domingo, 14 de septiembre de 2014

T2. Capítulo 21. ANTES QUE AMANTES AMIGOS.

La estancia en aquel hospital parecía infinita. Las horas se hacían muy largas. No veía el día en el que pudiésemos salir de allí. Los médicos, a pesar del buen estado de mi chica, decidieron dejarla unos días más. Seguían con miedo por el ya eliminado coágulo del cerebro. Nos preguntábamos cuanto tiempo iba a durarnos esto… Yo no me movía de allí. No quería dejarla sola.
-Por favor, sácame de aquí. -rogó, tirando de mi mano desesperada, algo bromista. Reí. -estoy muy harta, de verdad. La sopa está asquerosa. -la echó hacia un lado de la bandeja. Esos últimos días de Junio a penas comía. Odiaba la comida del hospital, como la mayoría de pacientes. -dame un poco de tu bocadillo. -me miró con esa mirada de gatito que solo ella sabía poner.
-Malú… -murmuré. -tu menú es ese… ¿y si no te sienta bien?
-Va, solo un bocadito… -no cambió esa cara angelical. No pude decirle no. Le acerqué el bocata y le dio un mordisco tan grande que casi me deja sin cena.
-Menos mal que solo era un bocadito. -reí, impresionada al ver la enorme huella que dejó en el pan. Ella carcajeó con la boca llena. -¿de verdad te cabe todo eso en la boca? -pregunté. No recibí respuesta, estaba demasiado ocupada masticando y saboreando.
-Otro. -pidió, tragando. Eché un vistazo al pasillo. No había nadie.
-Toma anda. -sus ojos se iluminaron, esbozando una enorme sonrisa. -de nada. -carcajeé, viendo cómo devoraba la que iba a ser mi cena. -cuando salgas de aquí nos iremos tú y yo por ahí. -arqueó las cejas, sin dejar de comer. -sí, al menos una semana. Un lugar tranquilito, sin fans ni prensa ni amigos ni familia. Tú y yo solas. ¿Qué te parece?
-Me parece una idea genial. -sonrió. -pero, ¿tú no estabas…? ¡El disco! ¡Marina, tu disco! -recordó. -¿Qué haces aquí? -me reí. -no, no. Te mato.
-Relájate, mujer. -le dije, acariciando su muslo, medio descubierto por la extraña bata que llevaba. Nunca entenderé la ropa de hospital.
-¿No has hecho promoción? Tenías una agenda impresionante, Marina. Joder. -se enfadó. Tal y como imaginé cuando pausé mi carrera.
-Solo les pedí tiempo. -expliqué. -cuando te recuperes, retomaré la agenda. No te preocupes. -froté su pierna. -está todo controlado.
-Eres idiota. -sonrió tímidamente. -qué de cosas has hecho por mí. -acarició la parte trasera de mi oreja. Me sobrecogí. -¿tienes cosquillas…? -maldición. Lo que había descubierto. Empezó a reír mientras seguía desplazando sus dedos por ahí. Moví mi cabeza hacia donde pedían mis reflejos.
-Para, para.
-Voy a parar, pero porque me tengo que terminar este pedazo de bocata. Es tortilla de mi madre, ¿a que sí? -asentí. -ninguna como la suya.
-Te doy toda la razón. -afirmé. Tenía un jugo especial. Un toque propio. -podríamos llevarla a "Masterchef".
-No le des la idea que te conozco. Como se le meta algo en la cabeza nadie se lo saca, te aviso.
-Pues como tú. -me llevé un cocotazo. -oye, es verdad. -solo conseguí otro, que dolió mucho más. -en el fondo echaba de menos tus palizas.
-Exagerada. Tampoco te doy tan fuerte. -negué moviendo mi rostro en horizontal rápidamente. -oye. -rió. -a ver si me van a denunciar por maltrato. -bromeó. -ven aquí, que te voy a maltratar pero a besos. -tiró el papel de plata al suelo y me abrazó el cuello, acercándome a la camilla.
