Pasamos la noche tocando
canciones. Cantamos juntas muchos de sus temas y le mostré otras de mis
composiciones. Su cara escuchándolas me hacía sentir la mejor cantante del
mundo y eso me encantaba. Me miraba con cariño y orgullo, con ternura.
-Siento que sobro. -dijo
Vanesa, interrumpiendo un "Blanco y Negro" que sonaba genial con la
versión acústica que había aprendido.
-¿Qué dices? -le pregunté.
Malú se sintió incómoda. Vane siempre fue celosa y no soportaba verme cantarle
a otras personas que no fueran ella. Pero eso estaba cambiando. Debía
acostumbrarse a aquello. Ya no iba a ser solo suya. Iba a empezar a acumular
fama. En el fondo tenía miedo a perderla. No creía que pudiera aguantar lo que
venía. Un silencio inundó lo que estaba siendo una noche fantástica. La artista
comenzó a recoger los vasos sin pronunciar palabra alguna. Le eché una mirada
de odio a mi novia. ¿Por qué lo había destrozado? Me levanté y la ayudé a
recoger mientras Vanesa miraba al suelo arrepentida.
-Lo siento. -dijo muy bajito.
-No sé muy bien que ha pasado…
-dijo desconcertada la cantante. -Estábamos pasándolo muy bien…
Nos despedimos de Malú con dos
besos. Yo añadí un abrazo y le di las gracias, una vez más, por todo. En
especial por aquella proposición que me hizo.
-A seguir trabajando. -dijo
con su inagotable sonrisa. ¿No le dolía la cara de tanto hacerlo? -Nos vemos
muy prontito.
De camino a casa Vanesa y yo
no cruzamos palabra. Yo estaba muy seria y la sangre me hervía. Respiraba
fuerte y con la boca apretada.
-¿Vas a perdonarme? -comenzó a
hablar. La miré de reojo.
-¿Por qué has hecho eso?
-quise saber, porque sinceramente, seguía sin entender aquel momento. Ella
desvío la mirada. Se apoyó en el cristal y resopló.
-He visto como os mirabais…
-explicó. Solté una carcajada.
-¿En serio? ¿En serio crees
que Malú y yo…? -seguí riéndome. -¡Eso es imposible!
-¿Por qué? ¿Acaso no te has
dado cuenta de cómo te mira? ¿Y todo ese cariño que de repente te ha cogido?
¿No te parece extraño? Te ha oído dos veces cantar y quiere hacerte un disco…
-Ah… espera, espera… ¿Qué no
es una broma?
-Ninguna broma.-respondió
seria. No podía creer que fuera tan celosa.
-Mira, para que lo entiendas…
Esa mujer con la que acabamos de estar es como mi profesora. Me está enseñando
cosas nuevas y…
-Y le gustas. Mucho. -me cortó sin dejar que me explicara.
-Eres idiota. Y odio que te
pongas así, y lo sabes. -me quejé. Solo soltaba estupideces.-¿Yo? ¿Con Malú?
Más quisiera…
-O sea, que si pudieras te la
tirarías. -me desafió. Me eché a reír. No sabía que contestarle. -Que bien te
lo pasas viéndome así.
-Es que eres tonta. Muy tonta.
Vamos a ver, Vane. Sabes que siempre nos ha gustado, no solo a mí, a ti
también. ¿Cuántas bromas hemos hecho con los amigos sobre hacerle hijos?
¿Cuántas veces? Joder, es como un amor platónico o algo así. Alguien a la que
dices, está súper buena, que polvo le echaba… pero que en realidad solo son
sueños eróticos o como quieras llamarlo. Yo no me acostaría con ella. Y tú
sabes perfectamente como soy. No amor, no sexo. Es más, desde que la conozco la
miro con respeto, como una maestra que me está formando para convertirme en una
gran cantante. -no contestó. Asintió y cerró los ojos hasta quedarse dormida.
Le acaricié el pelo y le susurré "celosilla".
Cada día que transcurría, los
nervios aumentaban. Estaba muy sensible y saltaba con cualquier cosa. Fueron
semanas de discusiones continuas con mi pareja. Por cualquier tontería
peleábamos.
-¿Qué ocurre…? -Nata me pilló
sentada en uno de los barriles que servían de mesa con las manos en la cara.
-Vanesa… -pronuncié sin
mirarla. -Desde aquella noche en casa de Malú… algo ha cambiado. No confía en
mí y no entiendo por qué.
