Esta vez tenía que hacerlo bien. Era la final. Ya no se
trataba de pasar a la siguiente fase. Ahora se trataba de ganar. Debía escoger
una canción con la que demostrara que podía llegar a ser una gran estrella. Una
que potenciase mi voz, mis ganas, mi ímpetu.
-Marina. -cada vez que pronunciaba mi nombre me entraba el
tembleque. -¿has pensado ya que canción vas a cantar? -me preguntó tirada en el
sofá. Yo estaba a su lado, pero sentada. Estiró las piernas y las puso encima
mía.
Eché la cabeza hacia atrás, perdiendo la mirada en el techo.
-Ni idea. Quiero coger una que me defina... quiero que el
público me conozca con ella. Tiene que sea esa canción. La canción.
-Me encantaría que pudieses tocar una tuya. -opinó. -Son tan
cercanas a ti. Cuando las cantas pareces que las susurras al oído de quien la
oye. -aquel comentario me llegó muy dentro. Me puse roja.
-Échame una mano, anda. -le pedí.
-A ver... creo que deberías tocar la guitarra. -me pareció
una buena idea. Asentí. -lo haces muy bien y como es tu instrumento favorito,
puedes demostrar quien eres, como querías.
-Lo has entendido a la primera. -le acaricié las piernas,
que seguían sobre mí.
-Si es que... nos compaginamos muy bien. -sonreí al oír
aquello. -hacemos buena pareja, -los ojos se me salieron al oír eso. Buena
pareja. -un buen equipo. -aclaró. Vale, ahora sí.
-Me apetece tocar algo de Alejandro Sanz. -le dije. -he
cantado sus canciones muchas veces... le tengo cogido el truco.
-¿Lo ves?
-¿El que veo? -bromeé.
-Jajajaja. La canción, tonti. -me encantó que me llamase
así.
-¡Ahh! -reí. Vale, vale. Sí, la he cantando en varias
ocasiones.
-Quiero una demostración. -me levanté y fui a por la
guitarra. No me acordaba bien de los acordes. Tras un rato probando y probando,
los encontré en uno de los cajones perdidos de mi memoria. Se incorporó para
escucharme. La canté allí, frente a ella. Bajo su atenta mirada. Aquello me
ponía más nerviosa que cuando el bar se me petaba de gente.
Comenzó a aplaudir al terminar. Se acercó a mí y me besó en
la mejilla.
-¡SI ES QUE ERES UN ENCANTO! -me chilló, dándome otro y otro
beso.
-Babéame más. -me quejé, aunque me encantase. Y al decirlo,
más me besaba. Empecé a dar carcajadas. Que me gustaban esos momentos junto a
ella.
-Que pronto se me ha pasado la semana. -dije removiendo la
sopa. Después de noches con la ensalada, cambió.
-Sí... ya mañana es el gran día. ¡VOY A GANAR LA VOZ!
-exclamó. -digo... ¡VAMOS!
-Jajajaja. Espero que no me pase como el otro día... -me
lamenté.
-Marina, no puedes pensar que vas a hacerlo mal sólo porque
haya ido peor un día... A ver si tú te crees que yo canto siempre bien.
-Tú siempre lo haces todo perfecto. -le recordé la frase.
Reímos.
-Mañana vas a arrasar. Vas a romper el contador de votos.
-esperaba demasiado de mí.
-Sí, claro. Sigue soñando, preciosa.
-No me digas eso, que me pongo colora´. -bromeó.
-Tengo mucho miedo a las partes agudas del tema. Estoy
viendo que no voy a llegar tan bajo.
-¡Pero si te sale genial! -exclamó. -Y cuando llegas me
entra de to´. Tenía esta tarde los pelos de punta en el ensayo general... Me
has emocionado tanto. De verdad, no es por ser pelota. Tú sabes que si está mal
yo te lo digo. -me limité a sonreír. No podía expresar con palabras lo que me
hizo sentir al oír aquello.
-Fuf... que presión tengo. La voy a liar. -al decir esto, me
dio una buena colleja.
