No veía la hora en la que el avión despegase. Recogiera sus
enormes ruedas y echara a volar. Estaba atacada. Ese niño era más que el simple
hijo de mi amiga. Era como un sobrino. Un sobrino que no tenía mi sangre, pero
sentía ese vínculo. Sería la mejor tía que Pablito pudiese tener. Eso estaba
más que claro.
-¡Relájate! -exclamó Malú entre risas. -menudo viajecito me
vas a dar.
-No sabes la que te queda, esposa.
-Vacilona. -me dijo, abrochándose el cinturón. -voy a llamar
a la azafata para que te traiga unos somníferos y unas buenas almohadas.
-bromeó.
-Me apetece un café.
-¡Ni loca te metes cafeína ahora!
-Joder, ni que fuera una droga o algo. -reí.
-Idiota. -me besó. -aquí la única droga que existe eres tú.
-solté un "jij" un tanto agudo. -¡¿pero qué?!
-Ay, déjame, estoy nerviosa.
-No hace falta que lo jures…
El trayecto no terminaba. Mirar al oscuro océano me
entretenía en algunos momentos, enormes cruceros asaltaban mi vista de vez en
cuando. Parecían tan pequeños desde aquellas alturas… y en realidad eran
auténticos monstruos marinos. El aburrimiento hacía el hambre. La azafata
estaba un tanto harta de mí. Malú se había echado a dormir, y ya no tenía con
quién charlar. El Ipad me distrajo un rato, estuve viendo una de esas pelis
románticas que siempre acaban bien. Cuando acabó, con su "y comieron
perdices", eran las cinco de la mañana. Me dediqué entonces a jugar a un
juego sangriento de zombies que me habían regalado los de Apple. El sol comenzó
a aparecer. Amanecía. Toda la noche en el avión y yo sin pegar ojo. Al final
del pesado y eterno viaje, me puse a componer. Las nubes inspiraron a una letra
que salió en apenas minutos. Fue cuando despertó María Lucía.
-Eres un reloj. -me sorprendí.
-¿Ya hemos llegado? -preguntó algo desconcertada. En ese
mismo instante, anunciaron el aterrizaje. Sonreímos al oírlo. Golpeé el asiento
que estaba delante de mí.
-¡¡Llegamos!! -chillé. La señora de dicho asiento se giró
con cara de pocos amigos. Mencionó algo en inglés que mi escaso nivel del
idioma me impidió entender. Era lo que tenía dejar los estudios…
-Creo que no le has caído muy bien, cariño. -afirmó segura.
-Qué pena. -dije con ironía.
Un taxi nos trasladó hasta el hospital donde se encontraban
nuestros amigos. Llamé a Pablo para preguntarle cómo iban las cosas. Fue un
parto rápido y apenas doloroso, según dijo. El niño estaba perfectamente,
durmiendo. Todo había salido a pedir de boca. Agarré fuertemente la mano de mi
mujer. Ella también estaba ansiosa por llegar. Era ya bien entrada la mañana.
El taxista frenó y se giró para cobrarnos. Cada vez había que pagar más dinero.
Qué robo.
-¿Cómo crees que será? -me preguntó para ponerme más
nerviosa aún. -¿rubito? ¿morenito? ¿ojos negros, marrones, azules?
-¡Cállate! -le pedí, perdiéndonos por los pasillos. -le he
pedido a Pablo que no me mandase una foto para llevarme la sorpresa, jope.
-Qué mona que eres… -me besó la mejilla sin ralentizar el
ritmo frenético de nuestras pisadas. Al fin la habitación. Di dos golpecitos.
El corazón me bombeaba con fuerza. Pablo apareció con unas enormes ojeras bajo
sus ojos. Eso sí, su pelo seguía intacto. Le abracé.
-Enhorabuena papi. -le dije. Rió y me dio las gracias. Tras
el saludo de Malú, nos invitó a pasar. Corrí de puntillas hasta la camilla.
Lidia estaba tumbada con el peque entre los brazos.
-Está sobado. -susurró. -no ha dormido casi nada.
-Pues como yo entonces. -reí flojito. Besé la frente de mi
mejor amiga. Eché un primer vistazo a Pablito. Estaba acurrucado en su madre.
Tenía la cara muy redondita, la piel rosada, los ojos hinchados. Tenía los
labios como sus padres La misma forma regular. Sus cabellos eran rubios, muy
claros, todo apuntaba a que tendría el pelazo de su madre. La nariz era muy
pequeñita. Al igual que sus manos. Eran
tan minúsculas… Li agarró mi dedo índice y lo puso en la palma del recién
nacido. Lo apretó y yo morí en el acto. Pestañeó con dificultad. Bostezó y
volvió a cerrar los ojos, pero esbozó una pequeña sonrisa que se grabó en mi
mente para los restos.
-La baba. -murmuró Lidia, riendo.
-Joder, es precioso. -confesé.
-¿Quieres cogerlo? -preguntó. Yo asentí. Lo colocó en mis
brazos y sentí la calidez de su enano cuerpo. Aunque era bastante grande en comparación
con otros bebés. La sensación era indescriptible. Lo había querido tanto sin ni
siquiera verlo… Y ahora lo tenía ahí, en mi regazo. Me quedé embobada
mirándolo. Comencé a pensar cómo sería pasados
unos años. Lo imaginé gateando por los pasillos. En su primer día de guardería.
