domingo, 12 de enero de 2014

Capítulo 25. YA LO VES

No parábamos. Íbamos de un lado a otro por las calles de Madrid. La acompañé a comprar regalos de navidad y yo aproveché para adquirir también el de Li y el de mis tíos postizos. Porque por muy enfadada que estuviese con Vane, ellos me dieron todo y no se merecían que por culpa suya yo los dejara de lado.
-Deja que lleve yo algunas. -se quejó. -la mayoría son mías.
-Que pesadita eres. Anda, calla ya. -me miró de reojo y me pegó con el puño cerrado en el brazo.
-¡Bruta! -reí. La oscuridad de la noche invadía la calle. Había muchísima gente, apenas cabíamos en la acera en busca del coche. Se acercó y se agarró a mi brazo. -Malú. -la miré seria.
-¿Qué pasa?
-Estamos en la calle. -le recordé. Se apartó de mi lado.
-Qué difícil es esto... a veces desearía ser una persona normal y trabajar en lugar normal con 8 horas y mis días de descanso. -dejó de sonreír, cosa que detestaba.
-Eh, alegra esa cara. -le pedí, dejando las bolsas en el suelo para abrir el coche.
-Quiero pasear contigo bajo las luces de navidad de tu mano, o agarrada a tu cintura. No a siete pasos de ti.
-A siete tampoco estabas. -metí las bolsas cuidadosamente en el maletero.
De camino al restaurante donde habíamos quedado con Pastora y Vero de nuevo, estuvo seria todo el rato y sin decir nada.
-Malú, no puede verte así. -se giró para verme mientras conducía y forzó una sonrisa.
-¿Mejor?
-Mejor. -di unas palmadas en su pierna. Iba a devolver la mano al volante, pero la agarró. Acarició la palma y luego se quedó sobre ella, jugando con mis dedos.
-Te quiero. -dijo de repente. Cada vez que lo hacía el cuerpo se me descomponía. No me acostumbrada a oír esas palabras de la voz que había estado escuchando y admirando durante tantos años. Un semáforo permitió que pudiera fijar mis ojos en sus ojos. No tardé en quitarme. -¡Vuelve a mirarme! -exclamó en una orden.
-No puedo, me matas con esa mirada. -se mordió el labio y se lanzó hacia mi boca.
-Semáforo en verde. -dije, apartándola y arrancando el coche apresuradamente ante las pitadas de los demás conductores.
Llegamos al fin al punto de quedada con las dos chicas. Malú caminaba delante de mí, yo me quedé atrás comprobando que el coche estuviese bien cerrado. Pegué una carrera hasta ponerme a su altura y la agarré de la mano. Me acordé entonces de la discreción y tuve que soltarla con cierta pena. Me gustaba sentir el calor de su piel.
-Esto es una tortura. -resopló, entrando en el local. Allí nos encontramos a las que ya consideraba también mis amigas.
Pasamos una buena cena en una inmejorable compañía. Me acogieron muy bien en su grupo. Nunca fui muy sociable, me costaba hacer amigos. Siempre tenía a Vane, me refugiaba en ella y pasaba del resto. Tenía unos cuantos en el barrio, con los que jugaba al fútbol y demás pero no era capaz de mantenerlos... Después a penas hablaba con ellos. Quizás con Malú sería distinto... El otro día compaginé muy bien con Pablo y ahora con ellas dos. Parecía una nueva Marina, una nueva persona. Me estaba cambiando a mejor.
-¿Tú quieres postre? -me preguntó la sevillana mirando la carta.
-El postre lo tengo a mi derecha. -bromeé. Todas rieron. Ella me miró con cara de perversa, incrementando las risas. Me encantaba cuando se ponía a hacer la tonta.
-Oye, a nosotras nos regalarás tu disco, ¿no? -intervino Vero.
-Por supuesto, y con dedicatoria. -sonreí.
Salimos del restaurante y la noche se alargó en un pub de copas.

