Me presenté aquel mismo día en el
bar. Llevaba una camiseta de mangas cortas, la primera vez que la llevaba en el
año. Los últimos días de marzo las temperaturas estaban relativamente altas.
Apetecía ya cambiar el armario. Levanté mis gafas de sol hasta dejarlas sobre
mi cabello. Los vaqueros me cubrían parte de mis zapatillas, yo y mi manía de
comprarme siempre los pantalones grandes… Empujé la puerta y me adentré en el
establecimiento.
-¡¡Buenas tardes!! -saludé casi en
un grito, para que asomara la gente. El local estaba desierto. Solo había un
par de hombres mayores jugando al dominó con un café, probablemente ya frío.
-¡Marina! -apareció Natalia
quitando la cortina que separaba la cocina de la barra.
-¿Me pone usted un té bien frío?
-sonreí, sentándome en uno de los taburetes.-siempre tan cómodos estos
banquetes…
-Puedes dejarle uno a Malú para su
siguiente gira. -bromeó.
-Esa ha sido buena. -reí. Me
sirvió el té en esos vasos que había limpiado millones de veces. Miré a mi
alrededor. Todo en mi cabeza se llenó de gente, y de una Marina cantando sus
canciones sobre un tablao. Aquel lugar me traía tantos recuerdos…
-¿Cómo va todo? -me preguntó.
-Muy bien, la verdad. -sonreí.
-parece que vivo en un sueño.
-Qué envidia… -suspiró ella.
-Bueno, la vida es un sube y baja.
Tenemos momentos malos y otros… no tan malos. -reí. Me agarró la mano mientras
que con la otra, yo movía la cuchara rozando los bordes del vidrio.
-Dime que traes buenas noticias.
-dijo casi en una señal de socorro.
-Las traigo. -di unos golpes en la
mesa, como un redoble de tambores. -mi videoclip se grabará aquí. -su cara
cambió por completo. Se puso a saltar dando vueltas, como si su volviera a su
infancia.
-¿Qué pasa aquí? -vi a Pedro con
aquel cigarro siempre entre los dientes. -¡Marina!
-¿Qué tal? -me abrazó y todo el
humo vino a parar a mi nariz. Con el asco que me daba. Intenté no respirar
mucho.
-¡¡¡¡¡MARINA VA A RODAR SU
VIDEOCLIP AQUÍ!!!! -fue lo único que pudo decir su esposa, emocionada. Entre
una cosa y otra, pasé la tarde entera allí con ellos. Recordando viejos tiempos
y poniéndonos al día. A eso de las ocho y media, mientras estaba en el cuarto
de baño, llegó Vanesa. La oí reír exageradamente. Pero había otra risa que
acompañaba a la suya. No reconocí su voz.
-¿Crees que estás son horas de
llegar? -se enfadó su tío. -se supone que entras a las 5. -le recordó.
-Nunca hay nadie en el bar, ¿para
qué voy a quedarme aquí? -eso les dolió mucho, seguro. Salí del servicio y vi a
Vane agarrada del brazo de una mujer mucho mayor que ella. Era rubia, y una
coleta recogía su fino cabello. Tenía los ojos repintados, como si nunca se
quitara el maquillaje y lo volviera a poner día a día. Vestía con ropa que no era de su edad, ropa de
quinceañera fiestera.
-Hola Marina. -me saludó mi ex.
-Hola. -le di dos besos.
-Ésta es Úrsula. -me presentó. Le
di dos besos. Tuve que toser. Se había echado un bote entero de colonia encima.
Colonia barata, además.
-Uy, cuida la garganta chiquilla.
-me dijo.
-Sí, es lo que me da de comer.
-reí.
-Oye, ¿te quedas a cenar con
nosotras? -propuso la cuarentona. Vanesa la miró algo extrañada. Me quedé
pensando. Podía salir huyendo de allí con alguna escusa barata, o quedarme a
cenar con mi ex y su nueva amiguita.
-Malú me está esperando para
cenar… -me excusé.
-Ah, vale. -me echó una mirada un
poco fría, me incomodó. -también podemos ir a vuestra casa. -escaquearme iba a
ser más difícil de lo que pensaba.
-No creo que… verás… no hemos
hecho nada. Otro día os aviso y preparamos algo guay.
