miércoles, 27 de agosto de 2014

T2. Capítulo 10. QUÉ ESPERABAS.

Era una oportunidad buenísima para descubrir más sobre ella. Úrsula nos había invitado a su casa, una cena de doble pareja, decía. Vaya encuentro raro. Dos ex y sus respectivas novias. Todo muy normal.
-A ver qué nos encontramos. -dejó caer en el aire Malú, mientras se vestía formalmente.
-¿Por qué tan guapa? O sea, no. -se rió. -¿Y AHORA QUÉ ME PONGO YO?
-Cariño, relájate. -me pidió entre risas. -ponte este vestidito, anda. -lo miré. Torcí el gesto. -¿éste? -señaló otro. -sonreí. -puedes hablar, ¿sabes?
-Las palabras se las lleva el viento.
-Y tú te llevarás las hostias si no estás lista en cinco minutos.
-Y besos también, ¿no? -le puse morritos. Puso los ojos en blanco y se encerró en el baño. -oye, no me dejes así. -oí una carcajada. A veces era demasiado mala conmigo.

Subimos al coche y conducimos hasta Torrejón, donde cenaríamos. No estaba ni lejos ni cerca, 40 minutos. Lo que solía durar un álbum. Perfecto. Malú introdujo el nuevo CD de un grupo novato.
-Son buenos. -opinó. Yo seguí bailando la canción con la cabeza. -tienen madera, ¿no?
-De roble, mínimo. -soltó una risa ahogada. Era la única que me reía los chistes malos.
Llegamos al piso antes de las nueve, la hora de quedada. Orgullosas de nuestra puntualidad, llamamos al porterillo. Algo mugriento.
-¿Sí? -era la voz de Vanesa. Nos abrió y entramos al portal. Enseguida entramos en el ascensor. Las luces temblaban y algunas teclas estaban pintadas.
-Madre mía… -suspiré. -da miedito.
-Parece que ahora va a aparecer Freddy Krueger… -reí al oírla. Pero no, no estaba el terror personificado del cine. Estaban las dos chicas y la puerta C abierta.
-¡Bienvenidas a mi paraíso! -exclamó alzando las manos. Malú y yo nos miramos incrédulas. Úrsula era un personaje. Mi chica se acercó a mí y susurró muy bajito: "tal y cómo me habías descrito". Sonreí. Nos saludaron muy cordialmente y nos invitaron a pasar. Nada más entrar había un espejo, algo oxidado por los bordes. A la izquierda, una cocina algo pequeña. Tenía lo básico. Tras una puerta se encontraba el salón-comedor. Las paredes eran amarillas y el suelo de mármol. Una mesa de madera muy clarita, rodeada por seis sillas, tomaba el nombre de "comedor". Sin ningún separador, estaba ya el salón. Dos sofás tapizados de leopardo y cojines a rayas. Una mesa en el medio, y debajo, una alfombra de lunares que parecía no tener nada que ver. Un televisor plasma con el plástico aún puesto descansaba sobre un pequeño mueble, que aguantaba como podía cientos de marcos de fotos. Sus dos pequeños interrumpieron la visita guiada.
-¡Hola! -saludó el mayor. -Yo soy Joselu, y mi hermana es Ana Belén. La pequeña se escondía tras él. Era morena, con los ojos muy claros. No sabría decir si eran azules o grises. Su hermano, sin embargo, era pelirrojo, con las mejillas llenas de pecas. Jamás diría que Úrsula era su madre. Malú en seguida se hizo amiga de ellos. Tenía un don para los peques. -ven, te voy a enseñar nuestro cuarto. La madre nos sonrió y nos dijo que fuéramos con ellos. Ellas dos se quedaron allí.
-¡¡Menuda habitación tenéis!! -exclamó. -¡tenéis un hámster! -observó a aquella especie de ratón dando vueltas sin parar en una rueda.
-Se llama gordinfón, porque come mucho. -dijo con voz muy aguda la niña. Reímos. Era muy mona, Vanesa tenía razón.
-¿Os gustan los animales? -les preguntó.
-¡Nos encantan! Pero mi mami no nos deja tener un perro… -intervino el chico.
-Vaya, yo tengo muchos. -respondió mi prometida, enseñándoles fotos de su "zoo".
-¡¡Qué bonitos!! -estaban locos con Malú. -oye, ¿podremos jugar luego a La Voz? -reímos. Ella asintió. Sabía que lo haría. Vane y su novia nos llamaron. La cena estaba lista. Al parecer, los chiquillos ya habían comido. El plan de su madre era acostarlos en cuanto llegáramos, pero ese plan era difícil de realizar, así que los dejó correteando alrededor nuestra.
-¡Dejadlas comer, eh! -les regañó, al ver que ya se acercaban.
-Mami, luego vamos a jugar a La Voz. -dijo la nena.
-No, vais a dormir. Dejar de molestarlas ya que no van a querer venir más.
