El despertador fue como un
auténtico taladro en mi cabeza. Me dolían todos los huesos de mi cuerpo. Malú
dio un manotazo en seco y consiguió apagarlo.
-¿Cuándo compraremos uno mejor…?
-pregunté, dándome la vuelta y quedando boca abajo.
-¿Qué haces que no estás en
pijama? -se incorporó hasta quedar sentada.
-Pues… anoche vino Vane, estuvimos
hablando sobre Úrsula.
-¿Qué? -parecía molesta. -oh,
gracias por avisarme.
-Joder, perdona. -me disculpé, sin
llegar a entender su enfado.
-¿A ti te parecería normal que me
levantara sin decirte nada y me fuera por ahí con mi ex?
-No saques las cosas de contexto.
Sabes perfectamente que no hay nada.
-Da igual que no haya nada, ni que
sea tu ex. Me importa un carajo. -se cabreó. -lo que me molesta es que me
mientas.
-No te he mentido. -me levanté de
la cama. -me mandó el mensaje cuando ya estabas dormida. No quise despertarte.
-Oh, qué cortés. -dijo con ironía,
haciéndose camino hasta el baño.
-Esa tía me da mala espina. Tenía
que saber más cosas.
-No podías esperar, ¿verdad? -se
peinaba. Yo la miraba desde la puerta.
-Te lo digo en serio, me da mal
rollo. Tenía que hablar con Vanesa. -intenté buscar la manera de que me
entendiera. Pero cuando se enfadaba era imposible llevarle la contraria. Se
quedó muda. Bajé para hacerle el desayuno, a ver si así se calmaba, aunque
fuese un poco.
-Mh, huele muy bien. -dijo al
bajar las escaleras. Le había calentado unos croissants, le había tostado dos
trozos de pan. Un café daba vueltas en el microondas y unas naranjas eran
exprimidas con el calor de mi mano. -vaya banquete. ¿Desayuno de disculpas?
-sonrió. Me mostré indiferente. Ella rió.
-La conoció por una página web,
¿vale? -carcajeó. -no me hace gracia. Malú, tú no la has visto.
-Qué intriga, mujer. -dijo,
devorando la comida. Se había levantado con hambre. -a ver si es que te da
coraje que Vanesa haya encontrado…
-¡No! -la corté. -no es eso. -se
asustó.
-Vale, vale. Tranquila…
-Tiene dos hijos y su marido murió
solo hace unos meses. Hay algo raro en esta historia. -observé.
-Cariño, la vida es así. -se
limitó a decirme. -no porque haya muerto tiene que estar torturándose el resto
de sus días. Quizás solo quiere olvidarse de aquello buscando a otra persona.
-Sí… bueno… Pero, Vane es solo una
cría para ella. Podría haber buscado alguien más maduro teniendo en cuenta que
tiene dos enanos. No sé, un poco de cabeza.
-Cada uno se organiza su vida como
puede. Si le gustó, pues… ya está. Además, lo mismo no busca nada serio. Solo
alguien con quién divertirse.
-Eso me preocupa. Vanesa está
enchochada, va más allá. ¿Y si es lo que dices? ¿Y si solo quiere… divertirse?
-No te tortures, no es asunto
nuestro. -me acarició la mano.
-Ya, pero sabes perfectamente que…
-Que quieres mucho a Vane, que
vivisteis muchas cosas… -concluyó. Sonreí. Me alegraba de que lo entendiera.
-¿tú le has dado tu opinión, no? ¿Sabe todo esto que me has contado?
-Sí. Se lo advertí anoche.
-Pues ya está, no te metas más. Lo
que tenga que pasar, pasará. Tú ya has hecho suficiente. -me besó en los
labios. -gracias por el desayuno, me tengo que ir ya.
-Que sea leve. -le dije.
-¡¡Intensas audiciones a ciegas!!
-levantó el brazo mientras cerraba la puerta. Me sacó una sonrisa. Estaba loca
por ella. Me senté en la terraza a esperar el amanecer con una taza de café.
Nunca me había gustado su sabor, pero lo tomaba. Lo necesitaba para mi tensión
baja. Si una mañana me faltaba, comenzaría a ver chiribitas en nada. Moví
rápidamente la cuchara, se formó una especie de tornado en el interior del
recipiente. Dejé de hacerlo y el café se tranquilizó. Después de la tormenta
siempre llegaba la calma.
