sábado, 1 de marzo de 2014

Capítulo 44. CUANDO DIGO TU NOMBRE.

Al despegar los párpados vi a Malú de pie hablando por teléfono.
-Supongo que se acordará. -la oí decir. Froté mis ojos, veía algo borroso aún. "Supongo que se acordará". ¿Qué significaba eso? -Oh, buenos días cariño. -se percató de que me había despertado. Se sentó a mi lado y siguió hablando por el móvil. Un momento, ese era mi móvil. Hice un gesto de confusión. -Sí, es el tuyo. -susurró tapando el micrófono. -Es Mari, te recuerda que hoy presentas el disco en la radio. -¡MIERDA! ¡MIERDA! "Supongo que se acordará". Claro, perfectamente. ¿Cómo podía ser tan estúpida? Probablemente este día sería inmemorable, uno de los mejores de toda mi vida, y yo sin acordarme. -Pues no, no se acordaba. -rió Malú al ver mi cara de sorpresa. Me eché de nuevo en la cama, esta vez boca abajo y empecé a darme golpes contra la almohada. Noté el teléfono en mi oreja.
-¡Paso a recogerte en dos horas! ¡Ponte guapa! -de inmediato colgó. Estaba muy animada, como debía ser. Y yo allí, en la cama de Malú con toda la flojera del mundo y habiendo olvidado el primer día del resto de mi vida.
-Vamos, que no llegas. -me dio un pequeño empujón. Ni me moví. Giré la cabeza y vi en su despertador que eran solo las ocho. -Te hago el desayuno mientras te vistes, ¿vale? -me besó en la mejilla y corrió hasta salir por la puerta. Admiraba su energía. Cogí la ropa que llevaba la noche anterior, al verla me acordé de lo que pasó en el bar… Era una camiseta lisa y un vaquero despintado. Me lo puse rápidamente y bajé a llenarme de fuerza.
-¡Desayuno especial para un día especial! -exclamó con una enorme sonrisa. Sobre la mesa había un montón de comida. Un zumo de naranja, un café, tostadas, muchos tipos de galletas y una gran variedad de mermeladas. Me quedé sorprendida porque no habían pasado ni diez minutos desde que bajó.
-Eres la mejor del mundo. -dije, abrazándola. -Gracias.
-No hay tiempo para darlas, venga. -me sentó en la silla y se subió sobre mis piernas. Cogió mermelada de fresa y la untó en un trozo de pan. Se giró sobre mí y abrazó mi cuello. Con el otro brazo llevó la comida a mi boca. -abre. -me sentía como una niña pequeña, pero me dio igual.
-¿Tú no comes? -pregunté, interrumpiendo el divertido momento. Cogí una galleta y la puse sobre la lengua. Volcó la cabeza hacia atrás y se la tragó casi sin masticar. -Bestia.
-¿Y tú la bella? -le reí el chiste, pero no podía ser más malo. Iba a darme otro bocado más pero me eché hacia atrás.
-No quiero más. -le dije, agarrando una servilleta para limpiarme. No era muy buena con la puntería y tenía la cara llena de mermelada. Podía notar trozos enteros en las mejillas.
-Sí que quieres. -me revolví e impedí con los brazos que me metiera otro trozo. La tostada se cayó en mi camiseta, manchándola de un tono rosa fuerte. Para colmo, mi prenda era blanca…
-¡JODER! -exclamé. Malú se levantó corriendo y limpió la mancha con una servilleta. -Ni lo intentes. -dije algo enfadada. -no vas a conseguir quitarla, y ya no llego a mi casa para coger una muda. -mencioné mirando el reloj que llevaba en la muñeca siempre, un viceroy con la correa morada y de agujas. Tenía una extraña manía, necesitaba un reloj siempre en mi muñeca.
-Anda, vamos arriba que te dejo algo. -la acompañé al vestidor que tenía y me dejó que escogiera la que quisiera. -pero porque eres tú, eh. -levantó su dedo índice.
-¿Qué tienes hoy? -le pregunté mientras me la ponía.
-Nada… relax. -sonrió, rascándose la cabeza nerviosa. Me pareció sospechoso. ¿Estaba mintiendo? La miré frunciendo el ceño. -Ahí está Mari. -oímos el claxon de su coche. No paraba, una y otra vez. Ahora lo dejó pulsado un largo rato, comenzaba a ser molesto. -¡YA VA! -chilló Malú acercándose a la ventana. Al fin cesó el ruido. -Nos vemos en un rato. -me besó en el porche.
-¿En un rato? -me sonó extraño.
-Sí… esta tarde. Te quiero bella -sonrió plenamente.
-Adiós, bestia. -reí.
Entré en aquel mini al que empezaba a acostumbrarme. Nada más entrar, ya me estaba chillando. -¿¡COMO NO TE ACORDASTE DE ESTO!? -arrancó.
-Si yo te contara… -bufé, quitándome el chaquetón. -líos con mi madre.
-¿Tu madre? Pero si… -interrumpí su frase contándole lo que pasó. Sus reacciones siempre fueron muy expresivas, esta ocasión no iba a ser menos. Y menos con esta historia, que no podía ser más complicada. Estuvimos un rato calladas después de hablarlo.
-Uy, que camiseta más mona. -observó, cosa que no solía hacer.
-Me la ha dejado mi chica. -tomó un sorbo de agua mientras le explicaba lo del manchurrón.
-Vaya cara de "empaná enamorá" me traes. -se bebió la botella entera, y el poquillo que quedó en el culo de ésta me lo lanzó a la cara. Giré mi rostro y me quedé seria mirándola. -No tiene gracia. -articulé palabra por palabra. -Ninguna gracia. -ella se descojonaba dando tortazos al volante. Me sequé las gotas y dejé soltar una pequeña risa. Sus carcajadas eran muy contagiosas.
Antes de cruzar la puerta del estudio se me ocurrió una idea. Me di la vuelta y saqué el smartphone del bolsillo del pantalón y busqué en contactos a mi madre. Le mandé un mensaje, puesto que dudaba mucho que supiera usar internet. Y mucho más, que lo tuviera contratado. Le pedí que pusiera la cadena de radio en la que me encontraba. Sonreí mientras lo escribía.
-Aún faltan cinco minutos. -me indicó mi mánager. Yo sonreí, me daba tiempo de poner un tweet. Avisé a todos mis seguidores de la radio en la que me encontraba y lo que pasaría en unos instantes, aunque ya lo supieran. Lo había anunciado en cuanto me dijeron la fecha… seguro que muchos se acordaban y yo no. Pronto se empezó a petar el móvil, así que lo volví a guardar. No quería ponerme más nerviosa de lo que ya estaba. Comencé a dar vueltas por el pasillo. -¡Estate quieta! -exclamó. Ella también estaba emocionada.
-Vale, vale. -me retuve abrazando mi cuerpo. Flexioné un poco las rodillas, mi profesora de lengua nos dio este truco para que nos mantuviéramos quietos en las exposiciones. Parecía una tontería, pero funcionaba.
La puerta se abrió y me senté en la mesa junto a dos entrevistadores que conocía por fotos, y de haberlos oído alguna vez. 

