Sentada en aquella silla plateada, tan incómoda que dolía,
miraba al infinito esperándola. Sonreía como una estúpida bajo mis gafas aviadoras.
Pronto vino un camarero pelirrojo y muy chupado. Su delgadez era exagerada. Me
recordó al chef de la película "Ratatouille". Muy amablemente, y algo
nervioso, me preguntó si quería tomar algo. Le pedí que me trajera una
coca-cola, estaba sedienta. Miré el reloj nerviosa. Aún no era la hora. No debí
plantarme allí tan temprano, pero el pulso me temblaba desde las ocho de la
mañana. Malú me llamaba, contesté rápidamente, ni siquiera dio tiempo a que
sonara la melodía.
-¿Cómo va la cosa? -le pregunté. Tenía concierto en
Salamanca.
-No nos ha dado tiempo a mucho, después de comer hacemos
unas pruebas. -su voz me seguía conquistando. Jamás me acostumbraría a ella.
-¿Y tú?
-Todavía no ha llegado… -volví a mirar la hora
inconscientemente.
-Estará al caer. -fue decirlo y verla aparecer doblando la
esquina. Su pelo corto y castaño, del mismo color del mío, brillaba por los
reflejos del sol. Portaba una blusa
negra, al igual que sus vaqueros. Aún conservaba el luto. Se levantó las gafas
de sol para buscarme. Alzó una mano y la puso sobre sus ojos. La entendí
perfectamente, yo también lo hacía. Teníamos el mismo color claro y sabíamos el
dolor que causaba el brillo mañanero. Levanté el brazo y reaccionó al instante.
Nos dimos dos besos y volví a sentarme, esta vez con compañía. Se formó un
silencio extraño, frío, que se rompió por nuestras risas. Era todo muy raro.
-Mamá, ¿qué vas a querer? -le tendí la carta.
-Lo que tú pidas. -sonrió, le devolví el gesto. Al final
optamos por unos montaditos de toda la vida. Recordamos viejos tiempos, pues los solíamos tomar los viernes después
de clase.
-Cómo te he echado de menos. -suspiró, quebrando otro de los
incontables silencios que se producían. Agaché la cabeza a la misma vez que
ella. Las dos habíamos sido culpables de eso. -¿Malú no ha querido venir?
-Tiene concierto en otra ciudad.
-Vaya… el otro día no fue un buen encuentro. Me encantaría
conocerla.
-Cuando quieras. -nos sirvieron la comida y comenzamos a
devorarla rápidamente. Habían tardado mucho, y eso que era un plato fácil de
hacer.
-¡Hija! Cierra la boca. -echaba de menos que me regañase.
-espero que no comas así delante de tu novia.
-Bah, ella come igual. -reí, siguiéndome ella. Era una
sensación rara, como si nos acabáramos de conocer, cuando en realidad
compartíamos genes, me había creado y educado. Nunca debimos tomar caminos
separados.
-¿Qué pasó con Vanesa? -la pregunta hizo que me atragantase,
me dio unas palmadas en la espalda. Puse dos dedos paralelos en mi frente,
formando unos cuernos.
-¡No! -se tapó la boca. -Nunca me gustó esa chiquilla. -dijo
poniendo morritos. -Escucha, la madre… -imitó mi gesto anterior. -con el
fontanero. -se me escapó un trozo de pan de la boca y me eché a reír. Me lo
contaba en voz baja, como si alguien se fuese a enterar de aquello… Aún no se
había acostumbrado a Madrid. Aquí nadie se interesaría por oír nuestra
conversación, en el pueblo, todo era diferente. -de tal palo, tal astilla.
-Desde luego. -reí.
-Bueno, cuéntame. ¿Qué tal tu vida de superestrella?
-¡Pero mamá! -exclamé, alzando una mano. -qué exagerada eres.
-Lo serás. -en fin, amor de madre. ¿No?
-Es complicado. -le conté todo lo que había vivido. Desde el
programa, hasta la banda, la productora toca pelotas, el problema de la
producción y todo lo demás. Por supuesto, usando palabras fáciles… no tenía
mucha idea de música. Ni de música ni de nada en realidad, no había salido de
Calanda en su vida. Según me comentó, se perdió en el metro unas pocas de
veces.
-Mira que estás "escurría". -observó, dándome un
pellizco en la barriga que me hizo derramar algunas gotas del vaso. -deja que
te haga un buen potaje. -cosas de madre. Cosas de madre que parecían tonterías,
pero que cuando no estaban, se notaban. Y yo no me había dado cuenta de lo
importantes que eran esas bobadas hasta este día.
