Aquí tenéis mi regalo de navidad...
Os quiero muchísimo!
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"El mayor desafío de la vida es vivir" cuenta la historia de amor entre Marina, una cantautora de 25 años y Malú, tras conocerse en el concurso musical, La Voz. Esta novela es completamente ficticia, y espero que no sea usada contra la cantante, a la que admiro profundamente y escribo ésto desde el respeto.
domingo, 22 de diciembre de 2013
sábado, 21 de diciembre de 2013
Capítulo 21. TODA.
Y a cada beso que me daba, la locura iba ascendiendo.
Entreabrí un poco los ojos y vi su precioso rostro. Me parecía la cara más
bonita que había visto nunca.
Acaricié su espalda mientras disfrutaba del placer que sus
labios me provocaban. Levanté muy despacio su camiseta y continué las caricias.
-¡Ah! ¡Tienes las manos heladas! -levantó la cabeza.
-Uish. Perdona... -las quité corriendo.
-No. -volvió a fundirse en mi boca y llevó mis manos a su
cintura. Se puso de rodillas, teniendo mi cuerpo entre sus piernas. Desabrochó
despacio cada uno de los botones de la camisa vaquera que tanto me gustaba.
Ahora le tendría más cariño aún... Tiró de mis brazos hasta dejarme sentada y
retiró la prenda con delicadeza, mientras volvía a besarme. La envolví en un
abrazo y me despegué de su irresistible boca para apartar su camiseta apretada
que tan buen cuerpo le hacía. Se echó hacia atrás y quedó tumbada en el otro
extremo del sofá. Fui dándole besos por su abdomen hasta encontrarme con sus
ojos. Nos sonreímos. El cosquilleo que invadía mi estómago se fue extendiendo
por todas las esquinas de mi cuerpo. Di pequeños besos en su cuello. Rió, le
hacía cosquillas. Se revolvió y acabó echándome del sofá. Caí de lleno en el
suelo y comenzamos a dar fuertes carcajadas. No podíamos parar. Se levantó y me
ayudó a alzarme. Yo seguía con el ataque de risa, no podía conmigo. Al final me
apoyé en la mesa y me puse de pie. Me rodeó la cintura y se apoyó en mi hombro.
Estuvimos un tiempo así. No teníamos ninguna prisa, poseíamos el resto de
nuestra vida para consumir nuestro amor.
-Te quiero. -susurré a su oído. Se giró para verme.
Respondió con un beso.
-Sígueme. -sujetó mi dedo índice y tiró de él. Miraba hacia
atrás con una sonrisa a cada dos o tres pasos. Me llevó hasta su cuarto y me
soltó para tumbarse sobre su gran cama. No había visto nunca una tan grande.
-¿Qué haces ahí parada? Ven.
-¿Segura?
-Tonta. -me tiró uno de los cojines. Le había cogido el
gusto a pegarme con ellos. Esta vez lo cogí en el aire.
-Já. -lo solté en una silla en la que había colgada ropa y
me subí a la cama en la que cada noche descansaba. Apoyé las manos a ambos lados
de su cuerpo y me situé encima suya. Arañó mi cabeza con sus dedos y nos
besamos de nuevo. Seguí con las rodillas clavadas en el colchón.
-Relájate, estás muy tensa. -me pidió. -disfruta.
-Nunca he disfrutado tanto. -le confesé.
-¡Estás rígida!
-No quiero aplastarte. -rió al escucharlo. -soy demasiado
cursi, ¿verdad?
-Y me encanta. -volví a su boca sabor primavera.
Hacía mucho frío, pero poco me importaba en aquel lugar.
Desabrochó mi sujetador y posteriormente, me puso bajo ella. Me dio besos hasta
llegar al pantalón, el cuál sacó sin vacilar y lo arrojó a la silla.
Despacio y dulcemente, la ropa fue desprendiéndose de
nuestros dos cuerpos. Dos cuerpos que se deseaban y atraían. Me perdí por su
piel y cubrí de besos cada rincón de su perfecta figura. No me quedó ningún
lugar por explorar. Escalé de nuevo para encontrarme con su rostro.
-Ahora que me has visto entera. ¿Qué es lo que más te gusta
de mí? -me preguntó, rodeando mi cuello y acariciándolo, además de sostenerme
la mirada.
-Seguirá siendo esta sonrisa por muchos lugares ocultos que
me enseñes. -cerró los ojos y volvió a besarme.
El contacto de mi piel con la suya me hacía delirar. ¿Cómo
podía ser tan perfecta? Era tan suave...
Decidió que era el momento de pasar a mayores. Y lo hizo. Se
puso sobre mí y no paró de besarme mientras me hacía suya. Una nube de placer
me cegó, todos mis sentidos se unieron para sentirla.
Por muchas veces que hubiera soñado o imaginado aquello, no
tenía ni punto de comparación con la realidad. Era mucho más placentero de lo
que jamás habría podido pensar. Y me tocó mi turno. Adopté una postura cómoda.
Tenía miedo de que no fuese suficiente, de no ser tan eficaz como quería. Que
no le gustase. Mordí su cuello. Dejé varias marcas mientras oía sus gemidos en
mi oreja. Pude sentir los latidos de su corazón...
-Soy tuya. -me dijo entre fuertes respiraciones.
-¿Entera?
-Toda, entera y tuya. Toda. -tarareó entre risas y gemidos.
Di tantas vueltas por aquella cuna de placer como estrellas
hay en el cielo. Encontré el paraíso. Un nirvana entre sus brazos. Cada vez que
repetía me gustaba más. Jamás me cansaría de ella. Ella y su forma de hacerme
feliz. Ella y sus maneras de conquistarme. Ella y sus miradas. No quería que la
noche acabase. No quería que el sol saliese. Nuestra primera vez juntas no
podría haber sido mejor.
-¿A qué juegas? -preguntó. Estaba tumbada boca abajo y yo no
paraba de decir números mientras besaba su espalda.
-A besarte y contarte todos los lunares que tienes. -oí su
risa.
-¡Ahg, que pegajoso! -exclamó sin sentido.
-¿El qué?
-¡El caramelo que desprendes! -echamos a reír. Bajé de su
cuerpo y me tumbé junto a ella, de lado, para poder observar su preciosa cara.
Extendió un dedo por mi boca y acarició mis labios. No podía apartar mi vista
de ella. Era tan hermosa. Me embrujaba.
-Ha sido increíble. -suspiró. Al parecer había sido genial
también para ella. -ojalá no amanezca nunca. -sonreí. Había pensado justo lo
mismo que yo. Tal vez éramos almas gemelas. Tal vez era ella la mujer de mi
vida. Tal vez todo lo que me había pasado eran pasos para encontrarla.
Me moría de sueño, eran las cuatro y media de la mañana,
pero sus besos me mantenían despierta. Aunque pareciese imposible, su rostro en
la oscuridad era todavía más precioso.
Paró y se tumbó sobre mí. Se echó un poco hacia la izquierda
y quedó tumbada entre el colchón y mi cuerpo. Mi brazo la rodeaba. Acarició mi
pecho con lentas cosquillas. Hice lo mismo con su espalda.
No tardó en quedarse dormida. Era muy especial que se durmiera
sobre mí y con mis caricias. Deseé que todas las noches fueran así a partir de
aquel momento.
Yo no podía dormir. En mi mente no se paraba de repetir lo
que ella y yo acabábamos de vivir. No podía quitarlo de mi memoria. Una y otra
vez... Fue tan mágico, tan idílico, tan romántico, tan yo, tan nuestro.
Inevitablemente, mi vena artística comenzó a aflorar. Letras de canciones se
creaban por sí solas. Lo malo era no poder anotarlas. Tuve miedo de olvidarlas,
pero peor me sentiría si al moverme la despertase. Ella era la clave de mi
inspiración. La musa que andaba buscando. Su olor seguía invadiendo mi
olfato... con solo respirar y notarlo me sentía bien. Subí un poco más el
edredón y la arropé. Hacía muchísimo frío. Diciembre era mortal en Madrid. Solo
a nosotras se nos ocurría dormir desnudas en invierno. Nadie lo entendería. No
podrían comprender que sentíamos al rozarnos. Nadie. Por muchas palabras que
quisiese añadir y por muchos detalles y adjetivos que escribiese jamás llegaría
a plasmarlo exactamente.
Con momentos así junto a ella podría escribir un disco
entero en media hora.
Me desperté y lo primero que hice fue mirar el
reloj-despertador que mostraba la hora con fuertes tonos rojos. Las dos menos
cuarto. Bufé. Madre mía, que horas para levantarse. No nos habíamos movido ni
siquiera un centímetro. Seguía con su mano en mi vientre, donde estuvo
acariciándome hasta quedarse dormida, y su cabeza en mi hombro. No sentía mi
brazo, que quedó bajo su cuerpo atrapado. No podía ni moverlo.
Arrastré mi dedo por su mejilla colorada.
-Buenos días princesa. -le susurré muy bajito.
-Buenos días mi amor. -era la primera vez que me llamaba así
y consiguió que me retorciese. -qué bien... quiero dormir sobre ti lo que me
queda de vida. -sonreí al oírla. Me alegraba, porque yo también lo deseaba.
-Yo también, cariño. Pero mi brazo izquierdo se niega. -se
levantó y me retorcí de dolor. Lo había puesto en mal sitio, la próxima vez lo
pondría más arriba.
-No podía ser tan perfecto. -sonrió, dándome el primer beso
del día. Siguió hacia abajo, buscando mi cuello. Había encontrado mi punto
débil.
-Como vayas por ahí... mal. -dije. Soltó una carcajada. -que
mala eres. -se levantó bruscamente.
-¡Uy, lo que me has dicho! ¡Ahora te vas a enterar! -volvió
al cuello como una vampira y dio fuertes mordiscos.
-¡MALÚÚÚ! -intenté quitarla, pero no pude.
-¡Já! -exclamó con una cara perversa.
-Cuando dormías parecías tan dulce...
-Parecía. -rió, tumbándose como dormimos, pero en el otro
lado.
-¿Vas a destrozarme el brazo que tengo bueno? -rió ante mi
pregunta. Esta vez lo puse en mejor lugar. Volvió a hacerme cosquillitas por mi
tren superior.
-¿Crees en el destino? me preguntó sin parar su dedo.
-No. -respondí secamente. -hasta que te besé.
-Marina, me encantas.
-confesó, me dio un vuelco el corazón. -Nadie me ha tratado como tú.
-¿A qué te refieres?
-Nadie me ha dado el cariño que tú me has dado en tan poco
tiempo. Y tu forma de hacerme el amor... haces que me sienta protegida. Me
cuidas y me amas a la vez que me lo haces... Eres la mejor. -terminó aquel
relato con un beso enorme. -Ahora sí que soy tuya para siempre.
jueves, 19 de diciembre de 2013
Capítulo 20. EN OTRA PARTE
Parecía mentira aquello que vivía. Una vez más eché la vista
atrás e hice balance. Necesitaba pararme y hacerlo para poder continuar. Todo
había cambiado mucho...
Recibí la llamada de la productora para que le presentase
canciones... necesitaban seleccionar unas cuantas para el disco. Estaba
realmente emocionada con la idea. Al fin iba a comenzar mi sueño, el sueño que
había perseguido toda la vida. La música.
Pero la música también me alejaba de lo que más quería. Malú
tenía que ir a Sudamérica para promocionar el suyo, que había salido a la venta
el pasado mes de septiembre.
-Te echaré mucho de menos. -le dije antes de irse.
-Y yo a ti. Hablaremos todos los días, te lo prometo. -me
cogió la cara y me besó. Nuestros labios encajaban como un puzle. Parecía que
hubieran sido hechos para abrazarse los unos a los otros.