-¡¡¡Ey, parejita!!! -gritó una voz desde la puerta.
-¡¡Lorena!! -me levanté en seguida a saludarla. Iba con el uniforme y una carpeta en la mano. Siempre era agradable encontrarte con amistades de siempre.
-¿Cómo estáis? -preguntó, frotando mi espalda. -acabo de volver de las vacaciones. Me dio mucho coraje cuando me enteré del accidente y de que estabais aquí. Me hubiera gustado mucho ayudaros. Hablo en plural porque sé cuanto sufren los familiares… -me miró apenada. -y conociéndote… -reí.
-No sé yo quién lo ha pasado peor. -bromeó Malú. En realidad no me hacía ninguna gracia, estaba claro que su golpe había dolido muchísimo más.
-¿Y cómo va tu primer día? -pregunté amablemente.
-Bastante tranquilo. -rió. -pero estoy de noche. Odio los turnos de noche. -dijo con voz grave. Quejándose. -por cierto, Vanesa está en la sala de espera. Creo que está aquí por vosotras. -mierda, aún no le había dicho nada a Malú. No sabía si era un buen momento. Y si iba a afectar a su rehabilitación. Me sudaban las manos. Mi nerviosismo se podía notar claramente. No sabía qué hacer.
-Cariño, ¿estás bien? -me preguntó al marcharse Lore. Acarició mi codo. Recé para que no llevara su mano a la mía.
-Tranquila. -dije, pero se me notó el doble.
-¿Qué ocurre? -no era tonta. Me conocía.
-Hay algo que… -en seguida entró Vane. Ni me dio tiempo a introducirle el tema.
-Buenas. -saludó, sonriente. -¿cómo estás? Siento las horas… el bar estaba muy lleno. -solo eran las once, pero Vanesa siempre fue muy atenta.
-No te preocupes. -Malú le ofreció la mano, ésta la acarició.
-Lo siento mucho. -dijo algo decaída. Desde el momento en el que entró pude notar tristeza en su mirada. Nunca supo ocultarlo. O quizá yo la conocía demasiado.
-¿A qué te refieres? -no tenía ni idea. Vane me miró asustada. Yo le negué con la cabeza, seguro que nos entendíamos.
-Nada, nada. -respiré aliviada. Pero no nos habíamos librado tan fácilmente. María Lucía nos miró extrañadas. Sabía que pasaba algo y se lo estábamos ocultando.
-¿QUÉ ES LO QUE PASA? -preguntó enfurecida. Odiaba que nos mintiéramos. Éramos muy sincera la una con la otra.
-No quería decírtelo hasta que estuvieses mejor, amor. No quiero que esto afecte a tu recuperación. -argumenté.
-Estoy bien, ahora decírmelo.
-Verás… -comenzó Vanesa, titubeando.  Le temblaba la voz más que nunca. Ella no dejaba de mirarnos a Vane y a mí continuamente, como si hubiésemos hecho algo malo. A saber qué estaba pensando. -Marina, díselo tú, por favor. Yo no puedo. -se giró, quedando de espaldas a nosotros. Se lo conté de la forma menos dolorosa posible. Intentando omitir detalles que pudieran afectarle demasiado. Malú se había encariñado demasiado con sus hijos, y con ella también. Aunque no tanto como con los pequeños. Úrsula ya era parte de nuestro círculo. Se quedó en silencio, con la cabeza apoyada en la cama de la que pocas veces se levantaba. Aún le costaba caminar.
-Flipo. -dijo al fin, agarrándome mi mano.
-Yo sí que flipo… -dijo Vane, lloriqueando. Mi chica la observó. No tardó nada en apretarle la mano. -la he dejado. -suspiramos. Me levanté de la silla para abrazarla por detrás. Besé su cabello. Su pelo olía a vainilla. Recordé que era el único champú que le gustaba.
