sábado, 18 de enero de 2014

Capítulo 28. HOY DESPERTÉ.

Abrí los ojos y me encontraba en su pecho. Noté sus caricias en mi pelo. No me moví, me hice la dormida. Quería disfrutar un poco más de aquel placer.
-No te hagas la tonta, sé que estás despierta. -me dijo. No contesté, me tragué las risas. -sí, sigue haciéndote la dormida. -volví a contenerme. -Antes te ha sonado el móvil. He hablado con tu productora, el ocho de enero tienes que ir a la discográfica para grabar el disco. -me levanté de golpe y se me puso una cara de sorpresa alucinante. Ella comenzó a dar carcajadas. Me había engañado. -Siento haberme quedado dormida anoche.
-No te preocupes, es normal, estábamos muy cansadas. Me hiciste andar la de dios.
-Anda, vamos a vestirnos que el desayuno lo cierran en media hora. -me pidió mientras se incorporaba. Bostezó y estiró sus brazos.
Me abalancé y la tumbé. Me quedé sobre ella riendo y mirándola a los ojos. Besé sus dulces labios y seguí a lo largo de sus mejillas.
-Cariño, ¿qué te ha dado?
-Voy a darte todos los besos que no te pude dar anoche. -le susurré en el oído. Le hice cosquillas y se encogió hacia el otro lado. -Ah... tienes cosquillas. -reí, sin dejar de besar sus mofletes. Bajé mi mano hasta su vientre y le hice cosquillas. Se revolvía y daba patadas al colchón con los ojos llenos de lágrimas.
-Para, por favor, para. -lograba decir entre carcajadas. Después de unos segundos más, consiguió deshacerse de mí.
-Te mato. -amenazó. Me dio la vuelta, poniéndome bajo su cuerpo. Me agarró las manos sobre la almohada. Intenté escapar pero no pude.
-Uy, cuidado con la jefa. -bromeé. Puso cara de enfadada.
-Me das miedito. -reí. No se movió, siguió con esa expresión en la cara. -Malú... para. -dije con voz de niño pequeño asustado. No aguantó más y se echó a reír. Tras la absurda pero divertida escena, nuestros labios volvieron a juntarse.
-Mierda. -paró de repente tras largos minutos en su boca, dejándome con la miel en los labios. -el desayuno. No llegamos ni de broma. -se levantó corriendo, sacando su ropa de la maleta. -¡Marina, vamos!
-Voy, voy. -me desperecé despacio y caminé sin ninguna prisa a por mi vestimenta.
-Me desesperas. -soltó, yendo al cuarto de baño.

Corrimos a toda velocidad por los pasillos del hotel, el ascensor no venía y tomamos las escaleras.
-¡NO SE CORRE! -gritó un guardia, sin éxito ninguno. Tomó uno de mis dedos para arrastrarme más rápido.
-¡Marina, que no llegamos! -chilló. Yo ya me veía buscando un bar... Por suerte el bufé seguía abierto.
Se cogió varias piezas de fruta. Era muy sana, no como yo, que había cogido donuts y porquerías del estilo.
-Te tengo que enseñar a comer, esto no puede ser.
-Vas lista si crees que voy a desayunar una frutita.
-Ya lo veremos... -levantó una ceja. No se lo negué, estaba segura que al final acabaría comiendo sano solo por darle el capricho. -Ay, ya sé que vamos a hacer ahora.
-Miedo me das.
Volvió a colocarse las gafas y la gorra. Me paré en la parada de los taxis del día anterior pero me negó con la cabeza. Fuimos andando hasta un parque.
-Parque María Luisa. -señaló.
-Encantado, Marina. -Malú rió ante el estúpido chiste. Volvió a cogerme del dedo índice para correr como en el hotel. -Qué manía con correr hija...
-Floja. -¿cuántas veces oiría ese adjetivo?
-¿Floja? -a la misma vez que lo dije, me puse a correr a toda velocidad, adelantándola. Ahora era yo quien la arrastraba.
-¡POR EL OTRO LADO! -me frenó de golpe, sacándome medio dedo.
-¡Ah! -me quité y me lo miré. -a crujido y todo...
-Ay, mi niña. -dijo con pucheritos. Puso sus labios en la yema de mi dedo y me quedé embobada mirando cómo me besaba. -la baba. -bromeó.
-¿Qué dices? -dije mirando a otro lado.
-Vamos, anda. -rió. Continuamos andando bajo un sol que comenzaba a cegarme y entre la hermosa vegetación. Aquel camino arenoso terminó en una especie de plaza donde había muchísima gente y sobretodo, palomas. Malú echó a correr otra vez. Era muy hiperactiva por lo que estaba comprobando. O yo demasiado tranquila.
-¿Tú querer dar de comer? -me preguntó un moro.
-Vale. -le di el euro en la mano y me dio una bolsa de comida para palomas. O lo que fuera lo que tuviese. Me puse unas cuantas en la mano y cuatro o cinco se acercaron a picarme. Ella se agachó junto a mí, apoyando su brazo en mi espalda inclinada. -¡Ostia! -exclamé. -¡Me ha picado! -la miré. Se rió en mi cara.
-Mira que eres sensible. Quito el brazo vaya a ser que te haga pupa.-le di un empujón y al estar en cuclillas, se calló sobre la arena, espantando a muchas de las aves. Se echó a reír y me pegó una patada desde el suelo, me caí también. Todos nos miraban estupefactos. Me levanté y le tendí mi mano para ayudarla. Iba a soltarla, una vez de pie, pero me retuvo la mano. Me la apretó aún más. Echamos a correr con los brazos abiertos a lo largo de la plaza, las palomas levantaban el vuelo junto con nuestros dos corazones.
Pasamos a ver la Plaza de España. Había visto aquel lugar millones de veces en la tele... pero nada tenía que ver con la imagen. Era bastante ideal. La fuente me enamoró por completo.
-¡Barcas! -exclamé al ver el pequeño puesto con los precios de las embarcaciones.
-¿Subimos? -me preguntó. Acepté. Adoraba eso de dar paseos sobre el agua. Tomé los remos y los moví con rapidez. Solo teníamos media hora para cruzar la plaza entera y volver.

