lunes, 24 de marzo de 2014

Capítulo 55. DÍAS DE SOL.

El trabajo se asentaba en mi vida, como también se asentaba la primavera. Hacía unos días de sol fantásticos. Al volver de París, estuve haciendo entrevistas por todos los medios de comunicación. Entre eso, intercalaba los ensayos con la banda. En menos de un mes empezaba la pequeña "gira". Lo llamaba así porque no sabía calificarlo de otra forma.
-1..2…3. -contó Mercedes con golpes a la vez entre las baquetas. Después de la señal, nuestros instrumentos sonaban a la vez. Buscábamos un nuevo sonido, algo más íntimo que en el disco. En las canciones con más ritmo, manteníamos la fuerza, pero las tranquilas las ralentizábamos. Crearíamos un ambiente de lo más escalofriante. Quería que a cada uno de los presentes se les erizase la piel al oír mis temas.

-¡Mejor esta! ¡Sí señor! -opinó Pedro quitándose los cascos. -uf, que emoción.
-¡Vamos a chinar el cuero, buey!-imitó Pepe Luí el acento mejicano. Le reímos la gracia, como siempre.
-Venga, descanso de cinco minutos y seguimos. -me senté en el banquete que tenía junto al micro y saqué el móvil.
-¿Qué miras tan atenta? -se acercó Merce. Por el otro lado me vino el cómico. Me arrancó el móvil de las manos.
-¡NO! -chillé. Ya era tarde. Había visto mi fondo de pantalla.
-¿Qué coño…? -preguntó extrañado con el rostro desencajado. Salíamos Malú y yo. Ella me daba un beso en la mejilla, ambas con las gafas de sol. Mi sonrisa lo decía todo. Tras nosotras, la Torre Eiffel. Recuperé mi teléfono.
-¿Qué has visto? -preguntó asustada Mercedes al ver la cara de su compañero.
-¿Era…? -me escondí el smartphone en el bolsillo y agaché la cabeza evitando las preguntas. Cogí la guitarra y toqué los acordes de la canción que íbamos a ensayar. Nuestro director musical nos indicó que era hora de continuar. Y así, con aquel mal trago, comencé a cantar. José Luis no paraba de mirarme. Probablemente estaría atando cabos en su mente. No habíamos llegado aún al segundo estribillo cuando dejó el teclado y soltó. -¿Tú tienes algo con Malú? -nos callamos todos. Paramos de tocar. Me fusilaron con la mirada. Yo ya no sabía qué hacer.
-A ver, ¿por qué dices eso? -preguntó Pedro, calmándolo. Poniendo orden.
-Trae el móvil. -me dijo el teclista.
-Marina, ¿qué está diciendo éste? -se dirigió a mí. Saqué el Xperia del bolsillo y se lo tendí con la clave quitada. Pedro se asomó. -Una foto… muy bonita. Pero tampoco significa nada, José Luis. -me devolvió el aparato el joven.
-Sí, sí que significa. -me alcé de valor. -estamos juntas. -Pepe Luí soltó una carcajada vencedora. Los demás tomaron oxígeno y me apuntaron con la mirada. -Ostia puta. -dijo sereno y tranquilo. -qué fuerte. -se tapó la boca. -¿Por qué no nos lo contaste?
-Eso, eso, esto es una bomba. -Merce estaba también muy interesada.
-No lo sé, tampoco es que lo sepa mucha gente. -dije. -y es mejor así.
-Mucho mejor. Eso podría influir en tu carrera. -intervino de nuevo mi director musical.
-Y en la suya. -añadí. Él asintió.
-Pero más a la tuya. -estaba convencida de que quería lo mejor para mí, pero estaba siendo algo egoísta. Nos influía a las dos. Ya fuera para bien o para mal. Eso nunca lo sabríamos hasta que sucediese. Quizás nos quedaríamos con la duda para siempre. O quizás sí. Se produjo un silencio algo incómodo.
-¿Otra? -preguntó Ricky moviendo su bajo. Pasaba de esto. A él le gustaba la música, era lo único que le importaba. Por un lado era bueno, porque era serio en todo momento. Correcto y muy buen trabajador… Sin embargo, éramos una piña. Pasaríamos millones de momentos juntos. Yo veía mejor conocernos todos y hacernos amigos. Trabajaríamos más cómodos y nos lo pasaríamos de vicio convirtiendo nuestro hobbie en nuestra labor.
-Venga… vamos a seguir. -acarició su enorme barrigón Pedro.
-Vámonos que nos vamos, Peter. -intervino Pepe Luí, volviendo a su tono simpático y gracioso habitual.
-No me seas Abraham Mateo, eh. -estallamos en risa. Su forma tan suave de decirlo nos mataba. Sobre todo al receptor de las palabras, que agachaba la cabeza poniendo morritos.

