Me entró un frío horrible. El público estaba entregado a la
artista. Yo aún seguía al borde del escenario, cambiándome el micro de mano una
y otra vez. Las piernas me temblaban. Recordé el inicio de todo esto. Frente a
la puerta del plató de La Voz. Era la misma sensación pero multiplicada por
diez mil. No hacía otra cosa que morderme el labio y moverme de un lado a otro.
Me apreté bien el pinganillo a la oreja. La canción que cantaba estaba llegando
a su fin. Era la hora, era la hora. Cerré los ojos y respiré con calma, como me
había dicho Malú. Me sentía cual helado en pleno verano sevillano. Derretida.
Peor que un flan. Era mi primera actuación en directo, sin contar las del
programa… era una kamikaze. No podía empezar con unas pocas personas… no. Yo a
lo grande. Casi 15.000 maluleros esperándome. El famoso "Blanco y
negro" había acabado… era mi turno. Salí. Pise el escenario con ganas. Los
focos daban una calor tremenda. Dentro de nada empezaría a sudar como un pollo.
Oí uno de los organizadores gritar mi nombre, pero yo seguí hacia delante.
-Eh… ¿no me dejas que te presente? -rió la cantante. Tierra
trágame. -bueno, Marina tenía muchas ganas de cantar y ha salido directamente.
-el público contestó simpático ante mi metedura de pata. Sentía una cosilla en
el cuerpo nada común. Me di la vuelta y caminé por donde había venido. Oí la
risilla de Malú extendiéndose por todo el Palacio a través del micro. -Ven
aquí, anda.
-Es que soy principiante. -dije tímida, provocando de nuevo
el bullicio. Me acercó a ella enroscando su brazo en mi cuello. Con aquellas
plataformas niveló mi altura. Era raro no tener que agachar la mirada para
verla.
-Marina. -hizo una pausa. -ya la conoceréis, supongo. Los
que no, fue una concursante brillante de La Voz, además, me hizo ganar.
-levantó el puño en señal de victoria. No apartaba la mirada de mí mientras me
presentaba. -es una chica con un talento innato, una dulzura en la voz y una
forma de componer increíbles. Y por si fuera poco, es una grandísima persona.
Nos hemos hecho muy amigas. -casi se me escapa una risa, pero la aguanté. -y os
aseguro que es estupenda.
-Muchas gracias. -sonreí incrédula. Me habían llegado sus
palabras. Los acordes comenzaron a sonar. Empezaba ella. Mientras entonaba la
primera estrofa, nos fuimos alejando. Ocupando todo el escenario. José me miró
sonriente. Le devolví el gesto y me arranqué a cantar. Tenía una inseguridad
que me decía que la voz no me iba a salir. Pensé que me quedaría muda al abrir
la boca. Pero no, no fue así. Salió disparada por el enorme recinto, llenando
cada rincón de él con mi música. Cruzábamos miradas, nos abrazábamos, nos
acercábamos y nos alejábamos. La canción daba para mucho. Los espectadores
parecían encantados. Miré a las primeras filas. Saltaban enloquecidas gritando
el popular tema, con los brazos al aire pintados con ceras. El nudo de mi
garganta se iba desatando conforme pasaba la canción. Me sentí cómoda. Entre la
persona que cantaba a mi lado y lo arropada que me sentía por el grupo, el
miedo y el temor salieron corriendo, permitiéndome dar todo de mí. Al finalizar
el tema y apagarse los focos, Malú y yo nos acercamos sonrientes. Se nos escapó
una risa. Nos dimos un beso corriendo, antes de que todo se volviera a
iluminar.
-Bueno… -recuperó la respiración la madrileña. -ahora os voy
a dejar en buenas manos. -me miró y se rió. Qué le gustaba hacer pausas cuando
hablaba. Se retiró, dejando una caricia en mi brazo y mandándome una mirada de
fuerza. -Todo tuyo. -susurró.