 Remé mientras la observaba. Se situaba frente a mí, mirando de un lado a otro todo el tiempo y sin dejar de sonreír. Su perfil era tan bello como el resto de su cuerpo.
-Deja de mirarme y mira a tu alrededor. -torció mi rostro a la izquierda y pude ver el precioso edificio. Volví la cara, de nuevo frente a ella.
-Prefiero mirarte a ti. -sonrió al oír el piropo.
-Pero Marina, en serio. -rió. -mira los monumentos, ya me tendrás luego.
-Ningún monumento mejor que tú. -volví a piropearla, ahora sus cachetes se enrojecieron. Negó con la cabeza y se mordió el labio.
Noté el cansancio en mis brazos y Malú se percató. Insistió en que quería probar eso de remar y cambiamos posiciones.
-¡AL OTRO LADO, AL OTRO LADO! -exclamé, pero nos chocamos contra el borde del "río".
-¡A la mierda! ¡Esto no funciona! -chilló, intentando separar la barca de la pared. Me levanté y di un empujón, devolviendo la embarcación al centro del cauce.
Entre risas y más risas, conseguimos llegar al final. Aunque para ello tuvimos que volver a cambiarnos y ser yo quien la condujera.
Esa noche si pudimos disfrutar de las calles de Sevilla bajo la luz impactante de sus alumbrados y una radiante luna llena. Apenas se podía andar, estaba todo colapsado. Malú me agarró la mano. Busqué su mirada. entre la gente. Iba delante.
-No te sueltes. -me gritó. -o te perderé.
-Nunca me perderás. -lo nuestro era como un cuento. Siempre a nuestra bola, en nuestra historia. Sacando todo de contexto, imaginando. Fuera de la vida real. Podíamos ser quien quisiéramos ser. Podíamos estar donde quisiéramos. Eso nos hacía especial. No éramos una pareja como otra cualquiera.

Continuamos, aplastadas por la gente, pero sin despegarme de su helada mano. Llegamos a un lugar que me dejo algo trastocada.
-¿Qué es esto...? -pregunté asombrada. Dos enormes... ¿infraestructuras? No tenía ni idea que era aquello. Me parecieron naves espaciales.
-Plaza de la encarnación. -dijo con voz de GPS. Me eché a reír.
-¿Pero eso que es? -señalé a los dos enormes edificios.
-Son las setas. Es un mirador. ¿Quieres subir?
-¿Un mirador? ¿Seguro que no son naves?
-Loca. -rió. -Venga, vamos a subirnos con mi amigo E.T y nos vamos a Venus.
-Take me to your planet. Your venus. Your venus. -canté la conocida canción de Gaga.
Las vistas eran increíbles. Me quedé asombrada ante la belleza de la ciudad. Ella me miraba con una gran sonrisa. Le encantaba verme sorprendida.
-Tiene que ser increíble darte un beso aquí. -dijo casi al final del recorrido.
-Algún día. -le prometí. Y con esa promesa despedimos otro gran día de nuestras vacaciones.
Al amanecer, una llamada me despertó.
-Hola, soy Mari. -mi mánager me solicitaba. ¿Qué querría?
-Dime. -contesté adormilada, aún con los ojos cerrados.
-Quería invitarte a comer para hablar. Conocernos un poco y tal... -no sabía si decirle donde estaba...
-Eh... ¿podría ser después de fin de año? -Malú se despertó. Su brazo me rodeaba la cintura y su cabeza estaba en mi hombro. Lo primero que hizo fue besarme en el cuello. Había dormido casi con su boca en él. Continuó llegando a mi mandíbula, subiendo a mis cachetes y alcanzó mi oreja. Yo me eché hacia un lado. Le pedí que parara con un gesto, pero sonrió más todavía y volvió a besarme.
-Claro. ¿Te parece el día dos? -no pude evitar soltar una risilla, provocada por las cosquillas que me producía tener su respiración en mi oreja.
-Sí, sí. ¡Felices fiestas! -colgué de golpe. Fue un poco borde por mi parte, pero era la única escapatoria. Lancé el móvil a la mesilla de noche y me fundí en sus labios. No podía estar mucho tiempo sin sentirlos. El calor que me transmitían, la sensación tan bonita que dejaba con ellos era insuperable. Repasé una vez más su cuerpo desnudo con la yema de mis dedos.
Me quedé muy pegada a ella pero sin llegar a besarnos. Mis ojos se clavaron en los suyos. Me encandilé con su precioso iris oscuro.
-Te quiero. -susurré.
-Te amo. -esa palabra era demasiado grande y nunca la había oído de su boca. Sentí un escalofrío. -Eres muy especial.
-Tú también.
-Nunca había estado con alguien como tú. Eres diferente al resto. Eres tú, eres...
-¿Marina?
-Sí, eso. Eres Marina y eres única e irrepetible.
-Falta algo. -dije. -soy Marina y soy tuya. -mordió mi labio y volvimos a cerrar los ojos para disfrutar de otro largo beso.

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