domingo, 2 de febrero de 2014

Capítulo 32. VEN A PERVERTIRME

La fiesta de fin de año fue demasiado extraña. No solo por las diferencias de otros años, si no por la situación que allí vivía. Malú me sorprendió, apareciendo cinco minutos antes de las uvas. Vanesa reconoció sus errores y yo la perdoné. Mi chica me pilló dándole un abrazo que yo considero amistoso, y se cogió un ligero enfado. Aquello parecía más bien una telenovela sudamericana.
Esa noche, más bien, esa mañana, pues dieron las 6 cuando sus llaves encajaron en la cerradura, la pasé en su chalé. Insistió en que fuera, a pesar de lo ocurrido anteriormente. Entre el alcohol y el sonido de la música que se había quedado en mis oídos, la cabeza me iba a explotar. Me tiré boca abajo en el sofá. Oí su risa.
-¿Has muerto? -preguntó al verme desplomada en su sofá. Soltó los zapatos y oí un quejido. -no siento los pies. -vino de puntillas hasta el sofá y se sentó en el borde, en el pequeño hueco que dejaba.
-He muerto hace rato… ahora estoy en proceso de descomposición. -reímos con las pocas fuerzas que nos quedaban después de la tan ajetreada fiesta. Noté sus manos viajar a lo largo de mi espalda. Sus labios besaron mi en el trozo de piel que dejaba ver mi vestido. -¿Ya no estás enfadada?
-Sí que lo estoy. -se apartó corriendo.
-Jo… para qué dije nada.
-Es que… -no continuó. Se quedó pensativa mirando por la ventana. -está amaneciendo. - Levanté la cabeza para ver el sol salir. Me incorporé, sentándome a su lado. Rodeé su cintura y se dejó caer en mi hombro. -no quiero perderte. -tragué saliva nerviosa.
-Yo tampoco. -besé sus labios. Empezaba a echarlos de menos.
-Perdona… no tenía que haberme puesto así. -me agarró la mano. Contesté con un beso en su frente. -no puedo ver a Vanesa. No la soporto. La veo y se me viene a la cabeza aquel día en los ensayos cuando comenzaste a llorar. Yo sufrí todo eso junto a ti. Cuando no veías un futuro en tu vida, cuando viste que no te quedaba nada… ¿Acaso no te acuerdas?
-Sí… sí que me acuerdo. Y si no hubiera sido por ti no sé que hubiese pasado… -me apretó fuerte la mano.
-Pues por eso no quiero que se acerque a ti. -dijo firme. No tenía fuerzas para discutir. Estaba totalmente agotada. Me eché hacia atrás y cerré los ojos. -¿Estás cansada?
-No, no estoy casada ¿es una indirecta? -la oí reír. Me encantaba verla así.
-¡Qué si estás cansada!
-Mucho. -se acercó y me besó en los labios.
Me condujo hasta su cuarto abrazada a mi cuerpo, me hice la borracha y fui dando tumbos de un lado a otro mientras ella me sostenía sin parar de reír y tirando de mí.
-¡Deja de hacer el tonto! -exclamó entre risas. -me vas a caer. -Llegamos a su habitación y me giré de golpe para sorprenderla con un beso. -¿no estabas tan borracha?
-Borracha de amor. -reí entre besos. -uf… -me senté en la cama y me sujeté la frente. Veo borroso… -bromeé. -no voy a ser capaz de desabrocharme el vestido.
-En ese caso. -vino hacia mí insinuante. -tendré que quitarlo yo. -se agachó frente a mí y se deshizo de mi ropa. Nuestros mofletes estaban rojizos por el alcohol y yo no controlaba las bobadas que decía. Las risas se pisaban unas con otras. Me dolía la cara de tanto sonreír.
-Guapa.
-Tú. -dijo con esa voz de tontita que tanto le gustaba poner.
-Ven a pervertirme. -solté de repente muy seria. Estallamos en risas. Desde luego que llevábamos un pedo increíble. Las carcajadas hicieron que se cayera sobre mi cuerpo desnudo, descansando todo su peso en mi. Solté un gemido de dolor y me eché a un lado. Ella seguía con el ataque que le había dado. Me puse sobre su espalda y bajé su larga cremallera.
-¿Pero tú no veías borroso?
-Ya se me ha pasado…
-Sí, sí… -terminé de desnudarla y se giró. Me besó en los labios. Caí rendida sobre ella. Besé su cuello y noté como sus brazos me envolvían, atrapándome. Otra vez el cansancio me inundaba. El alcohol me volvía muy bipolar. Tenía momentos de mucha euforia y otros de decadencia.