-Llamamos al telepizza y listo.
-volvió a insistir. Miré a Vanesa. Se rió y me entendió.
-Deja de insistir cariño, ya las
vemos en otra ocasión. -aleluya.
-Bueno, yo me voy ya, encantada.
-me despedí casi corriendo, antes de que la mujer volviera a proponer más
planes. -Natalia, ya te llamo. -le guiñé el ojo. Ella asintió, pero parecía
preocupada. Tenía el rostro decaído. Subí al coche y puse rumbo hacia mi hogar.
No paraba de pensar en esa tal Úrsula. Algo en ella no me gustaba nada. Temía
que fueran mis celos. Pero, ¿celos de qué? Ni yo me conocía. Sabía
perfectamente que yo no la quería, pero también es verdad que vivimos
demasiadas cosas juntas, y eso jamás lo olvidaré. Aunque me gritara a mi misma
qué era lo que me pasaba, nunca me responderé. Tenía muchísimo miedo de que
fueran celos. Porque si era eso, significaba que aún sentía algo por Vanesa.
"Volveré para cenar, he
salido a pasear a los perros. Te quiero". Encontré esa nota encima de la
mesa. Ahora tendría más tiempo para seguir martirizando mi cabeza. Intenté
mantener mi mente en otra cosa, desviarla. Me cogí el portátil, lo puse en la
barra de la cocina y busqué un tutorial de cocina. Tuve que escoger uno
compatible con los alimentos de la nevera. Era demasiado tarde para hacer una
visita al supermercado.
-¡¡Qué olores!! -dijo nada más
entrar. Soltó a sus animales en el jardín y entró en casa. Traía los botines
llenos de polvo y las mallas tenían huellas de perro.
-¿Has ha ido a la jungla?
-pregunté entre risas. Se acercó y me besó.
-¿Qué cocinas? -levantó la olla.
-¡solomillo al whisky! Me ducho y cenamos.
-Te ha salido genial. -opinó,
mientras recogíamos la cocina. -¿vemos alguna basura en la tele?
-Te encanta… -reí. -vale. -me
senté con ella a ver programas estúpidos que absorben tu cerebro, pero que son
los que más audiencia tienen.
-Yo tengo un bombazo mucho mejor que
esa gente. -dije para introducir el tema. Centró su mirada en mí. -Vane tiene
novia.
-¿Qué Vane? -preguntó preocupada.
-Mi ex.
-¡¡Venga ya!! -me golpeó. Solté
una carcajada.
-Lo mejor es el perfil de la
chavala. Bueno, chavala…
-¡¡Cuenta!! -le expliqué lo del videoclip
y que acudí al bar a dar la noticia en persona, la llegada de Vanesa con esa
mujer, la impresión que me dio, y lo pesada que se puso. -¡Serás capulla!
Tenías que haberla traído a casa.
-¿Pero qué? -me sorprendió su
reacción.
-Joder, que yo también quiero
cotillear. -reí.
-Eres una maruja. -dije sin dejar
de reírme.
-No, no. "Maluja".
-carcajeé aún más fuerte. -por lo que me dices parece un poco choni, ¿no?
-Un poco solo. -solté con ironía.
Saqué el móvil y busqué a Vanesa en una red social. Quizás por ahí
encontraríamos a Úrsula.
-Tiene nombre de mala, encima.
-añadió, pegándose a mi cuerpo para mirar el móvil. Rió estruendosamente al ver
una foto de las dos abrazadas. -parece su madre.
-No pegan nada.
-Bueno si les echamos una gotilla
de pegamento… -bromeó.
-Silicona mínimo.
-Ay, pues yo quiero conocerla.
-¿Controlarás esa risa? -no estaba
segura de ello.
-Soy una actriz estupenda.
-levantó las cejas y puso morritos.
-Creída.
-Tú. -me lo devolvió. La besé
rápidamente, antes de que pudiera decir alguna gilipollez más. -me voy a la
camita, ¿vienes?
-¿Ya? Solo son las once… -me hice
la remolona.
-Me tengo que levantar a las cinco
y media. -argumentó. -necesito estar despierta. -me dio las buenas noches y
subió a nuestra habitación. Pasé unos minutos aburrida en el sofá. Los
cotilleos me parecían aburridos si Malú no insultaba, así que apagué el
televisor y fui a la cama.
