Malú se metió en mi ser y arrancó la fuerza de no sé dónde.
El caso es que me dio lo que necesitaba. Una motivación, una chispa.
Estuve cantando la dichosa canción que no hacía más que
recordarme a Vane.
-A mí me gusta mucho cómo has interpretado esta última.
-opinó apuntando algo en su cuaderno.
-¿La hacemos así, entonces? -pregunté.
-Por mí sí. Pero te tiene que gustar a ti. ¿Estás cómoda?
-se preocupó.
-Sí, yo estoy muy bien aquí. Además, le doy un tono más
melancólico.
-Totalmente de acuerdo, yo tengo los vellos de punta
todavía. -se acarició el brazo. -Bueno pues se acabó el día. -tiró el cuaderno
a la mesa y alzó los manos al aire.
-Vale. Hasta mañana. -me acerqué a darle dos besos, pero se
retiró y me miró frunciendo el ceño. No entendí por qué razón me esquivó.
-¿Cómo que hasta mañana? Tú te vienes a mi casa. -¿Cómo? ¿A
su casa? ¿Había dicho a su casa? Tal vez el no dormir me estaba afectando más
de lo que creía. -¿Crees que después de lo que me acabas de contar voy a dejar
que te vayas a un hotel ? Para que hagas cualquier estupidez... ni de coña te
dejo sola.
-No quiero ser una molestia, en serio. -no sabía ni que
decir ni que cara poner. Estaba en una especie de shock.
-Anda, que dices. Seguro que has visto miles de entrevistas
en las que me estoy quejando de llegar a casa y sentirme vacía, sin nadie.
-argumentó. Le sonreí y me devolvió la sonrisa. Recogió las cosas y la imité.
Me siguió con el coche hasta el hotel en el que me alojé. Subí a por las cosas
y al salir del dormitorio me topé con Vanesa.
-Escúchame por favor. -me pidió. Yo negué con la cabeza y di
media vuelta. Me siguió y me paró en seco.
-¿Cómo me has encontrado? -le pregunté con tono de enfado.
-He ido buscando tu nombre por media Barcelona.
-Oh, qué bonito… -dije con ironía. -tan bonito como la
escena que tuve ante mis ojos antes de ayer. Precioso. -solté la maleta en el
suelo y aplaudí. Se avergonzó y bajó la cabeza.
-Lo siento mucho. Quiero volver contigo, no me dejes. Yo te
quiero. -comenzaron a caer lágrimas por su rostro.
-Vane, es la segunda vez. Sabes lo que pienso de las
infidelidades… y me ha dolido mucho. ¿Cómo puedo saber que no vas a volver a
hacerlo? Ahora que mi sueño tenía una base y estaba haciéndose realidad, llegas
tú y lo estropeas. No tienes ni idea de lo que se me ha pasado por la mente
estos días. ¡No tienes ni idea!
-Y te pido perdón.
-¿Crees que con pedírmelo basta? ¿De verdad crees que vas a
arreglarlo todo con una simple palabra? Yo no puedo seguir más contigo. Me has
defraudado… Vuelve a Madrid. Espero que te vaya todo bien. -agarré de nuevo el
equipaje y cogí el ascensor.
-No… -negaba con la cabeza. Tenía los ojos encharcados en
lágrimas. Atravesó la puerta, que casi estaba cerrada. -¿A dónde vas?
-Voy a casa de Malú. Me ha invitado a quedarme con ella unos
días hasta que me encuentre mejor.
-Ahora lo entiendo todo… No quieres volver conmigo para irte
con ella. -me enfadó. Me sacó de quicio.
-¡Qué sepas que es la única persona que me ha ayudado!.
Estaba destrozada por tu culpa, he pensado hasta en el suicidio, y ella me ha
levantado. Me ha dado ánimos. ¡Así que cierra esa puta boca! ¡No tienes derecho
a estar celosa, primero por lo que hiciste, y segundo, porque tú y yo no somos
nada! -le grité. Un sonido indicó que habíamos llegado a la planta. -Hasta
nunca.