Y sí que la eché de menos. Muchísimo. El primer día recogí
el coche que tenía en Barcelona aún, y me hospedé en casa de Lidia a la vuelta.
Me centré en la música. Compuse nuevos temas y perfeccioné
otros que tenía aplicando las técnicas que me habían enseñado en el programa.
Me sentí muy inspirada con las nuevos momentos que me había regalado la vida.
-Mola mucho la guitarra. Cuando la vi en "La Voz"
me encantó. ¿De dónde la has sacado? ¿Y el dinero?
-Malú me la regaló. -dije llenándome la boca.
-Pillina... -puso una sonrisa perversa. -me voy a trabajar.
-me dio un beso en la mejilla. -¡No me desmontes la casa!
-No prometo nada. -bromeé. Siempre estaba de cachondeo con
ella. Pero también podía ponerse seria si quisiera.
Miré la hora. Hice un rápido cálculo con la mente... en
México debían ser las 6 de la mañana, hora a la que se tenía que despertar
ella. Marqué su número.
-Buenos días princesa.
-Buenas... tardes amor. -contestó, pude notar que detrás de
ese teléfono había una enorme sonrisa.
-Bien pensado. -reí. -¿cómo has dormido?
-Fatal. Me duele el cuello un montón... Y tú, ¿qué tal la
mañana?
-He estado componiendo. Me han llamado de la discográfica
para que presente temas. Quieren hacer una selección para el disco.
-¡Qué bien! -exclamó. -Quiero oír algo.
-Pues coge un avión y vente. -la reté.
-Ojalá... -suspiró. -ya pasado mañana estoy ahí. -solo decía
"pasado mañana" para que sonara más cercano. Pero en realidad
quedaban dos grandes y largos días. Me moría de ganas por volver a perderme en
esos ojos oscuros.
Tras un silencio, volvió a hablarme.
-¿Qué tal por ahí?
-Llueve a mares... -dije mirando por la ventana. -el cielo
llora porque no estás aquí.
-Ohhhh. Eres un amor... -suspiró. -cariño, hablamos más
tarde. Tengo que estar en la radio en menos de una hora.
-Vale. Cuídate. Te quiero.
-Y yo a ti. -oí el sonido de un beso. Su voz por teléfono
seguía siendo dulce y cariñosa.
Hablar con ella era como el impulso de la inspiración. El
mechero que encendía un cigarro. Los dedos se movían solos en las cuerdas de la
guitarra. Era increíble la facilidad con la que me salió aquella canción.
Apenas tardé dos horas en terminarla y me sonaba completamente perfecta. La
toqué varias veces y cambié algunos acordes.
El sonido de las llaves me indicaron la vuelta de mi
compañera. No interrumpí la canción. Se paró en la puerta y se quedó
escuchándome.
-Ostras. Es preciosa. -dijo al terminar.
-¿Verdad? Acaba de nacer. Jamás había escrito un tema en tan
poco tiempo.
-Ay, "la Malú" como te pone. -echó a reír, me
contagió.
-Capulla... -la insulté entre risas.
-Estúpida. -me lo devolvió. Solté la guitarra en el sofá y
corrí hacia ella para darle un fuerte abrazo.
-Gracias. -me dijo.
-¿Por?
-Por ser cómo eres conmigo. -sería tonta. Si alguien tenía
que dar las gracias era yo...
-Li, siempre serás mi pequeña. Y gracias a ti, por cuidarme
y estar conmigo cuando me sentía sola.
-Eso no lo dudes. -volvió a envolverse en mis brazos.
-Oye. Que no te moleste la pregunta.
-¿Qué me va a molestar...? -fuimos poniendo la mesa para
comer.
-¿Malú es...? -comenzó a reírse. A saber que iba a
preguntar. Miedo me daba con esa risa tan perversa.
-Es guapísima, sí. -me dio por continuar. Me dio un puñetazo
en el hombro.
-Que si es... buena en la cama. Es que tiene toda la pinta.
-preguntó entre carcajadas.
-No lo sé.
-¿No lo sabes? -comenzamos a comer.
-No. Aún no hemos... -lo dejé en el aire. No hacía falta
decir nada más. Se sobreentendía.
-¡Ah! Perdona.
-No pasa nada. -le sonreí cortando el filete. Estaba muy
bien hecho, a Lidia se le había dado bien la cocina desde pequeña.
-Pero cuando lo sepas me lo cuentas. -me eché a reír.
-juraría que lo habíais probado ya.
-No. Ya surgirá. -le guiñé el ojo. -todo a su tiempo. -No
pude evitar pensar en el tema. Desde que empezamos jamás me había parado a
pensarlo. Si solo con sus besos me hacía delirar... sacudí la cabeza. Preferí
dejarlo para cuando llegase el momento. Ya descubriría aquella sensación.
Aquellos días se me hicieron eternos esperando a que
volviera.
Y aún se me hizo peor al decirme que no iba a estar conmigo
en cuanto llegase.
-Voy a comer a casa de mis padres y por la tarde voy a
quedar con Vero y Pastora. -me explicó por teléfono. Me dio un poco de rabia,
pero por otro lado tenía que respetarlo. No todo en su vida era yo.
-Vale... ¿cuándo nos vemos entonces?
-¿Te apetece que cenemos en mi casa? -qué pregunta. Pues
claro que sí.
-Por supuesto.
A eso de las nueve y media, el móvil vibró provocando casi,
un terremoto. Terminé de abrocharme las convers y descolgué.
-Marina. -era Malú, notaba su voz eufórica. Algo bueno
acababa de pasar. -he hecho una locura. -rió.
-Verás. -me eché un poco de colonia y recogí el cuarto de
invitados mientras la oía.
-Le acabo de contar a éstas dos lo nuestro. -me sorprendió
tanto que se me cayó el montón de folios con las nuevas canciones. Comencé a
recogerlos del suelo. -¿No vas a decir nada? Ah, y vente ya que no aguanto otro
minuto más sin verte.
-Me he quedado sin palabras. -si acababa de hacer eso
significaba que yo era importante para ella. Aquel acto de valentía me dio
confianza. Con ese gesto me aseguró que tenía ganas de luchar por lo que
acabábamos de empezar hace tan solo una semana. Me demostró que me quería. -ya
voy. -me colgué la guitarra y salí con el coche hacia su piso.
Llamé al timbre. Estaba muy cerca de la puerta, esperando a
que abriera para comérmela a besos. Pero no fue así como yo imaginaba... la de
la puerta no era ella.
-La famosa Marina. -una guapísima cantante a la que también
admiraba me recibió en la casa de Malú. Me quedé impactada.
-Guau. Pastora Soler... -se rió y me dio dos besos.
-Encantada. -me dijo.
-Encantadísima estoy yo. -reímos.-eres una gran
artista.-Entramos en el salón y vi a Vero, la mejor amiga de la jefa. A ella ya
la conocía, me la presentó en el concierto. La saludé y pregunté por mi chica.
-¡MARINA! -vino corriendo por el pasillo y se arreguinchó a
mi cuello. Poco le importó mi instrumento. Me la descolgué de la espalda y muy
amablemente, Soler me la agarró. Pude abrazarla entonces. Como echaba de menos
aquel olor a jazmín. Me besó. Había olvidado por completo el enorme placer que
me producía su sabor.
-¡Viva el amor! ¡Viva! -tocó las palmas Verónica. Al
parecer, se apuntaron a la cena. Yo que pensé que iba a compartir una noche romántica
con mi princesa. A pesar de ello, fue divertida. Me lo pasé en grande. Las dos
eran muy graciosas y no paraban de hacer chistes y lanzarnos buenos comentarios
por lo nuestro.
A eso de las once, decidieron marcharse.
-¡Pero si ahora empieza la fiesta! -exclamé.
-La fiesta la vas a tener tú en la cama con ella. -bromeó
Pastora. Malú le dio un pellizco retorcido en la espalda. -Qué agresiva...
-rió, saliendo por la puerta de la entrada.
-Bueno, encantada y a ver si nos vemos pronto. -se
despidieron de mi.-y en cuanto salga el disco lo compraré. -prometió la
cantante.
-Pasadlo bien. -carcajearon camino del ascensor.
-El vino es "mu" malo. -dijo cerrando. La apoyé
contra el portón y la sujeté de la cintura. Me besó. Esta vez el beso fue
muchísimo más largo. Acabamos sonriendo en la boca de la otra.
Nos sentamos en el sofá y me contó lo que había hecho por
las Américas, tumbada sobre mí.
-¿Y tú qué?
-Yo... aburrida sin ti. Qué largo se me ha hecho... -dije
acariciando con la punta de mis dedos su pelo. -pero eso sí, he sacado unas
buenas canciones.
-¿Y a qué esperas para tocármelas? -preguntó sonriendo. Abrí las manos y fui hacia sus pechos lentamente. Me retiró la mano y rió al darse cuenta de lo que había dicho. -cerda. -me insultó sin dejar de reír. Me levanté a por la guitarra y una vez más, bajo su mirada cautiva, me dispuse a hacer lo que más adoraba en el mundo.
"Apareciste como si nada
y ahora no veo un futuro sin ti.
Empecé a creer en cuentos de hadas
y sé que lo importante es verte feliz
porque con una foto tuya puedo morir,
porque me siento tan bien cuando te veo sonreír.
Dime si soñaste conmigo
y si pensaste en un futuro.
Sé que me quieres y no poder verte es muy duro.
Si pudiera tocarte, besarte, tenerte
y que con cada silencio nos hagamos más fuertes.
No te vayas de mi vida
porque me matas.
Me dejas sin aliento
y sé que solo soy una entre cientos
pero lo que siento es amor eterno.
Tú eres el amor de mi vida y no te miento".*
y ahora no veo un futuro sin ti.
Empecé a creer en cuentos de hadas
y sé que lo importante es verte feliz
porque con una foto tuya puedo morir,
porque me siento tan bien cuando te veo sonreír.
Dime si soñaste conmigo
y si pensaste en un futuro.
Sé que me quieres y no poder verte es muy duro.
Si pudiera tocarte, besarte, tenerte
y que con cada silencio nos hagamos más fuertes.
No te vayas de mi vida
porque me matas.
Me dejas sin aliento
y sé que solo soy una entre cientos
pero lo que siento es amor eterno.
Tú eres el amor de mi vida y no te miento".*
Su mirada seguía clavada en mis ojos. Sonreía. Se la veía tan feliz... Dejé la guitarra tumbada en el sillón de al lado.
-¿Qué te ha parecido? -no me contestaba. Seguía quieta, sonriente y embobada. Tras unos segundos de más silencio, me arrastró hasta su boca y comenzó a darme besos que me aceleraban el pulso. Iba muy rápido. Nunca antes me había besado así. Posé mis manos en sus caderas, una vez más. Me tiró hacia atrás sin apartarse de mis labios, tumbándose sobre mí en aquel sofá que tantas veces había visto por twitcam.
Fue dándome besos por la cara hasta llegar al cuello, donde me mordió. Comencé a temblar y a ponerme muy nerviosa... Aquella noche iba a ser muy especial.
[Letras de la canción @maluleras_cf. Desde aquí le doy las gracias por participar en la novela... A partir de ahora es un fichaje de esta historia... compondrá las canciones de Marina. A mi me encanta como escribe... espero que también os llegue a vosotros. ]
Fue dándome besos por la cara hasta llegar al cuello, donde me mordió. Comencé a temblar y a ponerme muy nerviosa... Aquella noche iba a ser muy especial.
