Añoraba muchísimo componer. Mi vida se había vuelto
estresante en estos últimos meses. Se resumía en ir a los estudios, pasar en él
la mitad del día y volver a casa reventada. Ni siquiera tenía tiempo para ver a
Malú. Ella seguía inmersa en sus proyectos y yo en los míos. Dentro de esta
rutina asfixiante, por fin vino un día algo diferente. Me tocaba componer con
Pablo López. Nunca había colaborado con alguien para escribir. Siempre lo hacía
sola, aislada. Lejos de toda persona. Sería una experiencia nueva.
Me invitó a su pequeño piso en pleno Madrid. Eran sobre las
cinco de la tarde cuando llegué. Tan simpático como el día en el que lo conocí,
me ofreció asiento en un sofá muy bajo y a la vez moderno. La casa era un
desorden, típico de artista. Me gustaba ese rollo.
-¿Quieres algo? -me preguntó de camino a la cocina.
-No, no te molestes. -dije modesta.
-Vale. -desapareció tras la puerta. Me quedé observando los
detalles del salón. Encontré un rincón maravilloso. Probablemente sería su
favorito. Había un piano y al lado un teclado. Tres guitarras colgadas en la
pared y un amplificador de un tamaño bastante grande. También había un
escritorio lleno de estuches, un portátil y una pila de papeles. Lo vi llegar
con dos cafés.
-Te dije que no quería nada. -reí.
-Sí, ya. -dijo poniéndome el café en mis manos. -la cafeína
es lo mejor para componer.
-Si tú lo dices, maestro. -dije dando un sorbo. Estaba
ardiendo. Disimulé el dolor que sentía en mi lengua. Picaba, dolía. Sentía que
se me iba a descolgar.
-Está caliente. -dijo bastante tarde. A buena hora me
avisaba. -Bueno, ¿qué tal va el disco?
-Muy bien, la verdad. Me he adaptado a esta… extraña vida
nueva.
-Es horrible al principio, pero luego te da muchas cosas
bonitas, créeme. -tomó un poco de su taza de los rolling stones y abrió los
ojos de golpe junto con la boca y sacó la lengua. -¡Joder, cómo quema! ¿Cómo
has bebido antes?
-No quema tanto… -dije con ironía y me eché a reír.
-"Como gotas de café, café ardiente…" -levantó la
cabeza bruscamente esperando que una última frase cayese del techo para
completar el verso. Acabo riéndose al no encontrarla. -Dejemos el café mejor.
Reí junto a él.
Pasamos la tarde componiendo. Él con su inseparable piano y
yo con mi segunda novia, mi guitarra. Fue algo divertido y didáctico, aprendí
muchísimo con el malagueño y también disfruté como una niña. Nunca había
probado a hacer lo que más me gustaba en compañía. Lo tomaba más bien como un
método de desconexión y de encuentro conmigo misma. Mis canciones eran para mí
como las hojas de un diario. Las escribía para desahogarme y relajarme. Reflejaba
en ellas mis sentimientos… Pero lo cierto era que aquello de componer en grupo
era enriquecedor. Dicen que dos mentes piensan mejor que una, y qué razón.
-No me puedo creer que ya la hayamos terminado. -dijo
sorprendido repasando la letra. -qué rapidez, colega -rió, dándome un puñetazo
en el hombro.
-Sí, además es preciosa. -opiné, releyendo los versos que
habían surgido.
-¿Tú también buscas una musa? -preguntó al encontrarse con
la estrofa, que precisamente hablaba de la búsqueda del amor. Fue una manera
sutil de averiguar si estaba con alguien.
-Ya la he encontrado. -dije sonrojada. Emitió un silbido de
obrero salido.
-Pues yo sigo en la cola del paro. -confesó entristecido.
-¿puedo saber quién es tu musa? -me quedé algo cortada. Evité su mirada,
desviándola a mi guitarra. Me aferré a ella. -Tranquila, no tienes por qué contármelo.
-Se levantó y metió la letra de la canción junto a un folio con la partitura en
la impresora. Se quedó con la copia y me dio a mí la original. Agradecí el
gesto con una sonrisa.
