viernes, 12 de septiembre de 2014

T2. Capítulo 20. TE AMO POR ESO.

No era la primera vez que detenía el pulso de mi corazón. Era algo a lo que estaba acostumbrada. Siempre me sorprendía. Buscaba miles de formas para hacerlo. Esa especialidad era única en ella. Consiguió silenciarme. Parar por completo mi sistema circulatorio. Robarme todo el oxígeno que necesitaba para vivir. Quise asegurarme de que no era una ilusión mía. Que esa voz angelical, dulce y desgarradora a la vez, había sido real.
-Cariño… -susurré, casi no se oyó. -¿has…dicho algo? -vi como su sonrisa se esbozaba muy pacientemente. Un chorro de vitalidad se extendió como la pólvora por mi cuerpo. Ni si quiera podía llamar a los médicos. Sus ojos aún seguían cerrados, pero su boca indicaba que algunas partes de ella ya estaban activas. No quería separarme de ella. Apreté su mano. Noté como lentamente cerraba los dedos para agarrármela.
-Marina, ¿qué ha pasado? -de repente parecía asustada. -¿dónde estamos? -quiso incorporarse. Puse la mano en su pecho para que no lo hiciese.
-Tranquilízate. -le pedí. Acerqué mis ojos a los suyos. -te vas a poner bien. -dije casi en una promesa. Pareció calmarse un poco.
-Dime qué ha ocurrido… -mostraba inseguridad, nada natural en ella. Llamé a los médicos. No quería hacer algo de lo que luego me arrepintiese. Sonrieron al ver que Malú ya no era un simple cuerpo. Me apartaron de ella, pero mi chica me agarró el brazo con fuerza.
-No me iré a ningún sitio. -le dije. Estaré al otro lado de la puerta. -besé su mano y me marché tras los ruegos de los doctores. Me costó hacerlo. No quería separarme de ella. Me apoyé en la misma pared de la habitación. Me tocaba esperar con la mirada en el techo. Ni era de noche, ni era de día. Era esa hora entre el final del día y el principio de otro. Entre la oscuridad y la luz. Era justamente una metáfora de lo que vivíamos. El final del coma, y el inicio de la recuperación. Había estado empapándome de estudios sobre el coma en las horas muertas del día. Leí cosas tan horribles como mágicas. Y aún recuerdo una anécdota que encontré. Un hombre despertó cuando su mujer le informó de que su equipo favorito de fútbol había ganado la liga. Me quedé tan fascinada ante tal hecho que se me grabó en la mente.
-¡Ha despertado! -informé a sus padres, completamente dormidos tras el teléfono.
-¡AY DIOS! -oí de fondo a Pepi, tras el suspiro rompedor de Pepe.
-¡¡En seguida vamos!! ¡Ahora aviso a José y a tu madre! -colgaron. Estaban contentísimos. Yo sí que lo estaba. Tenía tantas ganas de volver a verla… y solo habían pasado cinco minutos desde la última vez. Sus padres llegaron corriendo por el pasillo, como si de una maratón se tratase. Abrieron los brazos para estrujarme. Y por supuesto que lo hicieron. Con vuelo incluido.
-¿CÓMO ESTÁ? -preguntó su madre alterada.
-Le están haciendo pruebas. -dije nerviosa. Aún no me había recuperado de aquel susto tan agradable.
-¿Te han dicho algo? ¿Sabes que…?
-Eh, eh. De una en una. -reí. -se han encerrado ahí y no han salido para nada.
-Vaya… -su madre intentaba mirar por la persiana. Pero sabía que era inútil, yo misma lo había hecho hacía unos minutos. Solo se veían espaldas verdes.
Después de dos o tres horas realizándole pruebas, preguntas  y demás, salieron de la habitación con una gran sonrisa.
-Estamos muy sorprendidos. -aquello nos llenó de alegría. -al principio no recordaba mucho, pero hemos ido contándole poco a poco lo que le ha pasado, y ella misma recordaba cosas. Aún quedan restos de medicamentos en su cuerpo, por eso no tiene muchos reflejos y le cuesta enfocar la vista y caminar. Se está recuperando muy rápido. Es una gran noticia. -le escuchábamos entusiasmados. Ya sabíamos lo fuerte que era. La garra que tenía. La capacidad de superación que había conseguido después de tantos años en el mundo. -ahora está durmiendo. Los primeros días lo hará durante muchas horas. Es por el coma inducido. Siente cansancio todo el tiempo.
-¿Algo más? -quiso saber el padre de Malú.