[Letras de la canción @maluleras_cf. Desde aquí le doy las gracias por participar en la novela... A partir de ahora es un fichaje de esta historia... compondrá las canciones de Marina. A mi me encanta como escribe... espero que también os llegue a vosotros. ]
miércoles, 18 de diciembre de 2013
Capítulo 19. NO ME EXTRAÑA NADA.
Me di una ducha para bajar a desayunar. Le pedí a Malú que
se pusiera unas gafas de sol y algo que le tapara el rostro o no podríamos
llegar al bar. Conocía a muchas maluleras por mi zona, incluso había un grupo
en el que yo participaba. Nos movíamos juntas para ir a firmas y conciertos. Si
se enteraban de que la estrella paseaba por el barrio...
Bajamos por el ascensor. Al pararse, oí mucho barullo por
parte del exterior del edificio. Le pedí que se quedara un momento allí. Giré
la esquina del portal y vi un buen cúmulo de gente en la puerta. Me di la
vuelta automáticamente.
-Pulsa el -1. -volví al elevador a paso ligero.
-¿Qué ocurre?
-Maluleros... -le dije. -he visto cámaras, pancartas y de
todo ahí... -seguía conmocionada mirándola fijamente.
-Vanesa. -soltó Malú. Eso era... seguro. Tenía que haber
sido ella. Nadie más sabía que estaba conmigo en mi casa excepto Lidia y ella.
-Será... -me mordí el labio y entrecerré los ojos. Quise dar
un puñetazo pero me agarró el puño y lo bajó.
-Tranqui. -respiré hondo. Aún no sabía que tenía para
calmarme de aquel modo.
Me metí en twitter mientras caminábamos sin rumbo por el
oscuro garaje. Mírala...
"Malú en nuestra casa. Esperad en el portal 5 y
veréis..."
Apreté el móvil con fuerza, en ese momento podría
romperlo... La miré a los ojos, me sentía avergonzada.
-Perdona... en serio. Vaya forma de comenzar nuestra
historia...
-No es culpa tuya. -sonrió. -¿qué vamos a hacer? ¿Algún
plan?
-Esto es una misión para 007, no para una princesita como
tú, te has equivocado de película. Vuelve a Disney. -bromeé, aunque estuviera
de muy mal humor, intenté afrontarlo con algo de risa. Me besó en los labios.
-vale ya sé. Escúchame. -le pedí, acorralándola detrás de una columna. La apoyé
contra ella y la agarré de la cintura. Le hablé bajito y muy deprisa,
convirtiendo aquel marrón en un clip de cine. -la bomba se activará en diez
minutos, si no conseguimos desactivarla en... -no pudimos evitar reírnos,
dejando el guión a medias.
Se me ocurrió una idea que quizás saldría bien.
-Saldré a la calle por la puerta y diré que es mentira...
mientras las entretengo sal por la puerta de los coches. -le tendí la llave
electrónica. -pulsa en el de arriba, luego se cerrará sola. Sube al coche y ve
hasta la casa de Lidia... ¿recuerdas dónde es?
-Sí, sí. Creo que puedo llegar.
-Cuando me deshaga de todas iré allí. -me despedí con un
beso en la frente, que me pillaba a buena altura y caminé hacia el ascensor.
-Bond, Marina Bond, ven y dame un beso en condiciones por si
es la última vez que nos vemos... -bromeó entre carcajadas. Corrí hacia ella e
hice lo ordenado.
-¡Aguanta! ¡Saldremos de ésta! -exclamé con voz grave y
alzando los brazos. La puerta se abrió y subí hasta el cero. Aún podía oír su
risa. Saqué el móvil y avisé a mi mejor amiga del plan.
Salí al portal y fingí una cara de sorpresa.
-¿Qué dan gratis? -pregunté al abrir la puerta.
-¡MALÚ! ¡QUE SALGA MALÚ!
-¿Malú? ¿Quién es Malú? -me hice la tonta.
-¡Idiota! -escuché por el fondo.
-Sabemos que está en tu casa. -afirmó Paula, a ella si la
conocía.
-Ojalá. -reí. -anda, volved al trabajo. -les pedí.
-¡No! ¡No nos moveremos hasta que baje! -zapateó un fan
desquiciado.
-Como queráis... -me metí las manos en los bolsillos y crucé
la esquina, tan normal.
-Oye, por cierto, muy bien en "La Voz". Estamos
muy orgullosas de ti... lo hiciste genial. Eso sí, nos gastamos todo el saldo
contigo. -me dijo una.
-Muchas gracias, guapa. -piropeé. Me giré y seguí andando.
Cuando ya estaba lejos, crucé la acera dirección el parque. Por allí cortaría
camino. Tardé unos cinco minutos en llegar, no estaba lejos. Teníamos suerte de
vivir tan cerca.
-¡Estás a salvo! -exclamó Malú al verme. Seguía con la
tontería aquella.
-¡Te dije que sobreviviríamos! -saltó sobre mí y nos
abrazamos dando vueltas por la entrada del hogar.
-¿Qué...? -Lidia no entendía nada, eso provocó aún más risa.
-No hemos comido nada, ¿nos das de desayunar?. -le pedí a
Li, que seguía aún confusa.
-¿Yo? ¿Preparando el desayuno a Malú? -puso las dos manos en
la cara. -¡QUÉ EMOCIÓN!
La artista me miró sorprendida, levantando las cejas.
-Déjala... -suspiré.
Tras la primera comida del día, abrí el WhatsApp de Vanesa.
Quería desahogar toda la rabia que me había provocado.
-Ya te vale, ¿no? -comencé.
-jajajajajajajajajajaja. Jódete. -escribió. Jamás pensé que
podía ser así de cruel... me dolió bastante.
-¿Por qué eres así? Menuda manera de demostrarme que quieres
volver conmigo.
-Ya me he hecho a la idea de que eso es imposible, así que
si no vas a estar conmigo, no vas a estar con nadie. ¿Ya te han robado las
maluleras a tu novia?
-No es mi novia. -mentí.
-Marina, no soy gilipollas. Sabía que pasaría desde aquel
día después del concierto. Encajasteis. -me quedé mirando el mensaje, no sabía
cómo seguir aquella conversación. Malú me miró desde aquel sofá en el que
hablaba con Lidia. Me sonrió. No pude evitar morirme de amor. Quizás tenía
razón y fue aquel momento el que lo cambió todo.
-Vane. Piensa lo que quieras pero por favor, déjala en paz.
Puedes joderme todo lo que quieras, pero a ella no la molestes. No tienes ni
idea de lo que ha hecho por mí.
-Por ti, pero a mí me ha arruinado la vida.
-¡LA VIDA TE LA ARRUINASTE TÚ SOLA! -comencé a calentarme.
Estaba muy cabreada. -Yo te quería Vanesa. Y jamás quise tanto a nadie como a
ti. Quizás ya no pueda volver a amar tanto como antes por tu culpa... y eso me
jode muchísimo. No contestó, a pesar de que estaba en línea. En verdad no me
extrañaba nada... siempre fue celosa. Aunque ese punto que había alcanzado era
demasiado... Me quedé pensativa y esperando otro comentario absurdo y que me
llenara otra vez de rencor, pero no llegó. Malú fue al baño.
-¿Algo va mal? -Li observó mi mal estado. Me pasé la mano
por toda la cara. Emití un bufido.
-Vane. -dije al fin. -me va a destrozar la vida.
-Hay que ser muy... -prefirió callarse. -creo que será mejor
que os vayáis de Alcalá. Yo no sé qué planes tenéis ahora pero... huir de aquí,
ya.
-Pues la verdad es que yo tampoco sé que vamos a hacer
ahora. -le confesé. Ya estaba aquí de nuevo.
-¿Planes? -preguntó mi colega.
-¿Qué os apetece?
-No, vosotras, yo sobro. -se echó hacia atrás.
-¿Qué dices? Vente. -la animó la cantante. Al parecer habían
hecho buenas migas. -se de un sitio al que podríamos ir.
-Adelante.
-Me gusta mucho pasear por la sierra. ¿Os gusta la idea?
-hice una pedorreta.
-Que perecita...
-Tú tan floja como siempre. -opinó Li. Echamos a reír.
-Pero en fin, si tú quieres ir, vamos. -le sonreí.
-¡Serás guarra! ¡Por ella sí, ¿no?! ¡Por mí una mierda!
-¿Qué dices, Lidia?
-Pues eso, que cuando te digo yo de ir a correr me mandas a
freír espárragos.
-Pero es que a Malú la quiero más. -le mandé un guiño y mi
chica y yo reímos. Ella se cruzó de brazos, simulando estar enfadada, aunque en
realidad se partía por dentro.
Mi amiga se enfundó un chándal, y tras pasar por mi piso, el
cual ya estaba despejado, y por el de Malú, para ponernos una prenda más
cómoda, visitamos la sierra esa a la que tanto le gustaba ir. Que pereza me
daba cada tramo, pero por ella lo hice. Mi novia y mi mejor amiga iban las
primeras, yo detrás con la lengua fuera. Nunca me gustó hacer deportes como
ese. Los veía estúpidos. Me apasionaba el fútbol y el voleyball. Los que se
jugaban con pelota se me daban de miedo y me divertía con ello. No le veía yo
aliciente a eso de andar...
-Seguid vosotras, yo me muero aquí. -les chillé.
-Vamos, cariño. -Malú corrió hacia mí y tiró de mi brazo.
Lidia se descojonaba.
-No, no. -me negué. -no tires de mí que es peor.
-¡Serás floja! ¡Mueve ese culo! ¡Venga!
-¡Me meo! ¡Me meo! -Li se tiró al suelo y siguió con su
pavazo. Jamás lo había abandonado y la adolescencia le pillaba lejillos ya.
-Yo quiero mi guitarrita, mi sofá, mi chocolate... -dije
mientras seguía arrastrándome.
Llegamos a un lugar bastante romántico y prácticamente
único. Había unas vistas increíbles...
-¿No es genial? -preguntó la cantante, viniendo a mis
brazos.
-Genial es tenerte. -se giró y me besó al oír el cumplido.
-¿Me encendéis la vela? -interrumpió Lidia, haciendo el
chiste.
-Siempre haciendo de "sujeta velas"... a ver si te
busco yo un buen novio. -reímos.
Y allí, con ella entre mis brazos y al lado la otra persona
más importante de mi vida, con el grato y estimulante aire natural, sentí la
felicidad.
-Princesa. -la llamé. Me miró desde mi hombro. -llevamos 24
horas saliendo.
-Felicidades. -me besó.
-¿PERO SE PUEDE SER MÁS ÑOÑA? -se desquició Li. -yo me voy, en serio, me voy. [Me encantaría pedirte un pequeño favor. Como lector, tu opinión es muy importante para mí y me gustaría muchísimo que respondieses a la pregunta que encontrarás en la barra de la izquierda al final. Puedes seleccionar dos casillas. Gracias por leer, una vez más.
PD: Estoy preparando una sorpresa/regalo de navidad relacionada con la novela para todos vosotros ;) ]
martes, 17 de diciembre de 2013
Capítulo 18. NI UN PASO ATRÁS.
Que iba yo a imaginar que despertaría con ella entre mis brazos cuando pasaba las noches en las puertas de sus conciertos... La vida es como una auténtica lavadora, como decía Natalia. Y razón tenía... Da tantas vueltas que muchas veces no sabemos ni quiénes somos ni que hacemos.
Hacía un frío horrible. Llevaba aún la ropa del día anterior y la manta que nos cubría iba ya por las rodillas. Malú seguía frita, con la cabeza apoyada en mi hombro, igual que cuando se quedó dormida.