-Oye, ¿te apetece venir a cenar? -le invité. Me salió solo.
Me caía muy bien y me sentía genial con él a mi lado. Además, no me vendría mal
coger un poco más de confianza para sentirme más cómoda a la hora de grabar el
tema.
-Invitación aceptada, dame tres minutos. -corrió a su
cuarto, supuse que quería arreglarse un poco. Saqué el móvil y avisé a Li de
que esa noche tendríamos un invitado más. A Li nunca le había gustado demasiado
Pablo. Simplemente era un artista más en el mercado de la música. No había conseguido
atraer mucho su atención.
-Wiii… ¡Viene Malú! -contestó. No le respondí, dejé que
pensara lo que quisiera mientras reía a la espera de mi compañero.
-"Holi". -abrió la puerta tan sonriente como
siempre Li, sonrisa que se le borró de golpe al ver que no era mi chica la que
me acompañaba. -¿Pablo López? -preguntó insólita.
-Encantado, guapa. -le guiñó el ojo. Lidia arqueó una ceja
con su típico gesto de ¿en serio?, yo me reí por detrás. -¿Tú eres?
-Lidia, pero me llaman Li. -respondió. El compositor se
estiró para darle dos fuertes besos. -Au. -se quejó muy graciosa. Pablo entró
seguro de sí mismo, se sentó en el sofá y yo me quedé con mi amiga en la
cocina. -¿ha intentado ligar conmigo? -me eché a reír cogiendo vasos y
cubiertos. -No rías, esto es serio. Será chulo. -dijo con una voz de moni
insuperable.
-¿Os ayudo? -preguntó al vernos llegar con las manos llenas.
-A buena hora, guapo. -saltó ella. Me sorprendió el rifi
rafe que tenían sin ningún motivo aparente. El chico se quedó algo colorado.
-No te preocupes, está nerviosita perdida. -le dije mientras
Li iba a por los platos.
-¿Es tu chica? -me eché a reír sin parar.
-Veo que no. -dijo con unas carcajadas.
-Es mi compañera de piso y amiga de hace años, de las de
verdad.
-Es muy mona. -opinó. Le di la razón asintiendo con la
cabeza. Llegó y se sentó a mi lado a continuar con la batallita a la vez que
cenábamos.
-¿Qué tal la canción? -preguntó golpeando con el tenedor muy
rápido, con mala leche.
-¿Te ocurre algo? -le sujeté el brazo para que parara de
pinchar.
-No, nada. -se libró de mi mano. Le eché una mirada a López,
ninguno de los dos entendíamos nada.
-¡Eh, está lloviendo! -el cantante se levantó apresurado con
la comida aún en la boca, se puso frente a la ventana y se quedó allí
sonriendo. Li corrió hacia ella y ambos cruzaron una mirada.
-¿A ti también te gusta la lluvia? -la miró embobado el
cantante.
-Me gusta oírla caer. -dijo risueña, con aquella cara de
niña adorable. El rostro de Pablo se enrojeció y yo me quedé allí, plasmada
viendo como dos de mis grandes amigos disfrutaban del fenómeno meteorológico.
-¿Te apetece algo de postre? -se volvió de repente cariñosa
Li. Ella y sus cambios de humor. Ella y su bipolarismo.
-¿Tienes kiwi?
-¡Odio el kiwi! -exclamó muy fuerte, haciendo que Pablo se
tapara la oreja para evitar una sordera. -Se te queda la boca toda rasposa.
-Pero… están ricos. Y son verdes, el verde es bonito. Verde
esperanza.
-A mí me gusta el blanco. ¡El verde es muy feo! -Y así,
volvieron a discutir. Comenzaron de nuevo las peleas, Lidia le pegaba puñetazos
a todo lo que él contestaba. Yo me reía observando el tonteo entre ellos.
Hacían una buena pareja.
-¡No lo soporto! -pateó Lidia.
-Yo creo que hacéis buena pareja. -Sabía que eso le molestaría.
Se rió escandalosamente recogiendo los platos. Pablo se dio la vuelta y siguió
observando las gotas de lluvia derramar sobre el cristal.
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