-¡POSITIVISMO! ¿A ver esa sonrisa? Venga, como te enseñé.
-Volvió a poner sus índices en las comisuras de mis labios y me obligó a
sonreír. Me rasqué la cabeza. Me había dolido la ostia.
-Me has matado una o dos neuronas...
-Sí, ¡las que te colapsan el cerebro con tonterías como la
que me acabas de decir! -reí ante su absurdo chiste.
Tras recoger la mesa, no se sentó en el sofá como cada
noche. Se fue a su cuarto y no supe nada de ella hasta pasados 15 minutos. Dudé
que se fuera a dormir sin darme las buenas noches, por eso la esperé leyendo
las últimas menciones.
-¡TATATAN! ¡La navidad ha llegado antes de tiempo! -la miré
y vi que traía una caja enorme. -¡TOMA TU REGALO! -me dejó boquiabierta. Me
acerqué a ella.
-¿Un regalo? ¿Para mí?
-¡Claro! ¡Ábrelo! ¡Venga! -estaba muy ilusionada. Los ojos
le brillaban de nuevo, enamorándome una vez más.
Despegué uno de los largos fisos y abrí la tapa de arriba.
Saqué lo que había. Era una funda rígida y negra de guitarra.
-¡Ostras, que mona! -opiné.
-Tonta, pero ábrela. -me volvió
a dar una colleja. Le estaba cogiendo el gustillo a eso de pegarme...
-¡LA LECHE! -me puse las manos
en la boca. Era una guitarra acústica preciosa. No tenía el típico color
madera, era un poco más oscuro. -brilla y todo, jolín...
-Si brilla así... cuando la
toques tú nos dejas ciegos. -ante este comentario, quise tirarla contra el sofá
y matarla a besos.
-Muchísimas gracias... -me
abracé a su cuello. La achuché. -te quiero mucho.
-Y yo a ti. Pensaba dártela
para navidad, pero creí que sería genial que la estrenases mañana.
-¡Por supuesto! -la solté. Le
di dos besos. -eres la mejor.
-La mejor... especialista en
ensaladas. Lo sé. -rió.
-Buenas noches. -nos dimos
otro abrazo antes de irnos a dormir. Me esperaba un día muy movido. La final...
Antes de cerrar los ojos en
aquel cómodo colchón, miré la hora en el móvil y al mirarla observé que tenía
dos WhatsApps.
-Coge fuerzas, las
necesitarás. Quiero que mañana salgas a ese escenario y te comas el mundo.
Quiero que nos impresiones y nos dejes con la boca abierta, como haces
habitualmente. Quiero que sepas que confío plenamente en ti, y que lo harás
genial. Pero no te preocupes si no ganas, porque para mí y para tu Malú,
siempre serás la ganadora de esta edición. Buenas noches, te quiero. -era
Lidia, que ya me mandaba ánimos... ella y mi ídola eran los únicos apoyos que
tenía. Vi por Twitter que muchos de mis amigos de Madrid también me habían
votado y asegurado que ganaría... pero ellas dos eran diferente. Eran mis dos
pilares.
Entre nervios y más nervios,
llegamos a los estudios. Malú me lanzó una mirada de complicidad y un último
empuje. Eran las 7 y pico, y comenzaron las rondas de vestuario y maquillaje.
Cuando terminé el primero tuve que esperar en una sala a mi turno para tunearme
el careto. Mientras esperaba, una chica me tendió un teléfono.
-Es para ti. -me dijo. Lo
agarré y pregunté quién era.
-Marina. -me sonaba su voz.
Creía que era ella... pero no estaba segura. -Quiero pedirte perdón por todas
las veces que te hemos echo sentir mal... sé que te hicimos muchísimo daño. Y
que no te respetamos. Puede que sea tarde pero... -colgué. No quise oír más. Le
devolví el teléfono a la joven, que me miró extrañada. La cara se me calló al
suelo prácticamente. Un cúmulo de sentimientos me inundaron. ¿Cómo iba a salir
a cantar después de esto...?