El estómago demandaba comida, pero no podía moverme sin despertarla, así que decidí esperar a que lo hiciese. Acaricié su espalda con los dedos, creando suaves caricias. Era el mejor pasatiempo que había tenido nunca. Me llevaría así horas y horas que no me cansaría jamás. Vi la luz del móvil encenderse sobre la mesa. Intenté llegar a él con el brazo izquierdo, pero no podía con ella encima.
Tomé impulso dos veces, pero no conseguía alcanzarlo. Levanté las piernas e intenté cogerlo con ambos pies. No podía. Me quité los zapatos a patadas y volví a tratar de engancharlo... nada. A la tercera pude sujetarlo, pero al acercarse a mí se cayó y dio un buen tortazo contra el suelo. Malú se movió ante el ruido. Hice unos chasquidos con la boca, como a los niños pequeños cuando se desvelan. Funcionó.
Ahora la misión se complicaba. ¡TENÍA QUE COGERLO DEL SUELO! Bah, que le dieran al teléfono. Volví a hacerle cosquillitas. A eso de la hora, se despertó. Se levantó despacio y con los ojos entrecerrados miró a todas partes.
-¿Dónde estoy? -preguntó extrañada. Solté una carcajada.
-En mi casa.
-Madre mía, he dormido tan bien que no sabía ni donde estaba.
-Sí, pues será por el fantástico e inigualable sofá en el que has dormido... -dije con tono irónico.-Era el más barato de "Ikea". -reí.
-A lo mejor ha sido por otra cosa. -se acercó a mí, fijando sus ojos en los míos, muy cerca.
-¿Qué cosa?
-La compañía. -me dio el primer beso del día, tan perfecto como siempre. -Necesito una buena ducha... -dejó caer.
-Primera puerta del pasillo a la derecha, señorita Mari Lú.
-Mi nombre ya es lo suficientemente feo...no lo empeores. -dijo con cara de asco. Comencé a dar carcajadas mientras andaba hacia el baño. No pude evitar mirar su maravilloso cuerpo...
Recogí el móvil del suelo, por fin. ¿Quién sería?
-Putona, menos mal que íbamos a quedar esta noche. -al leer me acordé. Mierda. Le conté rápidamente lo sucedido en la tarde anterior.
-¿¡HIJA PUTA QUE ESTÁS SALIENDO CON MALÚ!?¡YO TE MATO! ¡TE COMO!
-Lidia, mírate el bipolarismo. -bromeé. Contestó con un "jaja" de esos que se extendían en dos líneas. -Oye, pero no digas nada, ¿vale?
-Soy una tumba. -prometió. Sabía que en ella podía confiar y me iba a apoyar en todas mis decisiones. -te dejo que tengo que trabajar. -Lidia era periodista en un pequeño periódico de la localidad. Tenía la certeza de que algún día llegaría al ABC o a alguno de los grandes, era muy buena escribiendo.
Oí que el agua dejó de caer. Qué rápido se había duchado. El timbre sonó. Me pregunté quién podía venir a mi casa a las nueve de la mañana... Me sacudí un poco el pelo y me quité algunas legañas de los ojos de camino a la puerta.
-Perdona. -era Vane con una bolsa de churros. Al abrir, cerré. Interpuso el pie.
-No me obligues a rompértelo, apártalo. -le pedí.
-Sacrificio aceptable. -dijo, sin moverse. Resoplé. Me hervía las sangre, no podía mirarla a la cara sin acordarme de aquella escena en el hotel.
-¿A qué has venido?
-A desayunar contigo. Traigo los churros de Pepe que tanto te gustan. -dijo mirando la bolsa, sonriente. -Y así hablamos muchas cosas que tenemos pendientes. -volví a suspirar. No me apetecía nada después de lo que ocurrió el día anterior en el bar.
-Cariño, ¿pasa algo? -Malú se asomó, con la toalla envuelta y descalza. Por la voz noté que estaba justo detrás de mí, o no muy lejos. A Vane se le cambió la cara. Se le cayó la bolsa al suelo.
-No... no me lo puedo creer. -hizo aspavientos con las manos y abrió los ojos. -¡Por eso no quieres estar conmigo! ¡Tú tienes la culpa pedazo de zorra! ¡Todos estos años llenándote los bolsillos con nuestro dinero y mira para qué! ¡Desde que entraste en La Voz y la conociste cambió todo! -gritó señalando a Malú. Me cabreó. Se puso muy nerviosa, histérica. Miré hacia atrás. Estaba algo asustada, cortada. Realmente no sabía si contestarle a mi ex o no, por ello salí yo en su defensa.
-¡No te permitiré que le hables así! No fue ella quien me puso los cuernos. Si no lo hubieses hecho tal vez serías tú la que estuviese envuelta en esa toalla.-la eché hacia atrás cuando intentó sobrepasar la puerta.
-¿Tampoco puedo entrar en mi casa? -preguntó con la misma mala leche. -sigue siendo mía.
-Será mejor que te vayas. -le dije, recogiendo el desayuno y devolviéndoselo.
-Dáselo a ella, a ver si se pone gorda como una foca y te deje de gustar... ¿Te digo una cosa? Esa tía ha estado entre nosotras toda la vida... seguro que me hacía el amor pensando en ella... la preferiste siempre...
-¡VANESA FUERA DE AQUÍ! -le chillé, dando un portazo. Me quedé con la frente pegada en el portón, con los ojos cerrados. Temía encontrarme con el rostro asustado de Malú... No sabía que iba a decirle después de aquella escena. Noté como sus pasos se alejaban. Me giré, ya no estaba. Caminé hacia delante, vi que se encerraba en el cuarto donde había dejado la pequeña maleta que traía. Iría a vestirse.
Al cabo de unos minutos salió con la mochila en la mano.
-Será mejor que me largue...
-¿Qué dices? -no quería que eso pasase. No podía irse así, sin más, después de aquello. Quise bajar al bar y estrangular a Vanesa contra la barra. Todo iba tan bien...
-Marina, me he sentido muy humillada... y la verdad no sé qué diantres estoy haciendo aquí. Deberías aclarar las cosas con tu chica...
-No. -la corté. -mi chica eres tú. -la besé. Se apartó y miró al suelo.
-Nos vemos pronto... -dijo dirigiéndose a la salida. Volví a interponerme en su camino. No podía dejarla marchar.
-No puedes irte. Me niego. Te seguiré allá donde vayas, no te desharás de mí. Malú, yo te quiero. -la agarré de la cintura y la llevé hacia el fondo de la casa, alejándola de la puerta.
-Y yo también te quiero... pero... -la besé para no dejar que terminara la frase. No quería ningún pero. Ninguna excusa. Estaba segura de que no existía nada en el universo capaz de cargarse nuestros sentimientos. Nada.
-Si me quieres, nada más importa. -afirmé con una gran sonrisa. Volví a depositar mis labios en los suyos. Dejó caer el macuto para enredar sus dedos en mi pelo como tanto le gustaba hacer mientras me besaba. Aquel instante me sirvió para darme cuenta que no podría vivir sin ella... Sin aquellas ondas perfectas, sin su manera de hacerme feliz y sonreír ante tempestades, sin sus miradas cargadas de vitalidad. Y es que me daba la vida. Rellenaba de luz cada parte oscura de mi corazón.
-No daremos ni un paso atrás. -le susurré a su boca.
-Ni uno. -prometió.
lunes, 16 de diciembre de 2013
Capítulo 17. ENAMORADA
Pasamos la tarde bajo aquel árbol donde floreció nuestro
amor. Risas, tonteo y más de un beso, ese fue nuestro día.
-¿Es muy normal que en vez de mocos tenga estalactitas que
me cuelgan de la nariz? -pregunté, haciendo la gracia. Dio carcajadas. Adoraba
su risa.
-La verdad es que hace un frío de muerte. -dijo,
arrecucándose en mi cuerpo. Tenía mi brazo rodeando su hombro y ella abrazaba
mi tronco.
Vimos que hora era, las nueve y media. Se nos había pasado
el día volando. Salimos de aquel lugar mágico con la sensación de que jamás
olvidaríamos aquel maravilloso momento. Miré al árbol una última vez y sonreí.
-Qué oscuridad... -observó Malú.
-Mejor... -dije, cogiéndole la mano. -Así nadie nos verá.
-Eso es algo de lo que quería hablarte. -dijo muy seria
mientras miraba al suelo, camino del coche. -me gustaría que lo mantuviésemos
en secreto de momento. -asentí, no muy convencida. No estaba acostumbrada a
esconderme, y no me gustaba nada.
-Entiendo... -suspiré. Miró para ver mi reacción. Me quedé
pensativa... traté de entenderlo. Su vida estaba muy controlada por los
productores, estaba en una especie de burbuja y yo lo debía respetar si quería
estar con ella. -no te preocupes, me parece bien.
-¿De verdad...? -me agarró con fuerza la mano.
-Con tal de estar junto a ti... -le guiñé el ojo. Sonrió.
-Ahora mismo te estrellaba contra el coche y...
-¿Y...?
-Tira para dentro, anda. -rió, haciendo un gesto con la mano
para que me subiera en el vehículo.
Llegamos a casa y al decirle que iba a preparar la cena...
me acordé de que no había nada comestible.
-Mierda. -dije abriendo el frigorífico. Me asomé al salón.
-no tengo nada que sea digerible. A no ser... que quieras vomitar durante toda
la noche. -rió ante mi absurda pregunta.
-Pues entonces te comeré a ti. -se levantó del sofá y puso
los brazos sobre mis hombros. Me besó dulcemente. No sé como lo hacía, pero me
ponía la piel de gallina cada vez que entraba en contacto con su boca, al igual
que cuando la oía cantar.
-Si me voy a buscar algo de comida... ¿te irás?
-Probablemente. -bromeó.
-Entonces te ataré a la pata del sofá. -se echó a reír. -no
tardo. -volvió a besarme ante mi promesa.
Mientras iba por el ascensor, miré el WhatsApp.
-Por fin me contestas... ¿puedes pasarte por el bar? -había
olvidado que iba a quedar con Vane. Aparté la idea de pasarme por un chino a
por comida, me llevaría algo de "Rincón Musical". Sentí un hormigueo
en el estómago... no sabía cómo iba a reaccionar cuando la viese...
Me situé frente a la puerta. Algo me decía que huyera y volviera
a casa. Debía enfrentarme a aquello y cuanto antes, mejor.
-¡MARINA! -unas amigas corrieron a abrazarme. Mientras me
besuqueaban y me daban la enhorabuena, vi como sonreían sus tíos, y a ella. Tan
guapa como siempre. Estaba detrás de la barra, petrificada. No parpadeaba
mirándome.
-Os echaba de menos. -les dije.
-¿Qué tal? -me preguntó una de ellas.
-Genial, genial. -me hice paso. Nata y Pedro vinieron a
saludarme. También nos fundimos en un abrazo.
-Sé que haces un gran esfuerzo en venir, muchas gracias. -me
susurró mi tía postiza.
-No podía decir no... os debo mucho. -y entonces llegó el
momento que tanto temía. No sabía que hacer... si darle dos besos, si abrazarla
o no.
Pasé por delante suya y nos metimos en la despensa. Seguía
igual de impresionada al verme. No decía nada. Me asomé a la puerta.
-Nata, ¿puedes ponerme dos platos de lo mejor que tengas y
dos cervezas para llevar?
-Claro. Invita la casa.
-Gracias. -le sonreí. La cerré.
-¿No vas a decirme nada? -le pregunté. Los minutos pasaban y
ni siquiera se movía. Comenzó a llorar y se echó en mi hombro. No la abracé, ni
la acaricié, como siempre había hecho cuando lloraba. Dejé los brazos caídos.
-Perdóname... -suplicó entre sollozos.
-Está bien... -dije al fin, para que dejara de llorar. -Pero
no voy a volver contigo. Me hiciste mucho daño y por dos veces.