No pude evitar
llorar. De camino al coche, la artista observó mi cara. Salió del coche y vino
hacia mí.
-¿Estás bien? -me ayudó a colocar las maletas de forma
ordenada en el maletero.
-Me he encontrado con Vanesa… -dije con la voz temblorosa.
-pero ya está. Ya le he dejado bien claro que no quiero… -no pude terminar la
frase. Volvió a tranquilizarme con un cariñoso abrazo. Esta vez acompañado de
un beso en la frente. Le pedí que volviera a su auto y llegáramos lo más pronto
posible a su casa, que necesitaba descansar.
El piso estaba a las afueras. Tardamos un buen rato en
llegar. Durante el largo camino mi mente estaba en blanco. No quería pensar en
nada. Oía de fondo "Cadena Dial", sin prestar mucha atención.
-Tú como en tu casa. -me dijo amablemente al entrar. El piso
era más pequeño de lo que pensaba. Un baño, un salón-cocina y dos habitaciones.
Resultaba acogedor, cosa que necesitaba. -no es muy grande, lo tengo para
cuando tengo que venir a esta ciudad y tal. Es mucho más cómodo que un hotel, y
como tengo que venir mucho pues…
Me enseñó los cuartos y cada rincón de la casa. Me indicó un
armario en el que colocar la ropa y me dio dos toallas. En verdad me sentía
incómoda. No sabía cómo comportarme. ¿Compartía piso con la gran Malú? Que
alguien me pellizque que esto es un sueño. Coloqué y ordené un poco la
habitación que me dejó mientras ella se daba un baño. Parecía ser un cuarto de
invitados. ¿Quién más habría dormido en esa cama…? ¿Vanesa Martín, Pablo
Alborán, o quizás Pastora Soler?
-¡Puedes ducharte! ¡Ya estoy
fuera! -abrí la puerta del cuarto y la vi dando pequeños saltitos hasta su
habitación con la toalla cubriendo su cuerpo desnudo. ¡No mires! Me chillé a mí
misma. Desvié la mirada, sacudí la cabeza y me metí en el cuarto de baño. No
pude evitar echar un vistazo a sus champús y todo lo que tenía. No quería ser
cotilla… pero es que estaba en el baño de María Lucía Sánchez Benítez. La oí
gritar.
-¿Te apetece una ensalada para
cenar? Yo es lo que como todas las noches.
-¡Claro! ¡Eso mismo, no te
compliques! -le chillé desde el aseo, queriendo ser modesta. Me sentía tan
rara...
Me puse el pijama más visible
que tenía y me recogí el pelo en un moño. Salí de la habitación y la vi sentada
en la mesa con todos los utensilios puestos. Me asombró verla tan natural. Sin
maquillaje y con ropa de dormir. El pelo estaba chorreando, se lo había lavado,
y le colgaban pequeñas gotitas. Así, aún parecía más bella. Lo único que no
había cambiado era su enorme sonrisa con la que me esperaba para cenar.
-Siéntate. -me indicó la silla
de enfrente. Iba a comer con ella justo delante. Que surrealista todo. No podía
creer lo que estaba viviendo. -Espero que te guste mi ensalada.
-A mí me gusta todo lo que tú
haces. -lo dije y al segundo me arrepentí. Comenzó a reírse. Sí, lo había mal
pensado. Me avergoncé. Ella seguía riéndose. Qué me gustaba su risa.
-¿Por qué lo haces? -pregunté
cuando terminó su ataque.
-¿Por qué hago qué? -no
entendió.
-Bueno… ya sabes. Devolverme
las ganas de vivir esta tarde… y ahora me cuidas y me acoges en tu casa…
-Ya te lo dijo Vane. Porque me
gustas. -me guiñó. Comprendí que estaba bromeando cuando se echó a reír de
nuevo. A mí me había asustado, estaba colorada completamente. No sé por qué le
conté esa parte de la historia. -No sé por qué lo hago sinceramente… mi cerebro
me lo pide. No hay más. Es como un impulso que me lleva a hacerlo. No voy a
violarte ni a matarte por la noche, eh. -no paraba de hacer bromas. Estaba muy
graciosa esa noche, cosa que me venía bien. Seguimos comiendo en silencio hasta
que se me ocurrió una estupidez.
