Los días de la semana pasaban, y aquel momento se acercaba.
¿Sería mi final en el programa? ¿Cómo reaccionaría el público? ¿Me votarán?
¿Transmitiré el sentimiento que tengo al cantar la canción?
Al salir la luna cada noche, los nervios aumentaban. Otro
día más gastado y otro día menos para que que llegara.
Mañana. Mañana era miércoles. ¡MAÑANA!
Bajo el edredón y esperando a que Li se conectara, eché la
vista atrás en el tiempo. En una sola semana cambiaron las cosas... pasé de mi
habitual rutina, mi habitual y estable relación con Vanesa, a verme sola y
abandonada...mi historia hecha trizas. Y posteriormente ser inquilina de la que
había sido y sigue siendo mi ídola.
Me preguntaba cómo sería mi situación en 24 horas. ¿Seguiría
en esta cama...? ¿Malú me echaría de su casa si fuera yo una de las expulsadas?
Estuve a punto de sacarle el tema, pero temiendo esa dura y fatal respuesta,
preferí quedarme con la duda y disfrutar de los que podrían ser mis últimos
momentos junto a ella. Me planteé que sería mi vida sin su ayuda... cuando
Lidia me habló al fin.
-¡Putilla! -me saludó. -¿Qué tal ha ido ese ensayo general?
-Malucinante. -término que utilizábamos con
frecuencia.-según la jefa me he puesto algo nerviosa... Tía es que buf, me vi
en el escenario delante de esos 4 grandes... ¡La voy a cagar mañana!
-¡Tonta! ¡No digas eso! Yo he recargado el móvil esta tarde.
Voy a gastarme todo el saldo en ti.
-Jajajaja, gracias. -le escribí.
-¿Podrías conseguir que Malú me mandase un saludo? Porfa,
porfa, porfa, porfa...
-No te prometo nada, eh. -seguido de un buenas noches.
Necesitaba reponer pilas para la actuación.
Un parque repleto de nieve. Barcelona amaneció nevada. La
artista me agarró de la mano y me condujo hasta cerca de un estanque congelado.
Apenas podía verla. Llevaba una bufanda que cubría desde su cuello hasta la
nariz, y un gorro que le tapaba hasta las cejas.
-Ven. -me pidió, comenzando a andar por la fina capa de
hielo.
-¡Estás loca! -le chillé. Un impulso hizo que la siguiera.
Como una estúpida, le seguí el juego. Fui dando pequeños pasos. De repente se
giró. Me agarró las manos, apenas las podía sentir, pues sus guantes y los míos
impedían el roce piel con piel. Me soltó una de ellas para apartarse la
bufanda. Bajó mi braga despacio y se acercó. Cerró los ojos y depositó sus
labios en los míos. La helada temperatura me imposibilitó sentir algo, maldito
invierno. Por mucho que moviera los labios, no conseguía llegar a sentir la
chispa, la magia. El beso
-¿Marina? -su voz me despertó. Todo había sido un sueño.
Estaba algo traspuesta... no sabía que había sido aquello... -¿Estás bien? He
entrado a despertarte y estabas pegando puñetazos al colchón.
-Habrá sido... un sueño. -me reía por dentro. Si supiera que
me revolvía porque quería probar el sabor de su boca.
-¿Era un sueño premonitorio? Yo los tengo y me pongo a dar
puñetazos, un día me levanté con la mano morada.
-Pues no sé, dímelo tú. -sin poder evitarlo, me harté de
reír. Ella no entendía nada. Me dijo que no tardase en vestirme que el café
estaba en el microondas.
Mientras desayunábamos, le pregunté si le importaba mandarle
un saludo a una amiga, fan de ella. Me dijo que estaba encantada. Le abrí la
conversación de Lidia. Me quitó el móvil y dejó pulsada la tecla de audio.
-¡Hola guapa! Soy Malú y te doy los buenos días. Gracias por
seguirme. ¡Un besazo! ¡Y no pares de votar a Marina, eh! -me devolvió el sony.
-Listo. -sonrió. -¿Me vas a contar que has soñado?
-Eh... -menudo aprieto. No quería decirle la verdad. -no lo
recuerdo muy bien.
-Si claro, por eso te reías. -demasiado lista.
-Eh... esto... íbamos caminando por un parque helado, había
mucha nieve y me invitaste a correr por encima de un estanque... -me arrepentí.