-Lo sé y estoy muy arrepentida... vuelve conmigo por favor,
no lo volveré a hacer.
-Eso dijiste la otra vez...
-Pero es que ahora me he dado cuenta de lo importante que
eras en mi vida... y que fui una gilipollas... Marina eres lo mejor que me ha
pasado. -siguió llorando. -por favor, vuelve a mí. Sin ti no puedo seguir.
-Vane, en serio, déjalo, es inútil. He venido para decirte que si quieres
podíamos ser amigas. Tienes que entender que no puedo volver contigo. Estaba
casi en un sueño, sabías lo mucho que deseaba participar en el programa y lo
ilusionada que estaba cuando pasé las pruebas...
-Yo... -me miró con los ojos encharcados y enrojecidos. -no
creo que pueda ser solo tu amiga después de todo este tiempo juntas...
-Pues entonces yo aquí no pinto nada. -abrí la puerta, pero
me agarró de la camiseta tirándome hacia ella. Me dio un beso en los labios.
-Esto sí que no te lo perdono... -me enfadé y salí. Cogí la
bolsa que tenía Natalia en las manos y le di dos besos. -dile adiós a Pedro de
mi parte, yo me voy... -Vanesa corrió detrás de mí. Me monté en el coche y me
preguntó desde la ventanilla para quién era la otra cerveza.
-Para la persona que me sacó del huracán en el que tú me
metiste... -le chillé, para que pudiese oírlo. Conducía y a la vez no dejaba de
repetirse la escena en mi memoria... No podía dejar de recordar sus lágrimas
corriendo por sus mejillas. Miré por el retrovisor, estaba quieta en la acera,
justo donde estaba el coche estacionado.
Aparqué lo más rápido que pude y subí las escaleras.
Necesitaba verla. Ya.
-¡Me muero de hambre! ¿Se puede saber dónde has estado? ¿Me
traes comida de Venus...? -me chillaba desde el salón. Parecía imposible
sacarme una sonrisa hace cinco segundos, pero ella lo consiguió, una vez más.
Era la chica que necesitaba en mi vida.
Corrí hacia a ella y la cogí en brazos, dándole tres vueltas
en el aire con sus manos frías en mi cara y las mías en su cintura.
-No vuelvas a separarte de mí tanto tiempo. -me pidió,
seguido de un buen beso. -te estás convirtiendo en una droga.
-La droguita es mala, Malú. -dije con voz de niño pequeño.
Se echó a reír mientras veía que había traído de cena. Vio la bolsa y preguntó
qué sitio era ese.
-El bar en el que trabajaba antes... -le comenté con
nostalgia. -y sí, he visto a Vanesa.
-¿Y qué ha pasado? -me miró intrigada. Observó que no estaba
cómoda con ese tema. -no tienes por qué contármelo si no quieres...
-Sí, sí que voy a contártelo. Ahora eres mi novia y no
quiero que haya secretos entre nosotras. -le conté todo. Desde que llegué, sus
lágrimas, sus palabras, aquel beso y el chillido que le pegué desde el volante.
-¿Y tú que sientes? -me preguntó con la boca llena de
mayonesa.
-Que eres más fea de lo que pensaba. ¿Tú te has visto los
morros? -se echó a reír. Le pasé la servilleta delicadamente por la boca. Se
quedó mirándome, con una enorme sonrisa. La besé en los labios.
-Me cuesta mucho no besarte cada vez que sonríes... -le
confesé.
-A mi no me importa que lo hagas. -ante su reacción, volví a
besarla.
-No te dejo ni comer.-reí.
-Con lo que a mí me gusta comer. -se llevó un trozo a la
boca. A los dos segundos me eché a reír, mal pensando su comentario. -guarra.
-me dio una patada por debajo de la mesa.
Después de la improvisada cena, nos sentamos para ver una
película.
-A ver que tienes... -pasó su dedo índice por todos los DVD
de la vitrina.
-Mi peli favorita es Titanic, eso sí que es una buena
película.
-¡Me encanta! -la sacó y me la tendió. Le pedí que tomara
asiento. Mientras cargaba, hice unas palomitas.
Volví al sofá junto a ella. Me eché hacia atrás y me rodeó
la cintura con su brazo. Dejó caer su cabeza en mi hombro y disfrutamos de un
clásico del cine arropadas por una manta de pelo.
-Si sigues haciéndome cosquillas voy a quedarme sopa. -me
susurró después de que llevara unos quince minutos deslizando mis dedos por su
brazo.
Y así fue. Se quedó dormida antes de que el barco se estampara con el iceberg... Pensé en cogerla y llevarla en brazos hasta la cama... pero no recuerdo cómo fue, que yo también me quedé dormida con ella en mi regazo en aquella noche fría de diciembre.
domingo, 15 de diciembre de 2013
Capítulo 16. EL AMOR ES UNA COSA SIMPLE.
VolvíaVolvía a mi barrio. Sentí nostalgia. Al bajarme del coche
fue como si nada hubiera cambiado. El aire habitual del invierno, la tienda en
la que compraba el pan cada mañana y mi piso. Allí estaba. Temí por un momento
que Vanesa se encontrase en él. Rogué que no pasara...
-Un bonito sitio. -dijo la cantante al bajar del coche y
mirar alrededor.
Subimos por el ascensor, a pesar de que era un primero, el
cansancio no me dejaba subir ni un peldaño.
Rebusqué las llaves en la mochila. Bien, el cerrojo estaba
echado. Entré y el olor de mi hogar me invadió. Parecía que había vuelto atrás
en el tiempo y que al cruzar la puerta Vane correría a buscarme... pero no.
- Me tienes en un cuadro? -Malú observó que había una foto
suya enmarcada al lado de los familiares de Vane.
-Sí..la puso ella... cuando decoramos la casa decidió poner
las fotos de sus tíos y primos y claro... yo no podía poner la de nadie y dijo
que tú eras como la única familia que yo tenía, pues acudía a ti cuando me
sentía mal.
-Qué mona... -opinó devolviendo el marco al mueble.
En el fondo la echaba de menos.
-Ponte cómoda. Me cambio en dos minutos. -le dije, caminando
hacia mi habitación. Me vestí decente y me puse algo de maquillaje, sin abusar,
como siempre.
-Lista. -asomé por el pasillo. Seguía en el sofá leyendo
algo en su móvil. Al mirarme sonrió.
-Qué guapa... ¿Vamos? -me preguntó. Asentí. -¿Puedes darme
agua?
-Claro. -fui a la cocina y abrí el frigorífico. Malú rió al
ver que en los electrodomésticos había fotos suyas con nosotras. Solo había una
botella y un par de mandarinas mugrientas. -...¿ya no vive aquí?
-Eso parece. -observó. -pero yo me comeré una de éstas...
-extendió la mano para coger una de las frutas.
-¿Estás tonta? -reí dándole un tortazo en el brazo.
Nos subimos en el coche, siguió conduciendo ella, yo
aproveché para mirar el móvil. Al fin pude usarlo sin bloquearse. 20419
interacciones de twitter. Necesitaba contestar a todo el mundo... pero eso me
era imposible. Quería agradecerles uno por uno su apoyo pero... no daba abasto.
Lo dejé, lancé un mensaje de agradecimiento.
"Muchas gracias por vuestro apoyo, me siento genial
tras ganar el programa!! Esta noche os leo y contesto a los que pueda! Osq!."
Me dispuse a ver los WhatsApp. No tenía muchos, no llegaba a
los 30, la mayoría de amigos y sobre todo, de Lidia, que estaba desesperada.
-¿Pasas de mí ahora que eres famosa? -era el último que
tenía de ella.
-Si yo te contara lo que ha pasado... -le escribí. -Me he
liado con Malú y llevo toda la noche despierta porque su padre se puso malo y
tuvimos que ir a Valencia... no quería que fuese sola y la acompañé. Ahora
estamos aquí, en Madrid, tengo muchas entrevistas. Esta noche nos vemos. -lo
releí y pensé, qué resumen para un día tan intenso...
También vi que mis tíos postizos me habían dejado sus
mensajes de enhorabuena y las ganas que tenían de verme... Me dispuse a leer
los de Vanesa. 123 ponían LO SIENTO. Estos los pasé rápidamente con el dedo,
hasta llegar a un tochaco grande:
"Perdóname, no sé en que pensaba... el caso es que
tienes razón y entiendo que te cabrearas y me dejaras... pero yo no puedo vivir
sin ti. No he podido pisar nuestra casa... es entrar y acordarme de todo lo que
vivimos juntas. Me hace sentir culpable, una mala chica. Yo no puedo más,
Marina. No puedo... te lo juro... necesito volver contigo, que me perdones. O
al menos que hables conmigo." -una lágrima cayó por mi mejilla. Malú no se
dio cuenta, seguía pendiente de la carretera.
"Me alegra muchísimo de que hayas pasado a la siguiente
fase, me siento muy orgullosa de ti, te quiero."
"Oleeeeee, que estás en la semifinal cariño."
"WEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEE. ¡Qué has
ganado! Como me gustaría estar ahí contigo...El bar está eufórico, hemos hecho
una pedazo de caja esta noche... La gente no para de beber."
Me limpié las lágrimas disimuladamente, no quería que se
percatara. Sonreí al ver los últimos mensajes. Decidí contestarle:
"He pasado por casa, ahora tengo que hacer unas
entrevistas para la tele. ¿Podemos vernos esta noche?." -necesitaba volver
a verla y aclarar las cosas.
-Ha llegado a su destino. -el GPS me informó de la llegada.
-Ha llegado a su destino. -Malú repitió con voz de pito el
GPS. Me eché a reír. Le dí un bocado en el cachete. -¡BESTIA! -se quejó,
quitándose. -Me ha dolido... -dijo como si fuese un niño pequeño. Quería
comérmela.
-Nos vemos luego. -dije entre carcajadas y abriendo la
puerta del Audi.
La primera fue con el telediario, grabé para que saliera en
el nocturno. Fue estrictamente profesional. Estaba algo nerviosa, las cámaras
me apuntaban y todos estaban pendientes de mí. Me preguntaron acerca de mis
futuros proyectos, de los objetivos que quería llevar. Cómo había influido el
programa en mi vida y cosas así. Y por supuesto, toqué uno de mis temas.
Después salí en directo en el famoso programa de Ana Rosa
Quintana. Todos se portaron estupendamente conmigo, me parecieron simpáticos.
-¿Cómo es Malú contigo? -me preguntó la presentadora y no
pude evitar soltar una risa al recordar la escena del baile la noche
anterior...
-Malú se ha convertido en la persona más importante de mi
vida. -dije sin rodeos. Lo que el corazón me llevó a soltar. Todos se quedaron
asombrados.
-¿Perdona...? -intervino Lequio, uno de los colaboradores.
-Iba a contarlo en el programa, pero yo no quería dar pena
ni que me votasen por ello. Quería que me votaran por mi música... Veréis, cómo
visteis en las audiciones a ciegas estaba saliendo con una chica. Pues bien,
esa era la única familia que tenía debido a que me escapé de casa porque mis
padres no respetaban mi orientación sexual. Ni ellos ni el único tío que tenía.
Bueno, pues tras volver al hotel, el primer día de ensayos de las galas en
directo, me encontré a mi novia... -hice una pausa y suspiré. -con otro.
Llevábamos 5 años saliendo y fue un palazo muy grande. -comenté. -mi mundo se
me vino abajo y me vi sola completamente. Estuve a punto de abandonar el
programa y hasta me planteé el suicidio. Pero entonces llegó ella. Va a sonar
cursi, pero fue como un ángel que me hizo renacer. Me animó a seguir y me
acogió en su casa. Me salvó la vida. -tras el relato, dejé mudos a los
entrevistadores.
