domingo, 9 de marzo de 2014

Capítulo 49. TE VOY A OLVIDAR.

El camino se me hacía eterno. En uno de los semáforos me detuve a mirar que había en la bolsa que me había dado Mari antes de salir de la discográfica. Me pidió que no lo abriera hasta llegar a casa… pero la curiosidad me comía por dentro.
-¡OSTIA! -exclamé. Mi disco. Sonreí al verlo. Tantos años de esfuerzo. Entre la emoción de tenerlo en mis manos, de ver que lo había conseguido, de sentirme orgullosa… y el enfado con Malú, comencé a llorar. Era de lágrima fácil. El tráfico volví a fluir y yo arranqué entre lágrimas. Parecía una depresiva que huía buscando un lugar mejor. La portada no era la que habíamos escogido… maldito fotógrafo. La primera y la última vez que trabajaba con él, dicho queda. Salía yo sentada en la silla al contrario, abrazando el respaldo, con la cabeza tumbada en mis brazos y mirando a cámara con una pequeña sonrisa sin enseñar los dientes. En la esquina superior derecha se encontraba mi nombre, y debajo de éste, el título del disco, "Una entre cientos". Lo abrí con una mano, sin dejar de mirar la carretera. Eché un vistazo al interior. Tenía los mismo colores que la portada, azul cielo. El disco era de un añil oscuro, me encantaba esa combinación de tonos. Saqué el CD y lo introduje en el coche. Sonreí con el primer acorde de la primera canción.
Llegué a casa y me quedé en el coche, apoyada en el reposacabezas escuchando atentamente cada uno de los temas que iban sonando. Volví a llorar, esta vez de emoción. Porque sí, lo había conseguido. Había logrado mi sueño. No quería que acabase la última canción, pero no era infinita. Terminó. Terminó con el verso que escribí mientras Malú se duchaba en Sevilla en aquel hotel que tantos recuerdos recogía. Fue imposible no ponerme a pensar en esas pequeñas vacaciones que nos regalamos. Las mejores de mi vida, sin duda. El disco volvía a reproducirse mientras yo revivía en mi mente el momento en el que había escrito cada estrofa.
Me puse a mirar con detalle cada rincón que guardaba la carátula. Por una vez, leí hasta la letra pequeña. Después de oírlo la segunda vez, lo saqué del reproductor y lo metí de nuevo en su sitio.
Mientras me dirigía al piso, llamé a mi representante.
-Ya me podías haber avisado… se me han triplicado las pulsaciones. -rió exageradamente ante mis palabras. Me dolió el tímpano incluso.
-¿Qué te ha parecido? A mí me encanta.
-Estoy muy ilusionada. -me limpié las lagrimillas que aún corrían por mis mejillas. Eran casi las once y media y yo sin cenar. Me di la vuelta una vez que llegué al portal. Iría a comer por ahí, no me apetecía llegar a casa aún. Fui al Rincón Musical.
-Hombre, tú por aquí. -Vanesa se acercó a la mesa que había cogido. Sonreí asintiendo. -¿Qué desea tomar?
-Quiero un filete a la pimenta. -no me hizo falta leer la carta. Me la sabía de memoria.
-Ya lo intuía. -rió. -con coca-cola zero.
-Exacto. -era mi menú favorito.
Trajo la comida muy rápido, se notaba que tenía enchufe. No había mucha gente en el bar. Una pareja de ancianos dos mesas a la derecha y una chica junto a la ventana tomando un helado.
-¿Puedo? -señaló la silla que estaba frente a mí. Asentí con la boca llena. No me vendría mal algo de compañía. Miré el móvil, ni un solo mensaje suyo. Aún no habría terminado el concierto… -El miércoles… -sonrió.
-Saco disco, sí. Veo que estás muy atenta.
-Soy tu fan "number one". -reí al oír esa expresión. -yo lo quiero la primera. -metí la mano en la bolsa y lo saqué. -¡ALA! -me lo arrebató de las manos y se puso a cotillearlo mientras yo cenaba tranquilamente. Volví a encender la pantalla. Nada. -¿Esperas un mensaje?
-Más o menos. -no estaba por la labor de colaborar mucho.
-¿Ocurre algo? -insistía en que lo hablara con ella… pero yo no tenía ganas. Agaché la cabeza y continué con la comida. -Puedes desahogarte conmigo. -dijo, acariciando la mano que sostenía el tenedor. No le contesté y evité su mirada. Se produjo un largo silencio.
-¿Aún hacéis natillas? -pregunté.
-Claro, voy a por una con doble de canela. -sonreí. Cómo me conocía. Creo que era la que más sabía acerca de mí. Al fin y al cabo, habíamos compartido nuestra vida durante muchísimos años. -toda tuya. -esta vez no se sentó, fue a atender el resto de mesas, que ya se iban. Decidí entonces llamarla. Ni rastro.
-Estará con los vips… dale tiempo. -me dije a mí misma.
-¿Me echabas de menos? -me asustó Vane, que volvió a sentarse junto a mí.
-No me ha dado tiempo. -reí. -¿Qué tal tú? Solo hemos hablado de mí.
-Bueno, el bar va bastante bien. -dijo mirando alrededor. -no puedo quejarme.
-¿Y qué tal en el amor? -quise saber.
-Ni me hables. -reí ante su respuesta. Parecía que no iba muy bien. -no tengo tiempo para eso… apenas salgo. Pero no te preocupes, que ya he decidido que te voy a olvidar.
-Bueno, ya llegará. -la animé. Saqué la cartera y me dispuse a pagar.
-No, no. Invita la casa. -insistió.
-Que no, de verdad. -siempre me dio mucha vergüenza aceptar ese tipo de invitaciones. Me cerró la cartera ella misma. -la última vez que vengo. -la amenacé.
-Pues peor para ti, tú te quedas sin tu filetito.
-Joder. -solté. Reímos a la vez. Estuvimos en el bar un largo rato… se me fue por completo la hora. Las dos menos veinte.
-Pásate más a menudo, apenas nos vemos. -me pidió, ya en la puerta y a punto de marcharme. Yo me excusé con eso de que tenía mucho trabajo, y me dirigí al piso. De camino, volví a intentar contactar con ella. Al fin, descolgó.
-¿Qué tal ha ido? -me adelanté.
-Bastante bien. -sonaba algo cansada. -¿y tú? ¿qué ha pasado con tu madre? -las dos queríamos otros temas de conversación y no hablar de lo que había ocurrido en la llamada anterior… pero tarde o temprano tenía que salir.
-Bueno… se coló en la grabación de "Bisbi"… -oí sus carcajadas de fondo. Le conté por encima lo que habíamos hecho en la tarde y ella me comentó las anécdotas de su concierto.
-En un cuarto de hora estoy en tu casa. -tuve que parpadear dos otros veces. No me lo creía.
-¿Cómo?
-Eso. No me apetece una noche de hotel teniéndote a dos horas y pico. -sonreí como una estúpida y no tuve palabras para contestarle. No sé de dónde sacaba la fuerza para comerse tantos kilómetros en un mismo día.
-Aquí te espero.
Entré en el piso, hogar dulce hogar. Todo estaba oscuro, Li se había acostado ya, al parecer. Caminé despacio, sin hacer mucho ruido, cuando entonces, escuché la risa de mi compañera de piso. Oí que murmuraba. Puse la oreja en la puerta. ¿Qué hacía hablando sola? ¿Se había vuelto loca del todo? ¿O era yo que escuchaba voces? No, efectivamente, era su voz. Aparté la cara y la abrí. Nada más hacerlo, me arrepentí. Cerré de golpe. Mierda. Me moría de vergüenza. Estaba tumbada sobre López, los dos desnudos, cubiertos por una fina sábana casi trasparente. La duda que tenía era si me habían visto o no. Puede que sí, o puede que no. Corrí a mi cuarto de puntillas y me quedé mirando el pasillo, esperando a ver si se abría su puerta. Todo apuntaba a que no se habían dado cuenta. Pues menos mal. A ver quién me había mandado a mí a asomarme.  
Pronto me llegó un mensaje de Malú. "Abre". Fui corriendo a recibirla. La abracé. Estaba preciosa incluso con cara de cansada.
-Estoy muerta. -dijo, sin separarse de mis brazos. Le pedí que no hablara muy alto. -¿Está Li dormida? -susurró.
-No… -reí flojito. -está con Pablo. -soltó una carcajada, tuve que tapar su boca con mi mano.

