Fue un mensaje. Más bien, uno de
esos tecnicismos modernos que todo el mundo usa. Un TT, hashtag, o como quiera
que lo llamen. Lo vi desde el teléfono, en letras grandes. Lo pedían, lo
ansiaban. ¿Y qué podía hacer yo? Tan fácil como ignorar o hacer caso. Tan fácil
como rechazar o aceptar.
-Así que twitcam de Marina, ¿eh?
-esos fueron los buenos días de Malú.
-Ya lo has visto… -reí.
-Cariño, cómo para no verlo.
-contestó. -eres tendencia "numer one". -dijo con un acento
entremezclado de lo más raro. -¿vas a hacerla?
-Puede. -me hice la interesante.
Ella sonrió.
-Sé que la harás. No hace falta
que me contestes. -rió malvada. Me limité a suspirar. Podía conmigo. Bajé la
cabeza hacia el escritorio y continué encajando rimas. La canción se me
resistía. No hacía más que pensar en los millones de tweets… Para colmo, la
chica de mis sueños comenzó a tararear una popular cancioncilla, lo que me desconcentraba
aún más.
-¿No tienes nada mejor que hacer?
-le pregunté un tanto cabreada.
-Eh, relájate. -refutó.
-Intento escribir, ¿sabes?
-Bueno, tranquila, ya me voy a
otro sitio… -se alejó hasta desaparecer de mi vista. Tampoco quería decirlo
así, pero en fin, ya no había vuelta atrás. Decidí volver a la poesía, sin
mucho éxito. Hoy las palabras no parecían muy amables. Se volvían en mi contra,
en vez de moverse fácilmente por el papel. En vez de concordar entre ellas y
ayudarme como en ocasiones solían hacer. Hoy no, hoy no les apetecía formar una
bonita estrofa. Tiré el boli desesperada. Odiaba que no me salieran las cosas.
Me hallé al final de la mañana
entre hojas arrugadas y lápices rotos. Sí, los partía desquiciada. Las
papelerías me amaban por ello. Apenas conseguí escribir dos versos, me di por
vencida. Si no era el día, no era el día. Y es que mi trabajo dependía
directamente de mi inspiración, así lo llaman los artistas. Había momentos en
los que podría sacar miles de canciones, y otros ninguna. Había sido reacia al
término "inspiración". Alguien que sabe escribir, sabe escribir.
Puede sacar lo que quiera, cuándo y dónde le apetezca. Que eso salga mejor o
peor depende del estado de ánimo, del color que tenga ese día el cielo, o de la
cantidad de tinta que tenga el bolígrafo. Cada grande tiene sus influencias, y
las hay de la más estúpida a la más seria.
-¿Ya has terminado? -me preguntó
con un tono firme y frío al verme entrar en el salón. Solté un bufido. Se quedó
callada. Silencio incómodo.
-No me sale nada.
-No lo pagues conmigo, porfavor.
-me rogó. Entendí que se refería al grito que le había pegado sin ningún
motivo.
-Perdona… me puse nerviosa. -me
disculpé cabizbaja. Noté como me miraba mientras removía la ensalada con dos
cubiertos especiales.
-¿Vas a querer algo más de comer?
-No, está bien eso. -vuelta al
silencio. Había tensión entre nosotras, hasta un tonto podría verlo. Incluso
sus animales lo percibieron. No brincaban por los sofás, ni ladraban alocados.
Caminaban sin hacer mucho ruido hacia el jardín. Nuestro mal rollo los
ahuyentaba. Tampoco había hecho algo tan grave para que estuviésemos así… Ella
tampoco, así que ni yo misma entendía mi cabreo.
Puse la mesa con cautela,
colocando cada tenedor de manera cuadriculada, tardando una eternidad en
desatascar la vajilla del mueble, llenando los vasos de agua. Todo para estar
entretenida y no tener que hablar. Mantenernos ocupadas para no dar el paso.
¿Quién hablaría primero? Decidí hacerlo yo. Su orgullo era muchísimo más pesado
que el mío.
-¿Puedo ayudarte?
-Tranquila, ya está terminada.
-dijo, añadiendo unas gotas de aceite y vinagre.
-¿Has llorado? -pregunté
preocupada al ver la cuenca de sus ojos. Ella rió tímidamente.
-No, ha sido la cebolla. -explicó.
Me fijé en la ensalada para comprobar si decía la verdad.
-Cariño, no hay cebolla. -frené su
paso. -¿qué pasa?
-No me gusta esto. Odio estar así
contigo. -se decidió por fin. -porque no sé qué cojones ha pasado para que
estemos así de serias. -reí un poco.
-Pero cielo…
-Estoy tonta. Déjame.
-Más sensible que el culito de un
bebé, diría yo. -la hice sonreír, iluminando la casa con el brillo de su
dentadura. -tonta. -susurré, abrazándola. Retiré el bol que había entre
nuestros cuerpos y la dejé en la encimera donde había sido aliñada.
