sábado, 30 de agosto de 2014

T2. Capítulo 12. SI TÚ ME DEJAS.

Y se fue por donde se iban todos los asistentes de la firma. Se fue tan contenta como ellos. Y yo me quedé allí, con una sonrisa estúpida que me duraría para siempre. O eso era lo que sentía. La gente se había quedado tan sorprendida como yo. Y es que nadie se esperaba aquello. Yo menos.
-Estarás contenta… menuda novia. -me susurró una mujer de mucha edad.
-Sí. -reí mientras le firmaba.
Cuando la cola finalizó habían pasado ya cinco horas y media. El cielo estaba completamente oscuro. Bajé los escalones, los seguratas me rodeaban. Parecía una peli de tiroteos. En cualquier momento alguien me dispararía. Podía sentirlo. Me reí yo sola. Vi a Malú junto a Mari, recostadas en la valla.
-¿Se os ha hecho muy largo? -les pregunté. Me abrazaron. Aunque de Malú me llevé algo más que un achuchón.
-¿Y tú como tienes la mano? -intervino la gran cantante del momento.
-Si me la arrancas, te lo agradezco. -sonreí.
-Vaya, esta noche no hay folleteo. -comentó Mari. Mi chica y yo nos miramos con los ojos saltados, aguantando la risa. Se nos acumularon las carcajadas en los pómulos.
-Tengo otra mano… -dije yo. Y ya no pudimos retener más la risa.
-¡¡QUÉ!! ¿VAMOS A CELEBRAR EL DISCAZO? -mi representante parecía de lo más animada. Empezó a saltar de camino al vehículo.
-¿Qué le has dado? -me susurró mi chica, agarrándose a mi cintura.
-¡CHUNDA CHUNDA! -gritaba. -¿NOS VAMOS DE PARRANDA?
-Invéntate algo. -le pedí en la oreja.
-Eh… Mari, tranquila. -le dijo, subiéndose en el coche. Yo me acomodé en el asiento del copiloto. En cuanto se sentó, alzó el volumen al máximo. Me tapé los oídos. -¡¡BAJA ESO!!
-¡Estás loca! -chillé, buscando el botón de "VOL -". Pulsé repetidas veces hasta que se calmaron mis tímpanos. De pronto se tiró hacia el volante. Como si la hubiesen empujado. -¿estás bien? -acaricié su espalda. Levantó la cabeza lentamente.
-Me voy a separar. -dijo. Fue como un estacazo directo al corazón. Giré un poco la mirada hasta encontrar la caída imagen de mi chica en el asiento trasero. Se acercó hasta ella a darle el apoyo que creíamos que necesitaba. Supongo que poner mi disco a tope era una forma de desconectar. Una sábana para sus problemas. Un abrigo para el frío de su corazón. -bueno, ya está de sentimentalismo. -arrancó el motor.
-Vente con nosotras. -la invitó mi prometida. -celebramos el disco.
-No, no, no quiero molestar. -se limpió unas cuantas lágrimas y se puso en camino.
-Va, vente. -la animé. -¡te haré mojitos!
-¡¡Entonces sí!! -y giró el volante bestialmente para salir del aparcamiento.
 Nada más llegar a nuestro acogedor chalet, Mari nos contó su historia. Se sentó en medio de nosotras, en nuestro sofá, calentado previamente por Danka. La perra también parecía entenderla. Se sentó en sus pies.
-¡Quita! -le gritó. No le hacían mucha gracia los animales. -¡Ay, quitármelo!
-Va, Danka, vete. -le rogó su dueña, acariciándole el lomo, como tanto le gustaba.
-Mira, no soy feliz con él. -resumió tras contar las cuantiosas idas y venidas del matrimonio. Tras la pérdida del bebé que nunca llegó a nacer, las cosas se complicaron. Su marido se envició a las máquinas tragaperras. Lo echaron del trabajo por llegar tarde en más de una ocasión. Lo único que hacía era refugiarse en un bar con amigos y beber alcohol hasta las tantas. -me tiene abandonada. -concluyó, tomando la última gota de mojito. -intentamos arreglarlo con un viaje… pero para qué. Para nada. Siento que no me quiere… Os veo a vosotras y… dais asco, putas. -ya tardaba. Reímos. -es que yo quiero una Marina… o una Malú… yo quiero que me den sorpresas, que me tapen cuando tenga frío, que me cuiden. O al menos que me den la mitad de lo que yo doy. -terminó.