Tras dos días en el chalet que tenía Malú, volví a mi nueva casa en la que apenas había pasado veinte minutos para dejar las cosas. Abracé a Li al verla. Empezaba a echarla de menos.
-¿Has traído lo que te pedí? -le pregunté.
-Sí, todo está en la nevera. -asintió. Le mandé un correo con la lista de la compra para la cena de nochebuena.
Pasé toda la tarde en la cocina, preparando los platos. Lidia me dijo que no me pasara, pero aunque fuéramos dos tristes personas, la navidad había que celebrarla. Después de una refrescante ducha, me vestí para la ocasión.
Comenzamos a cenar con el mensaje del rey de fondo, sin prestarle mucha atención. Estaba concentrada en pelar una por una las gambas.
-El país se va a la mierda. -dijo Li de repente, volviéndome al mundo.
-No estoy oyendo nada, bastante tengo con pelar este bichejo.
-Mejor... -resopló. Siempre tan preocupada por todo. Era la persona más altruista y atenta del mundo.
Eché la vista atrás en el tiempo y recordé aquellas animadas cenas de nochebuena... Mis abuelos se fueron antes de que yo naciera, mi abuela al cumplir yo los diez y la otra dos años más tarde... así que quedábamos mis padres y yo. Mi tío nunca venía, vivía en Bilbao con su mujer y sus cuatro hijos. Por esta razón. nos uníamos a los vecinos, los Martínez. Nos juntábamos más de treinta personas... La noche se alargaba hasta las tantas entre villancicos y chistes. Uno de los tíos de Miguel, el chico de mi edad, era humorista y mantenía a todo el mundo con la sonrisa en la cara. Después de irme de casa vinieron las cenas con Pedro, Natalia, y la que consideraba la mujer de mi vida. Estás más aburridas que las anteriores... pero al pasarlas con la persona a la que quería pues no me importaba... ni siquiera las echaba de menos.
-¿En qué piensas? -interrumpió mis pensamientos Li.
-En el pasado...
-El pasado pasado está. -me acarició el hombro. -voy a llamar a mi familia para felicitarle las fiestas. -asentí y se retiró a su cuarto. Yo cogí el móvil y llamé al fijo de la casa de Pedro.
-¿Dígame? -respondió Natalia, con aquella voz que me hacía sonreír nada más oírla.
-Soy Marina. -oí una respiración de sorpresa.
-Faltas aquí... -dijo con pena. -Te echamos mucho de menos, pero bueno, ¿cómo te va? ¿Has grabado el disco? ¿Cuándo sale a la ven...?
-¡Una por una! -la corté. -Me va muy bien, aún no he grabado nada, no hay fecha todavía. Pero estoy mega feliz. ¿Y vosotros?
-El bar sigue igual, con su mierda en los rincones y con las aceitunas en los cuencos. -reí y se produjo un silencio. -Pedro quiere saludarte.
-¡Hola Marina! -exclamó. Siempre había sido muy pasivo, se escondía tras las faldas de su mujer. -Felices fiestas.
-Igualmente. -suspiré, sin saber que más decirle. -¿Todo bien?
-Genial, pero te extraño mucho. La nueva camarera es muy lela.
-Bueno, tampoco es que yo fuese...
-Ya... pero te queríamos. -me sorprendió. Él nunca era de mostrar sus sentimientos. -Te dejo, que viene Vane y supongo que no querrás hablar con ella.
-Ni loca... lo siento. Hablamos pronto, ¡un beso! -colgué.
Li volvió con una sonrisa de oreja a oreja y al ver mi rostro de nostalgia me pellizcó las mejillas.
-¡Suelta! -le chillé.
-Pues quiero ver una sonrisa.
-No.
-Sí.
-No. -negué ahora con la cabeza.
-Sí.
-No.
-Pues verás. -pulsó un contacto de la agenda y llamó. -Malú, dile a tu novia que sonría que no lo hace.
-¡CARIÑO! ¿QUÉ ES ESO QUE DICE LI? -puso el altavoz y la oí regañarme, automáticamente reí.
-Bueno, ya ha sonreído. Puedes dejar de gritarle.
-¡TE QUIERO! -contestó. -¡FELIZ NAVIDAD COSAS GUAPAS!
-Igualmente jefa. -se adelantó Lidia.
-Feliz Navidad cariño, luego te llamo. -prometí.
-Vale, voy a comer. Un besito amor.
-Eres una chivata. -dije al ver que mi compañera de piso había cortado la llamada.
-Con tal de que sonrías... -siempre lo conseguía de alguna extraña manera.

Odié no poder estar con ella una noche en la que se suponía, debías estar con las personas que más querías. Saqué la guitarra y toqué unos cuantos temas que Lidia cantaba a grito pelado.
Después de casi una hora hablando con Malú en la cama, revisé twitter y me sorprendí al ver que ya habían creado dos o tres cuentas de información sobre mí. Llenas de mis fotos. Aquello me daba miedo en cierto modo. Ya no podía fallarles. Estaban conmigo en mi nacimiento como artista. Dediqué un rato a contestar a personas y a seguir a muchas de mis seguidoras. Al rato vi que habían subido una captura de pantalla de la notificación, estaban realmente emocionadas. Eso me llenó de orgullo. La batería se agotó y se apagó el móvil. Esa noche me iba a dormir muy tarde... ya eran casi las cinco y no paraba de dar vueltas en la cama. Después de tres días durmiendo con ella entre mis brazos... tenía que volver a conciliar el sueño sola, en aquel lecho frío.
Pero el día 25 sí que comimos juntas. Dijo que faltaría a la comida con su familia pero que poco le importaba. Yo no me negué esta vez, mis ganas de verla superaban mi consideración. Cogimos el coche y acudimos a su chalet.
-Marina, tenemos que disfrutar cada minuto.
-¿Qué? -no venía a cuento.
-Cuando terminen las vacaciones pasaremos días sin vernos... -dijo entristecida, probando la ensaladilla.
-No me lo recuerdes. -le pedí.
-NAVIDAD, NAVIDAD, DULCE NAVIDAD. -entonó el villancico Li, interrumpiendo la tristeza. Sonreímos a la vez y nos miramos riendo.
-Lidia, comiendo no se canta. -le dije.
-¿Qué no de qué? NAVIDAD, NAVIDAD, DULCE NAVIDAD. -continuó Malú.
-Pasáis de mi culo. Ok. -dije medio enfadada. Ellas me ignoraron y siguieron cantando, esta vez añadiendo palmadas. Se me escaparon las carcajadas, no pude aguantarme más.

