Me había duchado tres veces en lo que llevaba de mañana. No
paraba de sudar. Estaba nerviosísima.
-¿QUIERES ESTARTE QUIETA? -me chilló Malú la tercera vez que
salí del baño. -Me estás poniendo de los nervios.
-¡No puedo! -exclamé. Vino riendo hasta mí y me abrazó,
impidiendo mis movimientos.
-Ahora ya no te puedes mover. -soltó una risa ganadora. El
corazón me iba a mil por hora. Nunca había tenido que enfrentarme a eso de
conocer a mis suegros. Lo más parecido a unos fueron Pedro y Natalia. Su móvil
comenzó a vibrar y me soltó para cogerlo. La miré, intentando captar lo que
decían.-Ah, ¿qué vais a llegar antes? -Me puse como una loca a dar vueltas sin
pestañear. Malú se reía mientras hablaba con sus padres. Fui corriendo a la
pared y comencé a darme cabezazos. -¿Se puede saber qué haces, loca? -reía al
colgar. Me apartó y me pidió que me relajase de una vez.
-Jo, que estoy muy nerviosa. Yo nunca he tenido suegros.
Bueno, sí los he tenido pero…
-Lo he entendido, no hace falta que te expliques.-sonrió. Me
dio un largo beso en los labios. -No te preocupes, saldrá bien. -dijo muy segura.
-Tú solo sé cómo lo eres conmigo.
-Vale, voy a la ducha.
-¿Otra vez? Niña, voy a tener que sacar tres discos más para
pagar la factura del agua. -reí.
-Es broma, pero voy a cambiarme de ropa. No me gusta
demasiado…
-¡Siéntate en el sofá y no te muevas! -me llevó a él y me tiró. Encendió la tele. Se sentó
también y se acomodó en mi hombro. -Pon lo que quieras. -me tendió el mando. Fue
a cogerme la mano y la apartó enseguida. -¡Está empapada!
-Me sudan las manos cuando estoy nerviosa, ¿vale? -ambas
reímos.
Sonó el timbre y antes de que yo reaccionara con alguna
estupidez, Malú se quedó mirándome.
-Respira, inspira, respira, inspira. -me indicó con las
manos. Me levanté y caminé detrás suya, escondiéndome tras ella. Con el corazón
a punto de salir disparado por la boca, vi a los tres en la puerta. Su hermano
también venía. Me miró sonriente y levantó las cejas. Reí. Sabía de qué iba esa
comida. Me abrazó con sus enormes brazos y casi me ahoga.
-Que te quiero yo, cuñi. -me susurró al oído. Reí y le di
una palmada en la espalda.
-Hombre, Marina, qué de tiempo. -me dijo Pepi. Su padre
nunca me había visto. Me miró serio, revisándome de la cabeza a los pies mientras
su mujer me daba dos besos. -¿Qué haces aquí? -La pregunta me sorprendió de
sopetón y no sabía que contestar. Malú se adelantó.
-Hacía tiempo que no nos veíamos y bueno, se ha pasado para
mostrarme las nuevas canciones del disco. Le he dicho que se quede a comer,
espero que no os importe. -José se rió y Malú pisoteó su pie.
-Claro, que se quede. -sonrió simpática su madre. Me acerqué
a darle dos besos a Pepe, que seguía analizándome.
-¿Qué tal el disco? -preguntó cortés y serio.
-Bueno, ahí vamos. -contesté. El disco en realidad estaba
más bien muerto… hasta que encontrase a un productor que lo sacara adelante.
Nos sentamos en la mesa. Las miradas entre mi chica, José y
yo no paraban de sucederse. Esperábamos el momento, ese momento, para soltarlo
todo.
-Y cuéntanos, ¿qué tal va tu nueva vida? -quiso saber Pepi,
que estaba muy preguntona.
-Bastante bien. Un poco estresante, eso sí.
-Al final te acostumbras, ¿verdad hija? -Malú asintió con la
cabeza. Sacó el pescado del horno y lo puso en el centro de la mesa. Lo repartió
mientras su madre hablaba sin parar. Mi suegro clavó la mirada en mí.
Seguramente se olía algo.
-Pescado. Qué metafórico. -rió José, que volvió a recibir un
zapatazo por parte de su hermana. Yo no pude evitar soltar una risa.
-¿Más patatas? -preguntó Malú a su padre, para evitar
cualquier pregunta acerca de aquel chistecito.