-¿Y cómo se lo ha tomado? -se interesó.
-No quiere. Y normal… él no tiene nada. Solo yo. En el fondo me da lastimita… no sabe ni hacer de comer.
-Ya… claro. Supongo que después de tantos años… -fui empática.
-El cariño está ahí… -resopló. -pero yo necesito alejarme de él.
-Tienes que mirar por ti, claro que sí. -la animó, acariciando su pelo. -¿otro? -le preguntó, señalando el vaso.
-No, no. Yo me voy ya. -se levantó.
-Puedes pasar aquí la noche. -me ofrecí.
-Muchas gracias, pero tengo que poner la lavadora… y esas cosas. -rió. Sonaba a excusa barata. -no os preocupéis, él se ha ido a casa de su tía. No tengo que verlo ni nada. -eso me aliviaba.
Salió por la puerta y se montó en ese mini tan extremadamente pequeño y que tantos tumbos había dado. Se despidió con unos cuantos golpes al claxon y se alejó hasta que la perdimos de vista. Y cómo no, mi cabeza empezaba a pensar en ella.
-Me da mucha pena. -confesé, volviendo al salón.
-La vida es así. -dijo ella, tirándose de lleno en la alfombra. Sus perras se acercaron para darle mimitos. O para recibirlos.
-Sí, la vida es un poco mierda cuando quiere. -solté. Se quedó en silencio, dejándose querer por sus mascotas. Sonreí mirándola. -¿las quieres más que a mí?
-Serás celosa. -murmulló.
-Es verdad, yo también quiero amorcito. -dije agudizando mi voz y poniéndole ojitos. Siguió acariciando a sus animalitos. -joder, no es justo.
-¿A qué duermes en el sofá por pesada? -cerré el pico. Sonrió. Podía conmigo. No sé porque intentaba luchar contra ella. Se sentó a mi lado. Me empezó a dar besitos por la mano, hasta llegar al hombro, creando un caminito. Se quedó parada en mi cuello, donde hizo más énfasis. Apretando sus labios profundamente. Hundiéndolos en mi piel. Me dio un escalofrío. -Uy. -rió. -¿qué pasa? ¿no querías esto? -apreté los ojos. -¿te has quedado mudita? -asentí con la cabeza, intentando contener otro escalofrío. Me hacía sentir demasiado.
-Mañana voy a acompañar a Li a una ecografía. -dije, medio temblando.
-¿Sí? -puso más intensidad al beso, dejando una marca en mi garganta.
-Sí… -suspiré. Volvió a reírse. Le encantaba sentir que me moría en sus brazos.
-De cinco meses está ya… ¿no? -preguntó, sin dejar de perderse bajo mi rostro. Asentí. Pude notar su sonrisa pegada a mí. Lleno de pequeños mordiscos la zona debajo de mi oreja. Sabía que eso me superaba. La abracé, y ella hizo lo mismo, enroscándose en mi cuerpo. Mi barriga era un vaivén de hormigueos. Mi mente se puso en blanco completamente. Se concentró en sus caricias y besos. Su mano se deslizó hacia abajo, hizo de mi pecho un tobogán. Se divertía con mi sufrimiento. Estaba tan tensa que no me salía ni la voz. -¿quieres relajarte? ni que fuera tu primera vez… -rió. Pero para mí era tan imposible relajarme con ese pedazo de mujer sobre mí… -¡cariño! -se alteró.
-Soy demasiado fan tuya. -solté entre risas.
-Cualquiera fan mía estaría encantada de este jueguecito.
-No te lo discuto. -pero al segundo me enfadé. -¡oye! ¡ni se te ocurra!
-No, no. -bromeó.
-Más te vale. -dije firme, pero esa firmeza desapareció cuando se adentró en mi cuerpo sin previo aviso. -¿por qué lo haces todo tan… de sorpresa?
-Porque me encanta verte así.
-¿Así… cómo? -pero no respondió, se limitó a mandarme a callar. O a disfrutar…

