Su pierna derecha me abrazó. Con la punta de los dedos
acarició mi oreja.
-No quiero salir de la cama. -me dijo muy flojito, casi en
un susurro.
-No salgamos, pues. -le sonreí. Volví a fundirme en su boca
durante unos minutos. Llegamos a un ritmo desenfrenado. Me apretó contra su
cuerpo, presionando la pierna que me envolvía. Me agarró del pelo y con un giro
sutil y sensual se colocó sobre mí. No paraba de besarme. Me estaba volviendo
loca. Sujetando sus caderas, la moví y dimos una vuelta. Era yo la que estaba
sobre ella. Dejé sus besos para bajar hasta su pecho, pero entonces.
-No. Quiero seguir saboreando tus labios. -me cogió la
mandíbula con sus manos heladas y volvió a depositar mis boca en la suya.
Aquella frase se quedó grabada a fuego en mi memoria. Mordió mi labio inferior
muy fuerte.
-¡Ah! -me retiré. -Dios... -me acaricié y noté la marca que
había dejado. Comenzó a reírse bajo mi cuerpo. No dejaba de temblarme el
labio. -…me has hecho daño… -dije poniendo pucheritos. Me dejé caer a su
izquierda, quedando boca arriba.
-Deja que te la cure. -me acarició la cintura y vino hacia
mí para besarme. Me aparté.
-¡No! ¡Ni se te ocurra! -giré la cabeza. Buscó mi boca entre
risas. Yo seguía estirando el cuello, alejándome de ella. Me puse de lado y
escapé.
-Pues vale. -se cruzó de brazos y se sentó en la cama. Seguí
tocándome la herida. Exageré que me dolía mucho.
-Parecemos retrasadas. -dije al cabo de un rato y con
carcajadas. Me incorporé y me senté a su lado, apoyando la espalda al cabezal
de la cama.
-¿Tanto te ha dolido? Ahora me siento mal.
-No tanto. -reí. -Estaba fingiendo un poco. -me pegó en la
pierna entre risas. -¿Puedo preguntarte algo?
-Dime. -acaricié su muslo más cercano.
-¿Eres lesbiana?-solté de golpe. -Ya sabes, se dice mucho
pero tú nos mareas. -comenzó a dar carcajadas amplias.
-Ese misterio me hace especial. -arqueó las cejas y sonrió.
-Si te lo dijera perdería parte de mi encanto.
-Idiota. -la insulté. -Pero dímelo, soy tu chica. ¿Eres
homosexual?
-Soy "marinasexual". -dijo tras pensar unos
segundos.
-¿Y eso en qué consiste? -ante mi pregunta, se echó en mi
hombro y apartó mi mano de su pierna para entrelazarla con sus dedos.
-Que solo me gustas tú. -no terminó de decirlo y ya estaba
fundiéndome en su boca de nuevo. Me agarró la mano con fuerza y comenzó a
acariciarla estirando el dedo gordo. Subió la otra a mi pelo, para acariciarlo.
Elevé la pierna y envolví su cuerpo. Giré y me puse sobre ella, de rodillas. Se
fue escurriendo hasta quedar tumbada por completo y no pudimos resistirnos…
-¿Habrá que hacer algo productivo, no? -pregunté entre risas
mientras mordía su cuello envuelto en sudor.
-¿Más productivo que esto? -solté una risa ahogada.
-¿Tienes algo que hacer hoy? -pregunté mientras acariciaba
el tatuaje de su muñeca.
-Sesión de fotos a las cinco. -hice una pedorreta. No quería
separarme de ella. -necesito ir al baño pero no quiero levantarme.
-¿Quién conseguirá arrancarnos de la cama? -pregunté alzando
las manos. Ella rió en mi oreja, dejándome medio sorda, pero no me importó
sentir sus carcajadas tan dentro de mí.
-Hace un día estupendo para salir a…
-¡YO NO ANDO MÁS! -me quejé. Sabía que era el final de la
frase.
-Mira que eres floja.
-¿No decías que no querías salir de la cama? -se quedó
callada. -¡Malú!
-Calla, que estoy reteniendo el pipi. -dijo con cara de
concentrada. Yo no pude evitar echarme a reír.
-¡Pero ve al servicio! -exclamé. No pudo aguantar más y se
levantó. Anduvo de puntillas hacia el WC. Me quedé embobada mirando su cuerpo
desnudo.