-¿Qué pasa, Madrid? -pregunté casi chillando. Estaba muy
arriba. -Mientras la jefa se cambia de ropa os voy a tocar mi single, ¿os
parece? -la gente chilló que sí, dando palmas. Desde luego tenía el listón muy
alto después del conciertazo que estaba dando mi chica. La luz se volvió a difuminar
hasta quedar completamente extinguida. Me pasaron mi guitarra y colocaron un
pie de micro junto a mí. Mis músicos se colocaron detrás de mí. Merce iba
guapísima, jamás la había visto así de bella. Pepe Luí había peinado su enorme
melena. Qué logro. Ricky se había atrevido con la gomina. Un look muy diferente
en él, que nunca se tocaba el pelo. Lo dejaba tal cual. -vamos. -les dije
apretando el puño. El color azul de los focos se fue iluminando conforme dábamos
las primeras notas. Hice el estadio mío. No se me hizo tan grande como
esperaba. Conseguí dominarlo. Miré hacia arriba y observé con orgullo cada una
de las interminables gradas. No fue tan difícil como esperaba, ni tan imposible
como veía hacía unos años. No sentí tantos nervios como imaginé. El ánimo que
me aportaban los allí presentes me hacía olvidarme de todo. Centrarme en dar lo
mejor de mí y lo más importante de todo, disfrutar. Disfrutar ese momento
porque era único e irrepetible. Quién sabía si algún día podría volver. A lo
mejor era la primera vez de muchas, o la primera y última. Todo dependía del
destino. Y yo no sabía qué tenía guardado para mí. Me hice algo de publicidad,
anunciando el nombre de mi disco y que tenía conciertitos muy pronto, que yo
estaría encantada de volverles a ver.
Sentía más euforia que nunca. Saltaba entre cables y
operativos. Nada ni nadie podía pararme. Los técnicos me miraban risueños.
Chillé en el largo pasillo hasta llegar a mi camerino. Lo crucé de una punta a
otra sin cortar mi grito y sin parar de correr. Puse los brazos en cruz y
llegué a mi habitación "volando". Me metí en la ducha con la sonrisa
más gigante del mundo.
Tras terminar el espectáculo, estuvimos saludando a los
invitados. Entre ellos me encontré con una sorpresa. Una alegría infinita me
dio verle.
-¡Raúl! -el chico que había conocido en La Voz. Cómo le había
echado de menos. Me había acordado mucho de él y habíamos mantenido el contacto
gracias a la magnífica tecnología actual.
-¿Qué "paza"? -oh dios, su acento andaluz era
irrevocable. Ya me estaba riendo. Me parecía tan simpático y alegre.
-¿Cómo no me has dicho que venías? -le abracé.
-Pues porque era una sorpresa, ¿por qué va a ser? -rió. -las
sorpresas no se dicen.
Fuimos al chalet de
Malú a celebrarlo, él se vino también,
además de algunos amigos suyos que ya conocía del cumpleaños, mi madre, Vanesa
y el resto de la pandilla. Dijeron que no querían molestar y demás, pero mi
chica era una cabezota sin remedio. No aceptaba un no por respuesta.
-¡Pues vaya casoplón! -opinó Quique. -¡ligarás de lo lindo,
hermosa!
-Ya estamos. -le pegué una palmada en la espalda. Éste
personaje no maduraba.
-Oye, Lulú, ¿me presentarás a chicas monas, no? -le rodeó
por el cuello.
-Malú. Se llama Malú. -le dije cabreada. Ella se reía.
-Mira, para empezar, te presentaré a Danka.
-Uy, que nombre tan original. -asintió él. Yo tuve que
quedarme detrás de ellos porque me había entrado la risa.
-Es rubita… -le explicó María Lucía.
-Enrique, te aseguro que es guapísima, guapísima. -añadió
Li, sin soltar del brazo a su queridísimo López. Veía yo pletórico a mi amigo,
deseoso de conocer a Danka. El chocazo contra la pared que se iba a llevar era
tremendo…
-Oye, oye. Una cosa. -se frenó de golpe, levantando el dedo
índice. Malú siguió andando para abrir la puerta del chalet. El resto nos
paramos. -que por muy guapa que sea… yo quiero una chica decente, eh. Nada de
perras… -explotamos de risa. A mí me colgaban los lagrimones de la risa, mi
novia no era capaz de meter la llave en la cerradura por culpa de las
carcajadas. Lidia se tiró en el jardín de rodillas. No podía parar de reírse. Mi
madre se aferró a una farola para controlarse. -¿PERO QUÉ HE DICHO PARA QUE OS
RIÁIS ASÍ DE MÍ? -preguntó el pobre chaval sin entender nada. La mascota de
Malú salió nada más abrir la puerta su dueña.