Malú nos propuso irnos con ella de viaje unos días. Li se negó rotundamente, dijo que nos merecíamos pasar tiempo a solas... por mucho que insistimos no la convencimos.
-Mi prima Elena va a venir a verme uno de estos días, no estaré sola, no te preocupes Marina. Vete y pásalo bien. -argumentó. Ambas nos encogimos de hombros, que le íbamos a hacer.
-¿Y a dónde vamos, cariño?
-Mmm... ¿Qué te gustaría visitar?
-Pf... no lo sé.
-¿Por qué no vais a Sevilla? -preguntó Lidia, metiéndose en la conversación.
-Pues sí, te encantará, lo sé. -arqueó las cejas Malú.
-Vamos, pues. -alcé los brazos. -cualquier sitio será ideal si vamos juntas. -al decirlo, se acercó a mí y me mordió la mejilla.
-¡DELANTE MÍA NO! -exclamó Li, corriendo a la ventana. Se quedó mirando el jardín. -Los pájaros son muy bonitos... lalalala. -Mi chica y yo explotamos a carcajadas. Me dolía la barriga de reírme. Era muy graciosa cuando quería. -En serio, que no tengo novio y me entran unas ganas locas de registrarme en meetic cada vez que os veo. -las mandíbulas se me iban a caer de tanto reír. A Malú ya le habían salido las primeras lágrimas... -Va, dejaros de cachondearos de mí, jo.
-Para ya, por favor... -le rogué abrazando mi vientre. Me estaba descomponiendo por dentro de tanta risa.
Después de la comida, la cantante cogió el ordenador y sacó los billetes para la mañana siguiente y la vuelta el 30. Serían los mejores cinco días de mi vida, no cabía duda.
-Nunca he montado en avión. -le dije, sentándome a su lado en el sofá.
-¿De verdad? -preguntó abriendo al máximo sus oscuros ojos. Yo asentí, sintiéndome una cateta.
-Y tengo un pánico horrible. -confesé, para que fuera preparada.
-Bueno, no te preocupes, será rápido. -dijo acariciando mi rostro. -y yo estaré a tu lado. -besé sus labios y me quedé en su boca un rato. Los ladridos de Danka nos interrumpieron. Llegó hasta su dueña pasando por encima de mis piernas.
-¡Otra vez la maldita perra! ¿QUÉ TE HE ECHO YO? -pregunté mirándola.
-Le has quitado a su mami. -rió, dándole un beso.

-Eh, Danka, ¿por qué no te vas a jugar con Li y Rumba un rato? -la aparté, sin éxito. Volvió a subirse por el cuerpo de Malú, casi tira el portátil.-Va, me rindo. -me levanté y me fui con mi amiga y los otros animales al exterior.
Después de un rato hablando, unas manos taparon mi vista. No eran las de Malú, eran mucho más grandes.
-¿Quién soy...? -por la voz lo adiviné. Su hermano. -Hola cuñada. -¿CUÑADA? Me dejó fría, sorprendida.
-No sabía que tú...
-Sí, lo sé todo. Anoche me enteré cuando el resto de gente se fue... nos quedamos tu novia y yo charlando.
-¿Iba muy bebida, no? -bromeé. Malú apareció y preguntó de qué hablábamos que nos hacía tanta gracia.
-Cosas de cuñados. -le guiñó el ojo José.
-Ya... oye, se me olvidó decirte que se lo había contado.
-A buena hora, princesa. -reí.
-Oh, princesa te llama. -entrelazó sus dedos y miró al cielo, simulando ser un angelito. Se me subieron los colores.
-Y cosas mejores. -puso morritos y me agarró de la cintura, apoyando su cabeza en mi hombro.
-Tenías razón... es un encanto. -el chico subió una ceja. Tragué saliva. No me esperaba eso.
-Ya lo ves.

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