-Eres mi debilidad. -solté en un susurró. Se apartó y fijó su mirada en mí. No sé cuánto tiempo pasamos embobadas… ni cuánto tardó en girar sus comisuras y mostrar aquella atractiva dentadura. Solo sé que después de eso, una lágrima corrió por su rostro, cortando su boca en dos.
-¿Qué te pasa? -pregunté asustada, limpiando otra antes de que resbalase.
-Soy muy feliz contigo… -sonreí. -y por nada del mundo quiero que nos separemos.
-No va a pasar. -le prometí en el silencio de la noche. -así que deja de llorar, tonta. Se dejó caer en mi hombro.
-Después de ver lo que le ha pasado a Mari…
-Eh. -le levanté la cabeza. -¿la has oído? ¿has oído lo que decía que nosotras?
- "Sois la puta envidia". -repitió con la voz de mi representante. Joder, la imitaba tan bien… -y salimos en todos los programas de televisión, revistas...
-Te amo. -la corté.
-Ay… -suspiró.
-Yo también sé sorprender. -levanté las cejas. -muchas gracias por aparecer en mi vida. -me achuchó de nuevo. -Te prometo que siempre estaremos juntas. Que te lo daré todo. Y serás la única persona a la que quiera.

-¡QUÉ COSA MÁS BONITA! -grité al ver el que iba a ser, aunque no oficial, mi sobrinito. Me emocioné. Se veía tan claro en aquella máquina de hospital. El médico flipaba conmigo. -¡ay, mira! -señalé el dedito.

-Relájate. -me susurró Lidia. -eres peor que Pablo, eh. Me volvéis al niño loquito.
-Sí, sí, ya me callo. -poco tardé en volver a chillar. -¡se mueve!
-Sí. Se mueve y duele. -me miró de reojo. Pero mi sonrisa al ver al pequeño era imborrable. -¿quieres coger el móvil de una vez?
-Déjalo. Estoy ocupada. -lo cierto es que mi móvil no paraba de pitar. Decidí apagarlo sin ver siquiera quién me buscaba.
-Puede que sea importante… -me advirtió. -a ver si tiene que ver con el concierto de mañana. -ahí podía tener razón…
-¡En cuanto termine de contemplar a mi bebé! -exclamé.
-¿El niño es mío o tuyo? -preguntó entre risas la embarazada.
-Tuyo, tuyo. -contesté segura.
-¿Le gustan mucho los niños? -se dirigió a mí de forma respetuosa, el hombre que le hacía la ecografía.
-Mucho. -asentí.
-¿Al final fueron a tu casa los hijos de Yaiza?
-¿Yaiza? -me perdí.
-Sí. La novia ésta de Vanesa. -Yaiza decía…
-¡Úrsula! -corregí. Asintió. Ahora se había acordado.
-Un nombre raro era. -se excusó.
-Sí que vinieron. Estuvieron jugando con los perros y eso. Pero la madre no tardó en llegar. -reí. -será que no se fiaba mucho.
-Será. -carcajeó. Ese día me lo pasé en grande. Como si fuera tan pequeño como ellos. Me apasionaban los niños. Y más en la edad en la que se encontraban Joselu y Ana Belén. Eran tan extremadamente curiosos. Les encantaba descubrir cosas nuevas, preguntar, jugar con todo. Echaba de menos esa vida. Me gustaría volver a mi infancia por un día…
Salimos de la ecografía muy contentas. El niño estaba sanísimo. Lidia nunca había fumado. Y bebía lo justo, nunca se emborrachó, ni nada por el estilo. Se estaba cuidando mucho durante el embarazo. Comía todo lo que le decían, y se abstenía de lo que no podía. Aunque también tuvo sus antojos. Pablo tuvo que salir corriendo al supermercado en alguna ocasión.
-Es raro verte así. -le dije. Siempre había sido pequeña y delgadita. Se me hacía extraño verla siendo todo lo contrario.
-¡¿ME ESTÁS LLAMANDO GORDA?! -nunca debía provocar a una preñada.
Conducimos hasta su casa, donde me invitó a pasar. Pablo nos esperaba allí con la cena ya hecha.
-¡Marina! -me saludó muy contento.
-¿Y a mí qué? -Li estaba demasiado susceptible. Se acercó y le dio un beso. Se agachó y acarició la enorme barriga.
-¡Hola enano! -qué monada.
-Oye, ¿miraste el móvil? -se me había pasado por completo. Lo volví a encender. Twitter se había revolucionado. Los WhatsApp ardían.
-Pero qué… -murmuré para mí. Los dos se giraron. -¿has visto la tele? -me dirigí al chico.
-No, he estado limpiando un poco la casa. ¿Qué pasa? -me mordí el labio. Solo tenía comentarios de "No me esperaba esto de ti…", "el corazón roto", "no me lo puedo creer", "esperemos que sea mentira...", "Malú no se merece esto". Acompañados del nombre de una cadena de televisión. Me dirigí a la aplicación líder. Conocidos míos me decían lo mismo, o cosas por el estilo. Un pinchazo en la garganta me dejó completamente muda. 17 llamadas perdidas de Malú. Unas cuantas más de mi madre. Otras de la suya, y yo sin entender qué coño había hecho para provocar tal alboroto. Y mientras yo intentaba averiguarlo, otra llamada de mi chica sacudió el teléfono. Lo cogí antes de que empezara a sonar.

-No me lo puedo creer. Te juro… que aún no me lo creo. -suspiró en un llanto. -ayer mismo me prometiste que solo me querrías a mí… que siempre estaríamos juntas… 

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