-¿Por qué no te quedas unos días más? -le pedí. Sinceramente
no sé por qué lo hice, ni que me llevó a soltarlo. Impulsos, supongo. Se
sorprendió.
-Pero… tengo el billete comprado.
-Podemos cancelarlo.
-¿Ah, sí? -preguntó. Yo me eché a reír. Demasiado metida en
el pueblucho. -pero, ya no tengo hotel. -en ese detalle no había caído. Tampoco
podía ofrecerle mi casa así porque sí, más que nada porque la compartía con Li.
-Ya solucionaremos eso, ¿vale? -acaricié su mejilla. Cuando
iba a quitar la mano, me la sujetó y le dio un beso.
-Ven a mis brazos, enana. -me rodeó con sus brazos y percibí
su olor. Al instante lo reconocí. Era el que le regalamos mi padre y yo en uno
de sus cumpleaños. Yo apenas tenía siete años… esa sí fue una buena época. El
único problema que tenía era que mis dibujos favoritos lo echaban a la hora del
colegio.
El abrazo fue interrumpido por un mensaje. Era un SMS.
¿Quién los usaba a estas alturas? Me dispuse a mirarlo. Mari. "Ven a la
discográfica, reunión". Crucé los dedos. Más obstáculos no, por favor. Mi
madre quiso acompañarme.
Llegamos y ella iba observando embobada todos los detalles
de la enorme oficina.
-Buenas. -les saludé. Habían llegado antes que yo. Estaban
colocados formando un círculo en la mesa. Los músicos, Pedro, Paula y Mari.
-¿Y esta señora? -preguntó de mala gana la productora.
-Es mi madre. ¿Puede quedarse?
-Es confidencial. -respondió la simpática, nótese la ironía.
La miré apenada.
-No te preocupes, te espero por aquí. -salió por la puerta.
Me acomodé en uno de los sillones y crucé miradas con los chicos de la banda.
-Como ya sabes, el miércoles sacas disco. -empezó, muy
sonriente, cosa que no solía hacer, Paula.
-Ajá. -asentí, al ver que no continuaba.
-Pues aquí. -dijo señalando un folio. -tienes un calendario
con tu… futuro. -eché un vistazo. Vi que resaltaban de rosa las firmas de discos,
con amarillo las actuaciones en salas y con azul los programas de radio y
televisión.
-Guau, son muchas cosas. -sonreí.
-Ha sido un duro trabajo, es incontable el número de
llamadas que he realizado. -se enorgulleció ella misma. Le di las gracias
educadamente.
Pasamos la tarde comentando las fechas, los lugares. En fin,
mi vida en los próximos meses. Lo pensé fríamente. Viviría en la carretera.
Cuando no era una firma, era un concierto, y cuando no era un concierto, era
una entrevista. Y esto solo acababa de empezar. Desde luego que se lo había
currado mucho… una promoción fascinante. Me frené un segundo. ¿Y si no le gusta
a la gente? El plan entero se caería. Sentí miedo. Dudas. Sería muy triste
estar cantando en una sala con pocas personas. O estar en una firma y no ver
nadie en la cola. Siempre tan negativa… Pero podía pasar. ¿Quién me aseguraba
que no?
-Va a ser una experiencia increíble. -confesó ilusionada
Mercedes, dando golpecitos en la mesa. Su ritmo se manifestaba aunque no
hubiese una batería delante.
-Hay que ensayar mucho. -sereno y correcto, una vez más,
Ricky. Yo asentí con la cabeza. Me faltarían horas en el día…
-Espero que seáis capaces de llegar al éxito, o, al menos,
rozarlo. -dijo Paula.
-Yo confío en ellos. Lo lograrán. -intervino Pedro, que
había permanecido callado durante toda la reunión. La tensión entre ellos era
fuerte. El ambiente era algo incómodo.
-¡¡Por cierto!! -dio un palmazo en la mesa Mari que nos dejó
descolocados a todos. -¡En dos semanas actuáis en el Palacio de los Deportes!
-¿lo decía en serio? La miraron boquiabiertos. Me acordé entonces de la
conversación en el Mc Donald´s. Ah, que iba en serio.
-E… e…explícate. -tartamudeó la productora.