-...vaya con Malú. -soltó al fin Maxim Huertas, rompiendo el
silencio incómodo.
-Sí, es una de las mejores personas que he conocido en mi
vida. -confesé. Se me llenaba la boca hablando de ella. -es digna de admirar.
-Yo solo digo que las maluleras van a montarla en twitter
hoy -asentí ante la observación de Prat. -hablando de su jefa.
Salí del plató y busqué a la cantante en el aparcamiento,
donde habíamos quedado.
-¿Ha ido bien? -preguntó. Le conté lo que había dicho sobre
ella y se le iluminó aquella sonrisa que tanto adoraba.
-Ya has despertado a mis maluleras. -rió. -verás. -Miró el
móvil. Me acerqué a ella. Su cara estaba tan cerca de la mía... se giró y me
besó. Menos mal, me moría de ganas.
-¡QUÉ PUTO MIEDO! -chillé al ver como al entrar en twitter,
las menciones se disparaban. -Te pido perdón por todas las veces que puse el
arroba con tu nombre... -rió.
-Te perdono si me das otro besito. -Eso estaba hecho... Esta
vez el beso se alargó. Estuvimos unos minutos. El roce de su lengua me produjo
un infinito placer.
-Es la hora de comer. ¿Qué te apetece? -me preguntó al
despegarse.
-Más besos. -sonreí, volviendo a unirme a sus labios
mientras reíamos. -quiero que conozcas a Lidia. -le dije. -¿Comemos con ella?
-Me parece bien. -asintió. La llamé y le dije que si era tan
amable de invitarme a comer. No le avisé de que venía su cantante preferida,
sería sorpresa.
-¡OSTRAS! -se llevó las manos a la cabeza al abrir la puerta
y verla. Se abrazó a ella mientras lloraba.
-Jo, yo también quiero Malú... -protesté.
-Calla, que tu ya la has tenido suficiente. -me chilló, aún
arreguinchada en su cuello.
-Li, no te pases que me la llevo a mi casa, que es mía.
-¿Soy tuya? -preguntó ilusionada la artista.
-Por supuesto que eres mía. -sonreí. Al fin la soltó y vino
a abrazarme a mí. -Ahora, ¿no? Ahora. Vaya amiga.
-Tonta. -me insultó. Entramos en el que había sido mi
segundo hogar. Había pasado allí noches y días enteros. -se te echaba de menos.
-Yo también os echaba de menos.
-Joder que fuerte. Malú en mi casa. -Li no paraba de dar
saltos mientras terminaba de poner los platos. -Menos mal que siempre hago
macarrones de más. -la artista no paraba de reír al ver a Lidia. Le parecía
graciosa y monísima.
Me contó los últimos chismorreos del barrio y no paraba de
decirle a Malú lo mucho que la admiraba. Esa fue la conversación... sin más.
-Bueno, Marina, creo que va siendo hora de despedirnos. ¿Has
visto que hora es? -me preguntó señalando el reloj. Mierda, las cuatro.
-Luego hablamos, Li. -me volvió a abrazar. Que pequeñita
era. Tenía el pelo rubio y los ojos marrones. Podía cogerla en el aire y darle
mil vueltas, era muy chiquitita pero su sonrisa era enorme.
Salí al plató abrazada, una vez más, a la nueva guitarra.
Era como un escudo, me sentía protegida con ella. Todos esperaban mi llegada.
Estaban quietos y fijando la mirada en mí.
-Bienvenida a nuestro programa, Marina. -Jorge Javier
Vázquez me dio dos besos. Saludé al resto de colaboradores. Me llamó la
atención Karmele, era mucho más fea de cerca. Rosa Benito parecía más joven.
La entrevista fue muy parecida a la del programa de Ana Rosa
y al informativo. Planes de música, comentarios de admiración... hasta que
mencionaron a Malú.
-Oye, hay que ver cómo has revolucionado a las maluleras
esta mañana. -comentó Kiko Hernández. -no conocíamos a esa Malú. -no supe que
contestarle. Asentí sonriendo.
-Muchas personas la han criticado y la han llamado borde...
¿Crees que con tus palabras cambiará su imagen? -me preguntó el otro Kiko.
-Yo no sé de donde sacan esas cosas... supongo que sus
razones tendrán para calificarla así. Yo solo he contado lo que me ha pasado y
cómo es la Malú que yo he conocido. No pretendo cambiar a nadie... solo he sido
sincera.
Tras unos quince minutos de preguntas y más preguntas, hice
lo que más me gustaba. Cantar. Toqué dos canciones compuestas por mí. Eso sí
que era vida.
Y lo que de verdad era vida es lo que estaba sentado en el
coche.
-¡Que frío! -exclamé al entrar. -Jolín, que bien estás aquí
calentita.
-Pero calentita. Tengo la calefacción a tope.
-Ya se te ve. Mira que cachetitos tan rositas. -se los cogí.
Que blanditos eran. Me besó en los labios.
-Dios, estás helada. ¿Tienes una nariz o un iceberg? -reí
ante el chiste.
-Un iceberg, creo. -le seguí el juego. -déjame conducir.
-nos cambiamos.
-¿Dónde vamos? -me preguntó.
-A un lugar genial. -le sonreí.
-Ay, que nervios. -se frotó las manos.
Pasamos por una pastelería que conocía. Paré y compré dos
donuts muy monos. Los metí en la bolsa que me dieron para que no los viera y
escribí una cosa en una de las servilletas...
Conduje hasta uno de los lugares más bonitos en los que
había estado. Siempre había sido un secreto. Nadie lo conocía. Me refugiaba
allí a componer sola. Había descubierto aquel lugar cuando daba una vuelta con
la bicicleta por el parque que solía visitar. Allí no llegaba la luz del sol.
Lo tapaban dos frondosos árboles, y unos setos lo rodeaban. Formaban una
especie de cueva natural.
-Ala... que lugar tan mágico.-la dejé sin palabras. Me senté
con la espalda pegada al tronco y le dije que se pusiera a mi lado. Saqué la
merienda. -¿me quieres poner gorda?
-Anda, por uno que te comas no va a pasar nada. -le sonreí.
Me hizo reír al ver cómo pasaba la lengua por sus labios.
Cerró los ojos y le dio pequeños mordiscos.
-Te has manchado. -le dije.
-¿Dónde?
-Aquí. -señalé bajo el labio, sin llegar a tocarla. Saqué la
servilleta doblada y se la entregué. Negó con la cabeza.
-Límpiame tú. -me
pidió, poniendo morritos.
-No. Date con esto. -volvió a negarse. -¡Qué te limpies con
el papel!
Puso mala cara y lo cogió. Vio que estaba relleno de
palabras al abrirlo. Me miró sonriendo.
-¿Y esto...? -preguntó con una carcajada.
-Léelo.
"No sé muy bien cómo explicarme. Quizás sería mejor
cantártelo, pero me da muchísimo corte. Aún tiemblo cuando me miras con esos
ojos negros tan bonitos y esa sonrisa que me hechiza. El amor es una cosa
simple, como tú dices. Tan simple que te podría escribir un gran TE QUIERO y
comprenderías a donde quiero llegar. Pero no. Porque Marina quiere que sepas lo
que le haces sentir. Marina está muy enamorada de ti desde hace unas semanas...
No quiero ser rápida. Eres muy especial para mí. Y eres lo único que tengo, no
quiero cagarla. Hagamos las cosas bien. Yo no sé lo que tu piensas sobre mí y
sobre lo que ocurrió anoche mientras sonaba aquella mítica canción. Tal vez sea
un error, o tal vez sea el comienzo de una nueva etapa, más bien, una nueva
vida. No tienes por qué responder ahora, tomémonos el tiempo que necesitemos
para que todo salga perfecto. Porque tiene que ser como tú, perfecto... Desde
que me besaste por primera vez no he deseado otra cosa que pedirte esto. Quiero
despertar cada mañana con tus buenos días, quiero dormir pegada a tu piel,
quiero hacerte sonreír. Seamos felices juntas. María Lucía Sánchez Benítez,
¿Quieres convertirte en mi princesa? ". -la miré intrigada mientras la
leía. No hacía más que sonreír. Me mordí el labio. ¡LEE RÁPIDO! Al fin levantó
la cabeza y arrugó la "carta". Comenzó a reírse y se tapó la boca. De
nuevo el brillo volvió a sus ojos oscuros.
-Nunca me habían dicho cosas tan bonitas. -confesó. -Me
encantaría ser tu princesa, pero hay un pequeño problema... -aquello me asustó.
Ya la había pifiado...
-Las princesas poseen un reino, y yo no tengo ninguno. -será
idiota. Me había asustado...
-Tienes el reino más grande que cualquier otra princesa.
Tienes el reino de mi corazón. -y con esas palabras, mis labios y los suyos
volvieron a abrazarse. A saborearse. Noté sus caricias en mi brazo. Un
escalofrío recorrió mi cuerpo.
-¿Cómo he podido enamorarme tan rápido de alguien en tan
poco tiempo? -preguntó. No sabía que responder. Me levanté y sellé en el árbol
las siguientes siglas:
M&M 18-12-2015. Volví al sitio y le cogí la mano. Ella
se apoyó en mi hombro.
-Tenemos nombre de una marca de chocolates... -me eché a
reír al darme cuenta. A ella también le hizo gracia, aunque tardara en
pillarlo. Y así, bajo las hojas de un árbol en pleno invierno, fue cómo comenzó
la historia de nuestro amor.
Capítulo 15. NI UN SEGUNDO
Entre risas, miradas y besos robados, las canciones pasaban
y nosotras seguíamos aún en aquel "bailar pegados" que nos cambió la
vida. Tiró de mi cuello y andamos hasta toparnos con el respaldo del sofá. Se
subió a él de un salto y sin dejar de besarme, abrió las piernas y me atrapó en
su cuerpo, como si fuera un koala. Aparté las manos de su cintura para
llevarlas hasta su espalda. La acaricié con la punta de mis dedos. Sonreía sin
separar sus labios de los míos. No podía estar mejor. Me hacía sentir bien, muy
bien. Si ella era perfecta, sus besos lo eran aún más. Eran los mejores que me
habían dado nunca... Comenzó a acelerar poco a poco el ritmo. A apretar mi
cabeza contra la suya más fuerte. El latir de nuestros corazones crecía... y con él, mis ganas de seguir aumentaban.
Estaba fuera de mí completamente. Me faltaba el aire. Había olvidado por
completo cómo se respiraba. Hacía que olvidara hasta mis funciones vitales...
separé un poco mis labios para tomar algo de aire, y volví a ellos, a un ritmo
frenético. Notaba su fuerte respiración. De nuevo, deposité mis manos en su
cintura. Me gustaba muchísimo. De repente y dándonos un susto de muerte, sonó
su móvil.
-¿Quién será a estas horas? -preguntó asustada. La bajé con
cuidado y fue corriendo a descolgar. Me apoyé contra el respaldo del sofá donde
hace unos segundos disfrutaba con ella. -¿no me digas...? -parecía preocupada.
Se tapó la frente con la mano. Me miró temblorosa. Me acerqué a Malú y la senté
en la silla. Me arrodillé junto a ella y le cogí la mano que tenía libre.
Esperaría a que colgara, no quería atosigarla... pero, ¿qué pasaría? Acaricié
con el pulgar la palma de su mano. -¿pero está bien? -aquella pregunta me
aterrorizó. Extendí mi brazo rodeando su cintura. Al fin colgó.
-¿Qué ocurre...?
-Mi padre. -dijo entre lágrimas. Acaricié su cadera,
necesitaba ánimos. -ha tenido un ataque cardíaco.