-Tranquila, no es ninguna molestia. -sonrió. -me gustan mucho los niños.
-Sí, a mi también. -añadí.
-Oh, ¿pensáis adoptar, o algo? -preguntó.
-Algo haremos, sí. -reí. Ya lo habíamos comentado antes y cada vez teníamos más ganas de ampliar la familia.
Úrsula y Vanesa parecían ya una pareja completamente formal. Se llevaba muy bien con sus hijos, incluso la llamaban mamá. Por lo que descarté la idea de que la cuarentona buscara divertirse. No creo que quisiera hacerle ese daño a sus propios descendientes.
Después de la larga cena, nos invitaron a ver la tele con unos mojitos.
-La tele es super nueva. -dijo ella. -¡me la ha regalado mi Vane! -la besó. Mi ex sonrió ligeramente.
El hombrecito de la casa se acercó al vaso de su madre y le dio un sorbo.
-¡JOSELU! -chilló ella, provocando nuestras risas. -¿borracho con 8 años? -el niño salió corriendo sin parar de reírse.
-Malú, Malú, Malú, Malú, Malú, Malú… -la niña tiraba de su vestido.
-¡Dime! -respondió sobresaltada, soltando el vaso cargado de hierbabuena en la mesilla.
-¿Vamos a jugar? -por fin perdió la vergüenza. Era muy reservada, apenas había dicho unas dos o tres palabras en la noche.
-¡Niña, deja a María Lucía! -le gritó.
-¡Uy, no me llames así!
-Perdón, perdón. -se disculpó.
-María Lucía se llama mi amiga. -se movía sobre sí misma la peque. Mientras nosotras comentábamos el programa de moda… los niños movían y movían cosas entre la mesa donde comimos y el sofá.
-¡¡¡LISTO!!! -gritó el mayor, agarrando el mando de la tele. La apagó.
-¡Niño! -exclamó la madre.
-Malú, ven. -la agarró de la mano y la levantó del asiento.
-¡Queréis dejarla ya! -parecía apurada. La llevaron hasta una silla de escritorio, de esas que tienen 5 ruedas. Le dieron la vuelta.
-¡Yo también quiero jugar! -chillé. Me trajo otra y me puso a su lado, también de espaldas.
-¿Pero qué hacéis…? -preguntó sin tener ni idea Vanesa. Apagaron las luces y escuché el golpeo de una guitarra muy desafinada. Luego, la dulce y nerviosa voz de la niña. -ya os vale.
Malú se giraba, agarrándose a mí, a otra silla, y moviendo los pies en el suelo. Le costó la vida girarse.
-Prefiero el botón… -suspiró. Luego me giré yo, haciendo mil y una gilipolleces. El chico estaba sentado sobre una especie de caja, con una guitarra española de juguete que le estaba muy pequeña. Su hermana al lado, con un micro rosa entre las manos. Joselu se levantó nervioso, tiró su "instrumento" al sofá y se puso corriendo una corbata.
-¡¡La corbata de los domingos no!! -Úrsula estaba desesperada.
-¡Parece que hay dos coaches que quieren a Ana Belén! -gritó al puro estilo Jesús Vázquez. Yo estaba muerta de la risa.
Aquella noche me di cuenta que sí, que eran una familia completamente normal. Que a veces las apariencias engañan, y aunque tengan un sofá de leopardo, son buenas personas. Que aunque la luz del ascensor esté estropeada, la sonrisa de dos niños pueden iluminar un hogar. Y sí, Vanesa podría ser feliz con ella. Y no solo eso, también podrían ser nuestras mejores amigas. Aquellos dos retoños fruto de una relación cortada por la muerte eran pura vida. Eran especiales. Como también descubrí que Vanesa había estado faltando al trabajo porque se quedaba con los niños, ya que Úrsula tuvo varias citas en el médico.
Antes de salir del piso, nos despedimos de los dos pequeños, completamente agotados tras jugar con nosotras al programa de televisión donde conocí a Malú.
-Cuando queráis venís a mi casa y jugamos otra vez. -cogió en brazos a Ana Belén.
-Sí, quiero conocer a "Dranka". -dijo torpemente.
-Danka, idiota. -le corrigió su hermano. La madre le dio un chancletazo en el trasero como castigo.
-¡NO DIGAS PALABROTAS!
-No he dicho palabrota, he dicho idiota. -se llevó otro.
-¡¡NO ME VACILES!!
Nada más salir de allí, mandé dos mensajes con diferentes destinatarios. El primero a Vanesa. Se merecía una disculpa… Y otro a Natalia, en el que le aseguraba que no tenía por qué preocuparse.
-Parecen una familia completamente normal… -dije, arrancando el coche.

-¿Y qué esperabas? 

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