El trabajo se asentaba en mi vida, como también se asentaba
la primavera. Hacía unos días de sol fantásticos. Al volver de París, estuve
haciendo entrevistas por todos los medios de comunicación. Entre eso,
intercalaba los ensayos con la banda. En menos de un mes empezaba la pequeña
"gira". Lo llamaba así porque no sabía calificarlo de otra forma.
-1..2…3. -contó Mercedes con golpes a la vez entre las
baquetas. Después de la señal, nuestros instrumentos sonaban a la vez. Buscábamos
un nuevo sonido, algo más íntimo que en el disco. En las canciones con más
ritmo, manteníamos la fuerza, pero las tranquilas las ralentizábamos. Crearíamos
un ambiente de lo más escalofriante. Quería que a cada uno de los presentes se
les erizase la piel al oír mis temas.
-¡Mejor esta! ¡Sí señor! -opinó Pedro quitándose los cascos.
-uf, que emoción.
-¡Vamos a chinar el cuero, buey!-imitó Pepe Luí el acento
mejicano. Le reímos la gracia, como siempre.
-Venga, descanso de cinco minutos y seguimos. -me senté en
el banquete que tenía junto al micro y saqué el móvil.
-¿Qué miras tan atenta? -se acercó Merce. Por el otro lado
me vino el cómico. Me arrancó el móvil de las manos.
-¡NO! -chillé. Ya era tarde. Había visto mi fondo de
pantalla.
-¿Qué coño…? -preguntó extrañado con el rostro desencajado.
Salíamos Malú y yo. Ella me daba un beso en la mejilla, ambas con las gafas de
sol. Mi sonrisa lo decía todo. Tras nosotras, la Torre Eiffel. Recuperé mi
teléfono.
-¿Qué has visto? -preguntó asustada Mercedes al ver la cara
de su compañero.
-¿Era…? -me escondí el smartphone en el bolsillo y agaché la
cabeza evitando las preguntas. Cogí la guitarra y toqué los acordes de la
canción que íbamos a ensayar. Nuestro director musical nos indicó que era hora
de continuar. Y así, con aquel mal trago, comencé a cantar. José Luis no paraba
de mirarme. Probablemente estaría atando cabos en su mente. No habíamos llegado
aún al segundo estribillo cuando dejó el teclado y soltó. -¿Tú tienes algo con
Malú? -nos callamos todos. Paramos de tocar. Me fusilaron con la mirada. Yo ya
no sabía qué hacer.
-A ver, ¿por qué dices eso? -preguntó Pedro, calmándolo.
Poniendo orden.
-Trae el móvil. -me dijo el teclista.
-Marina, ¿qué está diciendo éste? -se dirigió a mí. Saqué el
Xperia del bolsillo y se lo tendí con la clave quitada. Pedro se asomó. -Una
foto… muy bonita. Pero tampoco significa nada, José Luis. -me devolvió el aparato
el joven.
-Sí, sí que significa. -me alcé de valor. -estamos juntas.
-Pepe Luí soltó una carcajada vencedora. Los demás tomaron oxígeno y me
apuntaron con la mirada. -Ostia puta. -dijo sereno y tranquilo. -qué fuerte.
-se tapó la boca. -¿Por qué no nos lo contaste?
-Eso, eso, esto es una bomba. -Merce estaba también muy
interesada.
-No lo sé, tampoco es que lo sepa mucha gente. -dije. -y es
mejor así.
-Mucho mejor. Eso podría influir en tu carrera. -intervino
de nuevo mi director musical.
-Y en la suya. -añadí. Él asintió.
-Pero más a la tuya. -estaba convencida de que quería lo
mejor para mí, pero estaba siendo algo egoísta. Nos influía a las dos. Ya fuera
para bien o para mal. Eso nunca lo sabríamos hasta que sucediese. Quizás nos
quedaríamos con la duda para siempre. O quizás sí. Se produjo un silencio algo
incómodo.
-¿Otra? -preguntó Ricky moviendo su bajo. Pasaba de esto. A
él le gustaba la música, era lo único que le importaba. Por un lado era bueno,
porque era serio en todo momento. Correcto y muy buen trabajador… Sin embargo,
éramos una piña. Pasaríamos millones de momentos juntos. Yo veía mejor
conocernos todos y hacernos amigos. Trabajaríamos más cómodos y nos lo
pasaríamos de vicio convirtiendo nuestro hobbie en nuestra labor.
-Venga… vamos a seguir. -acarició su enorme barrigón Pedro.
-Vámonos que nos vamos, Peter. -intervino Pepe Luí,
volviendo a su tono simpático y gracioso habitual.
-No me seas Abraham Mateo, eh. -estallamos en risa. Su forma
tan suave de decirlo nos mataba. Sobre todo al receptor de las palabras, que
agachaba la cabeza poniendo morritos.
Era viernes, Malú y yo habíamos decidido pasar la noche
juntas. Era la noche antes del concierto. Estaba atacada. Palacio de los
Deportes, joder.
-Ni que fueras a dar tú el concierto. -rió la cantante,
recogiendo la mesa. Me veía agitada.
-Pero voy a salir contigo y… -me paré. No sabía cómo
describir ese momento. Iba a ser perfecto. Lo llevaba imaginando un montón de
tiempo, desde que supe que se haría realidad. La abracé por detrás y la cogí. No
sabía cómo podía estar así de tranquila. Después de tantos años… sería algo
normal para ella.
