Entre risas, miradas y besos robados, las canciones pasaban
y nosotras seguíamos aún en aquel "bailar pegados" que nos cambió la
vida. Tiró de mi cuello y andamos hasta toparnos con el respaldo del sofá. Se
subió a él de un salto y sin dejar de besarme, abrió las piernas y me atrapó en
su cuerpo, como si fuera un koala. Aparté las manos de su cintura para
llevarlas hasta su espalda. La acaricié con la punta de mis dedos. Sonreía sin
separar sus labios de los míos. No podía estar mejor. Me hacía sentir bien, muy
bien. Si ella era perfecta, sus besos lo eran aún más. Eran los mejores que me
habían dado nunca... Comenzó a acelerar poco a poco el ritmo. A apretar mi
cabeza contra la suya más fuerte. El latir de nuestros corazones crecía... y con él, mis ganas de seguir aumentaban.
Estaba fuera de mí completamente. Me faltaba el aire. Había olvidado por
completo cómo se respiraba. Hacía que olvidara hasta mis funciones vitales...
separé un poco mis labios para tomar algo de aire, y volví a ellos, a un ritmo
frenético. Notaba su fuerte respiración. De nuevo, deposité mis manos en su
cintura. Me gustaba muchísimo. De repente y dándonos un susto de muerte, sonó
su móvil.
-¿Quién será a estas horas? -preguntó asustada. La bajé con
cuidado y fue corriendo a descolgar. Me apoyé contra el respaldo del sofá donde
hace unos segundos disfrutaba con ella. -¿no me digas...? -parecía preocupada.
Se tapó la frente con la mano. Me miró temblorosa. Me acerqué a Malú y la senté
en la silla. Me arrodillé junto a ella y le cogí la mano que tenía libre.
Esperaría a que colgara, no quería atosigarla... pero, ¿qué pasaría? Acaricié
con el pulgar la palma de su mano. -¿pero está bien? -aquella pregunta me
aterrorizó. Extendí mi brazo rodeando su cintura. Al fin colgó.
-¿Qué ocurre...?
-Mi padre. -dijo entre lágrimas. Acaricié su cadera,
necesitaba ánimos. -ha tenido un ataque cardíaco.
-¿Está bien?
-Sí... bueno... está en el hospital, aún no saben nada...
joder. -dio una patada al suelo y se echó a llorar otra vez. -La abracé como
pude en aquella rara postura. Echó su cabeza en mi hombro y se aferró a mi
tronco. Me dolía verla así y no poder hacer nada para que parase de llorar.
Aparté su pelo de la cara y besé su mejilla.
-Tranquila, se va a poner bien.
-¿Tú crees? -absorbió los mocos.
-Claro, tiene que seguir viéndote crecer. -la hice sonreír.
Eso me enorgulleció.
-Me tengo que ir. -se levantó. -voy a ir a verle.
-¿Pero dónde está?
-En Valencia, tiene mañana concierto... -dijo mientras corría
hacia el dormitorio para cambiarse. Fui a mi cuarto y me puse algo más cómodo.
Me enfundé unos vaqueros y cogí la sudadera más abrigada que tenía.
-¿Qué haces? -Me
preguntó cuando me la encontré en el salón.
-Ponerme más cómoda. Es un viaje largo.
-Tú no vienes. -negó con al cabeza.
-No que va.
-Tienes mañana entrevistas con el telediario, con el
programa de Ana Rosa y por la tarde tienes que ir a Sálvame en Madrid.
-Pues lo cancelo. No voy a dejar que vayas hasta allí tú
sola.
-Soy mayorcita ya.
-Malú, te lo debo. Déjame acompañarte. No puedes conducir en
ese estado... estás sin dormir y muy preocupada, no estás en condiciones para
pegarte un camino así.
-Pero... mañana... -me acerqué y puse mi dedo índice en su
boca.
-Voy desde Valencia hasta Madrid cuando te deje allí. Será
una vuelta estúpida por la península pero ahora tú me necesitas y yo voy a
estar contigo. -se quedó mirándome con pucheros. Iba a volver a romper a
llorar.
-Gracias. -me besó de nuevo. No habían pasado ni diez
minutos y ya había olvidado la enorme sensación que me producía sentir sus
labios en los míos.
Hacía un frío horrible. El termómetro rozaba los cero
grados, suerte que me dio por llevarme el chaquetón. Iba al lado mía, a paso
ligero. Quería llegar ya. Agarré su mano, me miró agradeciendo el gesto.
Abrí su puerta para que pasara, y me subí en el lado del
conductor.
-Duérmete. -le pedí a medio camino. Había pasado la primera
hora con la mirada perdida en algún punto de la carretera y con la cabeza
apoyada en la ventana.
-No puedo...
-¿Y si te canto una canción? -no contestó. Me miró y sonrió.
Me lo tomé como un sí y empecé a tararear canciones dulces. Calló a la tercera,
estaba agotada. Rendida.
