domingo, 15 de diciembre de 2013

Capítulo 15. NI UN SEGUNDO

Entre risas, miradas y besos robados, las canciones pasaban y nosotras seguíamos aún en aquel "bailar pegados" que nos cambió la vida. Tiró de mi cuello y andamos hasta toparnos con el respaldo del sofá. Se subió a él de un salto y sin dejar de besarme, abrió las piernas y me atrapó en su cuerpo, como si fuera un koala. Aparté las manos de su cintura para llevarlas hasta su espalda. La acaricié con la punta de mis dedos. Sonreía sin separar sus labios de los míos. No podía estar mejor. Me hacía sentir bien, muy bien. Si ella era perfecta, sus besos lo eran aún más. Eran los mejores que me habían dado nunca... Comenzó a acelerar poco a poco el ritmo. A apretar mi cabeza contra la suya más fuerte. El latir de nuestros corazones crecía...  y con él, mis ganas de seguir aumentaban. Estaba fuera de mí completamente. Me faltaba el aire. Había olvidado por completo cómo se respiraba. Hacía que olvidara hasta mis funciones vitales... separé un poco mis labios para tomar algo de aire, y volví a ellos, a un ritmo frenético. Notaba su fuerte respiración. De nuevo, deposité mis manos en su cintura. Me gustaba muchísimo. De repente y dándonos un susto de muerte, sonó su móvil.
-¿Quién será a estas horas? -preguntó asustada. La bajé con cuidado y fue corriendo a descolgar. Me apoyé contra el respaldo del sofá donde hace unos segundos disfrutaba con ella. -¿no me digas...? -parecía preocupada. Se tapó la frente con la mano. Me miró temblorosa. Me acerqué a Malú y la senté en la silla. Me arrodillé junto a ella y le cogí la mano que tenía libre. Esperaría a que colgara, no quería atosigarla... pero, ¿qué pasaría? Acaricié con el pulgar la palma de su mano. -¿pero está bien? -aquella pregunta me aterrorizó. Extendí mi brazo rodeando su cintura. Al fin colgó.
-¿Qué ocurre...?
-Mi padre. -dijo entre lágrimas. Acaricié su cadera, necesitaba ánimos. -ha tenido un ataque cardíaco.
-¿Está bien?
-Sí... bueno... está en el hospital, aún no saben nada... joder. -dio una patada al suelo y se echó a llorar otra vez. -La abracé como pude en aquella rara postura. Echó su cabeza en mi hombro y se aferró a mi tronco. Me dolía verla así y no poder hacer nada para que parase de llorar. Aparté su pelo de la cara y besé su mejilla.
-Tranquila, se va a poner bien.
-¿Tú crees? -absorbió los mocos.
-Claro, tiene que seguir viéndote crecer. -la hice sonreír. Eso me enorgulleció.
-Me tengo que ir. -se levantó. -voy a ir a verle.
-¿Pero dónde está?
-En Valencia, tiene mañana concierto... -dijo mientras corría hacia el dormitorio para cambiarse. Fui a mi cuarto y me puse algo más cómodo. Me enfundé unos vaqueros y cogí la sudadera más abrigada que tenía.
 -¿Qué haces? -Me preguntó cuando me la encontré en el salón.
-Ponerme más cómoda. Es un viaje largo.
-Tú no vienes. -negó con al cabeza.
-No que va.
-Tienes mañana entrevistas con el telediario, con el programa de Ana Rosa y por la tarde tienes que ir a Sálvame en Madrid.
-Pues lo cancelo. No voy a dejar que vayas hasta allí tú sola.
-Soy mayorcita ya.
-Malú, te lo debo. Déjame acompañarte. No puedes conducir en ese estado... estás sin dormir y muy preocupada, no estás en condiciones para pegarte un camino así.
-Pero... mañana... -me acerqué y puse mi dedo índice en su boca.
-Voy desde Valencia hasta Madrid cuando te deje allí. Será una vuelta estúpida por la península pero ahora tú me necesitas y yo voy a estar contigo. -se quedó mirándome con pucheros. Iba a volver a romper a llorar.
-Gracias. -me besó de nuevo. No habían pasado ni diez minutos y ya había olvidado la enorme sensación que me producía sentir sus labios en los míos.
Hacía un frío horrible. El termómetro rozaba los cero grados, suerte que me dio por llevarme el chaquetón. Iba al lado mía, a paso ligero. Quería llegar ya. Agarré su mano, me miró agradeciendo el gesto.
Abrí su puerta para que pasara, y me subí en el lado del conductor.
-Duérmete. -le pedí a medio camino. Había pasado la primera hora con la mirada perdida en algún punto de la carretera y con la cabeza apoyada en la ventana.
-No puedo...

-¿Y si te canto una canción? -no contestó. Me miró y sonrió. Me lo tomé como un sí y empecé a tararear canciones dulces. Calló a la tercera, estaba agotada. Rendida. 