Me senté en el sofá. Apoyé los
codos en las rodillas y me cogí la cabeza, mirando al suelo.
-Marina. Tu turno. -me llamó
el maquillador. Me preguntó cosas, pero yo asentí sin más. No lo oía. Seguía
pensando en la llamada de mi madre.
Cuando terminó, todos los finalistas nos reunimos en el backstage. Aún faltaba una hora para que comenzara.-Tenía a darte unos consejillos antes de que empiece. -Malú apareció por la puerta junto a los tres coaches. -¿y esa cara? ¿Dónde está la sonrisa...? -iba a volver a forzármela con los dedos, pero aparté la cara muy seria. -¿Qué ha pasado? ¿Marina? ¡Háblame! -me dio un empujón.
-Mi madre ha llamado... -dije con la voz entrecortada. No mencionó nada. Conocía mi historia y lo que había pasado. Se quedó de piedra mientras me observaba.
-Tenía que hacerlo justo hoy y ahora... -murmuró.
-Sí... para chafarme el día. Estoy ahora mismo desconcentrada... no puedo actuar así. -le confesé.
-Escúchame. -me agarró la cara y la puso frente a la suya. -no puedes tirar la toalla. Ahora no. Vas a salir ahí y vas a ser tú. Vas a volver a tocar igual de bien que lo hiciste aquel día en casa. ¿Recuerdas? Cuando solo estábamos tu y yo en el sofá.
-Está bien. -asentí. -Sí. Voy a darlo todo. -me levanté del sofá y la abracé.
-Hija mía, que vida tan complicada tienes. -suspiró.
-Qué me vas a contar. -dije sin soltarla. Los artistas se fueron. Debían prepararse. Me quedé un rato hablando con mis contrincantes: Jay, de Orozco, María, de Rosario y la enigmática Úrsula, de Bisbal.
Todos eramos diferentes. Cada uno tenía su propio rollo, su estilo.
Yo era la tercera en actuar, según el guión.
Y el momento llegó. Sentí los nervios a flor de piel, pero entonces recordé que estaba en la final. Que aquello no era una tontería, no tenía más oportunidades que aquella. Miré a Malú mientras sonaban los cuatro golpes de sonido. Me envió un besito.
Eso me relajó y a la vez me puso de los nervios. Era una
situación contradictoria.
Comencé a dar los acordes en la guitarra y la canción
comenzó. Mi última actuación en aquel escenario. ¿Sería mi última vez en
televisión...? Olvidé los millones de pensamientos y preguntas que aturullaban
mi cerebro y centré toda mi atención en "¿Lo ves?". Esta vez el
decorado no era más que dos parejas en el fondo del escenario bailando y mi
cuerpo y alma frente a un pie de micro y la nueva guitarra.
Los agudos a los que tanto miedo tenía me salieron
clavados... la cara de ternura con la que me miraban los cuatro grandes me
emocionó. Terminé la canción con la garganta destrozada. Me dolía muchísimo...
-Ahora sí, ahora sí. -comenzó Orozco. -Esta es la Marina que
nos conquistó en las audiciones.
-Y que se vino conmigo. -chuleó Malú.
-Sí, Malú, sí, deja ya de refregárrnoslo. -rieron ante la
gracia de Antonio.
-¡Que tiemble Alejandro cuando te escuche! -exclamó Bisbal.
-Pedazo de actuación que has hecho, digna de una final.
-Muchas gracias. -sonreí abrazada al precioso instrumento.
Estábamos él y yo. Jay y yo agarrados de las manos,
esperando oír de una vez el nombre. ¿Quién ganaría...? Todos estábamos
espectantes, Jesús ya sabía el ganador. Orozco estaba con los ojos cerrados y
la cabeza hacia arriba. Malú se mordía el labio. Que guapa estaba.
-¡MARINA! -chilló. Lo primero era lo primero. Asumirlo,
porque yo no lo creía. Me tembló todo el cuerpo. Las piernas no me
respondían... abracé al subcampeón y antes de que lo soltase, ya estaba la
ladrona de mi corazón entre mis brazos. Había salido corriendo, dando zapatazos
con los tacones y gritando cosas que no logré entender. Me abrazó muy fuerte,
comencé a llorar. Me limpió las lágrimas, otra vez. Pero esta vez eran de
emoción.
