Aquella tarde tuve el enorme placer de tocar junto a José de
Lucía. Li se animó a cantar con Malú. Siempre fue vergonzosa para eso... pero
al final conseguimos que se arrancase.
Después de unos cuantos temas, mi recién cuñado me pidió que
le interpretara uno de los temas de mi nuevo disco. No dudé y acepté.
-Es preciosa, me encanta. -sonrió, asintiendo. Tras unos segundos
de silencio... -¿Me enseñas los acordes?
-Por supuesto. Empieza con un Fa menor con la séptima
añadida.
-¿Y el arpegio?
-Así. -hice el laborioso juego de dedos mientras el chico
observaba atento la secuencia. Agarró la silla y se puso más cerca de mí.
Malú volvió de la cocina con una caja de bombones y tras
dejarlos en la pequeña mesa, vino por detrás. Arqueó su cuerpo y me abrazó por
el cuello, me dio varios besos en la mejilla. Dejé de tocar y giré la cabeza,
robándole un pico.
-Hermanita, que me la desconcentras. -nos interrumpió.
Reímos y volví a explicarle la serie. Ella siguió a lo suyo y a mí me
encantaba. -¿Ni un minuto me la puedes dejar? -miró muy serio a mi chica.
-Búscate a otra, ésta es para mí sola. -me mordió en la
oreja. José negó con la cabeza, observando cómo me reía yo ante la escena. Me
encogí de hombros sin dejar de sonreír.
-Ya lo tengo. -al fin se aprendió la canción entera.
-¡Venga, concierto! -exclamó Li, sentándose en el sofá junto
a Malú. Las dos guitarras ponían la melodía a la canción que yo cantaba. Sentí
un cosquilleo, era un gran guitarrista. La primera vez que actuaba junto a él,
y dudé que fuera la última.
El almuerzo se alargó, convirtiéndose en una cena.
-Oye, ¿nos puedes acercar mañana al aeropuerto? -le preguntó
a su hermano.
-¿A dónde os vais? -puso cara de sorpresa.
-A Sevilla. -le contesté con una enorme sonrisa. Siempre me
llamó la atención aquella ciudad.
-¿No has estado nunca? -fijó la mirada en mí con las cejas
levantadas.
-Que va. -hice una mueca con la boca.
-Te embrujará. -asintió muy seguro de lo que decía. Yo no lo
dudaba.
Volví a casa con Lidia y preparé la maleta. Estuve casi una
hora sacando y metiendo prendas.
-La rosa mejor. -opinó Li, que me ayudaba.
-Me mola más la de cuadros. -dije.
-Pero esa ya la tienes muy vista. -no discutí más, metí la
chaqueta rosa y así finalicé de comerme el coco con mi vestuario. -Oye, ¿me
traerás una tortuga?
-Por supuesto. -besé su frente. Le chiflaban estos animales
y solía regalarle peluches de ellos.
No me acosté muy tarde, pues a las ocho pasarían a recogerme
los hermanos Sánchez Benítez.
Me desvelé. Miré el reloj, me sentía como si fuera
madrugada... pero las agujas marcaban las siete y cuarenta y cinco...SOLO
QUINCE MINUTOS. Me cagué en todos los astros que circulaban por el espacio y
corrí a toda velocidad a la cocina. Preparé un desayuno exprés, cereales con
leche. Mientras se calentaban pegué unas zancadas hasta mi habitación y me
vestí apresuradamente. Oí el molesto pitido del microondas y volé hasta él.
Casi me atraganto, y sin llegar a terminar, ya estaba con el cepillo de dientes
en la boca. Mis piernas seguían moviéndose, llevando la maleta hasta la puerta.
Retorné al baño para escupir la pasta de dientes y me di una leve capa de
maquillaje.
-¿Y este zapateo? -Li apareció en el pasillo con los pelos
revueltos y un ojo cerrado, la luz la cegaba.
-¡La alarma, que se olvidó de tocar! -exclamé mientras me
abrochaba los cordones de las zapatillas.
-Estás muy hiperactiva...
-¿Y cómo quieres que esté? ¡CINCO MINUTOS! -continué dando
vueltas por el piso, revisando cada rincón de la casa. No podía olvidarme de
nada. -pasaporte, cargador de móvil, cascos, cartera...
-Chicles.
-¿Chicles?
-Para la presión de los oídos. -explicó. Me quedé igual, no
lo entendí. -tú llévalos, hay una caja en el tercer cajón del salón. -fui a por
ella y la guardé en el bolsillo del pantalón. El telefonillo sonó y me puse
histérica del todo. Le di dos besos a Lidia y bajé por el ascensor con ilusión
y nervios. Mis primeras vacaciones junto a ella.
-¿Ganas? -me preguntó con esa sonrisa que me enamoraba.
Estaba sentada en el capó del coche, esperándome.
-Muchísimas. -miré a ambos lados de la calle. Desierta. Nos
miramos fijamente y ambas sabíamos que iba a pasar.
-Viva el amor. -una vez más, José rompiendo un beso. Se
acercó y cogió mi maleta, llevándola al maletero. Malú me volvió a besar,
acarició después mis mejillas.
-Vamos tortolitas. -me aparté de sus labios con pena. Besé
su mejilla y nos metimos en el coche. Nos sentamos las dos atrás. No queríamos
estar separadas si quiera en el coche. Nuestras manos se encontraron en el
asiento de en medio, el cual estaba libre. -Os vigilo, eh. -movió el espejo
retrovisor interior. -Nada de guarradas en mi carro, ¿comprendido?
-Eres un cerdo. -alargó la pierna hasta golpearle en el
brazo.
-¡LOCA, QUE NOS LA PEGAMOS! -chilló, devolviendo su pie al
suelo.
