¿Y qué se suponía que debía hacer
yo? ¿Seguir oyendo o salir corriendo? Desde luego no me apetecía nada seguir
escuchándola. Me sentía tan absurda. Engañada, traicionada. Había jugado
conmigo como le dio la gana.
-Yo no quería… en serio. -la
pintura verde que llevaba comenzó a dibujar parchetones alrededor de sus ojos.
-te lo prometo. -agarró mis manos. Me liberé de ellas. No quería que me tocase.
-siéntate. Te lo voy a explicar. Te lo mereces.
-¿También merecía que me
rematases? ¿No crees que ya lo estoy pasando bastante mal? Parece que a todo el
mundo le gusta verme sufrir. ¿Qué pasa? ¿Soy divertida? ¿Os lo pasáis bien? -se
quedó callada, mirando al suelo. -venga, desembucha. Y rapidito, por favor.
Estoy deseando irme a mi casa, porque llevo aquí horas, días. ¿Sabes lo que es
eso? -alcé la voz.
-Empiezo, pero cálmate.
-¡¿DE VERDAD ME PIDES CALMA?! No
tienes ningún derecho a pedirme eso.
-Perdona… solo quiero que hablemos
más tranquilas. -dijo. Respiré contando hasta 10. Estábamos muy nerviosas.
Tanto ella como yo. Comenzó el relato, como si estuviésemos en una película y de repente empezaran a salir
imágenes en flashback. Solo que en este caso, las imágenes se proyectaban en mi
cabeza. -estaba buscando una chica para quedar, nada serio. Me sentía muy sola,
necesitaba compañía. Alguien con quién ir a la peluquería. -menuda choni. -no
me mires así, la peluquería tiene revistas de hace tres años y me aburren. -le
di la vuelta a mis ojos. -bueno, que vi a "la" Vane y pensé, ¿de qué
me suena esta muchacha? Llamé a mi hermana, que siempre está muy atenta a todo,
y me dijo quién era. La acababan de echar del trabajo y apenas tenía para
comer. Le propuse un plan.
-Menudas lagartas… -susurré.
-El plan era que yo me hacía con
su confianza y conseguía saber dónde y cuándo estabas en cada momento del día…y
todo lo demás…
-Te entiendo. Sigue. -quería
terminar con aquello ya.
-El problema es que me enamoré de
"la" Vane. Y mis hijos estaban encantados con ella, éramos felices
los cuatro.
-Ya os vi… -dije con nostalgia.
Puede que jamás volviese a ver a esos pequeñajos tan simpáticos por culpa de la
avaricia de su madre y de su tía.
-Luego me caíste genial, tú y
Malú. Sois encantadoras, de verdad te lo digo. Así que hablé con "la"
Rami para abortar el plan. Me arrepentí. Discutimos… ella quería seguir.
-parecía muy afectada. Se puso a llorar chillando. -¡yo no quería! ¡yo no
quería! Pero me dijo que lo haría sin mí…
-Pudiste impedirlo. -argumenté.
-¡LO INTENTÉ! ¡TE LO JURO POR LA
GLORIA DE MI MADRE QUE EN PAZ DESCANSE! -seguía berreando. No había un par de
ojos que no nos mirasen. Menudo espectáculo.
-Eh, deja ya de chillar. Me voy.
-dije tras oír su historia. Ya había gastado demasiado tiempo en ella. No
merecía tanto.
-Perdóname, por dios. -se
arrodilló, agarrándome la muñeca con fuerza. Tiré de mi cuerpo.
-Úrsula, suéltame. -me puse firme.
Logré distanciarme y corrí hasta el coche. Conduje rápido hasta mi hogar.
Necesitaba una buena ducha de agua fría. Fue lo primero que hice nada más
entrar.
