martes, 18 de febrero de 2014

Capítulo 38. APOSTÉ POR TI.

La desesperación estaba matándome. Llevaba un estrés acumulado que no era normal. Pedro y el resto del grupo buscábamos sin medida y a toda prisa un productor que aportara la cantidad suficiente para que mi disco pudiera ser acabado. Fuimos tocando miles de puertas, esperando que alguien aceptara nuestra oferta. Escuchaban las canciones, les tocábamos en directo incluso, pero nadie parecía interesado en mi talento. Empezaba a pensar que no era suficiente. Que no tenía ese don que creía. Que aquel mundo no era mi destino. Fui perdiendo las ganas y la ilusión que tenía puesta en aquel CD. Malú nos ofreció una lista con un montón de productores. íbamos tras su paso, como mendigos pidiendo un poco de limosna. Se hacían los sordos. "Ya te llamaremos" o un frío y rotundo "no nos interesa" eran las respuestas hasta ahora. Poco a poco, la lista se fue llenando de tachones. Cada raya que ocultaba un productor, era una oportunidad perdida.
-Te noto muy estresada. -me dijo Malú a través del teléfono.
-Lo estoy, no hay manera. -afirmé frustrada, mientras pinchaba con desgana los trozos de lechuga que tenía por cena.
-¿Por qué no pasas la noche conmigo? -la pregunta entonada con una voz muy dulce me conducía a un poco de relajación. No pude negarme. Necesitaba pasar tiempo con ella.
-Enseguida estoy ahí.
-¿Dónde vas tú? -preguntó Li, tan cotilla como siempre.
-Me voy a dormir con Malú. -dije recogiendo la vajilla y caminé hacia la cocina.
-A dormir… ya. -insinuó, levantando las cejas pervertidamente. -me giré de golpe para responderle donde más le dolía.
-¿Quieres que llame a Pablito y pasas la noche con él?
-¡Que no me gusta! -exclamó dando un zapatazo.
-Claro que sí. -reí, mientras ella murmuraba cosas en bajito y con los cachetes enrojecidos. -pareces una niña.
-Déjame. -se quejó, tirándose en el sofá. -Pues ahora recoges tú la mesa.
-Tía, que me tengo que ir.-protesté. Ella sonrió. -pues dejo todo sucio aquí. -fui a coger una muda de ropa y al volver vi que todo seguía tal como estaba. -¿No vas a limpiar esto?
-No.
-Pues tú verás, yo no duermo aquí.
-Pues vale. -dijo borde, sin apartar la vista de la televisión. Me acerqué para darle un beso y quitó la cara.
-Pablo está al llegar. -bromeé, de camino a la salida.
-¡OJALÁ TE BAJE LA REGLA, PUTA! -chilló enfadada. Sí que le había molestado…
-Li, relaja. -quedé estupefacta. No solía decir esas barbaridades.
-¡Vete ya! -gritó. Me fui entre risas tras la divertida escena. De camino al coche, me encontré a Vanesa. Hacía días que no la veía, la búsqueda desesperada de un productor me había desconectado del mundo.
-¡Estás perdida! -vino corriendo a abrazarme, pero quise mantener la distancia y le di un beso en la mejilla, evitando rozar su cuerpo. Le conté el por qué de mi ausencia. -Joder, qué mal. No hace falta que te diga que aquí me tienes, ¿verdad?
-Muchas gracias, Vane. -sonreí feliz al pensar que podía contar con su apoyo.
-¡MARINA! -exclamó su tía desde la otra acera. Cruzó sin mirar y haciendo aspavientos con las manos. Hacía meses que no nos veíamos. -Jodía, que guapa estás.
-¿Qué tal todo?
-Muy bien, ahí vamos. A ver si te pasas más por el bar, que ya ni te conozco.
-Para bares estoy yo… -dije con ironía. -tengo un marrón encima.
-La vida de famosa que es muy dura, ¿no? -reí al oírla. Me seguía encantando la espontaneidad con la que hablaba.
-Más de lo que crees.
-Oye, vente al Rincón Musical y te invitamos a algo.
-Eso, ¿has cenado? -intervino Vanesa, interesada en que fuera a su negocio.
-Sí, ya he cenado. Pero gracias, otro día. -me fui alejando mientras le decía adiós con la mano.
-¿Dónde vas? ¡Ven a tomarte algo! -me tiró del brazo Vane.
-No, en serio, otro día. Tengo planes. -me revolví, liberando la manga de mi chaqueta de sus manos.
-¡Qué siesa estás últimamente! -exclamó mi ex. Yo no volví la cara y subí al vehículo en busca de mi cita.