-Pues no seas cochino. -yo reía mientras observaba mi
barrio. Pasamos por delante del bar y se me borró la sonrisa de golpe. Eché la
vista al suelo y volví a escucharlos discutir.
-¡Sube el volumen! -pedía mi chica.
-Que no, pesada.
-Pesado tú. -le pegó otra patada.
-¡Que no me des mientras conduzco!
-Pues para el coche.
-No me lo digas dos veces, tengo unas ganas de reventarte
esa cara. -Miró hacia atrás buscando mi rostro. -Vaya impresión se va a llevar
Marina de nosotros.
-Me encantáis. -reí.
El aeropuerto era enorme. Yo iba observando por todos lados,
fijándome en cada detalle. Era increíble lo que el hombre era capaz de
construir.
-Vamos amor. -Malú iba casi tres un metro delante de mí. Di
un acelerón hasta ponerme en su línea.
Me puse algo nerviosa en el control policial. Me quité todo
objeto de metal, pero al pasar el arco pitó. Me puse roja como un tomate.
-Vuelve a pasar. -me pidió la de seguridad. Mediría unos dos
metros y era delgaducha. Tenía la cara muy chupada. Hice lo ordenador y volvió
a pitar. La chica se acercó y me dijo que pusiera los brazos en cruz. Mi chica
miraba desde el otro lado, recogiendo sus pertenencias. Palpó mi cuerpo,
buscando el causante de las pitadas.
-Anda, pasa. -se rindió por fin. Malú tenía mis objetos en
sus manos, esperándome.
-Me he puesto algo celosilla. -reconoció, de camino al embarque.
-Yo solo soy tuya.
-¿Por qué me dices estas cosas cuando no te puedo besar?
-¿Quién ha dicho que no me puedas besar? -la desafié. Me
pegó una palmada en el trasero.
-Tú sigue así campeona, que verás cuando llegues al hotel.
-me eché a reír ante su amenaza. -sigue riéndote. Tú sigue. -la agarré por los
hombros y la atraje hasta mí. Ella se revolvió, haciéndose de rogar, pero
conseguí darle un beso en la sien más cercana.
Subimos al avión y me quedé embobada mirando a la azafata
mientras explicaba las indicaciones de vuelo. María Lucía observó mi atención y
se acercó a mi oído, remedando la voz del altavoz.
-¿Te lo sabes de memoria?
-Pues claro, así que puedes dejar de prestar atención que si
nos la pegamos ya te explico yo todo.
-No me digas eso. -dije. -estoy muy asustada.
-No va a pasar nada... -intentó animarme.-Además, si pasa
algo, el amor nos salvará.-Acarició mi espalda. -échate en el asiento. -me
pidió, empujándome hacia atrás. -Ahora cierra los ojos y respira. -el avión
comenzó a moverse y despegué mis párpados de golpe. -tranqui, aún estamos en
pista.
-¿Cogiendo carrerilla? -pregunté. Ella se echó a reír.
-Nunca lo había visto así, pero supongo que sí.
-Bien. -vi que rebuscaba algo en su bolso. Sacaba un paquete
de chicles, supuse que era el momento y cogí los de Li. Me metí tres de golpe,
por si acaso.
Las ruedas se guardaron y el avión se inclinó, iniciando el
despegue. Me sujeté fuertemente al brazo del asiento y apreté los ojos. Noté un
pitido agudo en los oídos. Malú me cogió de la mano y la apretó muy fuerte,
relajándome.
-Me pitan los oídos. -dije.
-Para eso son los chicles, para que no te piten. Es por la
presión.
-Pues estos chicles están caducados. -bromeé, sacándole una
enorme risa.
-Mastica rápido. -seguí su recomendación y funcionó.
Al cabo de unos minutos, anunciaron que podíamos
desabrocharnos los cinturones. Yo no lo hice, todo lo contrario que ella, que
se lo quitó nada más oírlo.
-Suéltate. -me dijo.
-No, no. -negué con la cabeza. Se acercó y me lo quitó ella
misma.
-No pasa nada, cariño. Confía en mí.
-Si yo confío en ti, pero no en el aparato este. -volví a
atarlo.
Pasaron al rato unas azafatas vendiendo chocolates y
bebidas.
-¿Te apetece algo? -me preguntó.
-Sí, pero no viene aquí. -dije pasando las hojas de la revista.
-¿No está en el catálogo? Podemos preguntar a ver si tienen.
¿Qué es?
-Un besolú.
-¿Un qué? -solté una carcajada al ver su cara.
-Un beso de Malú. -expliqué entre risas. Apoyó la cabeza en el asiento y se echó a reír con los ojos cerrados.
-¿Queréis algo? -pasó la muchacha con el carrito.
-Un besolú. -dije sonriente. Mi chica daba golpes en el asiento, revolviéndose entre risas. La mujer puso una cara extraña. -nada, no te preocupes. -con la misma cara de sorpresa siguió empujando el carro cargado de comestibles.
Después de una media hora, el avión comenzó a moverse, como sacudiéndose. Yo me cagué.
-Son turbulencias, todo normal. -me susurró.
-Todo normal no, esto se mueve... ay... mucho. -me temblaba la voz.
-Ven aquí. -cogió mi brazo y lo puso en sus piernas. Me remangó el chaleco y comenzó a acariciarme desde el codo hasta mi muñeca. Sonreí, aún con el tembleque de dientes.
El altavoz anunció que íbamos a aterrizar. Los chorros de sudor resbalaban por mi frente. Volvió a agarrarme la mano muy fuerte, esta vez con las dos. Una debajo y otra arriba.
Noté como las ruedas tocaban el suelo.
-¿Ves como todo ha salido bien? -me miró Malú esbozando esa sonrisa que volvía locos a tantos.
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