Pegué un puñetazo a la pared. Me
enfadé. No entendía por qué en determinados momentos de mi vida sentía una
felicidad irrevocable. Y en otros venían todas las desgracias. Por qué era todo
tan extremista. Por qué no podía combinar ambas. Por qué. Por qué Úrsula dejó
que su hermana me tendiera la trampa. Por qué Malú no despertaba. Volví a
llorar. Últimamente lo hacía cada día. No sabía si era bueno o malo, pero lo
necesitaba como respirar. Y más después de enterarme de eso. Mis lágrimas se
perdieron con el agua que caía de la ducha, se camuflaban con el resto de gotas
para terminar yéndose por el desagüe. Me sentía tan vacía y sola sin ella…
Al salir, vi a José y a mi madre
jugando al parchís en la mesa del comedor.
-¿Qué hacéis? -reí. Estaban muy
animados.
-¡Te comí! -exclamó José de Lucía.
-y ahora me cuento veinte. ¡TOMA YA!
-No vale, te has contado cuatro.
Son tres. -le dijo, enseñando el dado.
-Ese es tu dado, no el mío.
-sonrió torcido, mostrándole el resultado.
-¡Está bien! ¡Está bien! -levantó
las manos. -cuéntate veinte. -Marina, ¿juegas? -noté que me lamían el gemelo
derecho.
-Eh, Danka. -acaricié su cabeza,
que estaba hacia abajo. Parecía triste. Me agaché a abrazarla. Era de los pocos
perros a los que me acercaba. Acaricié su lomo. Se tiró en el suelo para que
siguiera. -¿jugamos? -cogí la pelota que estaba en la mesa y la tiré. Se hizo
la remolona, recostándose en mis pies. -oye… ¿no quieres jugar conmigo? -ladró
débilmente. Era increíble. Sabía que Malú estaba mal. -pronto volverá mamá. -le
susurré.
-Si esperas a que te conteste,
siéntate a esperar. -bromeó José. Le hice burla. -oye, a tu cuñado respeto.
-Sí, mi señor. -reí flojito.
-Así me gusta.
Saqué el móvil y le enseñé al
animal una foto de su dueña. Se puso en pie y movió la cola muy alegre. Ladraba
muy fuerte. Reímos con ella. La abracé. Su pelaje acariciaba mi piel. Antes de
salir hacia el hospital, me tumbé en la cama. Necesitaba un poco de ella para
empezar otra noche larguísima. Pero las sábanas no guardaban ese olor
primaveral. Las sábanas se negaban a darme placer. Las estiré hasta abrirlas.
Eran otras.
-Mamá, ¿has cambiado las sábanas?
-le pregunté desde el cuarto con un grito.
-¡Sí! -contestó. Salí al salón
enfurecida.
-¿POR QUÉ?
-Hija… -se asustó.
-ME HAS QUITADO UNA DE LAS COSAS
QUE MÁS FUERZA Y ESPERANZA ME DABAN.
-Marina, tranquila. -José se
levantó y se acercó a mí.
-Bueno, se vuelven a poner en
cuanto se sequen…
-NO LO ENTIENDES. -chillé. -no es
por la ropa de cama… es por su olor… seguía… allí. -me fui viniendo abajo
conforme hablaba. Mi cuñado me aplastó en su pecho. En seguida me di cuenta de
mi gran error… Me separé de su cuerpo y me agaché al lado de la silla donde se
sentaba mi progenitora. Le pedí perdón. Ella se limitó a asentir. Estaba muy
seria. Normal. -he tenido un día horrible… -y así les confesé la historia de
Úrsula y su hermana.
-Joder. -dio un zapatazo José.
-esto no se va a quedar así, te lo digo. Las denunciaremos.
-Eso por supuesto. -intervino mi
madre, aún estupefacta. Y a la vez que pronunciaba esas palabras de
confirmación, sonaba mi móvil.
-Marina, lo siento. -era la voz de
Vanesa, más floja que de costumbre. -al final resultó que tenías razón. -me
quedé callada. No sabía que decirle… Si estar bien con ella o también gritarle.
El problema era que llegado el fin del día no tenía muchas más fuerzas para
pelear.
-No te preocupes… no es culpa
tuya.
-Te prometo que yo no sabía nada.
-Eh, te creo. -le dije para
tranquilizarla, pero no paró. Continuó disculpándose una y otra vez por lo que
hizo su novia. Me despedí de mi madre y el chico y subí al coche. Seguí hablando
con Vanesa camino al hospital.
