Estuvimos el día entero en su chalet. Sus amigos más
próximos y familiares pasaron allí toda la tarde. A muchos ya les conocía, a
otros no. Vero, Malú y yo, habíamos organizado la fiesta. Hicimos comida para
3000 personas al menos. Éramos unas exageradas. Suerte que estaban sus perras
para comerse los restos.
-¡Enhorabuena! -Vanesa Martín se acercó a darme dos besos.
-me ha encantado el disco. Ya lo tengo. -sonrió.
-¡Gracias! ¿Qué te parece? -le pregunté, tendiéndole un vaso
con bebida. Lo agradeció con una sonrisa y tomó un sorbo.
-Alucinante… ya te lo he dicho. -rió. -sobre todo las
letras… son pura magia. ¿En qué te inspiras?
-Todo me inspira. -confesé. -podría escribir sobre cualquier
cosa. -asintió con la cabeza, entendiéndome.
-Me pasa igual. -la agradable conversación se extendió más
de lo que imaginaba. Se puso a contarme su vida… la verdad no me interesaba
mucho, pero yo la escuchaba con atención. Qué menos… No parecía tan habladora…
pero sí que lo era.
-¡Vane! -Malú la abrazó por detrás y le dio un beso en la
mejilla. En seguida, la malagueña se giró y se fundieron en un cálido y amistoso
achuchón.
-Felicidades, vida mía. -¿Cómo que vida mía? ¿Le ha dicho
vida mía? Perdona, pero Malú es mi vida, no la tuya. ¿Marina, por qué hablas
sola?
-Gracias, cariño. -le contestó. ¿Cariño? Ajá. Cariño. Me
metí un trozo de jamón entero en la boca y mastiqué velozmente. Me di una
vuelta por el salón. No pintaba nada allí.
-¿Qué tal, cuñi? -ya tardaba en aparecer el loco éste.
Estuve un rato con José. Charlábamos sobre música, un tema muy presente en ese
cumpleaños. Pero mis ojos apuntaban a Vanesa y Malú. Seguían hablando
animadamente. Muy sonrientes. -¿Qué miras?
-Tu hermana, que…
-Es preciosa, eh. -asentí riendo. -pero mírame a mí, que
estás hablando conmigo. -me cogió y me dio la vuelta, quedando de espaldas a
las dos cantantes. En el fondo me alegraba el no verlas. Me estaba cabreando.
No entendía muy bien mi reacción… yo no había sido celosa nunca… -me ha contado
que te la llevas a París, ¿no?
-Sí, le he regalado unos billetes por su cumple. -le
comenté.
Al rato, y después de saludar a los que ya conocía de antes,
Malú por fin vino a por mí.
-Hombre, hola. -dije algo seria. -ni te he visto hoy. Eran
las ocho de la tarde.
-¿Te ocurre algo? -observó que algo no iba bien. No me dio
tiempo a decir nada, llegó una persona cuyo rostro desconocía. No me sonaba de
nada. -¡Ainhoa! -ni el nombre me era familiar.
-Felicidades, prima. -ah… así que su prima. La chica era
bastante alta, rondaba mi edad. Tenía el pelo igualito que el de Malú. Sus ojos
eran negros intensos, y en sus mejillas había miles de pequitas pequeñas.
-¡Gracias! -contestó mi chica. La tal Ainhoa se me quedó
mirando.
-Tú eres… ¿Marina?
-Sí, encantada. -me acerqué a darle dos besos, pero Malú nos
interrumpió a mitad del camino.
-Es mi novia. -cada vez que hacía eso el corazón me daba un
vuelco. Mis ojos se iban directos a la persona para ver la reacción. Se
sorprendió, y luego se echó a reír.
-¡Pues nada, encantada prima! -dijo muy espontánea y, ahora
sí, nos dimos dos besos. Gente nueva se iba acercando… y así me presentaba a
todos. Los típicos segundos de frío se producían, para luego normalizar el
momento con un saludo. Le encantaba hacerlo. Le encantaba parar el mundo con
sus palabras. Yo, que sentía lo importante que era para ella, también me sentía
incómoda. Se me subían los colores. Siempre había sido algo tímida en los primeros
contactos con las personas, y esa manera de presentarme era escalofriante. Vamos,
que poco a poco, lo de que ella y yo éramos pareja empezó a ser el cotilleo del
cumpleaños.
Vero tiró de mi camiseta. Era la señal. Corrí junto a ella a
la cocina. Encendimos las velas entre risas. Nos iba a matar. Apagué la luz del
salón y se armó un escándalo horrible. Probablemente pensaron que se trataba de
un apagón.
-¡CALLARSUS! -gritó Vero, entonando el empezar del
"cumpleaños feliz". Con la luz de las velas, Malú pudo observar la
tarta de frutas que le habíamos hecho.
-No me lo creo. -interrumpió la canción la cumpleañera. -¡Yo
quería chocolate!
-Pero si tú siempre dices que es sano… -no me dejó
continuar.
-¡QUIERO CHOCOLATE! -exclamó con una rabieta de niña
pequeña. Oímos unas carcajadas por parte de los asistentes. Dejamos la tarta de
la broma en la mesa y volvimos a la cocina, ahora sí, con la de verdad. Era de
tres tipos de chocolate. Tres pisos, cada uno de un sabor. -Esta me gusta más.
-dijo sonriente. Volvimos a cantarle mientras ella miraba cada uno de sus amigos
y familiares, hasta posar la mirada en mí. Terminó la canción y le dijeron que
pidiera un deseo. Clavó la vista en mí con una sonrisa enorme y sopló las
velas. ¿Qué habría pedido?
