martes, 11 de febrero de 2014

Capítulo 35. TE AMARÉ, TE ODIARÉ.

Añoraba muchísimo componer. Mi vida se había vuelto estresante en estos últimos meses. Se resumía en ir a los estudios, pasar en él la mitad del día y volver a casa reventada. Ni siquiera tenía tiempo para ver a Malú. Ella seguía inmersa en sus proyectos y yo en los míos. Dentro de esta rutina asfixiante, por fin vino un día algo diferente. Me tocaba componer con Pablo López. Nunca había colaborado con alguien para escribir. Siempre lo hacía sola, aislada. Lejos de toda persona. Sería una experiencia nueva.
Me invitó a su pequeño piso en pleno Madrid. Eran sobre las cinco de la tarde cuando llegué. Tan simpático como el día en el que lo conocí, me ofreció asiento en un sofá muy bajo y a la vez moderno. La casa era un desorden, típico de artista. Me gustaba ese rollo.
-¿Quieres algo? -me preguntó de camino a la cocina.
-No, no te molestes. -dije modesta.
-Vale. -desapareció tras la puerta. Me quedé observando los detalles del salón. Encontré un rincón maravilloso. Probablemente sería su favorito. Había un piano y al lado un teclado. Tres guitarras colgadas en la pared y un amplificador de un tamaño bastante grande. También había un escritorio lleno de estuches, un portátil y una pila de papeles. Lo vi llegar con dos cafés.
-Te dije que no quería nada. -reí.
-Sí, ya. -dijo poniéndome el café en mis manos. -la cafeína es lo mejor para componer.
-Si tú lo dices, maestro. -dije dando un sorbo. Estaba ardiendo. Disimulé el dolor que sentía en mi lengua. Picaba, dolía. Sentía que se me iba a descolgar.
-Está caliente. -dijo bastante tarde. A buena hora me avisaba. -Bueno, ¿qué tal va el disco?
-Muy bien, la verdad. Me he adaptado a esta… extraña vida nueva.
-Es horrible al principio, pero luego te da muchas cosas bonitas, créeme. -tomó un poco de su taza de los rolling stones y abrió los ojos de golpe junto con la boca y sacó la lengua. -¡Joder, cómo quema! ¿Cómo has bebido antes?
-No quema tanto… -dije con ironía y me eché a reír.
-"Como gotas de café, café ardiente…" -levantó la cabeza bruscamente esperando que una última frase cayese del techo para completar el verso. Acabo riéndose al no encontrarla. -Dejemos el café mejor. Reí junto a él.
Pasamos la tarde componiendo. Él con su inseparable piano y yo con mi segunda novia, mi guitarra. Fue algo divertido y didáctico, aprendí muchísimo con el malagueño y también disfruté como una niña. Nunca había probado a hacer lo que más me gustaba en compañía. Lo tomaba más bien como un método de desconexión y de encuentro conmigo misma. Mis canciones eran para mí como las hojas de un diario. Las escribía para desahogarme y relajarme. Reflejaba en ellas mis sentimientos… Pero lo cierto era que aquello de componer en grupo era enriquecedor. Dicen que dos mentes piensan mejor que una, y qué razón.
-No me puedo creer que ya la hayamos terminado. -dijo sorprendido repasando la letra. -qué rapidez, colega -rió, dándome un puñetazo en el hombro.
-Sí, además es preciosa. -opiné, releyendo los versos que habían surgido.
-¿Tú también buscas una musa? -preguntó al encontrarse con la estrofa, que precisamente hablaba de la búsqueda del amor. Fue una manera sutil de averiguar si estaba con alguien.
-Ya la he encontrado. -dije sonrojada. Emitió un silbido de obrero salido.
-Pues yo sigo en la cola del paro. -confesó entristecido. -¿puedo saber quién es tu musa? -me quedé algo cortada. Evité su mirada, desviándola a mi guitarra. Me aferré a ella. -Tranquila, no tienes por qué contármelo. -Se levantó y metió la letra de la canción junto a un folio con la partitura en la impresora. Se quedó con la copia y me dio a mí la original. Agradecí el gesto con una sonrisa.
-Oye, ¿te apetece venir a cenar? -le invité. Me salió solo. Me caía muy bien y me sentía genial con él a mi lado. Además, no me vendría mal coger un poco más de confianza para sentirme más cómoda a la hora de grabar el tema.
-Invitación aceptada, dame tres minutos. -corrió a su cuarto, supuse que quería arreglarse un poco. Saqué el móvil y avisé a Li de que esa noche tendríamos un invitado más. A Li nunca le había gustado demasiado Pablo. Simplemente era un artista más en el mercado de la música. No había conseguido atraer mucho su atención.
-Wiii… ¡Viene Malú! -contestó. No le respondí, dejé que pensara lo que quisiera mientras reía a la espera de mi compañero.