Al fin los rayos de sol aparecieron tímidamente. Como cuando alguien entra en un ascensor lleno de gente. El cielo se impregnó de color. Nuestra estrella solar iluminaba el planeta. Me pregunté cómo viviríamos sin luz. Sería imposible. Todo el día a oscuras… Para empezar, las plantas se extinguirían, por lo que los animales morirían y nosotros no tendríamos alimento. Quizás la ciencia inventara comida cosechada en probetas en sus magníficos y perfectos laboratorios. Nuestro sueldo se basaría en pagar luz, eso sí. ¿Y la vitamina que nos da? ¿Y el buen humor que nos aporta? ¿Y el color de nuestra piel? Estaba claro que la presencia de nuestro sol era tan importante como respirar.
Al fin los rayos de sol aparecieron tímidamente. Como cuando alguien entra en un ascensor lleno de gente. El cielo se impregnó de color. Nuestra estrella solar iluminaba el planeta. Me pregunté cómo viviríamos sin luz. Sería imposible. Todo el día a oscuras… Para empezar, las plantas se extinguirían, por lo que los animales morirían y nosotros no tendríamos alimento. Quizás la ciencia inventara comida cosechada en probetas en sus magníficos y perfectos laboratorios. Nuestro sueldo se basaría en pagar luz, eso sí. ¿Y la vitamina que nos da? ¿Y el buen humor que nos aporta? ¿Y el color de nuestra piel? Estaba claro que la presencia de nuestro sol era tan importante como respirar.
Y mientras yo filosofaba sobre la
existencia del mayor astro, mi discográfica empezaba a buscar el fotógrafo de
mi disco. No tardaron nada. Tenían tantas personas allí trabajando que daba
gusto. Mari llamó a eso de las 9 dándome la noticia con sus particulares voces.
-¡Fantástico! -exclamé yo.
-¿cuándo se harán? -quise saber.
-Miércoles a las 7. -me informó.
-tiene una idea muy buena, te gustará. A mi desde luego," ma´ encantao".
-No lo dudo. -sonreí. Mi segundo
disco estaba ya a fuego lento. Tomando la consistencia y la forma perfecta. Quería
que superara con creces a mi primer trabajo. No tenía nada que ver con el
anterior. Mientras que el primero lo compuse con todo el tiempo del mundo, con
mis ratos en el parque, con anteriores canciones, el segundo estaba escrito con
la presión de lo mucho que había gustado el anterior, con las fechas que
frenaban mi creatividad y con la expectación de miles de personas que confiaban
en mí plenamente. Esperaba conseguir más
premios, ya que con el otro solo había podido optar a "cantante
revelación", y cosas por el estilo. Estaba limitada a que era solo un
experimento, al menos así lo veía yo. Un producto nuevo.
Últimamente no había parado.
Viajaba a la discográfica casi todos los días, el disco ya tenía una fecha de
lanzamiento, según Paula, IRREMPLAZABLE. La enorme palabra en sí daba miedo.
Así que trabajábamos a contrarreloj, evitando posibles problemas que nos
retrasaran. El nivel de estrés en mi cuerpo rebozaba los límites. Tenía miedo
de hacerlo mal al estar tan presionada. Temía que la rapidez se cargara el
proyecto. Por eso, en mi día de descanso, decidí apartarme de todo lo que
tuviese que ver con el CD. Necesitaba tiempo para mí, relajación, un poco de
descanso antes de pasar a la parte más complicada del trabajo para poder dar
todo de mí.
Me senté en mi cómodo sofá y
enchufé la consola. Hacía tanto tiempo que no jugaba que me resultó raro hasta
el tacto del mando. Las letras de la compañía de videojuegos más famosa desde
años aparecieron en la pantalla como un destello fugaz. Sonreí. No sabía que se
podría echar tanto de menos esto. Me encontraba liquidando la primera tanda de
zombies cuando mi móvil recibió un mensaje instantáneo. Pausé la partida a mi
pesar y miré, rechazando mi subconsciente más viciado, que me gritaba: "Es
tu día de descanso".
-¿He oído que hoy tienes libre?
-preguntó Li. Le contesté "sí". Estaba en línea, así que esperé a que
me contestase antes de seguir con el juego. -en media hora estamos allí.