Malú no dudó en preguntarme el por qué de mi retraso. Yo me excuse diciendo que había ido a echar gasolina. No sé cuánto tiempo podría estar mintiéndole. Me dolía cada vez que tenía que poner una escusa. No decirle la verdad me reconcomía por dentro.
-Ven, quiero enseñarte algo. -me llevó del meñique, como solía hacer. Era muy mona cuando me agarraba así. Me llevó al tejado de su chalet. Desde allí se divisaban muchas luces a lo lejos, probablemente de la ciudad. Nos sentamos muy cerca, rozándonos. Se echó hacia atrás, quedando tumbada. Me empujó junto a ella. Desde allí podíamos ver las estrellas. Eran las más iluminadas que había visto nunca.
-¿Te he dicho alguna vez que me encanta mirar las estrellas? -preguntó en un susurro.

-No, no me lo habías dicho. -contesté con una leve sonrisa. -A mi también. Cuando vivía en Calanda me quedaba contemplándolas en la pequeña ventana circular de la buhardilla mientras oía tus CD´s en un pequeño walkman que gané en un concurso de yogurts. -rió al oír lo del sorteo. -Para una vez que gano algo. -resoplé.
 -Eh, no te quejes, has ganado la voz.
-Pero eso lo gané por ti.
-No… fuiste tú y tu música.
-No, fueron tus consejos y tu forma de levantarme. -argumenté sin dejar de sonreír. No podía dejar de hacerlo a su lado.
-¡ESTRELLA FUGAZ! -exclamó cerrando los ojos muy fuerte. -¿Has pedido un deseo?
-No me ha dado tiempo… -puse pucheritos.
-No te preocupes, ya lo he pedido yo por ti. -me eché a reír. -por nosotras. -me acerqué a darle un beso en los labios. Me aparté y me quedé a escasos milímetros de ella, mirándonos muy cerca, jugando con nuestras narices. Apoyé mi mano a su derecha, y dejé caer mi peso en mis rodilla para ponerme sobre ella. Me cogió la cara con sus manos, heladas por el frió del exterior, atrayéndola a la suya. Volvimos a besarnos dulcemente. Noté que tiritaba.
-Estás temblando, amor. -le dije.
-Lo sé. -Abrió las piernas para que mis rodillas dejaran de estar flexionadas y mi cuerpo recayera en ella.
-¡Ay! -exclamé al caer. Ella emitió una carcajada ronca que me mató.
-Así me das calorcito. -se arrecucó en mi cuerpo, rodeando mi espalda con sus brazos. Me recosté en su cuello, dándole pequeños besos a lo largo de él. Soltó una risilla. -Me haces cosquillas. -se revolvió.
Mi móvil comenzó a sonar y me incorporé a toda velocidad. Lo saqué de mi bolsillo trasero y vi que la llamada era de Pedro, el director musical.
-Tengo que contestar. -le dije, pidiéndole un minuto con la mano. Lo entendió y se quedó en el sitio mirando al universo con su rostro angelical. Yo bajé del tejado.
-¡No te lo vas a creer! -oírlo así me sorprendió. Él no se inmutaba casi nunca, así que algo gordo tenía que haber pasado. -¡TENEMOS EL DINERO! -la noticia me llenó de alegría y por otro lado, de tranquilidad. Por fin podía dejar atrás ese miedo a no llegar a conseguirlo. Cerré el puño y lo lancé hacia arriba dando un salto.
Hablé con él durante unos minutos con una felicidad inmensa. No paraba de moverme de un lado a otro.
Decía cosas y cosas y yo seguía en una nube. Había asimilado, quizás demasiado, que no iba a lograr sacar el disco a la venta. Por eso aquello fue más que una sorpresa, un regalo del destino. Cuando colgamos, me quedé unos instantes con una sonrisa enorme apuntando al suelo.  Oí unos pasos tras mi espalda.
-Hay disco… -dije aún sin creérmelo, guardando el teléfono.
-Lo sé. -contestó para mi sorpresa. Me quedé mirándola con los ojos achinados intentado comprender su mensaje.
-No… -murmullé. Ella sonrió ampliamente. -¿Tienes algo que ver?
-No… -dijo sin dejar de sonreír mirando a otro lado. Me enfadé, di un bufido y me di la vuelta. -Sí, he sido yo. ¿Pasa algo?
-Que no tenías por qué hacerlo.
-Siempre he querido producir un disco… Y qué mejor que el tuyo.