-Tengo la regla.
-No se nota. -bromeé. Reímos
increíblemente alto. -¿de qué nos reímos?
-No necesariamente tenemos que
reírnos por alguna razón. Por un chiste o una broma. A veces simplemente reímos
de felicidad. Es tanta que una sola sonrisa no basta. -abrí los ojos. Madre
mía.
-Al final me va a gustar que
tengas la regla y todo… -dio una carcajada. -¿ahora ríes por la broma?
-Y porque soy la mujer más feliz
del mundo. -sonreímos. La miré. No pude contenerme. La besé. No quería
soltarla, y parecía que ella tampoco. Así que dejamos el reloj correr mientras
nuestras manos se deslizaban peligrosamente a lo largo de nuestros cuerpos.
-Joder. -exclamó al separarnos.
-Tienes las hormonas que arden,
eh. -dije impresionada por el chillido que acababa de meter.
-Que sepas que no he parado porque
es ensalada, que si llega a ser pescado ya hubiéramos terminado de comer.
-decía a la vez que cogía el recipiente y lo llevaba a la mesa.
-¿Prefieres el pescado antes que
mis sensuales besos? -levanté la ceja.
-Eso está claro.
-Pues sí que eres lesbiana, oye.
-bromeé. Me arreó una patada. Varios trozos de lechuga volaron por los aires.
Unos volvieron al bol y otros aterrizaron en el precioso suelo de mármol. Encima
seguro que me mandaría a mí a barrer…
-Ahora lo limpias.
Eran simples y directas. Las
infinitas cosas que me hacía sentir con el roce de su piel, un beso en el
límite de la cama, una media sonrisa con la mirada baja. Si pudiera expresarlo
con palabras, si pudiera transmitirlo en una melodía… Entonces escribiría la
mejor canción de mi vida. Qué digo, la canción de mi vida.
-¿Al final la vas a hacer?
-preguntó, dándole vueltas al tenedor.
-¿El qué? -me desconcertó.
-La twitcam.-mierda. Lo había
olvidado.
-Supongo. -me encogí de hombros.
-échame una mano, no tengo ni idea.
-Eres una negada para la
tecnología… -suspiró. -bueno, mira quién va a hablar.-carcajeó ella sola. La
miré fijamente. -lo sé, estoy fatal. -dijo ella misma. Seguí comiendo sin
comentarlo. -jo, di algo. -me lanzó maíz.
-¿También tengo que recoger eso?
-Obviamente. -rió. -estoy en mis
días. -sonrió plenamente, al igual que una niña pequeña pidiendo un juguete
nuevo. Una niña consentida. Estiré el brazo y cogí el cachito de verdura. Ella
aplaudió y siguió disfrutando del placer de comer.
Me lo dejó todo listo. Pulsó
cientos de botones y colocó el portátil en la mesa pequeña.
"¿Preparados?". Pregunté en mi red social. Estaba a punto de empezar,
cuando Malú decidió retirarse.
-Es tu twitcam. -aclaró. -me voy a
dar una ducha, ya si eso aparezco luego. -le sonreí. Me dio un rápido beso en
la mejilla y se perdió en el pasillo. Sola ante la multitud invisible. Sola
frente a un ordenador conectado a una enorme cadena llamada internet. ¿Y qué
era internet? Siempre había imaginado una habitación enorme, blanca y vacía.
Sin suelo, sin techo. Sin caminos. Cuatro paredes separadas por grandes
kilómetros. Y tras la pared, las
millones de personas que habitábamos en el planeta. Tirando sus datos al vacío,
pasando fotos a las personas de la pared de enfrente. Cuán listo tenías que ser
para entender la magia de internet. ¿Cómo podía yo interpretarlo? No asimilaba
ese invento. Formaba parte de nuestras vidas, y sin él, cambiaríamos
completamente. Nos hemos acostumbrado demasiado a la tecnología, sería
imposible vivir sin ella. Era simplemente genial. Y quizás por ello no
conseguía entender su funcionamiento. Me parecía cosa de magos. Lo único que yo
podía hacer era arrodillarme ante ella y admirarla.
-¡Hola chicos! -saludé. En seguida
llegaron una oleada de mensajes, imposibles de leer todos. Pillé algunos.
"Holaaaaaaa", "¿Qué tal?","Qué guapa estás"
-Pues, aquí estamos, a ver… si…
hablamos un poco… -hablaba pausado, lento, me era complicado leer los
comentarios y pensar qué decir a la vez. Jamás imaginé que una twitcam fuese
tan difícil de hacer. -bueno, venga, preguntad.-en seguida llegaron.
"¿Dónde estás?" "¿Para cuándo nuevo disco?" y alguna que
otra opinión, "me muero por verte de nuevo en directo", "me
encantaría conocerte".