-Mejor la de cuero. -Li seguía siendo mi estilista. Le encantaba discutir conmigo sobre ropa.
-Pero la de cuadros mola más. -seguía frente al espejo, mirando que ponerme para la quedada con Mari. Yo medía 1.65 de altura, llevaba el pelo por el hombro, era liso completamente. Me encantaba porque era fácil de peinar. Su color era un tanto peculiar, castaño, pero más claro de lo habitual. El color de mis ojos, verde claro. Tenía la nariz pequeñita y unas mejillas que formaban hoyitos cuando sonreía.
-¡Ponte la que te dé la gana! -era tan mona cuando se enfadaba. Me eché a reír. -No te rías, te estoy mandando a la mierda, ¿sabes? -reí aún más. Su vocecilla era tan preciosa que ni siquiera parecía que estuviese enfadada.
-Jo, lo siento. Es que eres tan… -le cogí sus mofletes. Gritó y se apartó.
-¡Déjame! -seguí riéndome mientras terminaba de preparar las cosas para salir. Me encontré con mi mánager en un restaurante cercano a los estudios. Estaba sentada con una enorme sonrisa y el portátil sobre la mesa.
-¡Feliz año! -me dio dos besos. Me asombraba su espontaneidad. Siempre me dejaba descolocada. -Bueno, vamos a pedir.
Durante la comida fue comentándome mientras me señalaba en un cuadrante los días y las horas que debía pasar en los estudios. Al principio, según me decían, trabajaría con los músicos para buscarle nuevos sonidos a mis composiciones. Luego nos centraríamos en grabar los temas mientras alternaba con éste sesiones de fotos para el disco y el rodaje del videoclip. Me quedé algo blanca al ver el montón de esfuerzo que requería mi sueño.
-Por cierto, había pensado en buscar a alguien para que colabore en tu disco… ¿Te parece?
-Sí, sería genial. -sonreí al pensarlo. Me encantaba compartir mi música.
-Había pensado en Pablo López. Trabaja para nosotros y es bastante abierto a proyectos nuevos. Además, vuestra música es similar.
-El otro día me encontré con él y estuvo dándome consejos y, casualmente, me ofreció componer algo juntos. -reí. Qué casualidad. Dio fuertes carcajadas. Era muy expresiva y exagerada.
-Pues mira qué bien. Será coser y cantar. -se sacudió las manos.
Tras el efímero encuentro con mi representante, me acerqué al parque del barrio, donde había quedado con Vanesa. De camino a él, sonó precisamente en la radio mi amigo López, y un trozo de su canción hizo que me identificara con el momento que estaba viviendo. "Que se quedó en mi pecho lo que hiciste, que no debí bajar esa escalera, solo quiero volver a verte, y despejar las dudas que me quedan, no sé si te abracé lo suficiente o nos ganó la prisa traicionera…". Estaba muy nerviosa. No me gustaba la idea de ocultarle a Malú nada. Ella pensaba que seguía con Mari… No se me daba nada bien mentir, por lo que me pillaría seguro. En cuanto la vi se enganchó a mis brazos. No pude evitar apretarla contra mi pecho y besar su frente.
-Me alegro de verte. -confesé. Me achuchó.
-Perdóname. -repitió una y otra vez. -Te juro que no sé lo que hacía.
-Vale Vanesa… te creo.