-Debería haberle hecho una
foto a la ensalada y colgarla en twitter. ¡Malú me prepara la cena! Las
menciones se me colapsarían. -reímos.
-Mis maluleras se
revolucionarían. -al usar el término "mis", un escalofrío recorrió mi
cuerpo. Siempre había querido saber si éramos tan importantes para ella como
decía.
-No te levantes. -le ordené.
Comencé a recoger la mesa. No me hizo caso, llevaba los vasos en las manos.
-¡Vuelve al sitio! ¡Eh!
-Pues ven a por mí si puedes. -Pues muy bien. Fui a por
ella. Corríamos en círculos, rodeando la mesa. Sin dejar de reír, la alcancé.
Rodeé su cintura. Se le escaparon los vasos y un "crack" me anunciaba
que se habían roto.
-¡La ostia! -chilló.
Inmediatamente se tapó la boca. -¡Malú, no digas tacos! -se ordenó a sí misma.
-Perdona. -me disculpé,
recogiendo los pequeños pedacitos.
-¡Perdona, ni perdona! ¡Qué
educada que eres! ¡La culpa es mía, que se me han caído a mí! Quita, quita, ya
los cojo yo.
-¡No! Que te vayas a cortar.
-Oish, eres un encanto, eh.
-hizo que se me subieran los colores. Conseguí que se apartara.
-Intento salvar mi integridad
física. ¿Y si se enteran las maluleras que te has cortado y estabas cenando
conmigo, eh? -la hice reír. Cada vez que la hacía carcajear me moría de ganas
por estrujarla a abrazos. Me volvía loca con esa risa tan sensual que salía por
su boca.
Terminó de recoger las cosas
mientras yo tiraba los restos de los que habían sido dos vasos hermosos de cristal.
Quise hacer yo una broma esta vez.
-Malú. -atraje su atención y
mirando a los trozos de vaso canté: Estoy hecho... de pedacitos de ti...
-Jajajajajajaja. ¡Qué me da!
¡Qué me da! -se moría de risa en el sofá.
Me preguntó que qué me
apetecía hacer ahora.
-No sé. ¿Qué sueles hacer tú
después de cenar?
-Me meto en twitter y os leo.
Empiezo con las menciones pero luego cotilleo en algunas cuentas y me
"descojono" con las cosas que ponéis. Tenéis fotos mías súper
guarrosas… eh. A veces me dais miedo con los comentarios... -volví a ponerme
roja, ¿habría leído alguna guarrada mía? Porque yo era una de esas...Nos
sentamos en el sofá, ella con su ipad y yo con mi portátil.
-¿Si nos lees, por qué no contestas a nadie? -quise saber.
-Me parece injusto responder a unos cuantos… ¿qué pasa con
los demás? Me da mucha pena… no puedo.
-No nos conoces… nada nada. -sonreí. Me miró extrañada. -Te
aseguro que si contestas a una sola persona, la familia entera se alegraría por
ese fan.
-¿Tú crees?
-Venga, escoge una mención y pon algo. -la animé. Asintió y
así lo hizo. No había pasado un minuto siquiera, cuando sus interacciones ya
superaban las 500. Todas eran comentarios positivos. "Por fin Malú
contesta a un fan". "¡Qué alegría! ¡Te ha respondido, yo también
quiero!".
-Madre… mía. -María Lucía estaba impresionada. -voy a
seguir… que euforia me da esto. -siguió twitteando. De repente se giró y me
observó fijamente. -Muchas gracias.
-A ti por sacarme del infierno. -se mordió el labio. Se
acercó a mí rápidamente y me dio un besazo en el cachete izquierdo.
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