-Esta niña es que es
"espesial" o le pasa algo. -golpeó la silla. Me hizo reír por primera
vez en el día. Apenas habían dado las 8 y ya habíamos discutido de nuevo. -Te
va a perder con tanta paranoia.
-Supongo que estamos en una
mala racha… -suspiré. -No iba a ser todo tan perfecto al fin y al cabo.
-¡Pero es que lo fuerte es que
ve cosas donde no las hay! -exclamó con las manos arriba.
-Esta mañana estaba hablando
con una fan que me dio su número ayer en la actuación y me ha visto y se ha
puesto como loca… Quería leer la conversación y le he dicho que no. Se ha
puesto a chillarme y yo me he ido. Odio pelear, ya me conoces… y estos días no
paramos ni un segundo… estoy empezando a hartarme, ¿entiendes?
-Intentaré hablar con ella.
Vamos a seguir colocando sillas. -me pidió.
Vanesa no apareció por el bar
en toda la mañana. Empezó a preocuparme. Sus tíos la llamaron al móvil varias
veces y no lo cogía. Me sentía culpable en cierto modo, debía haberle enseñado
la conversación y nada de esto hubiese pasado. Estaría aquí sirviendo cafés
junto a la familia como cada jornada.
-Quédate aquí con Pedro. Voy a buscarla, no aguanto más. -me
pidió Natalia, algo agitada.
Me temblaban las piernas. No podía parar de pensar en cosas
malas, y todo por mi culpa. Por mi maldita culpa. Los minutos se me hacían
eternos. Entre tostada y tostada miraba el móvil. Nada. Ninguna noticia. Entre
pensamientos me vino una genial idea.
-Ahí puede estar… -pensé. Me acerqué a Pedro y le pedí que
se ocupara del bar, que creía que sabía dónde se encontraba. Me dejó salir. Me
quité el delantal y lo tiré encima de la barra. Corrí a la calle. Daba zancadas
amplias. Era principio de noviembre, y el frío comenzó a llegar a la capital
española. La garganta se me congelaba, pero no era suficiente para detenerme.
Al fin, llegué al parque. En aquel lugar firmamos nuestro nombre en un banco
que se encontraba en una zona oscura y lejana que solo conocían unos pocos.
Allí pasamos muchos días. Era nuestro rincón de amor o algo así.
Un WhatsApp me llegó. Era su tía.
-¿Has dado con ella? -me preguntó. Seguí andando unos pasos
y no me equivoqué. Sentada en nuestro banco lloraba.
-Sí. Vuelve al trabajo, no tardaremos en llegar. -le
respondí. Ella me devolvió un Ok y me acerqué a la joven. La abracé por detrás,
rodeando su cintura. Apoyé mi cabeza en su hombro derecho.. -No vuelvas a
darnos estos sofocones.
-Me has asustado. -dio un respingo.
-Tú sí que me has asustado. -apreté su espalda contra mi
pecho. -Te quiero.
-Perdóname, cariño. -comenzó a llorar. Le limpié las
lágrimas y le di un beso en el moflete. -Soy una egoísta. Te quiero solo para
mí. No creo que pueda estar contigo cuando te hagas famosa…
-No digas eso… -le pedí. Se giró y me abrazó. Ella sentada
en el banco, y yo en cuclillas.
-Tengo mucho miedo de no saber llevar esta relación… no
quiero que lo pases mal… quiero que seas feliz cantando y cumpliendo ese sueño.
Te prometo que intentaré controlar mis celos y te apoyaré en todo.
-Entonces… ¿puedo echarle un polvo a Malú? -bromeé. Me dio
un codazo. -¡Ah!
-Eres... -me dio un largo beso. Por fin volvía a ser ella.
Mi Vanesa. La persona de la que estaba enamorada.
No era la primera vez que lo pasábamos mal. Hubo otra
horrible racha no hace más de un año. Me puso los cuernos. Y yo no hay cosa que
odie más que la infidelidad. No podía con eso. Si quieres a alguien, quieres a
ese alguien. Sin nada ni nadie más. Me costó mucho perdonarla… unas dos
semanas. Después de lo que habíamos vivido juntas me daba pena dejarla… tirar
lo nuestro. Y acepté su error. De aquella experiencia saqué muchas canciones.
Tardes de soledad en la oscuridad con la guitarra…
Ya está. Todo va bien ahora. Eso era lo importante. Ya solo
faltaban tres días para que se emitiera la última audición a ciegas, donde
salía.
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