-Esta es Danka. -articuló casi sin vocalizar por culpa de
las carcajadas, la artista.
-Ostia puta… -soltó. La perra se acercó a él y subió las patas
a su barriga de un salto.
-Veo que le gustas. -reí.
-Tus muertos. -echó al animal a un lado. -¡quita, chucho!
-Eh, ven aquí. -la llamé. Acaricié su lomo. -Quique, me dice
que le gustas mucho.
-¡Iros a la mierda! -exclamó. -Malú, saca la botella de ron.
Necesito un buen chute.
Después de que se largaran todos, la tranquilidad y el
silencio invadió mis oídos, acompañado de un pitido causado por el volumen de
la música. Pablo y Li seguían en el sofá tonteando, mientras Malú y yo
recogíamos la basura.
Al terminar, vimos que se había dormido mi amiga. Su
compañero estaba a punto también.
-Os dejo la casa, anda. -le susurró Malú, acariciando el
pelo del malagueño.
-No, ya nos vamos. -dijo ajetreado. Ella lo agarró del hombro
y le pidió que se quedasen.
-Mañana os traemos el desayuno. -le sonrió simpática. El
chico le agradeció el gesto y le dio un beso en la mejilla. Yo fui a
despedirme. Dejé caer un beso en el pelo de mi dormilona amiga.
-¿Y a dónde nos vamos nosotras…? -le pregunté, agarrando su
mano camino del coche.
-A tu casa. -sonrió. -me gustó demasiado eso de dormir en
una cama pequeña. -rió.
-Bueno, podemos dormir en la de Li que es inmensa.
-No, mola más la tuya. -subimos al auto. De camino al piso,
Malú me habló sobre el concierto mientras acariciaba mi muslo. -¿ves cómo no
era tan terrible…?
-Dios, ha sido increíble. -bufé. -por un momento pensé que
me tiraba al público cual estrella de rock. -rió la gracia mi chica. -eh, que
va en serio. -siguió riéndose a carcajadas.
-Qué graciosita estás hoy. -me colocó el flequillo bien. -te
viene bien eso de actuar.
-Uf, no sabes… estoy temblando aún.
-Es una emoción inexplicable, lo sé.
-Bueno, yo que te voy a contar a ti, ¡maestra! -la miré de
reojo. Me miraba risueña.
-Me han dicho… -paró de hablar para hartarse de reír. Le
dolería ya la barriga. -que… -volvió a frenarse. -has ido corriendo por el
pasillo gritando como una posesa. -me hice la tonta y miré a otro lado
rascándome el pelo.
-Esto… -se echó a reír.
-O sea, que sí. Jo, yo quería haberte visto.
-Pues me vas a ver ahora. -la carretera estaba despejada,
sin problema. Empecé a dar bandazos cambiando de carril. Malú gritaba que
parase asustada. Yo volví al carril original riéndome. -tranquila, que no pasa
nada.
-Idiota. -me insultó.
-Anda… ven aquí. -dije, arrimándome para darle un beso.
-¡El volante! -me chilló, agarrándolo. -el último día que
conduces. -me advirtió. Yo seguí con mis carcajadas. Qué bien me lo pasaba
picándola. Volví a hacer la maniobra peligrosa y ella cagadísima se agarraba al
quitamiedos. -¡PARA! ¡LIBÉRAME! -le hice caso y pulsé el freno de golpe. Se quitó el cinturón
y salió al exterior.
-¿Dónde vas, loca? -le pregunté.
-No pienso subirme. -se cruzó de brazos.
-Pues nada, mañana nos vemos. -cerré su puerta alargando el
brazo y arranqué. Vi por el espejo que corría gritando "¡espera!".
Paré. Cuando iba a abrir la puerta volví a acelerar.
-¡Marina, pedazo de gilipayasa, para ya!