Era una oportunidad buenísima para
descubrir más sobre ella. Úrsula nos había invitado a su casa, una cena de
doble pareja, decía. Vaya encuentro raro. Dos ex y sus respectivas novias. Todo
muy normal.
-A ver qué nos encontramos. -dejó
caer en el aire Malú, mientras se vestía formalmente.
-¿Por qué tan guapa? O sea, no.
-se rió. -¿Y AHORA QUÉ ME PONGO YO?
-Cariño, relájate. -me pidió entre
risas. -ponte este vestidito, anda. -lo miré. Torcí el gesto. -¿éste? -señaló
otro. -sonreí. -puedes hablar, ¿sabes?
-Las palabras se las lleva el
viento.
-Y tú te llevarás las hostias si
no estás lista en cinco minutos.
-Y besos también, ¿no? -le puse
morritos. Puso los ojos en blanco y se encerró en el baño. -oye, no me dejes
así. -oí una carcajada. A veces era demasiado mala conmigo.
Subimos al coche y conducimos
hasta Torrejón, donde cenaríamos. No estaba ni lejos ni cerca, 40 minutos. Lo
que solía durar un álbum. Perfecto. Malú introdujo el nuevo CD de un grupo
novato.
-Son buenos. -opinó. Yo seguí
bailando la canción con la cabeza. -tienen madera, ¿no?
-De roble, mínimo. -soltó una risa
ahogada. Era la única que me reía los chistes malos.
Llegamos al piso antes de las
nueve, la hora de quedada. Orgullosas de nuestra puntualidad, llamamos al
porterillo. Algo mugriento.
-¿Sí? -era la voz de Vanesa. Nos
abrió y entramos al portal. Enseguida entramos en el ascensor. Las luces
temblaban y algunas teclas estaban pintadas.
-Madre mía… -suspiré. -da miedito.
-Parece que ahora va a aparecer
Freddy Krueger… -reí al oírla. Pero no, no estaba el terror personificado del
cine. Estaban las dos chicas y la puerta C abierta.
-¡Bienvenidas a mi paraíso!
-exclamó alzando las manos. Malú y yo nos miramos incrédulas. Úrsula era un
personaje. Mi chica se acercó a mí y susurró muy bajito: "tal y cómo me
habías descrito". Sonreí. Nos saludaron muy cordialmente y nos invitaron a
pasar. Nada más entrar había un espejo, algo oxidado por los bordes. A la
izquierda, una cocina algo pequeña. Tenía lo básico. Tras una puerta se
encontraba el salón-comedor. Las paredes eran amarillas y el suelo de mármol.
Una mesa de madera muy clarita, rodeada por seis sillas, tomaba el nombre de
"comedor". Sin ningún separador, estaba ya el salón. Dos sofás
tapizados de leopardo y cojines a rayas. Una mesa en el medio, y debajo, una
alfombra de lunares que parecía no tener nada que ver. Un televisor plasma con
el plástico aún puesto descansaba sobre un pequeño mueble, que aguantaba como
podía cientos de marcos de fotos. Sus dos pequeños interrumpieron la visita
guiada.
-¡Hola! -saludó el mayor. -Yo soy
Joselu, y mi hermana es Ana Belén. La pequeña se escondía tras él. Era morena,
con los ojos muy claros. No sabría decir si eran azules o grises. Su hermano,
sin embargo, era pelirrojo, con las mejillas llenas de pecas. Jamás diría que
Úrsula era su madre. Malú en seguida se hizo amiga de ellos. Tenía un don para
los peques. -ven, te voy a enseñar nuestro cuarto. La madre nos sonrió y nos
dijo que fuéramos con ellos. Ellas dos se quedaron allí.
-¡¡Menuda habitación tenéis!! -exclamó.
-¡tenéis un hámster! -observó a aquella especie de ratón dando vueltas sin
parar en una rueda.
-Se llama gordinfón, porque come
mucho. -dijo con voz muy aguda la niña. Reímos. Era muy mona, Vanesa tenía
razón.
-¿Os gustan los animales? -les
preguntó.
-¡Nos encantan! Pero mi mami no
nos deja tener un perro… -intervino el chico.
-Vaya, yo tengo muchos. -respondió
mi prometida, enseñándoles fotos de su "zoo".
-¡¡Qué bonitos!! -estaban locos
con Malú. -oye, ¿podremos jugar luego a La Voz? -reímos. Ella asintió. Sabía
que lo haría. Vane y su novia nos llamaron. La cena estaba lista. Al parecer,
los chiquillos ya habían comido. El plan de su madre era acostarlos en cuanto
llegáramos, pero ese plan era difícil de realizar, así que los dejó correteando
alrededor nuestra.
-¡Dejadlas comer, eh! -les regañó,
al ver que ya se acercaban.
-Mami, luego vamos a jugar a La
Voz. -dijo la nena.