-¡MARINA! ¿ERES TÚ? -la oí desde su cuarto.
-¡SÍ! -exclamé mientras seguía evitando que las risas de mi chica salieran de su boca.
-Ala… ¡qué fuerte!. -dijo tras haberse hartado de reír. Me senté en el sofá y ella se echó sobre mi hombro. La abracé por la cintura y con la otra mano acaricié su pelo.
-Tengo una cosa para ti. -rompí el placentero silencio. -quiero que seas la primera en tenerlo.
-¡Tu disco! -acertó de pleno. Me levanté a buscarlo en la mochila… pero no estaba.
-Joder… ¿dónde lo he dejado? -me puse a pensar. -soy un desastre.
-Mi desastre. -dijo Malú. Corrí hacia ella y le di un beso. -piensa  qué has hecho esta tarde… -¡EL BAR!
-Me lo he dejado en el Rincón Musical.
-¿Qué? ¿Has estado allí…? -no le hizo mucha gracia mi plan nocturno.
-Sí, he ido a cenar.
-¿Has estado con Vanesa? -se puso seria. Me senté de nuevo junto a ella.
-Sí. -afirmé. Ella giró la cabeza y se cruzó de brazos. No debí haber dicho nada. Dos enfados en un día, y eso que apenas nos habíamos visto.
-Te enfadas conmigo y pasas la noche con ella…
-Cariño, he ido a cenar. -me expliqué.
-Mira, no tengo ganas de discutir. Me voy. -se levantó. Yo la agarré del brazo y la devolví al sofá. -suéltame.

-No te vayas… por favor. -le rogué. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario