sábado, 7 de diciembre de 2013

Capítulo 8. DESAPARECER.

Y comenzó. Eran las 23:14 cuando salió mi primera imagen en el programa. El bar estaba a rebosar. El viernes anterior habíamos repartido folletos a los clientes. Las marineras habían distribuido por todo el barrio carteles que ponían:
"VEN EL LUNES 16 NOVIEMBRE AL BAR "RINCÓN MUSICAL" Y DISFRUTA CON MARINA MARÍN DE SU ACTUACIÓN EN LAS AUDICIONES A CIEGAS DE LA VOZ." Eran letras grandes y coloridas, al fondo habían puesto una foto mía preciosa. Estaba sentada en el taburete en el que cada noche me acomodaba para actuar. Llevaba unos vaqueros despintados y una camisa de cuadros en tonos azules. El pelo liso, que me llegaba hasta los hombros. Era de un tono castaño claro. Tenía los ojos cerrados y la boca muy abierta.
-¡Ay, ay, ay qué guapa! -gritó Vane. La gente echó a reír.
"Yo soy Marina, tengo 25 años, nací en Huesca y vivo en Alcalá de Henares, Madrid. -al oír la mención, los clientes aplaudieron. -actualmente me gano la vida en el "Rincón Musical". -otra vez jadearon. -como camarera, aunque todos los fines de semana actúo y toco mis temas. Siempre me gustó cantar y desde pequeña toco la guitarra y el piano. No había cumplido los 15 y ya había compuesto algunas cancioncillas." Tras la entrevista y el ánimo recibido por Jesús, enfocaron mi puño cerrado antes de salir. Y ahí estaba. Con la guitarra a cuestas subí los escalones y me puse a cantar. Nunca había estado el bar tan callado, por un momento el tiempo se paró. Todos pendientes de la actuación. Los cocineros habían salido para verme. Unos cuantos planos de los coaches antes de empezar. Caras muy serias. Comencé a cantar. Malú arqueó las cejas, abrió los ojos, sonrió y levantó el dedo índice. Miró a Orozco y este le asintió. "Sí, es tu canción." Parecía mentira verme allí. Qué nerviosa estaba. Rosario estaba acariciando el botón cuando apenas había llegado al estribillo. Ya lo pensaba. Bisbal sonreía y se retorcía en el sillón rojo. Orozco pulsó y salió Vane gritando en la sala de familiares junto a Jesús. Se giraron el resto de coaches. Recuerdo que todo pasó muy rápido. Vi mi cara de euforia plena. No podía parar de sonreír viéndome. El bar coreaba la canción. Magia era poco lo que sentía en aquel momento. Sentía que estaban orgullosos de mí. Muchos miraban hacia atrás para verme. Me miraban de otra forma. Lo notaba. Felicidad en mis venas.
Todos los allí presentes no se fueron sin despedirse de mí. Algunos se hicieron fotos conmigo y me pidieron un autógrafo. Me felicitaban por mi actuación en "La Voz" y me deseaban suerte en mi carrera.
-Bienvenida a la fama. -me susurró Vane cuando la soledad inundó el "Rincón Musical". Se perdió entre mis brazos y me pidió que no la dejara.
-¿A qué viene eso…?
-Ahora con tantas seguidoras…
-¡No! -la corté. Y la solté. -No empieces. Me conoces. ¿Por qué dudas tanto, joder?
-Y si se te sube a la cabeza…
-Tengo muy buen puestos los pies en el suelo. -le dije muy seria, mientras barría toda la porquería
-¡A casita! -exclamó Natalia dando palmas. -Ven y dame un besito, fiera. -me ordenó casi.-que bien lo has hecho.
En los siguientes días entré en una nube. La clientela se multiplicaba. Los viernes no se cabía en el bar.
-Fue buena idea decir donde trabajabas… -Pedro me sacudió el pelo.
Y no solo eso. Mis redes sociales ardían. Las reproducciones en YouTube se disparaban y las menciones de twitter daban vértigo. Me sentí arropada. Muy arropada por la gente. Era una buena forma de entrar en la música. Me acogieron con los brazos abiertos. El día de las batallas, Natalia tuvo que contratar dos camareros más. No daban abasto. Estaban muy contentos de tener siempre tan lleno el bar. "Nunca habíamos tenido tantos clientes juntos…".
El sábado, Vanesa y yo cogimos el coche directas a Barcelona. El lunes empezaban los duros entrenamientos para “La Voz”. Para los directos. Esas galas me ponían muy nerviosa… tenía miedo. Muchísimo miedo de cagarla y arruinar lo conseguido hasta la fecha.
-¡SÓLO EL AMOR NOS SALVARÁ…! -No paramos de cantar en el viaje. Oímos dos o tres discos de nuestra cantante favorita.
Aquel fin de semana fue muy romántico. Visitamos la ciudad, paseamos de la mano, comimos en restaurantes y hacíamos el amor en la habitación del hotel cada noche.
El lunes llegó y con él, la semana más estresante de mi vida. Yo iba a querer aprender mucho y tenerlo todo bien atado para el miércoles siguiente estar perfecta. Y eso requería más tiempo del que disponía. El lunes y el martes estuvimos de reuniones con los profesores, los coaches no los veríamos hasta dentro de dos días. Yo me moría de ganas por verla de nuevo. ¿Seguiría molesta?
La canción que escogí fue una del segundo disco de mi asesor, Pablo Alborán, "Quién". Siempre me gustó y la interpreté alguna que otra vez. Decían que la cantaba muy bien, así que aposté por ella.