-"Holi". -abrió la puerta tan sonriente como siempre Li, sonrisa que se le borró de golpe al ver que no era mi chica la que me acompañaba. -¿Pablo López? -preguntó insólita.
-Encantado, guapa. -le guiñó el ojo. Lidia arqueó una ceja con su típico gesto de ¿en serio?, yo me reí por detrás. -¿Tú eres?
-Lidia, pero me llaman Li. -respondió. El compositor se estiró para darle dos fuertes besos. -Au. -se quejó muy graciosa. Pablo entró seguro de sí mismo, se sentó en el sofá y yo me quedé con mi amiga en la cocina. -¿ha intentado ligar conmigo? -me eché a reír cogiendo vasos y cubiertos. -No rías, esto es serio. Será chulo. -dijo con una voz de moni insuperable.
-¿Os ayudo? -preguntó al vernos llegar con las manos llenas.
-A buena hora, guapo. -saltó ella. Me sorprendió el rifi rafe que tenían sin ningún motivo aparente. El chico se quedó algo colorado.
-No te preocupes, está nerviosita perdida. -le dije mientras Li iba a por los platos.
-¿Es tu chica? -me eché a reír sin parar.
-Veo que no. -dijo con unas carcajadas.
-Es mi compañera de piso y amiga de hace años, de las de verdad.
-Es muy mona. -opinó. Le di la razón asintiendo con la cabeza. Llegó y se sentó a mi lado a continuar con la batallita a la vez que cenábamos.
-¿Qué tal la canción? -preguntó golpeando con el tenedor muy rápido, con mala leche.
-¿Te ocurre algo? -le sujeté el brazo para que parara de pinchar.
-No, nada. -se libró de mi mano. Le eché una mirada a López, ninguno de los dos entendíamos nada.
-¡Eh, está lloviendo! -el cantante se levantó apresurado con la comida aún en la boca, se puso frente a la ventana y se quedó allí sonriendo. Li corrió hacia ella y ambos cruzaron una mirada.
-¿A ti también te gusta la lluvia? -la miró embobado el cantante.
-Me gusta oírla caer. -dijo risueña, con aquella cara de niña adorable. El rostro de Pablo se enrojeció y yo me quedé allí, plasmada viendo como dos de mis grandes amigos disfrutaban del fenómeno meteorológico.
-¿Te apetece algo de postre? -se volvió de repente cariñosa Li. Ella y sus cambios de humor. Ella y su bipolarismo.
-¿Tienes kiwi?
-¡Odio el kiwi! -exclamó muy fuerte, haciendo que Pablo se tapara la oreja para evitar una sordera. -Se te queda la boca toda rasposa.
-Pero… están ricos. Y son verdes, el verde es bonito. Verde esperanza.
-A mí me gusta el blanco. ¡El verde es muy feo! -Y así, volvieron a discutir. Comenzaron de nuevo las peleas, Lidia le pegaba puñetazos a todo lo que él contestaba. Yo me reía observando el tonteo entre ellos. Hacían una buena  pareja.
-¡No lo soporto! -pateó Lidia.

-Yo creo que hacéis buena pareja. -Sabía que eso le molestaría. Se rió escandalosamente recogiendo los platos. Pablo se dio la vuelta y siguió observando las gotas de lluvia derramar sobre el cristal.


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