-¿De verdad? -una lágrima recorrió su rostro. La limpié rápidamente y me aparté de ella. No sabía que iba a decirle ahora… estaba algo dudosa.
-Oye, ahora estoy con…
-Lo sé, lo sé. Y espero que te vaya todo muy bien. -completó mi frase, dejándome con la palabra en la boca. -No pretendo meterme, en serio. Pero me gustaría ser tu amiga.
-Vale. -reí.
-¿Por qué te ríes? -preguntó risueña. Hacía tiempo que no la veía sonreír.
-Porque va a ser muy raro.
-Empecemos de cero. -se dio la vuelta y caminó lejos. Me pregunté qué hacía. Levanté una ceja desconcertada. Volvió a paso lento mirando a los lados y con las manos escondidas en su espalda. -¡Hola! ¡Soy Vanesa! -me eché a reír. -¿Cómo te llamas?
-Marina. -dije entre risas.
-¿Eres de aquí? -siguió actuando mientras yo daba fuertes carcajadas.
-¿Es necesario todo esto? -pregunté.
-Jo, venga. -me rogó.
-No, soy de Huesca, pero vivo aquí. ¿Y tú?
-Oh, ¡yo también!
La invité a merendar en un lugar donde hacían churros con chocolate realmente buenos. Hizo cómo que no había estado allí jamás y eso provocó de nuevo las risas. Me dio por mirar el móvil y vi que tenía diez llamadas de Malú. Me asusté. Me levanté muy seria y salí del local.
-¿Se puede saber dónde estás? -preguntó al descolgar. Tragué saliva y titubeé un poco.
-Eh… esto… sigo con Mari.
-¿Y por qué no contestas? ¿No puedes parar un momento de hablar? -estaba bastante cabreada.
-No me he dado cuenta, cariño.
-¿Te vienes a cenar? Van a venir Vero y unos amigos.
-No sé… no pinto mucho, ¿no? -mi contestación provocó un bufido.
-Yo tampoco pintaba mucho en la fiesta de tus amigos y fui. Me he entregado a tu vida y me he esforzado por conocerte a ti y a lo que te rodea… Prueba a hacerlo tú también por mí, ¿no? -me quedé callada unos instantes. -Avísame con tiempo. -colgó bruscamente. Pronuncié su nombre pero no llegó a oírme. Volví al pequeño y acogedor bareto y me senté.
-¿Y esa cara? -Vanesa llevaba toda la boca llena de chocolate. Reí al verla.
-Límpiate anda. -cogió una servilleta y se quitó la enorme mancha que rodeaba su boca.
-¿Es por Malú?
-Quiere que vaya a cenar a su casa.
-¿Y qué problema hay, amiga? -reí al oír cómo hacía hincapié en eso de que solo había amistad entre nosotras. Lo que me gustaba, porque podía fiarme de que era eso lo que quería de mí y no otra cosa, como antes pretendía.
-Van a ir unos amigos y… no sé. Creo que me sentiría incómoda.
-Te conozco perfectamente.
-Mentirosa, me acabas de conocer.
-Calla. -hizo aspavientos con un churro en la mano. -Sé que no te gusta ser un estorbo.
-Se ha cabreado un poco… ella vino a la fiesta de fin de año con los míos. Sí es que tiene razón… yo no estoy entregándome mucho.
-¡Marina tío! -dio un puñetazo en la mesa. -No eh, así no. Ya te estás poniendo guapa y asistiendo a esa cena. -sonreí al oírla. Podía tenerla como amiga y ex a la vez. Podía confiar en ella. Di un salto de la silla y la abracé.

-Pagas tú. -grité desde la puerta. -¡Tengo una gran noche por delante! 

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