-¡Anda! ¡Pero si una mánager ha conseguido algo mucho mejor
que tú! -añadió leña al fuego el director musical. Me preocupaba ese rifi-rafe
entre los dos. Ella le contestó con una mirada cargada de odio.
-Eso, que actuáis con Malú el 29 de Marzo. -otra vez las
bocas abiertas.
-¿Has dicho Malú? -preguntó nervioso el contador de chistes
oficial del grupo. Mari me guiñó un ojo y afirmó.
-Aquí la artista, que levanta pasiones entre los más
grandes. -eso iba con segundas, lo pude ver en su mirada.
-¡QUÉ PUTA PASADA! -exclamó en un grito Pepe Luí.
-No te emociones, nosotros no tocamos. Cantará Marina y ya
está. -dijo Merce. Eso no lo había pensado… me dio pena el pensar que no
saldrían conmigo. Pero al parecer, mi mánager tenía otro as bajo la manga.
-Me ha dicho que cantará con Marina "Te conozco desde
siempre" y que luego, mientras ella hace un cambio de look… -sonrió e hizo
una pausa para crear tensión. -os dejará tocar el single.-Eso era demasiado.
¿Mi canción, mis músicos, en su concierto? Qué lujazo. Jamás podía haberme
imaginado algo así. Sería una gran catapulta para el disco. Mientras ellos
estallaban de emoción, yo me quedé pensativa. Si no fuésemos nada… ¿haría eso?
Probablemente no… Quizás solo lo hacía porque era su novia. Que en realidad mi
música no era tan importante como para dejar que la mostrase en su
multitudinario espectáculo. -¿te ocurre algo? -mi representante interrumpió
aquel pequeño bajón.
-Nada.
-Te noto muy seria…
-Estoy pensando. -me dio un abrazo que me hizo daño. No era
cariñosa, era bruta como ella sola.
-¿Va todo bien con Malú?
-Genial. -sonreí. Me achuchó los mofletes.
-¡SOLTÁDME! ¡SOLTÁDME! -vi a mi madre aparecer por la
puerta, con los pies colgando. Dos enormes tíos la agarraban de los hombros.
-¡Dejarla! -les grité, levantándome de la silla.
-Se ha colado en la grabación de David Bisbal. -me informó
el gorila. Miré a mi madre con una tímida sonrisa. -dice ser tu madre.
-Lo es. Perdonad. -me disculpé. Se fueron y estallé en
risas. El resto seguía eufórico con lo del concierto. -Mamá, joder.
-Que tu sabes que el ricitos me pierde desde siempre.
-Menuda escusa.
Salimos de la discográfica, dada por terminada la reunión, y
conduje hasta el hotel en el que se alojaba mi progenitora. Allí nos despedimos
y me dirigí a mi casa. El reloj marcaba las diez menos diez. Conecté
apresuradamente el manos libres y llamé a la posible mujer de mi vida. Un
momento. ¿Y si fuera ella? Quizás.
-¡Suerte! -le deseé.
-Gracias cariño. Tengo que colgar...
-Espera. -le pedí. -Gracias…
-De nada, boba. -dijo, mezclando la frase con una risa. Entendió
perfectamente a lo que me refería.
-¿Por qué? -no era ni el lugar ni el momento, pero lo hice.
Hice la pregunta.
-Porque sí. Porque te quiero. -di por confirmada mi tesis.
Me quedé callada. Al cabo de unos segundos, al ver que ella iba a vocalizar, me
salió la frase de golpe y sola.
-Porque me quieres… ¿entonces no es por mi música?
-Te quiero a ti y a tu música.
-Sí… intenta arreglarlo.
-¿Marina? ¿en serio? -se produjo un silencio incómodo. Oí de
fondo a alguien diciéndole que se metiera prisa. -no sé qué te ha dado… espero
que se te pase pronto. -sin comentarios.
-¿Crees en lo que hago? ¿O es solo porque estás enamorada? -me
colgó. ¿Qué significaba eso? Tiré el móvil al asiento vacío del copiloto. Tal
vez era una gilipollez mía y estaba haciendo una bola. Desde luego que era una
idiota de los pies a la cabeza… Me sentí culpable. A saber cómo había salido al
concierto después de discutir conmigo… No podía sentirme más basura. Malditas
paranoias. Te eligió en La Voz. Se dio la vuelta sin haberme visto ni una sola
vez. Todo eso pasó sin conocerme. Definitivamente me había ganado a pulso el
premio a la imbécil del año.
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