Mientras disfrutaban del pastel, Malú y yo conseguimos un
poco de intimidad.
-Al fin solas. -me abrazó sin soltar el plato. -te quiero.
-me besó en la mejilla. Qué rápido se partió nuestro momento… apareció Vanesa
con la guitarra.
-¿Nos echamos unas canciones? -se dirigió directamente a nosotras.
Asentimos, soltando la merienda en la mesa y buscando mi instrumento. Me
pregunté si había hecho eso para interrumpirnos, o simplemente porque le
apetecía cantar. La duda se quedó en el aire.
-¡Dame un abrazo, coño! -mi suegro me chilló en el oído,
dejándome sorda. Él mismo me envolvió en su enorme cuerpo. -¡Qué bien me caes,
ostia! -iba algo ciego. No debimos repartir alcohol.
-¡Papá! ¿Qué te pasa? -rió José, cuyas mejillas estaban tan
sonrojadas como las de su padre. Los dos tocaban las palmas y cantaban
flamenquito ante mi mirada atónita. Por el rabillo del ojo vi a Pablo junto a
Li y Malú. No dudé en acercarme.
-¡Puta! -menudo saludo me daba mi amiga. Aún estaba enfadada
por lo de aquella noche. Yo me reí. Era aún más mona cabreada.
-¿Qué hay entre vosotros, pillines? -tocó Malú con su dedo
índice en el brazo de López varias veces. Éste se rió tímido mirando a Lidia.
-Hemos empezado a salir. -se arrancó el andaluz. A los dos
se les iluminó una sonrisa. Se fundieron en un beso.
-A ver si te afeitas, que me pinchas… -dijo Li con su
vocecilla cautivadora y acariciando la cara del muchacho.
-Me gusta llevar barba. -le contestó su novio.
-Pues a mí no. -mi chica y yo empezamos a reír a la vez.
Eran tan graciosos.
-Oye, ¿qué te traes tú con la Vane? -la pregunta de Pablo
cortó mi risa de golpe. El pulso se me paró por un momento.
-Nada. -respondió muy firme Malú, mirándome de reojo. Sabía
perfectamente que me había molestado.
-¿Por qué lo dices? -me interesé yo.
-No sé, las he visto antes muy juntitas. -comenzaba a
fastidiarme todo eso. Ahora la entendía cuando se enfadada cuando me veía con
Vanesa. Vaya tela con las Vanesas, siempre estorbando. Desde luego, mi hija no
llevaría ese nombre.
Me aparté de la conversación con la escusa de que iba al
baño. No me apetecía nada seguir con aquello. La cantante tiró de mi manga,
pero me resistí y le dije que luego hablaríamos… No estaba de humor.
A eso de las diez y media la gente comenzó a irse, hasta
quedarnos solas. Yo también iba a marcharme, pero ella me detuvo.
-Pasa la noche conmigo, es mi cumpleaños. -¿quién podía
decirle que no con esa voz?
-Está bien. -dije seria. En realidad no me apetecía nada
después de lo que había pasado. Esperaba una explicación. -¿me vas a decir que
pasa con la Martín? -no me daba la gana de pronunciarlo completo. Comenzaba a
cogerle asco al nombre.
-Es mi amiga… cómo si no lo supieras. -argumentó. Yo acepté
su respuesta. Si ella lo decía… -Joder, Marina, sabes que te quiero a ti… creo
que estoy demostrándolo. -sonreí al pensarlo. Tenía razón. Había hecho
incontables cosas por mí.
-Ven aquí. -sonrió aliviada y se fundió en mi pecho.
Acabamos la noche en el sofá. Ella tumbada con la espalda en mi pecho,
comiéndonos las sobras de la tarta.
-Mañana empezamos a correr. -mierda. No me iba a dejar ni
saborearla.
-Bueno… ya lo veremos. -reí. -ahora disfruta. -se llenó la
mano de nata y me la puso en la mejilla. Seguidamente, comenzó a reírse
locamente. Seguro que también había bebido. -Me has manchado entera… -me quejé.
-Pero si esto sale en las pelis románticas…
-Cariño, se coge un poquito de nata y se pone en la punta de
la nariz. ¡NO MEDIA TARTA EN LA CARA! -carcajeó de nuevo con mucha intensidad.
-Tú sabes que nosotras lo hacemos todo a lo grande. Tranqui,
que te lo limpio. -giró su cara y lamió la nata que había repartida por el lado
izquierdo de mi rostro.
-Qué bestia eres… -solté una risita, cortada por un beso
inesperado. Un beso de esos que te dejan muda. De esos que provocan un temblor
en tu interior. Que te desgarran el alma.
-¿Eres consciente de que en unos días hacemos tres meses…?
-Sí… cómo pasa el tiempo.
-Y cuántas cosas han cambiado… -momento melancólico.
Demasiado. En unos segundos lo interrumpiría, estaba segura. -Mi primo me ha
dicho que estoy más gorda. -lo sabía. Ya lo dije. Empezaba a conocerla como la
palma de mi mano.
-Hombre, un poquito sí. -adoraba picarla. Me miró asombrada
por la grosería que acababa de soltar. -pero es porque antes no te cabía tanta
felicidad en un cuerpito tan pequeñín.
-Sí, arréglalo.-se levantó de mi regazo. -¿sabes quién va a
ir contigo a París? Danka.
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