis y media. -¿En serio?
No lo sabía. Nótese la ironía… me sabía mi agenda como la palma de mi mano.
Asentí con la cabeza mientras mencionaba los planes de la semana. Menuda
tortura. Ya empezaba a echar de menos a Mari. Ojalá se recuperase pronto.
Ojalá. No aguantaría mucho con éste.
-Te va a ir muy bien con él, ya verás. -me guiñó Paula
despidiéndose de mí. Yo asentí riéndome. Claro que sí… Pedro y Jorge ya se
habían largado. Yo me quedé cerca del parque con mi guitarra. Necesitaba un
poco de tranquilidad antes de volver a casa y recoger la maleta. Me puse a
tocar e inevitablemente, mis dedos inventaron una nueva melodía. La apunté a
toda prisa. Sonaba muy bien.
El tiempo no corre. El tiempo vuela. Me había entretenido
demasiado con mi instrumento. Iba tarde. Muy tarde. Llegué sudando al aeropuerto
dando largas zancadas y esquivando a los viajeros.
-A buena hora. -seguía con el mismo peinado y la cara de
sieso. -la puntualidad es un rasgo muy importante. Te hace madura y seria.
-comentó. Yo miré a las pantallas sin prestar mucha atención a sus palabras.
Durante el vuelo no articuló palabra. Miraba por la ventana
para distraerse. Yo tenía el cuaderno en la mano. Movía el boli dando
golpecitos sobre la libreta. Estaba pensando la letra de mi próxima canción.
-¿Puedes estarte quietecita? -preguntó desagradable,
mirándome de reojo. Me quedé sorprendida y paré el bolígrafo. Tras otro
instante de silencio, decidí intervenir.
-Bueno… ¿qué tal? -no sé si no me oyó o simplemente me
ignoró. Volví a repetírselo, ahora más alto.
-¿POR QUÉ CHILLAS?
-NO SÉ. -elevé también mi voz. Retornó a mirar por la
ventana. Joder, qué mal lo iba a pasar con ese hombre.
Al bajar del avión y aspirar el aroma de aquella ciudad,
miles de momentos se me vinieron a la mente. Sevilla. Nuestro primer viaje…
Casi se me cae la baba mientras bajaba las escaleras.
A las seis y media, ni un minuto arriba, ni un minuto abajo,
salí a firmar. La cola se extendía por los pasillos del centro comercial. Me
quedé sorprendida, no esperaba tanta expectación… Cuando me vieron allí arriba
empezaron a corear mi nombre. Una multitud gigantesca hacía la ola gritando. Me
puse las manos en la boca mientras lloraba y reía a la vez. La tensión
acumulada estalló tras esta sorpresa. Había sido un día extraño, cargado de
sensaciones.
La primera chica de la cola vino corriendo a abrazarme. Qué espontaneidad.
Me eché a reír mientras la apretaba en mis brazos.
-Toma. -dijo sonriente, dándome un clínex. Lo necesitaba.
Limpié mis lágrimas y le firmé el disco. -estuviste tremenda en el concierto
con Malú… -eso era. Joder, eso era. Por eso había tanta gente aquí… el concierto.
Sonreí al recordarlo. La verdad es que fue una de las mejores experiencias de
mi vida.
El público sevillano era como su ciudad. Tenía un color
especial. Cariñosos cómo ellos solos. Me sentí tan acogida, tan bien recibida…
Estaba como en casa. Aquello era inolvidable. Terminó la sucesión de gente y
por allí seguían algunos fans, delante de la valla.
-¡QUE CANTE! ¡QUE CANTE! -corearon tocando las palmas.
-¡No, no! ¡Ya se tiene que ir! -chilló mi mánager, calmando
a la oleada. A mí me apetecía mucho hacerlo.
Mari hubiera ido corriendo a buscar un micrófono… Los guardias me fueron
empujando hacia la salida… Me di la vuelta y me acerqué a los chicos. Me
arranqué con el single a capella. Sin guitarra y sin micro. Qué más daba. El
silencio se hizo para que mi voz se proyectase a lo largo del edificio. Un
momento mágico que quedó guardado en la caja de mi memoria. Esa firma tuvo algo
especial, algo que no hubo en ninguna otra. No quería irme de allí…
Jorge me echó la bronca por hacer lo que hice. Yo asentía mirando
por la ventana del taxi.
-Es que vamos a ver, ahora vamos a llegar tardísimo a la
televisión. ¿Me estás oyendo? No sé si lo sabes pero tienes que actuar en…
-¡Lo sé! ¡Lo sé! -exclamé. Me sacó de quicio. -no hace falta
que me estés diciendo a cada segundo que es lo que tengo que hacer. Lo tengo
todo muy bien aprendido. Me ponía de los nervios.
-Pues no vuelvas a hacer algo si te digo lo contrario. -me
dijo, refiriéndose a lo que había pasado en el centro comercial.
-He cantado en todas las firmas… no iba a irme de allí sin
hacerlo. Además, lo merecían. Se han portado conmigo genial.
-¿Y qué pasa con los de "Canal Sur"? No puedes
satisfacer a…
-Sí que puedo. -le corté. -Aún faltan veinte minutos para
salir. Llegamos de sobra. -le callé la boca. Al fin. No me estaba gustando nada
su actitud… Era el polo opuesto de Mari…
no dejes de escribir nunca, escribes súper bien y merece la pena leerte eres increíbles y tu historia y tus sentimientos y tu todo.
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