Estaba completamente agotada, boca abajo en la mejor cuna
del descanso, su cama. Ella seguía trepando por mi espalda, llenándola de besos
y caricias. A mi aún me costaba respirar. Mis manos descansaban estiradas sobre
la almohada. Las suyas se deslizaron creando una acaricia a lo largo de mis
brazos hasta entrelazar sus dedos con los míos. Nos quedamos en silencio, solo
se oía el delicioso sonar de sus labios en mi piel. Cerré los ojos y sin ser
consciente me quedé sonriendo.
-Qué mona estás así. -dijo, besando mis mofletes,
probablemente colorados por el calor que sentía en ellos. Luego paró aquel
paseo de sus dedos por mi dorso para apoyar la cabeza justo en el inicio de mi
espalda. Al cabo de un rato, se levantó y se fue alejando mientras yo la miraba
atentamente sin moverme del sitio. No pasaron ni cinco minutos y ya la echaba
de menos. Fui en su busca. Me enrollé en uno de sus infinitos albornoces que
colgaban de una percha.
La encontré en el tejado con un cigarro en la mano y mirando
de nuevo las estrellas. Le gustaban más que a mí. Llegué sigilosa y la abracé
por detrás.
-¿Ya estás harta de estar solita? -me preguntó riendo y
girando su cara para verme.
-Sabes que odio la soledad. -contesté, perdiéndome también
en el universo. Le quité el cigarro de su mano y lo tiré. Ella me echó una
mirada de odio. -Fumar mata.
-Idiota. -me insultó, sacando otro de la bata que portaba.
-¡Eh! -impedí que lo encendiera, quitándoselo en un ágil
movimiento. -¿Tú me cuidas?, pues yo te cuido. No me he comido ni un solo bollo
en esta semana. He merendado fruta. -comenzó a reírse.
-Si estuviera aquí mi hermano diría que te acabas de comer
uno… -seguí sus risas. -A lo tonto a lo tonto te has salido con la tuya y no
estoy fumando.
-Siempre me salgo con la mía. -me hice la creída y se giró,
acercándose para besarme. La rechacé echándome atrás. -Apestas a tabaco…
-¡Anda que te den, niña! -exclamó, provocando mis risas. Era
tan preciosa cuando se enfadaba. Volvió dentro y se volvió a desnudar y
enredarse entre las sábanas blancas. La imité y me puse de lado frente a ella.
Pellizqué mi brazo con fuerza y emití un chillido de dolor. -¿Qué haces? -rió.
-Quiero comprobar si esto es real. Que estás aquí a mi lado
y que no estoy soñando. -sonrió plenamente y se dio un pellizco retorcido.
-Pues… yo tampoco estoy soñando, así que me temo que es tan
real como la vida misma.
-Pero es demasiado perfecto para ser verdad. -dije con voz
de niña pequeña. Sabía que la volvía loca. Se mordió el labio y me besó muy
fuerte. -¡Jo! -me quejé. Me miró sin entender nada. -No sabes a ti, sabes a
cigarro. -Se dejó caer en la cama y emitió un suspiro.
-Caprichosa…
Mientras desayunábamos en el comedor, Malú ojeaba el montón
de revistas que había sobre la mesa. Al parecer estaba subscrita en muchas de
ellas. En cuanto las terminaba, las tiraba con desgana a la otra punta de la
mesa. Pero ojeando una de las revistas, la tostada se le cayó de la boca e
hicieron que sus ojos se salieran de sus órbitas.
-¿Qué has visto, princesa? -le pregunté, impresionada por su
reacción. Me miró enfadada y levantándola y enseñándome la página que tanto le
había llamado la atención. A mí también se me cayó la tostada y manché mi
pantalón de mermelada. A la mierda todo. Por no contárselo antes se había
enterado por otros y eso era algo que odiaba.
-Puedo explicártelo… -solté la típica coletilla que suelta
todo chico infiel cuando lo pillan con otra. Sonaba a escusa. Malú tomó aire y
golpeó la revista sobre la mesa. Bajó su cabeza apoyando sus manos en su
frente. No quise hablar. No quería cagarla. Entendía su estado y me quedé
mirándola entristecida. Pasó las manos por su rostro varias veces. En la
revista había un título, que no era el causante de su enfado precisamente.
"EL LADO MÁS SOLIDARIO DE MARINA, LA GANADORA DE LA VOZ". Pero más
abajo había una foto en la que salíamos Li, Vanesa y yo junto a los niños
enfermos. -A ver, Malú.
-Cállate, cállate. -me ordenó haciendo un gesto con la mano y
sin mirarme. Me levanté y me acerqué a ella. Me agaché, poniéndome en cuclillas
y agarrándola por la cintura. -¿Por qué? -preguntó casi llorando.
-Cielo, escúchame. -dije nerviosa. Yo había estado en una
situación similar, o al menos ella creía estarlo ahora mismo porque por su
cabeza viajarían pensamientos erróneos.-No tengo nada con Vanesa, te lo puedo
jurar si quieres.