-¿Está bien?
-Sí... bueno... está en el hospital, aún no saben nada...
joder. -dio una patada al suelo y se echó a llorar otra vez. -La abracé como
pude en aquella rara postura. Echó su cabeza en mi hombro y se aferró a mi
tronco. Me dolía verla así y no poder hacer nada para que parase de llorar.
Aparté su pelo de la cara y besé su mejilla.
-Tranquila, se va a poner bien.
-¿Tú crees? -absorbió los mocos.
-Claro, tiene que seguir viéndote crecer. -la hice sonreír.
Eso me enorgulleció.
-Me tengo que ir. -se levantó. -voy a ir a verle.
-¿Pero dónde está?
-En Valencia, tiene mañana concierto... -dijo mientras corría
hacia el dormitorio para cambiarse. Fui a mi cuarto y me puse algo más cómodo.
Me enfundé unos vaqueros y cogí la sudadera más abrigada que tenía.
-¿Qué haces? -Me
preguntó cuando me la encontré en el salón.
-Ponerme más cómoda. Es un viaje largo.
-Tú no vienes. -negó con al cabeza.
-No que va.
-Tienes mañana entrevistas con el telediario, con el
programa de Ana Rosa y por la tarde tienes que ir a Sálvame en Madrid.
-Pues lo cancelo. No voy a dejar que vayas hasta allí tú
sola.
-Soy mayorcita ya.
-Malú, te lo debo. Déjame acompañarte. No puedes conducir en
ese estado... estás sin dormir y muy preocupada, no estás en condiciones para
pegarte un camino así.
-Pero... mañana... -me acerqué y puse mi dedo índice en su
boca.
-Voy desde Valencia hasta Madrid cuando te deje allí. Será
una vuelta estúpida por la península pero ahora tú me necesitas y yo voy a
estar contigo. -se quedó mirándome con pucheros. Iba a volver a romper a
llorar.
-Gracias. -me besó de nuevo. No habían pasado ni diez
minutos y ya había olvidado la enorme sensación que me producía sentir sus
labios en los míos.
Hacía un frío horrible. El termómetro rozaba los cero
grados, suerte que me dio por llevarme el chaquetón. Iba al lado mía, a paso
ligero. Quería llegar ya. Agarré su mano, me miró agradeciendo el gesto.
Abrí su puerta para que pasara, y me subí en el lado del
conductor.
-Duérmete. -le pedí a medio camino. Había pasado la primera
hora con la mirada perdida en algún punto de la carretera y con la cabeza
apoyada en la ventana.
-No puedo...
-¿Y si te canto una canción? -no contestó. Me miró y sonrió.
Me lo tomé como un sí y empecé a tararear canciones dulces. Calló a la tercera,
estaba agotada. Rendida.
Yo me sentía igual, ojalá pudiera descansar. Los párpados se
me caían... pero debía permanecer despierta. La miré Era aún más preciosa
cuando dormía. Parecía un ángel... Deslicé mi mano por su mejilla. ¿Era real?
Cuantas emociones vividas en solo unas horas. Había ganado
la voz y había besado a una de las chicas más deseables del país... de la que
casualmente estaba enamorada.
A la entrada de la ciudad se desveló. Bostezó. Estiró los
brazos y me miró.
-Buenos días preciosa. -dije sin dejar de mirar la
carretera. Iba leyendo los carteles.
-Ay... mi cuello. -movió la cabeza de un lado a otro. Había
adoptado una postura algo incómoda. -¿por dónde vamos?
-Entrando en Valencia. -le dije mirando el GPS.
-Genial... ya falta poquito. ¿Quieres que conduzca yo y
duermes...?
-No, no te preocupes, estoy bien. -la corté.
Miró el móvil. No había noticias nuevas... Después de un
rato en silencio, rompí el hielo.
-¿Sabes una cosa?
-Dime. -se quedó mirándome.
-Que mientras dormías me he encontrado con la belleza más
grande de este mundo.
-¿Ah, sí? ¿Dónde?
-Aquí. A mi lado. Justo donde estás sentada tú ahora.
-sonreí.
-Ay, que tonti eres. -me dio una palmada en la pierna. El
reloj marcaban las seis y media de la mañana cuando llegamos a los
aparcamientos del hospital. Subimos hasta la planta 8 y fuimos a la sala de
espera donde estaban su hermano José y su madre Pepi.
Fui detrás de Malú. Sentía que no pintaba nada en aquel
lugar. Me agarró de la mano y me llevó hacia delante.
-¡Hija! -la mujer la abrazó. Tenían los dos unas ojeras
gigantes. No habían dormido nada. La familia se abrazó, compartiendo el duro
momento por el que pasaban.
-Ésta es Marina. -me presentó.
-Hola, encantada. -sonreí y les di dos besos a cada uno.
Madre e hijo se miraron extrañados. No entendían el por qué de mi presencia. La
verdad es que era tan difícil de explicar como de entender.
-Te vimos por la tele. Qué bien lo hiciste. -me felicitó
José, muy simpático. -Tengo que confesar que voté por ti... -rió.
-Y yo... -levantó la mano mi quizás futura suegra.
-Muchas gracias. -sonreí cortada. -¿Cómo está el maestro?
-Aún no sabemos nada... -miró al suelo Pepi.
-Bueno, seguro que se recupera. -quise animarles. No sirvió
de mucho. Nos sentamos en aquellos fríos asientos, esperando a que algún
cirujano trajera buenas nuevas.
Me quedé frita. No podía más. Me sentía como un maldito
zombie. Llevaba 25 horas sin pegar ojo. Al despertar me dolían todos los
huesos. Esa silla me había machacado la espalda. A mi lado solo estaba Malú.
-Buenos días dormilona. -me dijo con su dulce voz. Quería
oír esa misma frase en todos los despertares de mi vida...
-¿Dónde están...?
-Han ido a hablar con el médico.
-¿Y tú por qué no has ido?
-No iba a dejarte aquí sola, con las babas colgando. -dijo
limpiándome la boca. Reí. Miró a ambos lados del pasillo.
-¿Qué haces?
-Mirar si viene alguien. -explicó, volviendo al sitio.
-¿Para? -su respuesta fue un largo beso. Qué bien me supo
después de lo derrotada que me encontraba. Acaricié su pelo, que seguía tan
perfecto como siempre a pesar de lo vivido.
Se alejó de mis labios con una sonrisa inmensa. Qué
felicidad. Hacía que todos los órganos de mi cuerpo se pararan para sentir sus
besos.
El padre de Malú se recuperó. Fue mejorando con los
tratamientos médicos. La medicina hoy en día era vital para muchos casos, y
este era uno de ellos. Yo ahora debía coger el coche y dirigirme a la capital
para hacer las entrevistas que tenía pendientes... sí. Con aquel sueño que
podía conmigo.
-De eso nada. Ahora te toca dormir a ti, que te espera un
día cargadito. -Malú me echó del asiento.
-¿No vas a quedarte aquí con tu padre? -le pregunté
extrañada.
-No, ya está bien, dentro de poco le darán el alta. Me ha
dicho él mismo que aquí no hago nada ahora que está bien. -explicó. Por mí
genial, no quería separarme de ella. No quería perder ni un segundo a su lado.
Le hice caso y me puse en el asiento del copiloto. Lo eché
hacia atrás.
-Oye, antes de que me quede sopa. -dije incorporándome.
-llámame a la entrada y te digo dónde tienes que ir. Quiero pasarme por casa
para ponerme algo decente para las entrevistas.
-Claro. Ahora cierra los ojos. -me dio un beso y me tumbé.
Por fin pude dormir profundamente...
sábado, 14 de diciembre de 2013
Capítulo 14. SABES BIEN
Esta vez tenía que hacerlo bien. Era la final. Ya no se
trataba de pasar a la siguiente fase. Ahora se trataba de ganar. Debía escoger
una canción con la que demostrara que podía llegar a ser una gran estrella. Una
que potenciase mi voz, mis ganas, mi ímpetu.
-Marina. -cada vez que pronunciaba mi nombre me entraba el
tembleque. -¿has pensado ya que canción vas a cantar? -me preguntó tirada en el
sofá. Yo estaba a su lado, pero sentada. Estiró las piernas y las puso encima
mía.
Eché la cabeza hacia atrás, perdiendo la mirada en el techo.
-Ni idea. Quiero coger una que me defina... quiero que el
público me conozca con ella. Tiene que sea esa canción. La canción.
-Me encantaría que pudieses tocar una tuya. -opinó. -Son tan
cercanas a ti. Cuando las cantas pareces que las susurras al oído de quien la
oye. -aquel comentario me llegó muy dentro. Me puse roja.
-Échame una mano, anda. -le pedí.
-A ver... creo que deberías tocar la guitarra. -me pareció
una buena idea. Asentí. -lo haces muy bien y como es tu instrumento favorito,
puedes demostrar quien eres, como querías.
-Lo has entendido a la primera. -le acaricié las piernas,
que seguían sobre mí.
-Si es que... nos compaginamos muy bien. -sonreí al oír
aquello. -hacemos buena pareja, -los ojos se me salieron al oír eso. Buena
pareja. -un buen equipo. -aclaró. Vale, ahora sí.
-Me apetece tocar algo de Alejandro Sanz. -le dije. -he
cantado sus canciones muchas veces... le tengo cogido el truco.
-¿Lo ves?
-¿El que veo? -bromeé.
-Jajajaja. La canción, tonti. -me encantó que me llamase
así.
-¡Ahh! -reí. Vale, vale. Sí, la he cantando en varias
ocasiones.
-Quiero una demostración. -me levanté y fui a por la
guitarra. No me acordaba bien de los acordes. Tras un rato probando y probando,
los encontré en uno de los cajones perdidos de mi memoria. Se incorporó para
escucharme. La canté allí, frente a ella. Bajo su atenta mirada. Aquello me
ponía más nerviosa que cuando el bar se me petaba de gente.
Comenzó a aplaudir al terminar. Se acercó a mí y me besó en
la mejilla.
-¡SI ES QUE ERES UN ENCANTO! -me chilló, dándome otro y otro
beso.
-Babéame más. -me quejé, aunque me encantase. Y al decirlo,
más me besaba. Empecé a dar carcajadas. Que me gustaban esos momentos junto a
ella.
-Que pronto se me ha pasado la semana. -dije removiendo la
sopa. Después de noches con la ensalada, cambió.
-Sí... ya mañana es el gran día. ¡VOY A GANAR LA VOZ!
-exclamó. -digo... ¡VAMOS!
-Jajajaja. Espero que no me pase como el otro día... -me
lamenté.
-Marina, no puedes pensar que vas a hacerlo mal sólo porque
haya ido peor un día... A ver si tú te crees que yo canto siempre bien.
-Tú siempre lo haces todo perfecto. -le recordé la frase.
Reímos.
-Mañana vas a arrasar. Vas a romper el contador de votos.
-esperaba demasiado de mí.
-Sí, claro. Sigue soñando, preciosa.
-No me digas eso, que me pongo colora´. -bromeó.
-Tengo mucho miedo a las partes agudas del tema. Estoy
viendo que no voy a llegar tan bajo.
-¡Pero si te sale genial! -exclamó. -Y cuando llegas me
entra de to´. Tenía esta tarde los pelos de punta en el ensayo general... Me
has emocionado tanto. De verdad, no es por ser pelota. Tú sabes que si está mal
yo te lo digo. -me limité a sonreír. No podía expresar con palabras lo que me
hizo sentir al oír aquello.
-Fuf... que presión tengo. La voy a liar. -al decir esto, me
dio una buena colleja.