-¡QUE GRANDE ERES! -me besó en la mejilla unas pocas de
veces.
Estuvimos en los estudios hasta las tres y media casi, no me
dejaban salir entre felicitación y felicitación. Llegamos a casa súper
cansadas. Los pies los tenía molidos, no estaba acostumbrada a tanto tacón. Aún
seguía en una nube... me sentía la persona más feliz del mundo. Ya no solo por
haber ganado ese concurso... sino por haberla hecho tan feliz a ella. Seguía
sonriendo, aunque se hubiera hecho unas cebaduras increíbles en los pies,
aunque aquella hora era para dormir, no para estar despiertas...
Dejé la guitarra en mi habitación y me tiré en la cama.
Cerré los ojos y disfruté del placer por un segundo. Ya había pasado todo, pero
en mi cabeza se repetía una y otra vez. Jamás lo olvidaría. Aún sentía en mis
oídos las opiniones, las felicitaciones... la satisfacción de haber alcanzado
una meta.
-¿Qué haces ahí tirada? -me preguntó Malú apoyada en la
puerta.
-Descansar. Estoy muerta.
-De eso nada, vamos a celebrarlo. Levanta. -tiró de mi mano.
Me hice de rogar. No quería levantarme de la cama. -en cinco minutos te quiero
ver en el salón. -parecía mi madre. Reí al pensarlo.
Cogí el móvil. Se me bloqueó, como era de esperar. Lo dejé
sobre la mesa y acudí al salón. Sólo estaba encendida una pequeña lámpara.
-¡DISCO! -chilló, poniendo la lista de reproducción de su
Ipod.
-Of... ¿tú te crees que yo tengo cuerpo para bailar? -le
pregunté. Ignoró mi cuestión y se puso a dar saltos descalza. Bailaba raro, con
movimientos muy exagerados para hacerme reír.
-Va... -me puse a saltar con ella. Descargué la adrenalina
que llevaba aún en mi cuerpo. Al finalizar la canción salió "Bailar
pegados".
-Ups, es lo que tiene poner la reproducción aleatoria.
-dijo. Iba a ir a cambiarla, pero la sujeté del brazo.
-Bailemos ésta pues, si es lo que el azar quiere. Nunca
niegues a tu Ipod. -se rió ante mi declaración. La cogí de la cintura y ella
puso sus brazos en mis hombros. Dimos vueltas por el pequeño salón. Sus ojos no
se apartaban de los míos. Sonreía. Estaba radiante.
Y entonces pasó. Pasó lo que el destino me llevaba gritando
desde vete tú a saber cuando. Pasó lo que tenía que pasar. Pasó que todas las
larvas de mi estómago se transformaron en radiantes mariposas que revoloteaban
por mi barriga. Pasó que sus labios se encontraron con los míos, creando un
fugaz y espectacular beso. Levanté despacio su camiseta, acariciando así sus
curvas desnudas. Sus finos dedos se perdieron por mi pelo. Me acariciaba.
No sé cuanto duró, ni como sucedió. Simplemente ocurrió.
Rocé la máxima felicidad... sus labios eran deliciosos.
Se apartó delicadamente y abrió los ojos. Pude ver su sonrisa muy cerca de la mía. Apenas había dos centímetros de distancia. Me dio un pequeño pico cariñoso. Apoyó su frente en la mía.
-Oye, ¿tienes el número del Orozco? -pregunté.
-Sí... ¿para? -no entendía para que lo quería... y menos que se lo hubiese pedido en ese instante.
-Para decirle que es verdad.
-¿El qué es verdad? -comenzó a asustarse. Estaba confusa.
-Que sabes a primavera.
Jajajaja no paro de reír dios mio! Buenisimo lo de que sabes a primavera! Me ha dado un ataque de risa! Jajajaja
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