Me coloqué esos enormes cascos y me acerqué al, también enorme, micrófono.
-¡Bienvenida Marina! -saludó nada más conectar. Supuse entonces que estábamos en directo.
-Muchas gracias, ¿qué tal? -sabía perfectamente que estaba en la radio y nadie me estaba viendo, aún así, sonreía como una niña con un juguete nuevo. Una agradable vibración corrió por mis venas. Me presentó a los oyentes como "la ganadora de La Voz", "una excelente letrista" y demás adjetivos y comentarios que me llegaron al alma. La entrevista continuó divertida, con bromas y anécdotas de la grabación entre canción y canción. También de seriedad y profesionalidad, contando el tema de las canciones y dónde y cómo me inspiré. Además de los problemas que hubo respecto a producción.
-Antes de oír la última canción que pone el punto final a tu estupendo disco, tenemos una sorpresa para ti. -me dejó algo desorbitada. No tenía conocimiento de eso… miré a Mari, ella sonrió, estaba en una esquina del estudio escuchando atentamente cada cosa que hablábamos. Parecía saberlo. Claro, que si me hubiese avisado, ya no sería una sorpresa. -tenemos una llamada de alguien muy especial para ti. -arqueé las cejas. No me dio tiempo a pensar quién era cuando oí su angelical voz.
-¡Hola Marina! -se me hacía raro oír mi nombre salir de su boca… me había acostumbrado demasiado a que me apelase con pronombres cariñosos. El caso es que volver a escucharla decir mi nombre me dio un escalofrío. Una sonrisa se me dibujó y los colores se me subieron a los mofletes.
-¡Malú! -exclamé, como si hubiesen pasado días desde que no la veía. -¡Cuánto tiempo! -mentí. Soltó una risa nerviosa.
-Bueno, cuéntanos, ¿qué tiene Marina que te enamoró? -su pregunta, y sobre todo ese "enamoró", hizo que se me escaparan algunas risas. Imaginé que ella se las tragó, al igual que Mari, que se tapaba la boca.
-Lo que más me llamó la atención fue su manera de cantar en las audiciones a ciegas. Tardé un rato en girarme, yo creo, porque me quedé tan  concentrada escuchándola, que se me olvidó pulsar el botón. Tiene unos giros únicos y preciosos. Pero ahora que la conozco más, lo que más destaco de ella es su forma de escribir.
-La verdad es que tiene unas letras impactantes. -opinó el otro chico, que apenas comentaba.
-Muchas gracias. -intervine algo cortada.
-Como hemos sabido hace un rato, tú formas parte de la producción de su disco, ¿no es así? -preguntó.
-Sí, así es. Me enteré de los problemillas que hubo con el presupuesto y no dudé un segundo en sumarme a ese proyecto. Siempre he tenido ganas de estrenarme como productora y cuando Marina me lo contó me lancé a la piscina.
-Subvencionar un disco es una decisión arriesgada. Puedes perder o puedes ganar…
-Lo sé, es algo con lo que me he tenido que enfrentarme yo misma durante tantos años desde el otro lado, pero yo creo en Marina y creo en su música. He tenido la suerte de escuchar muchas de sus canciones a tan solo metros de mí y puedo asegurar que solo con tararearlas bajito hace magia. -estaba que reventaba de vergüenza y orgullo a la vez. Nunca me había sentido así. Respondió a algunas cuestiones más sobre mi disco, sobre mí. y sobre sus proyectos. Aprovechó para anunciar las fechas de sus próximos conciertos y caí en la cuenta de que la vería poquísimo con la agenda que le esperaba. Pero ahora no tenía que pensar en eso, si no en disfrutar de mi momento. Mi disco estaba siendo emitido a España entera por vez primera. Noté una vibración en mi pantalón mientras se escuchaba la última canción: "Tú y yo, nosotras".
-¿Te ha molado la sorpresa? -era ella y sus inesperados mensajes.
-Cómo te lo has callado…
-Casi la cago cuando te dije que en un rato nos veíamos… -Ah, era esto… por eso ese gesto tan sospechoso.
-Te quiero, bestia.


2 comentarios:

  1. Eres genial me encanta como escribes de verdad , te mereces publicar un libro, la imaginacion que tienes para inventar esta historia tan impresionante y lo bien que escribes enhorabuena de verdad !

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