-Creo que la voy a dejar. -me
quedé completamente muda. Si me negaba, iba en contra de mis principios. Pero
si la animaba hacerlo estaba entrometiéndome en la relación.
-Verás… -titubeé, pensando en qué
decir. -bueno… -oí su fresca risa.
-¿Estás bien? -reí también.
-Sí, sí. Es que no sé qué decirte,
lo siento. Haz lo que creas que debes hacer.
-Me llamó solo porque era tu ex…no
eres la única que se siente defraudada. -la entendía perfectamente. Vanesa no
era tonta.
-Oye, tengo que dejarte. Es mi
turno de "guardiana". -bromeé.
-Dale un beso de mi parte. -me
pidió.
Me acerqué a ella y le besé los
labios con cuidado. Empezaban a tener su natural sabor.
-Y este de Vane. -besé su moflete,
ya rosado. -te he traído una cosa. Me parece a mí que es tuya… -ajusté el
anillo de pedida en su dedo. Le quedaba algo suelto. -estás adelgazando
demasiado… -observé su cuerpo. Habría perdido tres kilos al menos. Puse la voz
de Pepi: ¡te voy a hacer un puchero que verás! Reí yo sola, esperando sus
carcajadas. Pero no llegaron. -no te vas a creer… -decidí callarme. ¿Y si
estaba escuchándome y se sofocaba? Mejor guardármelo para cuando estuviese
recuperada. -olvídalo. Ya te lo diré cuando despiertes. -me senté y pensé sobre
su posible reacción. Se pondría histérica. Me estaba empezando a deprimir de
nuevo. Quería ser de hierro para ella, pero por desgracia, era tan humana como
el resto. Tuve que cambiar de tema para alejar mis malos rollos. -creo que
nunca te he contado cómo nos conocimos. La primera vez que nos vimos… Era una
firma de discos. Esa mañana me escapé yo sola, sin nadie más. Fui en dos
autobuses hasta Barcelona. No me preguntes cómo llegué… Me perdí como cinco o
seis veces… Maldito Corte Inglés, estaba súper escondido. Hice unas tres horas
de cola, donde conocí a gente muy agradable, la verdad. Entonces llegó mi
momento. Estaba a unos diez pasos de ti, cuando el encargado me quitó la cámara
para hacerme una foto contigo. Me dijo que pasara. Estaba más que nerviosa.
-reí al recordarme. -temblaba. El disco se me cayó al suelo, en tu pie. Me
quise morir. -reí a carcajadas. Qué estúpida era. -lo cogiste y me preguntaste
mi nombre. No me acordaba… Me quedé completamente hechizada con tu belleza. Sé
que ahora estarás partiéndote de risa ahí dentro. -la miré. En realidad no se
movía nada. -al final lo recordé, y lo dije. Te lo tuve que repetir, porque mi
voz sonaba tan aguda y bajita que no lo oíste. Nos hicimos la foto y me fui
feliz a mi casa. -concluí. -¿qué te ha parecido? -le besé la mano. -luego te vi
en conciertos, y en otras firmas, no tan ajetreadas como esta… -reí. -y bueno,
después te canté a las espaldas, y te giraste porque…
-Tenemos una historia preciosa…
Me encanta como siempre me quedo con ganas de mas AAa y mmaldita ursula
ResponderEliminarAaayyyssss quiero mas!!!!! Me encanta!!!
ResponderEliminarjo,cuando el proximo q nos as dejao con toda la introgaka
ResponderEliminarquien dice la ultima frase??? O.o aiiii q intriga sube el 20 ��
ResponderEliminarHolaa... Me encaanta tu novela, me la he leido en dos dias jajaja Increíblee... por favor sube el siguiente estoy ansiosaaa jja Esa última frase la tiiiene que deciir Malú por dioos... que se despierteeeee yaa jaja Graciias
ResponderEliminarMe ha encantado!
ResponderEliminarUna pregunta, vas a subir los capitulos al word? Es que en el enlace solo hay hasta el 62 :S