-Oye, pues está genial. Te queda como anillo al dedo. -opinó mi vocal coach al escucharme.
-Muchas gracias. -le sonreí. Aquel primer día fue bastante fuerte. La garganta me dolía al final del día. La había forzado mucho. Al entrar en contacto con el tema de forma más seria, me di cuenta que no era tan fácil. Había cogido una canción que emocionaba, requería mucho sentimiento y un gran esfuerzo vocal. Terminé rendida. Cogí el coche y volví al hotel.
El mundo cambió. Mi mundo se vino abajo. Todo lo construido se caía despacio ante mi mirada atónita. Mi cabeza daba vueltas. La mochila se me cayó. No podía asimilar lo que mis ojos veían.

Vane estaba sobre el torso desnudo de un chico al que no reconocía. ¿Cómo podía hacerme esto? Sin decir ni una palabra, recogí el macuto del suelo y salí corriendo por el pasillo del hotel. Vanesa chilló mi nombre y me persiguió con la sábana reliada en ella… Bajé las escaleras a toda velocidad y dejó de perseguirme. Comencé a llorar, pero mis piernas no paraban. Irónicamente, empezaron a caer gotas de lluvia.

Apretaba más, pero no me importaba. Mis lágrimas se perdían con la lluvia. Rabia, dolor, coraje, soledad. Los sentimientos me ahogaban. No podía siquiera respirar. No sabía qué dirección tomar, solo quería desaparecer. Desvanecerme y perderme. Sentí la necesidad de dejar este maldito mundo. ¿Cuándo iba a ser feliz? ¿Tenía sentido mi vida? ¿Qué hacía aquí? Quería tirarme por un puente y cortar de lleno el vacío de mi corazón. El suicidio era la única escapatoria. Quería dejar de sufrir por una vez en mi vida. Ahora que había conocido la felicidad… la perdía de golpe.
Eran las tres de la mañana cuando paré de correr. Había perdido la conciencia desde hacía rato. No tenía ni idea de donde estaba, y dudé que hubiera un autobús en pie a estas horas. Había ido en línea recta, así que decidí hacer el camino andado… el cansancio se acumuló en mi cuerpo y decidí tumbarme en un banco a descansar. Me dormí.