Continuó la conversación. Estaba intentando ser lo más agradable
posible. Estirando mi simpatía hasta los límites. Quería caerles bien a toda
costa. Estuve sonriente en todo momento. Ni paraba de hacerlo para comer. Cada
vez estaba más temblorosa porque sabía que a cada minuto que se consumía,
estaba más cerca del momento. Mis manos se convirtieron en grifos. Cuando
terminamos la comida, las escondí bajo la mesa. Noté una caricia suya en mi
pierna. La miré de reojo, vi que sonreía. Se me aceleró el pulso más de lo que
ya estaba. Llegó la hora.
-En realidad… -Malú se aclaró la voz. -Marina está aquí por
una razón. -Su padre entrelazó sus dedos y apoyó ambos codos en la mesa. Sonrió.
Parecía que lo sabía todo. Su madre se limpió con la servilleta y nos miró
extrañada.
-Voy a recoger estas cosas… -José quiso quitarse de en
medio. Se levantó de la silla sin hacer mucho ruido y cogió los vasos con
cuidado.
-Siéntate ahora mismo. -le ordenó su progenitora. -¿No ves
que va a contarnos algo?
-Pero si yo ya… -Un tercer pisotón calló al joven.
-Pues… -Pude notar lo nerviosa que estaba. Titubeaba. Apreté
su muslo por debajo de la mesa para que notara que yo estaba a su lado. Junto a
ella. Me miró sonriente agradeciendo el gesto. -Marina y yo estamos juntas.
-soltó de un tirón. Se quedó muy a gusto.
-Que ya lo sabía, digo. -ahora sí pudo recoger la mesa José.
No sabía qué hacer. Me sentía muy perdida. Su madre estaba con los ojos como
platos mirándonos. Iba de mí a ella, y de ella a mí sin cerrar la boca ni
parpadear. Sin embargo, su padre dio una palmada y se rió.
-¿No vais a decir nada…? -rompió el incómodo silencio la
cantante.
-No me gusta nada. -sus palabras cayeron como un jarro de
agua fría. Nos quedamos callados. Pude notar como mi piel se volvía pálida.
Malú me miró de reojo, muerta de miedo. De repente, su padre comenzó a dar
fuertes carcajadas. -La cara que se os ha quedado. -entendí entonces que era
una broma. Menuda la forma de tomarnos el pelo…
-Joder con los Lucía. -bufé, provocando sus carcajadas de
nuevo.
-Yo ya lo veía venir. -seguía Pepe con las risas. Yo no
sabía por qué se reía, pero le seguí el juego soltando algunas carcajadas. Pepi
le atizó en el brazo con la servilleta.
-¡¿Y tú por qué no dices nada?!
-Solo lo sospechaba. -se hizo el inocente.
-Pero ya lo podrías haber hablado conmigo, ¿no? -volvió a
atizarle.
-Hombre, es que
hablaba mucho y muy bien de Marina… -mientras los dos discutían entre ellos,
Malú se acercó a mí con los ojos brillantes y una sonrisa enorme. Venía directa
a mis labios.
-Te dije que todo iría bien. -me susurró en mi boca, y me
besó posteriormente.
-Si por un beso pones la vida, que importa tu sexo. -tarareó
su hermano limpiando la mesa.
-Pero vamos a ver, ¿desde cuándo? ¿cómo? ¿por qué lo sabe tu
hermano? -esta vez la frase era al revés. Tras la calma viene la tempestad.
Había pasado de estar en shock a no parar de hacer preguntas y agitaciones con
los brazos.
-Mamá, relájate. -le pidió mi chica. La agarré de la
cintura. Ahora me sentía mucho más cómoda. No me gustaba ocultar las cosas.
Hablar con ellos sabiendo quién era yo en realidad, me relajaba. Ya no tenía
tanta presión ni nervios.
-Vamos al sofá y me cuentas todo lo que no me has contado.
-dijo su madre casi en una orden. José seguía en la cocina después de recoger
la mesa él solo. Comenzamos a contarles nuestra historia desde los inicios, desde
que su sillón se giró hasta nuestros días. Cuando aún no habíamos llegado a la
mitad, apareció su hermano con una bandeja. Traía té y algunos dulces.
-Unos bollos de postre… -todos nos reímos, y Malú le tiró un
cojín. La bandeja se tambaleó dejando caer algunas gotas en la bandeja.
Me encanta la historia desde el principio desde el primer capitulo es geniall♡♡:)
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