-No, vais a dormir. Dejar de
molestarlas ya que no van a querer venir más.
-Tranquila, no es ninguna
molestia. -sonrió. -me gustan mucho los niños.
-Sí, a mi también. -añadí.
-Oh, ¿pensáis adoptar, o algo?
-preguntó.
-Algo haremos, sí. -reí. Ya lo
habíamos comentado antes y cada vez teníamos más ganas de ampliar la familia.
Úrsula y Vanesa parecían ya una
pareja completamente formal. Se llevaba muy bien con sus hijos, incluso la
llamaban mamá. Por lo que descarté la idea de que la cuarentona buscara
divertirse. No creo que quisiera hacerle ese daño a sus propios descendientes.
Después de la larga cena, nos
invitaron a ver la tele con unos mojitos.
-La tele es super nueva. -dijo
ella. -¡me la ha regalado mi Vane! -la besó. Mi ex sonrió ligeramente.
El hombrecito de la casa se acercó
al vaso de su madre y le dio un sorbo.
-¡JOSELU! -chilló ella, provocando
nuestras risas. -¿borracho con 8 años? -el niño salió corriendo sin parar de
reírse.
-Malú, Malú, Malú, Malú, Malú,
Malú… -la niña tiraba de su vestido.
-¡Dime! -respondió sobresaltada,
soltando el vaso cargado de hierbabuena en la mesilla.
-¿Vamos a jugar? -por fin perdió
la vergüenza. Era muy reservada, apenas había dicho unas dos o tres palabras en
la noche.
-¡Niña, deja a María Lucía! -le
gritó.
-¡Uy, no me llames así!
-Perdón, perdón. -se disculpó.
-María Lucía se llama mi amiga.
-se movía sobre sí misma la peque. Mientras nosotras comentábamos el programa
de moda… los niños movían y movían cosas entre la mesa donde comimos y el sofá.
-¡¡¡LISTO!!! -gritó el mayor,
agarrando el mando de la tele. La apagó.
-¡Niño! -exclamó la madre.
-Malú, ven. -la agarró de la mano
y la levantó del asiento.
-¡Queréis dejarla ya! -parecía
apurada. La llevaron hasta una silla de escritorio, de esas que tienen 5
ruedas. Le dieron la vuelta.
-¡Yo también quiero jugar!
-chillé. Me trajo otra y me puso a su lado, también de espaldas.
-¿Pero qué hacéis…? -preguntó sin
tener ni idea Vanesa. Apagaron las luces y escuché el golpeo de una guitarra
muy desafinada. Luego, la dulce y nerviosa voz de la niña. -ya os vale.
Malú se giraba, agarrándose a mí,
a otra silla, y moviendo los pies en el suelo. Le costó la vida girarse.
-Prefiero el botón… -suspiró.
Luego me giré yo, haciendo mil y una gilipolleces. El chico estaba sentado
sobre una especie de caja, con una guitarra española de juguete que le estaba
muy pequeña. Su hermana al lado, con un micro rosa entre las manos. Joselu se
levantó nervioso, tiró su "instrumento" al sofá y se puso corriendo
una corbata.
-¡¡La corbata de los domingos no!!
-Úrsula estaba desesperada.
-¡Parece que hay dos coaches que
quieren a Ana Belén! -gritó al puro estilo Jesús Vázquez. Yo estaba muerta de
la risa.
Aquella noche me di cuenta que sí,
que eran una familia completamente normal. Que a veces las apariencias engañan,
y aunque tengan un sofá de leopardo, son buenas personas. Que aunque la luz del
ascensor esté estropeada, la sonrisa de dos niños pueden iluminar un hogar. Y
sí, Vanesa podría ser feliz con ella. Y no solo eso, también podrían ser
nuestras mejores amigas. Aquellos dos retoños fruto de una relación cortada por
la muerte eran pura vida. Eran especiales. Como también descubrí que Vanesa
había estado faltando al trabajo porque se quedaba con los niños, ya que Úrsula
tuvo varias citas en el médico.
Antes de salir del piso, nos
despedimos de los dos pequeños, completamente agotados tras jugar con nosotras
al programa de televisión donde conocí a Malú.
-Cuando queráis venís a mi casa y
jugamos otra vez. -cogió en brazos a Ana Belén.
-Sí, quiero conocer a "Dranka".
-dijo torpemente.
-Danka, idiota. -le corrigió su
hermano. La madre le dio un chancletazo en el trasero como castigo.
-¡NO DIGAS PALABROTAS!
-No he dicho palabrota, he dicho
idiota. -se llevó otro.
-¡¡NO ME VACILES!!
Nada más salir de allí, mandé dos
mensajes con diferentes destinatarios. El primero a Vanesa. Se merecía una
disculpa… Y otro a Natalia, en el que le aseguraba que no tenía por qué
preocuparse.
-Parecen una familia completamente
normal… -dije, arrancando el coche.
-¿Y qué esperabas?
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