No podía. -...te dije que no, y el hielo comenzó a desprenderse. Acabaste
mojada y muerta de frío.
-¡Te ríes de mi sufrimiento!
-¡No! Una malulera nunca haría eso. -reímos juntas.
-Oye, ¿has pensado ya cómo se llamarán tus seguidores? -se
quedó pensando. -¿Marineras? jajaja, suena muy veraniego y playero.
-No te lo vas a creer, pero en mi barrio hay un grupo de
chicas, son 5 o 6 que se llaman así. Venían todos los viernes a verme cantar
con camisetas y todo. Son un amor. Mis primeras fans. -sonreí orgullosa.
-Joder, que ojo tengo. -rió mientras daba el último bocado
al pan. -Ligarías mucho, ¿no? Con esas composiciones tan bonitas y esa cara tan
mona que tienes... tendrías una cola de chicas, vaya. -¿pensaba que era
"mona"?
-Que va, que va. Yo cuando estoy con alguien, estoy con
alguien... le era muy fiel a Vane... cosa que ella no fue conmigo... -tiré la
cuchara dentro de la taza. Perdí la mirada en aquel cubierto.
-Lo siento. -Me acarició el hombro. -No debía haber dicho
eso...
-No tienes la culpa... vamos a recoger esto. -quise cambiar
de tema.
-No tengas miedo, vas a hacerlo genial. Confío en ti. No te
pongas nerviosa, no tienes nada que temer. Saca lo que tienes aquí dentro.
-señaló mi corazón con el dedo índice. -¡No me decepciones! -se despidió.
-Así lo haré. -le prometí.
Me quedé en la zona de vestuario mirando mi ropa. Un vestido
negro corto que me hacía una figura de lo más sexy, según Tania, la encargada
del backstage. Me lo puse y me miré frente al espejo. Pues tenía razón. Le
sonreí a mi rostro. Pasé por la zona de maquillaje, les pedí que no se pasaran,
no me gustaba aquello. Era una chica que carecía de feminismo, lo admito. Me
alisaron el pelo como a mi me gustaba, y me dejaron el flequillo hacia al lado.
Un look muy yo. Quería mostrar lo que era realmente, no otra. Marina Marín en
estado puro.
El equipo Malú eramos los primeros en salir. Mis
contrincantes eran Philips, que pasó limpio conmigo y Estefanía, una cantante
de copla. Eran grandes voces. Lo tenía complicado. Entablamos amistad durante
las comidas en los ensayos de aquella semana. La verdad es que eran buenos
chicos. Me cayeron muy bien.
Yo era la última de estos tres. En el fondo era una ventaja,
la gente tendría más presente la actuación.
Recuerdo que todo pasó muy lento. La espera se me hacía
eterna... El africano cantó un tema de Frank Sinatra titulado
"Myway". No me disgustó, pero tampoco me hizo temblar como lo hacía
el cantante original. Mi rival femenina interpretó un tema de la más grande,
Rocío Jurado. "Qué no daría yo". A pesar de que se le fue la letra al
principio, lo bordó.
Y ahora iba yo. Salí temblando. Las piernas me fallaban. No
sé como llegué al piano. Todo estaba muy oscuro. Me senté y me acomodé. Respiré
hondo mientras esperaba aquellos segundos. Y zas. Comenzó. A la vez que mis
dedos se movieron por el piano, una tenue luz azul iluminó el escenario. Una
especie de niebla cubrió el suelo. Que bonito.
-No te atrevas a decir te quiero... -canté. Entré muy bien. Lanzaba alguna que otra mirada al público, para conectar con ellos. Ahora a la cámara. Recordé cada uno de los consejos de la magnífica coach que tenía. Estaba concentrada para que saliera perfecta. Agarré el micro y canté la estrofa cruzando el camino. A paso lento, como me indicó Javi. Llegué al fin al núcleo del plató, enganché el micrófono al pie de micro y me dispuse a cantar el final de la canción. Hice movimientos con las manos, como me recomendó Elsa.
Los sentimientos afloraron... y Vane volvió a mi cabeza. Era imposible no recordarla al cantar aquel precioso "Quién".
-"Quién, abrirá la puerta hoy, sin que lo apague el dolor que me dejó aquella obsesión, de tu corazón con mi corazón, de mis manos temblorosas arañando el colchón..." -no pude evitar que la angustia saliera. La voz seguía controlada, pero una lágrima recorrió mi rostro. No podía mantener atados tantos cabos. Al abrir los ojos, vi como Malú no podía contener las lágrimas. Rosario tampoco.