-No hace falta que me jures nada, si tú me lo dices, yo me
lo creo. Pero me duele saber que me hayas mentido. -me alegré de oír aquello, pero su rostro no decía lo mismo. Me sentía
mal…
-Vane me pidió disculpas de nuevo, pero aquella vez fue
mucho más sincera, te lo prometo. Vi un cambio en ella y reconoció todo el mal
que me había hecho. Tanto a mí como a ti. -la expresión de su cara no había
cambiado en absoluto. Se mostraba abierta a escucharme y no interrumpirme. -Solo
he quedado con ella una vez después de la charla que tuvimos y fue para esto.
-dije señalando la foto. -Bueno, y me la encontré anoche antes de venir… pero
ya está. Puedes preguntarle a Li. -hablaba muy rápido, casi me ahogaba con la
saliva.
-Tranquila. -percibió mis nervios y aquel miedo repentino
que me entró. Aportaba datos a toda velocidad para que creyera en mí. -Pero,
¿por qué me lo ocultaste?
-Pensé que no te gustaría…
-Hombre, no me hace mucha gracia… no me fio ni un pelo de
Vanesa. Pero bueno, si tú estás segura de que puede ser tu amiga, adelante. -no
parecía muy convencida mientras me decía aquello.
-No pienso volver a hablar con ella si te molesta, eso tenlo
por seguro.
-No te voy a prohibir eso. Es tu vida.
-Nuestra vida. -corregí. -Y no dejaré que estés incómoda.
Para mí lo eres todo… sé que llevamos muy poco y quizás me precipite en eso de
"nuestra vida", pero es lo que siento. Me tomo esto muy en serio.
-Créeme, yo también me lo tomo en serio. -dijo con la mano
en el corazón. -Te quiero, Marina. -soltó de repente, para mi sorpresa, con la
voz quebrada.
-Perdona, debería habértelo dicho antes. -agaché mi cabeza.
La agarró y la puso sobre sus piernas. Me masajeó el pelo. El sonido de mi
móvil interrumpió el placer.
-Madre mía, qué solicitada estás últimamente. -rió. Vi que
la llamada era de mi amigo y artista López.
-¡Tía, ábreme! -exclamó. Ni un saludo…
-Buenos días a ti también. -Malú se acercó a mi oreja para
oír lo que decía.
-Estoy en la puerta de tu casa llamando. Traigo el desayuno.
-mi chica y yo nos miramos sonrientes. Se había pillado de Li. -Pensé que sería
guay repasar la canción y tal…
-Ya… la canción. -Malú me pegó un codazo y me susurró: ¡Tía!
-Eso, que me abras.
-No estoy, pero Lidia tiene que estar ahí. -oí cómo tragaba
saliva al decirle aquello.
-Está muy pillado. -rió la cantante muy bajito. El móvil me
indicaba que tenía otra llamada entrante. Se lo dije a Pablo y me colgó
educadamente.
-¡TU AMIGO PABLO TE ESTÁ ESPERANDO EN LA PUERTA! -gritó.
Tuve que apartar el teléfono de mi oreja para no quedarme sorda. Malú se tuvo
que alejar del móvil porque no paraba de reírse.
-Pues ábrele, te lleva el desayuno. -noté un bufido por su
parte y tuve que tragarme las carcajadas.
-Vete a la mierda un rato. -me dijo, colgándome. Llamé a
Pablo ahora. Qué bien me lo estaba pasando. Y yo no era la única, ella limpiaba
las lágrimas que habían brotado por la risa.
-Está dentro, le he dicho que te abra.
-No hay indicios de que vaya a hacerlo. Voy a sentarme en la
puerta… y a esperar.
-Cómo un buen caballero.
-No quería decirlo pero… he tenido un flechazo con tu amiga.
Yo no suelo tener amores a primera vista, hasta la otra noche.
-Muy predecible, Pablo.
-Las mujeres lo detestáis todo. -soltó. -¿Dónde estás tú?
-miré a Malú, ella siempre ponía las escusas. Movió las manos como si ellas
fueran a inventar una mentira.
-Eh… en casa de otra amiga. -levanté la ceja. Qué mal se me
daba mentir.
-Ah. -no pareció darse cuenta de que le acababa de colar una
trola. -¡LI, ÁBREME BELLA FLOR, VENGO A ENTREGARTE MI CORAZÓN JUNTO A UNOS CRUASANES!
¡ÁBREME LAS PUERTAS DE TU VIDA! -Malú y yo no podíamos aguantar más y nos
echamos a reír mientras López gritaba sin control ésta y otras ñoñadas.
-Ya voy a abrirte, colega. Espera ahí. -me levanté de las
silla y fui a por mi ropa. Pablito necesitaba mi ayuda.
-Nos vemos pronto, productora. -le guiñé un ojo.
-Me gusta más que me llames de otra manera. -se acercó
lentamente a abrazarme.
-¿Princesa? -asintió con la cabeza sonriente y posó sus
labios en los míos.
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