Al despertar vi en mi móvil que eran las 10. Estaba desorientada. Olía mal. También sentí hambre. Era la calma tras la tempestad. Volví a sentir que era una persona. Partí al hotel para coger el coche. Me alojé en otro distinto y me di una buena ducha fría. A estas horas debería estar en los estudios con los ensayos… lo había olvidado. No me presenté aquel día. El móvil estaba apagado, no podían contactar conmigo. Había perdido el rumbo de mi existencia. Ya nada importaba. Ni siquiera cumplir mi sueño.
Decidí que debía abandonar el programa. Dejarlo todo. Quería mudarme a otro sitio y empezar una nueva etapa. Deseé volver a nacer.
Tenía pensado ir la mañana siguiente y firmar la baja, o como fuese aquello. Sí. Eso haría. Me tumbé en la cama y seguí llorando. Me puse los cascos y sonaron canciones de Malú. Ella era la única que me ayudaba en esos momentos. Siempre estaba cuando la necesitaba. Con su música me abrazaba. Me hacía sentir mejor. Subí el volumen. La sentía muy dentro de mí, curaba mis heridas.

Al llegar a los estudios, la primera persona con la que me crucé fue ella.
-¡Marina! -me abrazó. -¿Qué tal todo?
-Bien... -mentí. Disfracé una sonrisa. Frunció el ceño. Creo que me había pillado.
-¿Algo va mal? -preguntó. Bajé la cabeza. -Alegra esa cara, ven, cántame la canción, quiero ver que tal la llevas. He visto que has cogido "Quién", de mi amiguito.-Acepté... luego abandonaría el programa.
La canté y cuando llegué a la parte del estribillo: "Quién, abrirá la puerta hoy, para ver la salir el sol..." me derrumbé. Las lágrimas caían y un dolor me pinchó el corazón. Me dolía mucho. Lloraba cada vez más. La artista paró la melodía y corrió hacia mí. Mandó a las cámaras que rodaban "La Voz: Los elegidos" a fuera. Gesto que le agradecía mucho. Me agaché y me tapé la cara. Se acercó a mí y me levantó del suelo. Sin decir nada, me arropó con sus brazos. Me acarició el pelo y me pidió por favor que dejara de llorar. Rodeé su cintura y paré de llorar. Me tumbó la cabeza en su hombro. Pasamos unos minutos así. Estaba muy a gusto. No quería separarme de su cuerpo. Era la única persona capaz de animarme.
-¿Estás mejor? -me preguntó sin dejar de acariciarme la cabeza.
-Muchísimo. Gracias... -no levanté la cabeza. No quería despegarme de ella.
-¿Qué ha ocurrido? Me han dicho que ayer no apareciste, estaban preocupados.
-Vanesa... -la voz se me cortó al pronunciar su nombre. Nos sentamos en los sofás que había en la sala y le conté lo ocurrido. Rompí a llorar de nuevo y me agarró la mano con fuerza. Le dije que no había sido feliz nunca, le conté lo que viví con mis padres y como escapamos... Le relaté mi vida en un pequeño resumen. -parece una tontería pero tú siempre has estado conmigo. Tu música me hacía resurgir, volver a sentirme viva. Lo mismo el que estés aquí escuchando esto es un sueño... me habré quedado dormida oyendo tus canciones. Ya sabes mi historia... estoy sola. No puedo salir de esta sola... quiero morirme.
-No es un sueño. Estoy aquí y voy a ayudarte. No estás sola, estoy contigo. -me prometió. -Para empezar, deja de llorar. -Limpió mis lágrimas con un clínex que sacó de un bolsillo.
-Voy a dejar el programa. No tengo fuerzas para seguir.
-Ni se te ocurra. -me miró muy seria. -no vas a dejarme plantada. Yo siempre he estado contigo, ¿no? Pues no me dejes tirada ahora. -sonrió.
-Eso es... ¿chantaje emocional?-pregunté. Me guiñó el ojo.

-Levanta. Tenemos mucho que hacer. -me agarró las manos y me tiró hacia arriba. Me hizo renacer. Volver a encontrar un sentido a la vida. Cuando antes pensé que estaba sola y no me quedaba nada, ella me dio una respuesta. La tenía a ella y tenía un sueño que cumplir.

No hay comentarios:

Publicar un comentario