-¿Me estás mirando el culo? -se giró de golpe.
-No… estoy leyendo tu tatuaje.
-No sabía que entendías árabe. -carcajeó, apoyándose en el
marco de la puerta. Se la veía tan hermosa.
-Bueno… chapurreo un poco. -bromeé.
-Ya… ¿y qué pone? -dio media vuelta para que pudiese verlo,
y quedó con la mirada fijada en mí, con el cuello torcido.
Me hice la tonta y me quedé pensando, sujetándome la
barbilla. -…El mayor… desafío de la vida… es… A ver, gírate un poco. Vivir.
-terminé.
-Malditas maluleras. -rió y pegó un portazo.
Di una vuelta y quedé boca abajo en el lecho donde había
disfrutado toda la noche y parte de la mañana. Ya eran casi las tres de la
tarde. La pasión hizo que me olvidara de llevar a cabo mis funciones vitales.
-¡VOY A DUCHARME! -chilló, asustándome.
-¡VALE! -exclamé. Me levanté y fui a vestirme. Olvidé donde
había dejado la ropa. Fui andando por el pasillo, colocándome cada prenda. Y
cuando encontraba una, recordaba la forma en la que se había deshecho de ella.
Inevitable sonreír. Me recorría un escalofrío por el cuerpo cada vez que
recordaba cada beso, cada caricia, cada mirada. Rebusqué por los armarios y por
la nevera, a ver qué podía hacer de comer. Preparé una deliciosa lubina al
horno. Mientras se hacía, puse la mesa. Oí la campana y acudí al
electrodoméstico. Puse el pescado sobre la mesa y esperé a que viniese. Serví
un poco de refresco en ambos vasos. Estaba tardando demasiado.
-Qué olor… -al fin venía por el pasillo. -Me has hecho la
comidita… oh.
-Has tardado mucho.-le dije. Se sentó a mi lado y me besó en
los labios.
-Me encanta el pescado. -dijo, deshaciéndose de las escamas.
-¿Eso es en respuesta de mi pregunta…? -me eché a reír.
-¿Por qué sacas todo de contexto, mi amor? -se quedó
mirándome con el tenedor y el cuchillo hacia arriba.
-Soy así. Y te encanta, lo sabes. -me puse a comer. Ella
seguía con la vista clavada en mí, hasta que arrancó a reír.
-Lo peor es que sí.
Tras la comida, Malú fue a la revista y yo acudí a mi casa.
Ya no sentía tanto dolor al entrar. Volqué los cuadros con sus fotos. No quería
ver a Vanesa. Nunca más. Me había hecho demasiado daño. No se merecía nada de
mí. Vi en el pasillo que la puerta del baño se encendía. Mierda. Había vuelto.
Di pequeñas y silenciosas zancadas hasta la cocina.
-¿Quién ha tapado los cuadros? -preguntó. Aguanté unos
segundos sin respirar. Me escondí detrás de la puerta de la cocina. -¿Quién
anda ahí? -oí como se acercaba.
-Yo. -salí por mi propia voluntad. Sabía que antes o después
me pillaría. No cruzó palabra conmigo. Supuse que seguía cabreada.
-¿Vas a seguir viviendo aquí? -me preguntó al rato, mientras
yo tocaba la guitarra en el estudio que tenía. Llegó de repente y me hablaba
sin llegar a entrar en la habitación.
-No sé lo que voy a hacer. Supongo que sí. Es mi casa.
-Nuestra casa. -me corrigió.
-Mira, Vane. -solté la guitarra en la mesa y giré la silla
de ruedas. -no quiero volver a verte. No voy a mentirte.
-Pues hija, a buen sitio has venido. -se cruzó de brazos.
-¿Qué tal Malú?
-Vanesa, joder. Necesito la casa. ¿No puedes irte con tus
tíos? ¿Qué más te da que me quede? Necesito concentrarme en el disco.
-¿No puedes irte tú con tu nuevo amorcito? -dijo
remedándome.
-Veo que contigo no se puede tener una conversación de
adultos. -metí el instrumento en su funda y me la colgué.
-No te vayas. -me pidió. -quédate.