-Estoy viciándome a la play, pero
venid igual. Aunque no soltaré el mando. -añadí un icono divertido.
-Pues ve añadiendo dos más. -me
gustó esa respuesta. No tardaron en llegar, ni siquiera fueron veinte minutos
completos. Les abrí la puerta y les invité a pasar.
-¿Cómo están los preñados?
-pregunté. Li me miró de reojo. Su peque ya llevaba dos meses ahí dentro.
-No he vomitado tanto en mi vida.
-resumió. Reí y me senté con ellos en el sofá. Pablo se tomó la libertad de
coger dos mandos y conectarlos.
-¿Guardo partida? -asentí con la
cabeza. Vi cómo salía al menú y ponía el modo multijugador. Les ofrecí unas
bebidas y un aperitivo y comenzamos a tirotear sin piedad. Era gracioso ver a
una embarazada jugando a aquel juego tan bestial. Lidia era de otra talla.
Sería una madre genial. Ya me la imaginaba paseando con su carrito y el bebé.
Otro mensaje aterrizó en mi móvil. Le eché un vistazo rápidamente, sin perder
de vista al zombie moribundo que me seguía.
-¿Aprovechas el día libre para
venirte de compras? Busquemos fondos de armario. -Isa, mi estilista. Solté un
bufido.
-¿Qué pasa? -preguntó López,
fundiendo el botón X.
-Mi estilista quiere salir a
buscar fondos de armario.
-Odio los fondos de armario. -dijo
tremendamente asqueado. -¿quién es? -se interesó.
-Isabel Coronel. -le di el nombre.
-es la mujer de Orozco. -añadí.
-Ah, sí. Oye esa chica es muy
buena. -opinó.
-¿Qué sabrás tú? -intervino Lidia.
Le costaba hablar cuando estaba concentrada.
-Nadie está celoso. -bromeé. Mi
smartphone volvió a vibrar. "Sé que estás ahí. Para algo sirve el "en
línea"". "Responde". Bloqueé la pantalla y lo tiré en el
sofá.
-No está bien ignorar a tus
trabajadores. -sonrió torcido el malagueño.
-Cállate. -dije. -es mi día libre,
joder. -rieron estruendosamente.
-Sí que lo necesitabas…
-Llevo trabajando sin parar desde…
pf… -resoplé. Después de unas dos horas, sonó el timbre. Bufé. Ellos volvieron
a reír. Activaron el pausa y me levanté hacia la puerta. Oí unos besos, se
estaban dando amor en mi sofá. Abrí de golpe y volví a cerrar al ver que era
Isa.
-¡ABRE! -aporreó la puerta. Los
chicos se sobresaltaron y giraron la cabeza hacia la entrada de la casa, donde
estaba yo dándome golpes contra la puerta. Giré el pomo. -¡Hola! -saludó, como
si no hubiese pasado nada. Entró cargada de cosas en el brazo. -mira, te he
comprado todo esto. Como no te has dignado a contestar, he elegido por ti.
-miré al techo desesperada. -¿estás bien? -negué con la cabeza.
-¿Entiendes que era mi día de
relax? -no contestó.
-Ya me voy. -se cabreó.
-Oye, no te pongas así. -tiré de
su brazo.
-Si te he dicho de ir a buscar
ropa hoy es por eso mismo. ¿Prefieres ir cuando estés hasta arriba? Esta
carrera es sacrificio absoluto, y te lo digo porque lo sé mejor que nadie.
Trabajo para vosotros y tengo un marido metido en esto. Yo misma sé lo duro que
es no tener vida. -en parte tenía razón. Me disculpé.
-Quédate con nosotros, anda. -la
invité.
-No, no. No quiero molestarte en
tu día de descanso. -levantó las manos. Me fijé en que llevaba unas gafas de
sol distintas. Siempre traía unas diferentes.
-¿Tienes toda la colección de
gafas de sol de todo el planeta solar? -pregunté. Rió.
-Vale, me quedo. -cogí el teléfono y pedí unas pizzas.
En cuanto se fueron me puse a recoger la casa mientras escuchaba los mensajes del contestador.
"No sé donde te metes, llevo toda la noche llamando, cuando puedas, por favor, avísame. Necesito tu ayuda de nuevo".
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