-¡Suéltame! -chilló, tirando el trapo a la encimera. Estaba
que no cabía en mí. Tenía unas ganas, una ilusión, un cosquilleo dentro de mí
que no era nada normal. Ojalá se pasasen las horas volando. Ojalá ya fuera el
momento. Me moría de ganas. Empecé a cantar ese "te conozco desde
siempre" que me iba a marcar la vida. Malú me siguió en un gracioso baile
a la vez que colocaba el lavavajillas. Volví a soñar despierta. Me imaginé
aquel enorme estadio en el que había estado no sé cuántas veces. Encima, vendrían
mi madre y todos mis amigos. Quique, Leire, Jorge, David, Jessy, Lorena, Gloria,
Li, López y Vanesa. Cuando mi chica me dijo que la iba a invitar me quedé algo
pillada. Jamás pensé que lo haría… pero quiso. Un gran detalle. Confiaba en mí.
-Vamos a dormir, anda. -dijo, dándome una palmada en la
mejilla.
-Pero si no son ni las nueve. -me quejé.
-Marina… -hizo una pausa y comenzó a alzar la voz. -¡que
mañana tenemos concierto!
-Eres demasiado responsable. -reí, abrazándola.
-Asquerosamente responsable. -corrigió. -¿tú no tienes algo
que contarme? -la pregunta me asustó. No parecía algo bueno. Me quedé con la
cara desencajada. -He hablado con Pedro. -me sonrió.
-Ah, eso. -caí en la cuenta. -tengo que tener más cuidado. Lo
siento.
-No, tonta. -rió. -me ha encantado que se lo contaras.
-arqueé las cejas. -no sé de qué te sorprendes. No es la primera vez ni mucho
menos que alguien se entera de esta cosa secreta.
-¿Soy tu cosa secreta…? -reí.
-Algo así. -carcajeó fuertemente.
-Te necesité en ese momento. Siempre fuiste tú la que lo
decías y… no sabía muy bien qué hacer.
-Pues nada, tú lo sueltas tan tranquila y te quedas "relajá".
Anda que no me quedo a gusto yo cuando lo suelto…
-Ya se te ve… -reí.
Al fin llegó el día. Durante la jornada, Malú estuvo muy
concentrada. No quería si quiera hablarle. No quería desconcentrarla. Estaba
centradísima. Por la mañana desayunamos en su casa. Se mostraba feliz y a la
vez pensativa. Tenía a la mejor maestra que podía pedir. Tendría que aprender
de ella.
Llegamos pronto a la prueba de sonido, donde me encontré a
Mari hablando con David, el mánager de María Lucía. En cuanto me vio, corrió
hacia mí.
-¡¡¡LLEGÓ EL GRAN DÍA!!! -me aplastó en sus enormes brazos.
Qué energía. Con sus palabras empecé a asimilar que sí. Que iba a actuar con
ella delante de más de diez mil personas. Me dio un vuelco en el estómago.
¿Sería capaz? ¿Me quedaría sin voz? Ya en la prueba me parecía mágico… Cantar a
su lado era lo mejor que me había pasado nunca.
Apenas media hora faltaba cuando entré en su camerino.
Estaba sentada en una silla, completamente sola y mirándose en el espejo enorme
e iluminado que tenía enfrente. Pensé en darle un susto por detrás, pero recordé
lo concentrada que había estado a lo largo del día. Di dos golpes en la puerta
que ya había abierto, y la cerré.
-Hola. -me vio a través del espejo.
-¿Puedo acercarme, o romperé tu aura? -aún no cruce la
puerta.
-Idiota, ven aquí. -rió. Me acerqué a un paso acelerado. Se
levantó de la silla para recibirme y nos abrazamos. Fui a darle un beso en la cara
y se echó hacia atrás. -¡Maquillaje! El que avisa no es traidor.
-Qué culito te hace… -dije provocativa, aunque se me
escapara una risa. Era muy mala para esto. Llevaba un traje ajustado, como no,
negro. -¿tus labios también tienen maquillaje?
-No. -sonrió, fundiéndonos despacio. Acarició mi nuca.
-Estás muy guapa. Me vas a quitar fans.
-Créeme que no. -reí, volviéndonos a besar lentamente.
-¿PERO QUÉ? -segunda pillada del día. López y Li estaban en
la entrada. Lidia lo empujó hacia dentro.
-¡Holi! -saludó tan normal. Malú y yo, aunque nos
sobresaltamos por el chillido de Pablo, no nos separamos mucho. Seguimos
unidas. La abracé aún más. Ya nada iba a arreglar, lo había visto.
-Pero… pero… ¿tú…? -señaló a mi chica. -¿y tú…? -nosotras
nos miramos risueñas, asintiéndole al chaval.
-Pues… -intervino Li, haciendo aspavientos.
-O sea, sois… -nos señaló.
-¡QUE SÍ, IDIOTA! -le gritó su novia. -¿hace falta que te
dibuje un croquis? -reímos exageradamente. Ver a Li chillar es una de las cosas
más graciosas del universo. Y así, con aquel notición del que se acababa de
enterar el malagueño, Malú salió al escenario con su fuerza arrolladora capaz
de demoler cualquier obstáculo que se interpusiese en su camino. Yo, nerviosa,
la mirada impaciente. Pronto me tocaría salir…
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