-No quiero estar por aquí y tener que verte. -le confesé,
poniéndome el abrigo. No dijo nada más. Ni siquiera un adiós. Me subí al coche
y acudí a mi rincón favorito para componer. Allí releí todas las canciones de
mi libreta y cambié algunas palabras. Hacía un frío de muerte, pero poco me
importó. Me recosté en el árbol, nuestro árbol, y no pude evitar acordarme de
Malú y aquel precioso día. Marqué el número de la productora que me llamó
la otra vez.
-¿Sí?
-Hola, soy Marina Marín. Ya tengo todas las canciones listas
para que las escuches.
-¡Perfecto!-me pareció maja. -¿mañana a las cinco en los
estudios de Universal?
-Genial. Allí estaré. -que fuerte. Mi primer disco. Releí
los títulos y me emocioné. El móvil, que aún seguía en mi mano, comenzó a
vibrar. Ella.
-¡Cariño! ¿Qué tal las fotos?
-Fantásticamente bien. Te quiero.
-¿Vas a colgar? -pregunté al oír aquellas palabras.
-No. ¿Por?
-Me has dicho te quiero…
-Tonta, pero porque te quiero. -sonreí. Quería besarla en
ese instante. Bueno, en ese y en todos.
-Mañana voy a proponerle a la productora unas canciones…
-¡Ostras! ¡Pues muchísima suerte! Seguro que le encantan.
¿Yo puedo oírlas?
-Obviamente.
-Yo tengo que ir a la radio por la tarde y ya… vacaciones.
-había olvidado la navidad. Apenas quedaban tres días para nochebuena y yo sin
planes. Sin familia. Sin cena…
-¿Vas de viaje? -crucé los dedos para oír un no.
-No he planeado nada. No creo. -respiré aliviada. -Pero en
caso afirmativo te traeré conmigo. -no podía ser más mona… Ahora me preguntaba
por mis planes… no sabía cómo decirle que me quedaba sola… no quería que lo
supiese, porque sabía que insistiría en quedarse conmigo o llevarme con sus
familiares y yo era reacia a eso. Tampoco podía mentirle… sabía que no tenía a
nadie. -me tomaré ese silencio cómo un no. Vente a mi cena.
-Esos días son para estar con la familia, yo no pinto nada
cariño.
-Tú eres mi familia. -me cortó.
-De verdad que no. Disfruta con los tuyos. Ya encontraré
algo que hacer.
-No permitiré que pases esos días sola… son para estar con
las personas que amas. Y yo te amo. -no dejaba de lanzar argumentos y yo los
rechazaba como podía, pero éste me dejó muda.
-Me están llamando, ya lo hablamos. Te amo princesa. -le
colgué sin escuchar contestación. Había sido una escusa… pero el teléfono
comenzó a sonar. Vaya como estaba hoy.
-¡Holi! -Lidia y su forma de saludar tan estúpida y
graciosa.
-¿Qué tal?
-¿Qué haces esta noche?
-¿Puedo ir a tu casa…? -le conté lo ocurrido con Vanesa y no
dudó en asentir. Era la mejor amiga que podía tener. Me acogió por segunda vez
en su hogar. Le debía todo lo que era y más.
Durante la cena le pregunté por la dichosa navidad.
-Pues creo que me quedaré en Madrid. -me dejó flipada. Solía
viajar a Cataluña para visitar a sus padres y abuelos. Me explicó que tenía
mucho trabajo en el periódico, que habían reducido la plantilla y solo le
correspondían cinco días libres.
-Buaf, pues vete esos cinco. No los ves en todo el año…
-Ya… ¿y qué pasa contigo? ¿Te dejo sola? -se había dado
cuenta antes de que se lo contara. No podía creer que se quedara en Alcalá solo
para hacerme compañía.
-Chica… ¿y tus padres y todo? No, no. Ve. -me puse en su
lugar.
-Que va. Tampoco me echarán mucho en falta. Seguro que me lo
paso mejor aquí, contigo y tus bobadas.
-Eres la mejor. -la besé en la frente. -¡Te quiero!
-Pero una cosa mariposa. -levantó el dedo. -cocinas tú.
-Por supuesto. Menuda lubina le he hecho hoy a Malú. Le ha
encantado mi pescado. -se me quedó mirando mientras soltaba carcajadas. Ya
había mal pensado. -joder, Li. -le tiré un trozo de pan. -oye, que ya
puedo responder a la pregunta que me hiciste el otro día. -se quedó blanca,
abriendo mucho los ojos.
-No jodas…
-Buenísima. -reímos.
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