Yo me sentía igual, ojalá pudiera descansar. Los párpados se
me caían... pero debía permanecer despierta. La miré Era aún más preciosa
cuando dormía. Parecía un ángel... Deslicé mi mano por su mejilla. ¿Era real?
Cuantas emociones vividas en solo unas horas. Había ganado
la voz y había besado a una de las chicas más deseables del país... de la que
casualmente estaba enamorada.
A la entrada de la ciudad se desveló. Bostezó. Estiró los
brazos y me miró.
-Buenos días preciosa. -dije sin dejar de mirar la
carretera. Iba leyendo los carteles.
-Ay... mi cuello. -movió la cabeza de un lado a otro. Había
adoptado una postura algo incómoda. -¿por dónde vamos?
-Entrando en Valencia. -le dije mirando el GPS.
-Genial... ya falta poquito. ¿Quieres que conduzca yo y
duermes...?
-No, no te preocupes, estoy bien. -la corté.
Miró el móvil. No había noticias nuevas... Después de un
rato en silencio, rompí el hielo.
-¿Sabes una cosa?
-Dime. -se quedó mirándome.
-Que mientras dormías me he encontrado con la belleza más
grande de este mundo.
-¿Ah, sí? ¿Dónde?
-Aquí. A mi lado. Justo donde estás sentada tú ahora.
-sonreí.
-Ay, que tonti eres. -me dio una palmada en la pierna. El
reloj marcaban las seis y media de la mañana cuando llegamos a los
aparcamientos del hospital. Subimos hasta la planta 8 y fuimos a la sala de
espera donde estaban su hermano José y su madre Pepi.
Fui detrás de Malú. Sentía que no pintaba nada en aquel
lugar. Me agarró de la mano y me llevó hacia delante.
-¡Hija! -la mujer la abrazó. Tenían los dos unas ojeras
gigantes. No habían dormido nada. La familia se abrazó, compartiendo el duro
momento por el que pasaban.
-Ésta es Marina. -me presentó.
-Hola, encantada. -sonreí y les di dos besos a cada uno.
Madre e hijo se miraron extrañados. No entendían el por qué de mi presencia. La
verdad es que era tan difícil de explicar como de entender.
-Te vimos por la tele. Qué bien lo hiciste. -me felicitó
José, muy simpático. -Tengo que confesar que voté por ti... -rió.
-Y yo... -levantó la mano mi quizás futura suegra.
-Muchas gracias. -sonreí cortada. -¿Cómo está el maestro?
-Aún no sabemos nada... -miró al suelo Pepi.
-Bueno, seguro que se recupera. -quise animarles. No sirvió
de mucho. Nos sentamos en aquellos fríos asientos, esperando a que algún
cirujano trajera buenas nuevas.
Me quedé frita. No podía más. Me sentía como un maldito
zombie. Llevaba 25 horas sin pegar ojo. Al despertar me dolían todos los
huesos. Esa silla me había machacado la espalda. A mi lado solo estaba Malú.
-Buenos días dormilona. -me dijo con su dulce voz. Quería
oír esa misma frase en todos los despertares de mi vida...
-¿Dónde están...?
-Han ido a hablar con el médico.
-¿Y tú por qué no has ido?
-No iba a dejarte aquí sola, con las babas colgando. -dijo
limpiándome la boca. Reí. Miró a ambos lados del pasillo.
-¿Qué haces?
-Mirar si viene alguien. -explicó, volviendo al sitio.
-¿Para? -su respuesta fue un largo beso. Qué bien me supo
después de lo derrotada que me encontraba. Acaricié su pelo, que seguía tan
perfecto como siempre a pesar de lo vivido.
Se alejó de mis labios con una sonrisa inmensa. Qué
felicidad. Hacía que todos los órganos de mi cuerpo se pararan para sentir sus
besos.
El padre de Malú se recuperó. Fue mejorando con los
tratamientos médicos. La medicina hoy en día era vital para muchos casos, y
este era uno de ellos. Yo ahora debía coger el coche y dirigirme a la capital
para hacer las entrevistas que tenía pendientes... sí. Con aquel sueño que
podía conmigo.
-De eso nada. Ahora te toca dormir a ti, que te espera un
día cargadito. -Malú me echó del asiento.
-¿No vas a quedarte aquí con tu padre? -le pregunté
extrañada.
-No, ya está bien, dentro de poco le darán el alta. Me ha
dicho él mismo que aquí no hago nada ahora que está bien. -explicó. Por mí
genial, no quería separarme de ella. No quería perder ni un segundo a su lado.
Le hice caso y me puse en el asiento del copiloto. Lo eché
hacia atrás.
-Oye, antes de que me quede sopa. -dije incorporándome.
-llámame a la entrada y te digo dónde tienes que ir. Quiero pasarme por casa
para ponerme algo decente para las entrevistas.
-Claro. Ahora cierra los ojos. -me dio un beso y me tumbé.
Por fin pude dormir profundamente...
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