-Tranquilos. -reí. Tras un
silencio estúpido en el que mi mente analizaba las respuestas, comencé a
contestarles. -¿no sabéis dónde estoy? ¿no os suena esto? -di la vuelta al
portátil, haciendo una panorámica de la casa. -el próximo disco aún tiene mucho
trabajo. Ahora mismo estoy centrada en las composiciones.
"¡Ese es el chalet de
Malú!", "¿Es la casa de tus padres?" , "¡¡Un adelanto!!.
-Sí. -reí de nuevo. Me sentía
estúpida haciéndolo, pero era una forma de hacer algo mientras buscaba alguna
pregunta que responder. -Es la casa de Malú. Bueno, nuestra casa. -reí
tontamente de nuevo. -"Solo tienes fama por ser la novia de." Aquel
comentario saltó a mi vista por encima del resto. ¿Por qué no me habría fijado
en otro? Ponerme de mala ostia con alguien no era mi plan de la tarde. Pero
entré al trapo. Ese era un tema que me hacía hervir la sangre. -A
"Anonymus_002", decirle que si tengo fama es porque me la he ganado,
no por ser la chica de Malú. Llevo muchísimos años componiendo, cantando en
bares sin ningún tipo de beneficio económico. Yo no buscaba la fama, solo
quería expandir mi música. -respiré hondo unos segundos. "¿No podrías
cantarnos algo?" Sí, esa sería una buena forma de despejar mi mente. No
quería volver a leer ningún mensaje de ese tal "Anonymus_002".
-¡¡Cariño!! ¿me traes la guitarra?
-¡¡Voy!! -los tweets se
multiplicaron. Malú era Malú, y con un "VOY", despertaba a todo el
ejército malulero. Cruzó el pasillo con una pequeña toalla que cubría su cuerpo
desde las rodillas hasta las axilas.
-¿A qué no sabéis a quién acabo de
ver pasar envuelta en una toallita? -otra vez revolución. Me eché a reír
mientras esperaba la guitarra.
-Aquí tienes, amor. -buscó mi
boca. Nos dimos un pequeño beso y volví al mundo de internet. "¡Qué
monas!", "¡Me muero!". Era incapaz de disimular y soltaba
carcajadas sin ton ni son. Cada usuario desde su ciudad, desde la más cercana,
a la más lejana, hacía sus peticiones. Al final, y para qué no hubiera
discusiones, fui cantando estribillos de los títulos que veía saliendo. Mi
futura esposa se sentó en el sofá de enfrente. La miré y sonreí. Eso detonó la
red social. Sabían que María Lucía estaba en la habitación. La invité a que
participara. No quería que me comiesen.
-¡¡Hola!! -saludó, acomodándose a
mi lado, muy pegada a mí. Se colocó el flequillo, totalmente empapado. -¡Qué os
contáis! -agarré su cintura con la mano izquierda. Nos miramos furtivamente y
volvimos la cara a la pantalla. La gente se enternecía con nosotras, cosa que
nos hacía mucha gracia.
-¿Nos echamos un cante? -propuse.
No esperaba un no como respuesta. La conocía. Ni un sí, ni un "¿por qué
no?". Comenzó a cantar una de mis canciones, yo la seguí en cuánto pude.
Cómo cuando intentas abrirte paso en la multitud del metro para salir. Me
apretaba la rodilla con su mano, cálida como de costumbre. Pero aún no habíamos
terminado de satisfacer a la audiencia. Seguían pidiendo insistentemente unos
versos de mi próximo single. El cuál, ni siquiera estaba elegido. -Aún no
tenemos single, de verdad, no os miento. -reí. Cómo no. Sentía que estaba
haciendo un monólogo. Era una sensación extraña. Notaba aquel vacío tras la
pantalla.
-Tonta, canta algo nuevo, venga.
-me dio un codazo en la barriga.
-¿Quieres que me maten los de la
discográfica? -le susurré, aun sabiendo que el micro me delataría ante la masa
cibernética. Me sonrió con tanta intensidad que no pude decir más. Suspiré.
-voy a cantaros un trocito de una nueva canción… ¡pero no os enfadéis si
después no viene en el álbum, porque ya he dicho que nada es seguro!
-Si es que… si es que… ¡¡me
encanta!! -exclamó ella al cesar el sonido de mis cuerdas. "¡¡Quiero ese
disco ya!!, "Es increíble", "Deseando oír más", "Me
caigo muerta", "Quiero beso". Malú señaló en la pantalla a este
último. Ya la veía venir. Giré la cabeza y no pude hacer otro movimiento. Me
había besado delante de todos los internautas.
Tremendo el capítulo, me ENCANTA! . Estoy esperando con mil ganas el siguiente capítulo. Millones de besos de una malulera de Ceuta
ResponderEliminar