-"Quién, va a quererme soportar, y entender mi mal humor, si te digo la verdad no quiero verme... -todo se paró. La melodía se frenó de golpe. Mis brazos se extendieron y las luces se bajaron. -SOLO".
Me tragué lo que sentía de golpe. No iba a derrumbarme en el escenario. No. No Vanesa, no. No voy a dejar que me hundas. Soy fuerte. Debo imponerme y ser yo misma. Me recordé lo que Malú me había pedido. El público rompió en aplausos, los cuatro artistas se levantaron.
-¡Increíble! ¡Increíble! -las luces volvieron a iluminar el plató y pude ver lo guapa que iba mi ídola. Un traje con tonos dorados y un maquillaje también de este tono. Parecía una reina. Jesús vino limpiándose los goterones de la cara. -Ay, mamá, que emoción. ¿Verdad Rosario? Que te veo ahí muy... -hizo un gesto de fuerza con la mano.
-Ay, dios bendito, dame agua. Ah, que la tengo aquí. -bebió un sorbo de su vaso. -qué sentimiento chiquilla. Ya me has visto, mira que lagrimones. No tengo más que decir, "Jesú". -comentó la artista. Mi sonrisa era incansable ante tales palabras.
-Marina, de verdad, olé tú. -opinó Malú. Que rara se me hacía verla ahora allí, después de tantos días conviviendo con ella. Ahora tenía que ser imparcial. Se pasó un pañuelo debajo de los ojos, encharcados. -De todas las veces que hemos ensayado, esta ha sido la mejor de todas... de verdad.
-Sí, eso mismo iba a decir yo. -interrumpió Bisbal. -los nervios controladísimos.
El presentador me pidió que me retirara y la cantante escribió los porcentajes que daba a cada uno de sus chicos. Me abracé a mis rivales, que más que rivales eran compañeros.
-Yo también llorar. -admitió Philips mientras esperábamos que los organizadores nos dieran paso.
-Mi también. -imitó su acento Estefanía, que con su gracia andaluza nos hacía pasar unos ratos estupendos. Me recordaba a Raúl en cierto modo.
Nos empujaron a salir. Los tres nos cogimos las manos, formando una cadena de fuerza. Se quedara quien se quedara íbamos a estar alegres por ese alguien. Miré en la pantalla el porcentaje que nos puso Malú. El máximo para mí, en segundo lugar escogió a la coplera y el 20% se lo llevó el africano. Le guiñé el ojo en señal de agradecimiento. Quiso aclarar su votación.
-Para mí son todos grandes artistas, pero Marina hoy ha brillado con fuerza. Nos ha hecho llorar a muchos y ha levantado a todo el plató, se merece ese 50%. Además que ha pasado por la peor semana de su vida, te lo digo yo. Su vida dio un vuelco hace unos días y... es increíble que haya conseguido sacar fuerzas para venir y plantarse en el escenario con dos ovarios. Entre Estefanía y Philips lo tenía igualado, he decidido coger a ella para el 30 porque se superó con creces respecto al ensayo de ayer. Ha controlado la voz, que era lo que más le costaba.
-Vale. Vamos a ver que opina nuestra audiencia. -dio una palmada y se giró para mirar la pantalla. Vi como mi barra crecía sin medidas mientras que las otras dos se alzaban despacio. -¡MARINA TE QUEDAS CON NOSOTROS, VICTORIA APLASTANTE! ¡Un 120%!
Lo primero que hice fue abrazar a mis amigos. La emoción se extendió por mi ser. ¡Qué felicidad! Tras unas palabras preciosas que me dedicó la andaluza, Jesús me tendió el micro.
-Yo... -no sabía que decir. Titubeaba. -estoy muy agradecida, de verdad. No sé cómo daros las gracias por este apoyo que he recibido. No solo por vuestros votos, sino por los comentarios que he ido recibiendo a lo largo de la semana... ¡Muchísimas gracias España!
La miré por última vez antes de abandonar el escenario. Me devolvió el guiño que hace tiempo le había mandado. Y con una sonrisa espectacular, grabé su imagen en mi memoria. Recordé entonces el sueño, mientras embobada en el backstage pensaba en esa sonrisa. Y me hice una pregunta que no pude contestar. ¿Estaba enamorándome?
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