-Sabía que me echarías de menos.
-rió, sin abrir los ojos. La rodeé por detrás e intenté coger el sueño, cosa
que veía más que imposible. Alargué mi brazo hasta alcanzar mi teléfono. Tenía
varios mensajes.
"Siento no habértelo contado
antes, ¿podemos quedar?" ,"Te invito a una copa", "Bueno,
si ya estás dormida… nos vemos mañana si tu agenda te lo permite". Me
parecía un poco locura salir ahora, sin embargo, mi curiosidad me mataba, y el
sueño no llegaba. Me vestí rápidamente y le dejé un mensaje.
-¿Dónde vas? -preguntó ella, casi
sin vocalizar.
-Duérmete. -susurré, me acurruqué
a ella hasta que volvió a dormirse. Fue entonces cuando me levanté y salí a la
calle, donde ya me esperaba Vanesa. Salí con dos vasos de chupito y una botella
de alcohol. Nos acomodamos en la pared del chalet. -Soy todo oídos.
-Necesitaba conocer gente nueva… y
para qué mentirte. Necesitaba enamorarme. Es muy triste trabajar, ir a casa, y trabajar.
Así que… decidí salir más a discotecas, sin ningún resultado. Sabes que me
cuesta hacer amigos, imagínate ligar. Descarté esa vía para buscar pareja, mi
siguiente y definitiva opción fue registrarme en una página web…
-¿La conociste por internet?
-flipé.
-Sí. Ya sabes, esas que hay ahora
de citas. Creé mi perfil y…
-¿Pero tú estás colgada? -la
interrumpí. -tenías que habérmelo dicho, yo te hubiera presentado a gente. No
hacía falta que…
-¡Funcionó! ¡Soy feliz! -me cortó.
Nos quedamos en silencio.
-Hay gente… en fin… no sabes que
intenciones puede tener…
-Marina, me quiere. -aseguró.
-No sé, no me gusta.
-Me tiene que gustar a mí, no a
ti. -eso no hacía falta aclararlo… pero lo hizo. -me habló por privado, le
atrajo mi foto y mi ficha.
-Cómo si fueras un coche o algo.
-reí. Ella no lo hizo y siguió hablando.
-Estuvimos hablando por whatsapp
muchos días. A casi todas horas. Me enamoró. Es encantadora. Tiene dos niños
tan monos.
-¿Cómo? ¿Hijos? -eso sí que era un
bombazo.
-Una niña y un niño, tienen 5 y 8
años. Estuvo casada con un hombre, pero murió hacía unos meses.
-¿Murió? -qué extraña la historia.
-¿y por qué contigo? ¿por qué una chica?
-Es bisexual, supongo.
-Supones. O sea, que no la conoces
tanto.
-Me estresas. -se alteró, bebió
dos chupitos de golpe.
-¿Tan poco tiempo para superar lo
de su marido? Qué menos que un año…
-No estaban bien. Iban a
separarse. -me puse en el lugar de la tal Úrsula. No, no pude. ¿Qué sientes
cuándo esto pasa? Vas a divorciarte de tu marido y ahora se muere. ¿Qué se le
pudo pasar por la mente? ¿Qué sintió?
-¿No te preocupa la edad? Es mucho
mayor que tú… y encima… Joder, Vanesa, tiene dos hijos. -encogió sus hombros. -piensa
en vuestro futuro. No sé. A ti te queda toda la vida, ella ya ha cumplido
muchos objetivos. Formar una familia…
-Me estoy agobiando… -la abracé.
-Está bien que te ilusiones y eso,
pero piensa un poco…
-Gracias.
-No tienes por qué darlas. Es lo
mínimo que puedo hacer por ti.
-De momento seguiré con ella. Me
hace sentir… especial. ¿Sabes? Hacía muchísimo tiempo que perdí esa sensación.
Me da pavor volver a quedarme sola. -no supe que contestar, así que bebí. -bueno,
te agradezco que me hayas aguantado. -rió. -tengo que irme ya, es muy tarde.
-miré el reloj. Las tres y media. Nos despedimos y volví a la casa. Me tiré en
la cama y me quedé completamente dormida, ni me quité la ropa.
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