-Nada más. Mucha paciencia con ella, como ya dije. Esto no es cosa de dos días… -nos advirtió. -pronto estará en casa, eso sí. -sonrió. -y ahora, si me disculpáis… -se hizo camino entre nosotros, rompiendo la línea imaginaria que ocupábamos. José abrió la puerta despacio.
-Qué alegría ver que al menos se ha movido. -rió. -duerme de lado. -me puse tras él para bichear. Solo podíamos verle el pelo, pues descansaba hacia el lado contrario a nosotros. Pasé por debajo del brazo que aguantaba José en el marco y me colé dentro. -¡eh!
-Sigue siendo mi turno. -reí, sentándome en la silla y tomando su mano, como cada día. Mi cuñado sonrió y cerró la puerta en las narices de su madre. Oí un tortazo. Me dolió hasta a mí. Se me escapó una carcajada. La observé. No se había enterado. Menos mal. Seguía en la misma postura, descansando todo lo que se merecía.
Pasé horas embobada. Cada gesto que hacía significaba tanto… Después de verla inmóvil durante días, una simple carantoña me hacía estremecer. Un manotazo al aire. Un movimiento involuntario del pie. Hasta que por fin, parpadeó un par de veces. Me acerqué lentamente a su rostro. Tampoco quería asustarla.
-Buenos días, enfermita. -sonreí. Acarició mi mano con su pulgar. Su sonrisa me golpeó. Era tan perfecta… No la recordaba tan bien como pensaba. Me dio un vuelco el estómago. ¿Cómo podía alumbrarme tanto con un solo movimiento? Besé su mejilla.
-Mh. -soltó, haciéndome reír. -tu risa… -murmuró. La miré de golpe.
-¿Qué le pasa? -volví a hacerlo.
-Era de las pocas cosas que me gustaban oír cuando estaba…
-¿Me escuchabas? -al fin lo sabría. La de cosas que le conté con esa incertidumbre…
-Claro. -afirmó. -solo que no podía hablar para contestarte. Estaba demasiado sobada, ya sabes cómo me gusta dormir. -bromeó. Su maldito sentido del humor… lo echaba de menos. No paraba de besarle las manos. -te encanta babearme, eh. -reí. -eres peor que Danka.
-Te has pasado. -me puse seria. Rió débilmente. Con ganas pero sin fuerza. Carcajadas agudas. -hablando de la "perra" de Roma… está muy triste. -tras reír el chiste, torció el gesto.
-Tengo ganas de volver a casa. -confesó.
-Y yo de que vuelvas, amor. -le susurré.
-Oye, siento mucho el accidente. No tenía que haberme puesto así… -no dejé que siguiera, poniendo mi índice en sus labios.
-Ahora lo importante es que te recuperes. -recalqué. -además, si alguien tiene la culpa de ello, soy yo.
-No. Me niego. -empezaba a alterarse.
-Eh, quieta. Por favor. -le rogué. -vuelve a tumbarte. Tienes que reposar.
-Ah… -gimió de dolor. Se miró la muñeca. La había forzado para levantarse.
-¿Ves? -le cogí el brazo afectado. Miré la venda. La acaricié con cuidado. Apreté un poco. -¿duele?
-No, no. Solo ha sido el momento. Tranquila, mami. -bromeó. Se había despertado con ganas de tomarme el pelo… como siempre. Era mi Malú. Mi Malú de siempre. Esa que me hacía renacer, que me enamoraba con una simple mirada, que se escondía bajo las sábanas cada mañana, que me hacía callar con besos inesperados. Esa Malú que había cambiado por completo mi forma de ver la vida.
-¿Tienes hambre? Puedo pedirle al médico que…
-No, no. Déjate. -dijo. Raro en ella. -tengo de todo menos apetito. El hospital sabes tú que no me gusta mucho.
-Para no gustarte llevas varios días aquí.
-Ag, calla. -agarró mis mandíbulas, empujándome hacia el placentero filo de sus labios. Los besé despacio, dulcemente. Un cortocircuito alteró por completo mi cuerpo. No me esperaba aquella reacción. Ni en sueños habría imaginado aquel despertar suyo. Fue como si no hubiese ocurrido nada… Era una persona increíble. Se salía de los moldes de la palabra "humana". Era una mujer extraordinaria. Estaba tan enamorada de ella…Quererla era poco… La amaba sintiendo que las venas se estrechaban hasta desangrarme. La adoraba como si fuese la única mujer en el mundo. Era la única que realmente me hacía olvidar el mundo.-¿has olvidado cómo besar, tonta? ¡mueve esos labios! 

1 comentario:

  1. No se decrivir lo k siento no pares de escribir porfa es realmente preciosa me estoi enamorando de.........

    ResponderEliminar