-No tenías que haberlo hecho por nosotras… -dijo Malú, alzándole la barbilla. -se equivocó. Todos nos equivocamos. Yo una vez volqué sin querer el bote de guindillas y no había quién se comiera las gulas. Bueno, la tonta ésta. -dijo, señalándome. Me eché a reír. -decía "qué bueno", "qué bueno". Y en realidad tenía la lengua hinchada. -Vanesa rió con fuerza.
-Solo por hacerte la pelota. -dijo.
-No llevábamos ni un mes. Es lo que tocaba.
-También me podías haber dicho que habías volcado el bote, capulla. -intenté defenderme.
-¿Y lo bien que me lo estaba pasando? -rió. -es que eres tonta.
-Me encantáis tanto… -murmuró. -ojalá encuentre a esa persona. -miró hacia arriba.
-En el techo de este hospital desde luego no la vas a encontrar. -bromeé, haciéndola reír.
-¿Quieres saber qué opino yo? -preguntó Malú, que ante el "sí" de Vanesa, contestó. -creo que deberías darle un tiempo, y si ves que sigue detrás de ti, continuar con ella. Si la quieres… claro.
-No sé si puedo fiarme de ella después de ver cómo era cuando me conoció. -dijo cabizbaja.
-Tú eres la dueña de esa segunda oportunidad. -intervine, preocupada por ella. Antes de ser amantes, fuimos amigas. Y eso era lo que precisamente éramos ahora. Dos buenas amigas.
-Pero vosotras… -pensó en lo que nos hizo su hermana.
-Tranquila, si tú la perdonas, nosotras lo haremos. -prometió. Yo no estaba muy convencida, pero asentí. No quise poner las cosas más difíciles de lo que ya estaban. Ninguna de las dos sabíamos qué haría Vanesa. Cuál era su futuro, incierto por el momento. Tampoco sabíamos realmente si íbamos a saber entablar relación con Úrsula. Lo cierto era, que si me había contado la verdad, que si ella intentó frenar a su hermana, no tenía mucha culpa del asunto. Estaba hecha un lío. Vane también lo estaba. No deseé estar en su piel en esos momentos. Tenía una decisión difícil de tomar. Se marchó al bar para seguir con la rutina, y Malú y yo, con la nuestra.
-¿No te duele la espalda? -preguntó. El sillón se veía de lo más incómodo.
-Hombre, no es que esté muy a gusto. -reí.
-Vete a casa si quieres, mi amor. -me moría cuando decía eso. Acarició mi mejilla, para rematarme.
-Tranquila, estoy bien. -sonreí levemente. Se echó a un lado de la camilla. Dio palmadas en el lado vacío, invitándome a entrar.
-Vamos, ven. Antes lo hacías. -no podía creer que se acordara de tantas cosas… Me acomodé de lado, al igual que ella. Cabíamos mejor de este modo. -gracias por no dejarme sola… te quiero mucho.
-Te adoro. -le devolví el cariñoso gesto.
-Quiero que todo sea igual que antes… -dijo, con los ojos enterrados en lágrimas. Las limpié rápidamente. -echo de menos los escenarios. Mis seguidores. La banda. Mis amigos. Mi familia. Mis mascotas… Tú. -dejó caer. 
-Yo estoy aquí. -aparté el pelo de su cara. -y nunca me iré.
-Bueno, ya lo sé... -se escondió en mi pecho. -necesito volver a casa. -se aferró a mi costado.

2 comentarios:

  1. Capítulo pronto estoy enganchadisima q emocion

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  2. Me alegra muchísimo ver que sigues con tu racha de CAPITULAZOS, sobre todo después de lo que pasó con la otra novela y tal... no sé cómo irá ese tema, no he vuelto por twitter por temas de estudio, pero admiro tu entereza y tus ganas, de verdad! por cierto, yo quiero probar la tortilla de la Pepi!! jajaja espero el siguiente con ganaas

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