Yo me sentía igual, ojalá pudiera descansar. Los párpados se me caían... pero debía permanecer despierta. La miré Era aún más preciosa cuando dormía. Parecía un ángel... Deslicé mi mano por su mejilla. ¿Era real?
Cuantas emociones vividas en solo unas horas. Había ganado la voz y había besado a una de las chicas más deseables del país... de la que casualmente estaba enamorada.
A la entrada de la ciudad se desveló. Bostezó. Estiró los brazos y me miró.
-Buenos días preciosa. -dije sin dejar de mirar la carretera. Iba leyendo los carteles.
-Ay... mi cuello. -movió la cabeza de un lado a otro. Había adoptado una postura algo incómoda. -¿por dónde vamos?
-Entrando en Valencia. -le dije mirando el GPS.
-Genial... ya falta poquito. ¿Quieres que conduzca yo y duermes...?
-No, no te preocupes, estoy bien. -la corté.
Miró el móvil. No había noticias nuevas... Después de un rato en silencio, rompí el hielo.
-¿Sabes una cosa?
-Dime. -se quedó mirándome.
-Que mientras dormías me he encontrado con la belleza más grande de este mundo.
-¿Ah, sí? ¿Dónde?
-Aquí. A mi lado. Justo donde estás sentada tú ahora. -sonreí.
-Ay, que tonti eres. -me dio una palmada en la pierna. El reloj marcaban las seis y media de la mañana cuando llegamos a los aparcamientos del hospital. Subimos hasta la planta 8 y fuimos a la sala de espera donde estaban su hermano José y su madre Pepi.
Fui detrás de Malú. Sentía que no pintaba nada en aquel lugar. Me agarró de la mano y me llevó hacia delante.
-¡Hija! -la mujer la abrazó. Tenían los dos unas ojeras gigantes. No habían dormido nada. La familia se abrazó, compartiendo el duro momento por el que pasaban.
-Ésta es Marina. -me presentó.
-Hola, encantada. -sonreí y les di dos besos a cada uno. Madre e hijo se miraron extrañados. No entendían el por qué de mi presencia. La verdad es que era tan difícil de explicar como de entender.
-Te vimos por la tele. Qué bien lo hiciste. -me felicitó José, muy simpático. -Tengo que confesar que voté por ti... -rió.
-Y yo... -levantó la mano mi quizás futura suegra.
-Muchas gracias. -sonreí cortada. -¿Cómo está el maestro?
-Aún no sabemos nada... -miró al suelo Pepi.
-Bueno, seguro que se recupera. -quise animarles. No sirvió de mucho. Nos sentamos en aquellos fríos asientos, esperando a que algún cirujano trajera buenas nuevas.
Me quedé frita. No podía más. Me sentía como un maldito zombie. Llevaba 25 horas sin pegar ojo. Al despertar me dolían todos los huesos. Esa silla me había machacado la espalda. A mi lado solo estaba Malú.
-Buenos días dormilona. -me dijo con su dulce voz. Quería oír esa misma frase en todos los despertares de mi vida...
-¿Dónde están...?
-Han ido a hablar con el médico.
-¿Y tú por qué no has ido?
-No iba a dejarte aquí sola, con las babas colgando. -dijo limpiándome la boca. Reí. Miró a ambos lados del pasillo.
-¿Qué haces?
-Mirar si viene alguien. -explicó, volviendo al sitio.
-¿Para? -su respuesta fue un largo beso. Qué bien me supo después de lo derrotada que me encontraba. Acaricié su pelo, que seguía tan perfecto como siempre a pesar de lo vivido.
Se alejó de mis labios con una sonrisa inmensa. Qué felicidad. Hacía que todos los órganos de mi cuerpo se pararan para sentir sus besos.
El padre de Malú se recuperó. Fue mejorando con los tratamientos médicos. La medicina hoy en día era vital para muchos casos, y este era uno de ellos. Yo ahora debía coger el coche y dirigirme a la capital para hacer las entrevistas que tenía pendientes... sí. Con aquel sueño que podía conmigo.
-De eso nada. Ahora te toca dormir a ti, que te espera un día cargadito. -Malú me echó del asiento.
-¿No vas a quedarte aquí con tu padre? -le pregunté extrañada.
-No, ya está bien, dentro de poco le darán el alta. Me ha dicho él mismo que aquí no hago nada ahora que está bien. -explicó. Por mí genial, no quería separarme de ella. No quería perder ni un segundo a su lado.
Le hice caso y me puse en el asiento del copiloto. Lo eché hacia atrás.
-Oye, antes de que me quede sopa. -dije incorporándome. -llámame a la entrada y te digo dónde tienes que ir. Quiero pasarme por casa para ponerme algo decente para las entrevistas.

-Claro. Ahora cierra los ojos. -me dio un beso y me tumbé. Por fin pude dormir profundamente...

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