-¡POSITIVISMO! ¿A ver esa sonrisa? Venga, como te enseñé.
-Volvió a poner sus índices en las comisuras de mis labios y me obligó a
sonreír. Me rasqué la cabeza. Me había dolido la ostia.
-Me has matado una o dos neuronas...
-Sí, ¡las que te colapsan el cerebro con tonterías como la
que me acabas de decir! -reí ante su absurdo chiste.
Tras recoger la mesa, no se sentó en el sofá como cada
noche. Se fue a su cuarto y no supe nada de ella hasta pasados 15 minutos. Dudé
que se fuera a dormir sin darme las buenas noches, por eso la esperé leyendo
las últimas menciones.
-¡TATATAN! ¡La navidad ha llegado antes de tiempo! -la miré
y vi que traía una caja enorme. -¡TOMA TU REGALO! -me dejó boquiabierta. Me
acerqué a ella.
-¿Un regalo? ¿Para mí?
-¡Claro! ¡Ábrelo! ¡Venga! -estaba muy ilusionada. Los ojos
le brillaban de nuevo, enamorándome una vez más.
Despegué uno de los largos fisos y abrí la tapa de arriba.
Saqué lo que había. Era una funda rígida y negra de guitarra.
-¡Ostras, que mona! -opiné.
-Tonta, pero ábrela. -me volvió
a dar una colleja. Le estaba cogiendo el gustillo a eso de pegarme...
-¡LA LECHE! -me puse las manos
en la boca. Era una guitarra acústica preciosa. No tenía el típico color
madera, era un poco más oscuro. -brilla y todo, jolín...
-Si brilla así... cuando la
toques tú nos dejas ciegos. -ante este comentario, quise tirarla contra el sofá
y matarla a besos.
-Muchísimas gracias... -me
abracé a su cuello. La achuché. -te quiero mucho.
-Y yo a ti. Pensaba dártela
para navidad, pero creí que sería genial que la estrenases mañana.
-¡Por supuesto! -la solté. Le
di dos besos. -eres la mejor.
-La mejor... especialista en
ensaladas. Lo sé. -rió.
-Buenas noches. -nos dimos
otro abrazo antes de irnos a dormir. Me esperaba un día muy movido. La final...
Antes de cerrar los ojos en
aquel cómodo colchón, miré la hora en el móvil y al mirarla observé que tenía
dos WhatsApps.
-Coge fuerzas, las
necesitarás. Quiero que mañana salgas a ese escenario y te comas el mundo.
Quiero que nos impresiones y nos dejes con la boca abierta, como haces
habitualmente. Quiero que sepas que confío plenamente en ti, y que lo harás
genial. Pero no te preocupes si no ganas, porque para mí y para tu Malú,
siempre serás la ganadora de esta edición. Buenas noches, te quiero. -era
Lidia, que ya me mandaba ánimos... ella y mi ídola eran los únicos apoyos que
tenía. Vi por Twitter que muchos de mis amigos de Madrid también me habían
votado y asegurado que ganaría... pero ellas dos eran diferente. Eran mis dos
pilares.
Entre nervios y más nervios,
llegamos a los estudios. Malú me lanzó una mirada de complicidad y un último
empuje. Eran las 7 y pico, y comenzaron las rondas de vestuario y maquillaje.
Cuando terminé el primero tuve que esperar en una sala a mi turno para tunearme
el careto. Mientras esperaba, una chica me tendió un teléfono.
-Es para ti. -me dijo. Lo
agarré y pregunté quién era.
-Marina. -me sonaba su voz.
Creía que era ella... pero no estaba segura. -Quiero pedirte perdón por todas
las veces que te hemos echo sentir mal... sé que te hicimos muchísimo daño. Y
que no te respetamos. Puede que sea tarde pero... -colgué. No quise oír más. Le
devolví el teléfono a la joven, que me miró extrañada. La cara se me calló al
suelo prácticamente. Un cúmulo de sentimientos me inundaron. ¿Cómo iba a salir
a cantar después de esto...?
Me senté en el sofá. Apoyé los
codos en las rodillas y me cogí la cabeza, mirando al suelo.
-Marina. Tu turno. -me llamó
el maquillador. Me preguntó cosas, pero yo asentí sin más. No lo oía. Seguía
pensando en la llamada de mi madre.
Cuando terminó, todos los finalistas nos reunimos en el backstage. Aún faltaba una hora para que comenzara.-Tenía a darte unos consejillos antes de que empiece. -Malú apareció por la puerta junto a los tres coaches. -¿y esa cara? ¿Dónde está la sonrisa...? -iba a volver a forzármela con los dedos, pero aparté la cara muy seria. -¿Qué ha pasado? ¿Marina? ¡Háblame! -me dio un empujón.
-Mi madre ha llamado... -dije con la voz entrecortada. No mencionó nada. Conocía mi historia y lo que había pasado. Se quedó de piedra mientras me observaba.
-Tenía que hacerlo justo hoy y ahora... -murmuró.
-Sí... para chafarme el día. Estoy ahora mismo desconcentrada... no puedo actuar así. -le confesé.
-Escúchame. -me agarró la cara y la puso frente a la suya. -no puedes tirar la toalla. Ahora no. Vas a salir ahí y vas a ser tú. Vas a volver a tocar igual de bien que lo hiciste aquel día en casa. ¿Recuerdas? Cuando solo estábamos tu y yo en el sofá.
-Está bien. -asentí. -Sí. Voy a darlo todo. -me levanté del sofá y la abracé.
-Hija mía, que vida tan complicada tienes. -suspiró.
-Qué me vas a contar. -dije sin soltarla. Los artistas se fueron. Debían prepararse. Me quedé un rato hablando con mis contrincantes: Jay, de Orozco, María, de Rosario y la enigmática Úrsula, de Bisbal.
Todos eramos diferentes. Cada uno tenía su propio rollo, su estilo.
Yo era la tercera en actuar, según el guión.
Y el momento llegó. Sentí los nervios a flor de piel, pero entonces recordé que estaba en la final. Que aquello no era una tontería, no tenía más oportunidades que aquella. Miré a Malú mientras sonaban los cuatro golpes de sonido. Me envió un besito.
Eso me relajó y a la vez me puso de los nervios. Era una
situación contradictoria.
Comencé a dar los acordes en la guitarra y la canción
comenzó. Mi última actuación en aquel escenario. ¿Sería mi última vez en
televisión...? Olvidé los millones de pensamientos y preguntas que aturullaban
mi cerebro y centré toda mi atención en "¿Lo ves?". Esta vez el
decorado no era más que dos parejas en el fondo del escenario bailando y mi
cuerpo y alma frente a un pie de micro y la nueva guitarra.
Los agudos a los que tanto miedo tenía me salieron
clavados... la cara de ternura con la que me miraban los cuatro grandes me
emocionó. Terminé la canción con la garganta destrozada. Me dolía muchísimo...
-Ahora sí, ahora sí. -comenzó Orozco. -Esta es la Marina que
nos conquistó en las audiciones.
-Y que se vino conmigo. -chuleó Malú.
-Sí, Malú, sí, deja ya de refregárrnoslo. -rieron ante la
gracia de Antonio.
-¡Que tiemble Alejandro cuando te escuche! -exclamó Bisbal.
-Pedazo de actuación que has hecho, digna de una final.
-Muchas gracias. -sonreí abrazada al precioso instrumento.
Estábamos él y yo. Jay y yo agarrados de las manos,
esperando oír de una vez el nombre. ¿Quién ganaría...? Todos estábamos
espectantes, Jesús ya sabía el ganador. Orozco estaba con los ojos cerrados y
la cabeza hacia arriba. Malú se mordía el labio. Que guapa estaba.
-¡MARINA! -chilló. Lo primero era lo primero. Asumirlo,
porque yo no lo creía. Me tembló todo el cuerpo. Las piernas no me
respondían... abracé al subcampeón y antes de que lo soltase, ya estaba la
ladrona de mi corazón entre mis brazos. Había salido corriendo, dando zapatazos
con los tacones y gritando cosas que no logré entender. Me abrazó muy fuerte,
comencé a llorar. Me limpió las lágrimas, otra vez. Pero esta vez eran de
emoción.
-¡QUE GRANDE ERES! -me besó en la mejilla unas pocas de
veces.
Estuvimos en los estudios hasta las tres y media casi, no me
dejaban salir entre felicitación y felicitación. Llegamos a casa súper
cansadas. Los pies los tenía molidos, no estaba acostumbrada a tanto tacón. Aún
seguía en una nube... me sentía la persona más feliz del mundo. Ya no solo por
haber ganado ese concurso... sino por haberla hecho tan feliz a ella. Seguía
sonriendo, aunque se hubiera hecho unas cebaduras increíbles en los pies,
aunque aquella hora era para dormir, no para estar despiertas...
Dejé la guitarra en mi habitación y me tiré en la cama.
Cerré los ojos y disfruté del placer por un segundo. Ya había pasado todo, pero
en mi cabeza se repetía una y otra vez. Jamás lo olvidaría. Aún sentía en mis
oídos las opiniones, las felicitaciones... la satisfacción de haber alcanzado
una meta.
-¿Qué haces ahí tirada? -me preguntó Malú apoyada en la
puerta.
-Descansar. Estoy muerta.
-De eso nada, vamos a celebrarlo. Levanta. -tiró de mi mano.
Me hice de rogar. No quería levantarme de la cama. -en cinco minutos te quiero
ver en el salón. -parecía mi madre. Reí al pensarlo.
Cogí el móvil. Se me bloqueó, como era de esperar. Lo dejé
sobre la mesa y acudí al salón. Sólo estaba encendida una pequeña lámpara.
-¡DISCO! -chilló, poniendo la lista de reproducción de su
Ipod.
-Of... ¿tú te crees que yo tengo cuerpo para bailar? -le
pregunté. Ignoró mi cuestión y se puso a dar saltos descalza. Bailaba raro, con
movimientos muy exagerados para hacerme reír.
-Va... -me puse a saltar con ella. Descargué la adrenalina
que llevaba aún en mi cuerpo. Al finalizar la canción salió "Bailar
pegados".
-Ups, es lo que tiene poner la reproducción aleatoria.
-dijo. Iba a ir a cambiarla, pero la sujeté del brazo.
-Bailemos ésta pues, si es lo que el azar quiere. Nunca
niegues a tu Ipod. -se rió ante mi declaración. La cogí de la cintura y ella
puso sus brazos en mis hombros. Dimos vueltas por el pequeño salón. Sus ojos no
se apartaban de los míos. Sonreía. Estaba radiante.
Y entonces pasó. Pasó lo que el destino me llevaba gritando
desde vete tú a saber cuando. Pasó lo que tenía que pasar. Pasó que todas las
larvas de mi estómago se transformaron en radiantes mariposas que revoloteaban
por mi barriga. Pasó que sus labios se encontraron con los míos, creando un
fugaz y espectacular beso. Levanté despacio su camiseta, acariciando así sus
curvas desnudas. Sus finos dedos se perdieron por mi pelo. Me acariciaba.
No sé cuanto duró, ni como sucedió. Simplemente ocurrió.
Rocé la máxima felicidad... sus labios eran deliciosos.
Se apartó delicadamente y abrió los ojos. Pude ver su sonrisa muy cerca de la mía. Apenas había dos centímetros de distancia. Me dio un pequeño pico cariñoso. Apoyó su frente en la mía.
-Oye, ¿tienes el número del Orozco? -pregunté.
-Sí... ¿para? -no entendía para que lo quería... y menos que se lo hubiese pedido en ese instante.
-Para decirle que es verdad.
-¿El qué es verdad? -comenzó a asustarse. Estaba confusa.
-Que sabes a primavera.
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