Era viernes, Malú y yo habíamos decidido pasar la noche juntas. Era la noche antes del concierto. Estaba atacada. Palacio de los Deportes, joder.
-Ni que fueras a dar tú el concierto. -rió la cantante, recogiendo la mesa. Me veía agitada.
-Pero voy a salir contigo y… -me paré. No sabía cómo describir ese momento. Iba a ser perfecto. Lo llevaba imaginando un montón de tiempo, desde que supe que se haría realidad. La abracé por detrás y la cogí. No sabía cómo podía estar así de tranquila. Después de tantos años… sería algo normal para ella.
-¡Suéltame! -chilló, tirando el trapo a la encimera. Estaba que no cabía en mí. Tenía unas ganas, una ilusión, un cosquilleo dentro de mí que no era nada normal. Ojalá se pasasen las horas volando. Ojalá ya fuera el momento. Me moría de ganas. Empecé a cantar ese "te conozco desde siempre" que me iba a marcar la vida. Malú me siguió en un gracioso baile a la vez que colocaba el lavavajillas. Volví a soñar despierta. Me imaginé aquel enorme estadio en el que había estado no sé cuántas veces. Encima, vendrían mi madre y todos mis amigos. Quique, Leire, Jorge, David, Jessy, Lorena, Gloria, Li, López y Vanesa. Cuando mi chica me dijo que la iba a invitar me quedé algo pillada. Jamás pensé que lo haría… pero quiso. Un gran detalle. Confiaba en mí.
-Vamos a dormir, anda. -dijo, dándome una palmada en la mejilla.
-Pero si no son ni las nueve. -me quejé.
-Marina… -hizo una pausa y comenzó a alzar la voz. -¡que mañana tenemos concierto!
-Eres demasiado responsable. -reí, abrazándola.
-Asquerosamente responsable. -corrigió. -¿tú no tienes algo que contarme? -la pregunta me asustó. No parecía algo bueno. Me quedé con la cara desencajada. -He hablado con Pedro. -me sonrió.
-Ah, eso. -caí en la cuenta. -tengo que tener más cuidado. Lo siento.
-No, tonta. -rió. -me ha encantado que se lo contaras. -arqueé las cejas. -no sé de qué te sorprendes. No es la primera vez ni mucho menos que alguien se entera de esta cosa secreta.
-¿Soy tu cosa secreta…? -reí.
-Algo así. -carcajeó fuertemente.
-Te necesité en ese momento. Siempre fuiste tú la que lo decías y… no sabía muy bien qué hacer.
-Pues nada, tú lo sueltas tan tranquila y te quedas "relajá". Anda que no me quedo a gusto yo cuando lo suelto…
-Ya se te ve… -reí.
Al fin llegó el día. Durante la jornada, Malú estuvo muy concentrada. No quería si quiera hablarle. No quería desconcentrarla. Estaba centradísima. Por la mañana desayunamos en su casa. Se mostraba feliz y a la vez pensativa. Tenía a la mejor maestra que podía pedir. Tendría que aprender de ella.
Llegamos pronto a la prueba de sonido, donde me encontré a Mari hablando con David, el mánager de María Lucía. En cuanto me vio, corrió hacia mí.
-¡¡¡LLEGÓ EL GRAN DÍA!!! -me aplastó en sus enormes brazos. Qué energía. Con sus palabras empecé a asimilar que sí. Que iba a actuar con ella delante de más de diez mil personas. Me dio un vuelco en el estómago. ¿Sería capaz? ¿Me quedaría sin voz? Ya en la prueba me parecía mágico… Cantar a su lado era lo mejor que me había pasado nunca.

Apenas media hora faltaba cuando entré en su camerino. Estaba sentada en una silla, completamente sola y mirándose en el espejo enorme e iluminado que tenía enfrente. Pensé en darle un susto por detrás, pero recordé lo concentrada que había estado a lo largo del día. Di dos golpes en la puerta que ya había abierto, y la cerré.
-Hola. -me vio a través del espejo.
-¿Puedo acercarme, o romperé tu aura? -aún no cruce la puerta.
-Idiota, ven aquí. -rió. Me acerqué a un paso acelerado. Se levantó de la silla para recibirme y nos abrazamos. Fui a darle un beso en la cara y se echó hacia atrás. -¡Maquillaje! El que avisa no es traidor.
-Qué culito te hace… -dije provocativa, aunque se me escapara una risa. Era muy mala para esto. Llevaba un traje ajustado, como no, negro. -¿tus labios también tienen maquillaje?
-No. -sonrió, fundiéndonos despacio. Acarició mi nuca. -Estás muy guapa. Me vas a quitar fans.
-Créeme que no. -reí, volviéndonos a besar lentamente.
-¿PERO QUÉ? -segunda pillada del día. López y Li estaban en la entrada. Lidia lo empujó hacia dentro.
-¡Holi! -saludó tan normal. Malú y yo, aunque nos sobresaltamos por el chillido de Pablo, no nos separamos mucho. Seguimos unidas. La abracé aún más. Ya nada iba a arreglar, lo había visto.
-Pero… pero… ¿tú…? -señaló a mi chica. -¿y tú…? -nosotras nos miramos risueñas, asintiéndole al chaval.
-Pues… -intervino Li, haciendo aspavientos.
-O sea, sois… -nos señaló.    

-¡QUE SÍ, IDIOTA! -le gritó su novia. -¿hace falta que te dibuje un croquis? -reímos exageradamente. Ver a Li chillar es una de las cosas más graciosas del universo. Y así, con aquel notición del que se acababa de enterar el malagueño, Malú salió al escenario con su fuerza arrolladora capaz de demoler cualquier obstáculo que se interpusiese en su camino. Yo, nerviosa, la mirada impaciente. Pronto me tocaría salir… 

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