-Ya, pero quería encontrar a alguien que creyera en mi música… Ahora no sé si valgo para esto de verdad o no. Quería solucionar este problema yo sola…
-¿Sabes qué? Pensé que te haría ilusión… si quieres cancelo todo y punto. -se cabreó. Yo también estaba enfadada, pero ahora conmigo misma por haber sido de aquella forma con ella. Lo había hecho con toda la buena intención del mundo y yo en vez de agradecérselo reaccioné de una forma ilógica y estúpida. Después de un silencio incómodo y unas miradas de rencor, me acerqué a ella con los brazos abiertos. Sonrió levemente y apoyó su cabeza en mi hombro.
-Perdona cielo, he sido una auténtica gilipollas. -me disculpé, dándole un beso en la frente. Ella se quedó en silencio. La miré de reojo y vi que estaba con los ojos cerrados. Acaricié su cintura y despegó lentamente sus párpados a la vez que se acercaba a mi boca. No paramos de besarnos. Estaban pegados por completo. Una extraña fuerza me impedía separarme de ellos… y no solo eso, también aceleraba el ritmo de nuestros besos. Agarré su cintura con fuerza y saltó sobre mi cuerpo.
-¡SOY UN KOALA! -exclamó, desatando nuestro ataque de risa. Se escurrió, posando sus pies en el suelo. Se tambaleó y se agarró a mi cuello, tirando de él hacia abajo. Intentamos controlar nuestro equilibrio, dando pasos a los lados.
-¡Casi! -dije con alegría al volver a estar estables, con los pies en el suelo y nuestros cuerpos unidos.
-Oye, caerse mola.
-Claro que sí, cariño. -dije con ironía y terminando la frase con risa. Posó sus manos en mis hombros y me empujó. Fui andando hacia atrás, siguiendo el recorrido que sus empujones marcaban. Llegamos a su habitación y me dio un último empujón, esta vez más fuerte. Caí en la cama.
-¿Mola o no mola? -preguntó, poniendo sus manos en sus caderas.
-Mola, mola. -sonreí. -Pero mola más si caes tú también.
-No, mola más si vienes y me tumbas delicadamente como haces siempre. -me levanté de un salto y fui a por ella.
-Así sí. -sonrió, acomodándose en la almohada. Me tiré a su lado, inspirando para absorber todo su indescriptible olor. -¿Huelo bien? -asentí muy rápido y varias veces. -Ay, que mona. -dijo agarrando mis cachetes. Acarició mi pecho hasta llegar a la cintura. Metió su mano por debajo y subió por mi vientre, paseando sus dedos. Solté un pequeño suspiro, lo que provocó una sonrisa en su cara. -¿te gusta? -volví a asentir rápido y varias veces, y su risa volvió a surgir. -¿quieres que siga? -repetí la escena. -Deja de hacer eso o moriré de amor. -solo por decirlo, seguí con aquella estupidez de asentir como una niña pequeña. -Jo, Marina, que mona eres. -comenzó a darme besos seguidos en mi cachete, a la vez que se deshacía de mi ropa sutilmente.
-No es justo. Yo desnuda y tú tan tapada. -dije con voz de pito y cruzando mis brazos.
-Calla. -se levantó y se quitó la ropa frente a mí. Yo la miraba embobada, sin perder de vista la manera en la que se desprendía de cada prenda… -la baba, guapa. -bromeó. Yo me sonrojé, pero no me dio tiempo a decir nada porque sus labios callaron mis palabras. Entrelazamos nuestras manos y me dejé llevar por el baile de sus labios. Sus piernas jugaban con las mías, y nuestros cuerpos se rozaban una y otra vez. Nos movíamos al compás, sin dejar de mirarnos a los ojos. Fuimos una sola. Llegamos las dos al paraíso. Estábamos sudando, la una sobre la otra. Me acerqué a su oído y susurré cantando los versos del que sería mi primer single:
-Empezar siempre es difícil
Pero contigo fue sencillo y fácil
Bastaron unas horas
unos momentos
para que se produjera el encantamiento.
Giró la cabeza para mirarme. Me crucé con aquella mirada cargada de emoción.

-Me has matado… -confesó. 

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