Cómo sería su voz. ¿Le gustaría jugar al fútbol, o sería tan cantarín como su
padre? Tenía tantas ganas de verlo crecer…
-Qué cosita… -murmuró Malú, quitándomelo de las manos. Lo
apretujó en su cuerpo y lo meció por toda la habitación. Me senté en la camilla
con Li.
-¿Cómo estás tú?
-Muy ilusionada. -sonrió.
-¿Y dolores?
-Eso se me olvida cada vez que lo miro. -se acarició el
brazo.
-Vas a ser una gran madre.
-¿Acaso lo dudabas? -rió. -no, en serio, tienes que
probarlo.
-Déjate, eh. -bromeé. -ya tendremos tiempo. -López me pegó
una palmada en el hombro. Se le veía emocionado. Sus ojos brillaban como nunca
lo habían hecho. Rió sin motivo. Verlos tan felices me contagiaba. Nos quedaban
tantas cosas por vivir, por descubrir… La vida era un gran camino lleno de
curvas, con cuestas y con bajadas. Llamaron a la puerta. Pablo fue corriendo a
abrir.
-¿Me traerás unos churritos, no? -lo oí decir.
-¡Empieza a cuidarte, hombre, que ya eres padre! -escuchar
esa voz me provocó una alegría infinita. Me dirigí hacia la puerta, y antes de
llegar, ya estaba achuchándome.
-¡¡Natalia!! -exclamé. Pedro miraba perplejo, pero con esa
sonrisilla tímida. También le abracé.
-¿Cómo está la recién casada? -preguntó el tío de Vane.
-Pues… recién casada. -carcajeé. Malú se acercó a saludar
con el nene entre sus brazos.
-Mirad que preciosidad. -les dijo. Se asomaron a verlo.
-Ay… qué chiquitillo. -opinó, acariciándole el pie. Pedro lo
observó con la misma cara, guardando las distancias. Seguía siendo el que era.
-Sentimos mucho el no ir a la boda… -se disculpó su mujer.
-los médicos le recomendaron no moverse...
-Tranquila, tranquila. -intervino María Lucía. El dueño del
"Rincón Musical" había tenido una subida de azúcar dos días antes del
enlace, por eso no pudieron acudir. Fue una pena. Los eché en falta. Su
presencia era importante para mí. Mucho. Habían sido mis padres durante la
época, yo creo, más complicada de mi vida.
Aquella mañana la pasamos con los nuevos papis, más que
enamorados de su retoño. No les faltaba razón. Era un niño guapísimo. Además de
simpático. Se le veía en la sonrisa. Sería de lo más risueño. A la hora de
comer no pudimos negarnos a la invitación de Natalia y Pedro, que se marcharon
a eso de la 1 para prepararnos una comida de ensueño, o eso dijeron. Allí
también acudieron Vanesa y su novia con sus respectivos hijos. La incomodidad
era notable. No sabía cómo actuar ante ella. Vane se sentía igual. Y Úrsula,
por supuesto, que pasó casi toda la comida con la cabeza agachada.
-¡¡Vamos a jugar a "La Voz"!! -pidió la niña. Aún
recordaba ese día. Malú se mostraba afable con ellos. Al fin y al cabo no
tenían la culpa de nada. Encima, la adoraban.
-Estoy muy arrepentida. Ya lo sabes… -se dirigió a mí cuando
todos estaban pendientes de la actuación de Ana Belén, la más feliz de la
familia. Yo tragué saliva. Sinceramente, ni yo misma sabía qué sentía.
-En ese momento… pf. -lo recordé.
-Lo siento. -volvió a pedir perdón.
-Oye, escúchame, ya está. -le ofrecí la mano. -olvídalo.
Será lo mejor.
-¿Seguro? -dudó. Me encogí de hombros. Sonreí y me devolvió
la sonrisa. Estrechamos las manos.
-Eso sí, habla con la jefa. -señalé con la cabeza a Malú, que parecía concentrada de espaldas a
la pequeña, que con su falda de ballet interpretaba una canción infantil. Le
saqué una risa algo exagerada, que atrajo la mirada de mi chica. Frunció el
ceño con gesto sonriente. Le guiñé el ojo y me imitó. Natalia consiguió que Ana
formara parte de su equipo. Lo celebró como si estuviese en el mismo programa.
María Lucía se acercó a nosotras.
-A ti aún no te he pedido perdón… -murmuró. Ella abrió los
brazos, a los que Úrsula se entregó sin dudarlo.
-Creo que gano más teniéndote, que enfadarme contigo toda la
vida. -dijo sabiamente.
-No sabía que estaba casada con una filósofa. -reí.
Pero la reconciliación con Úrsula y la venida al mundo de
Pablito no fueron los únicos acontecimientos de ese día. Nuestra casa había sido
terminada… Solo le faltaban los muebles del jardín y terminar de pintar algunas
habitaciones… por lo demás. Lista. Antes de que atardeciera, ya estábamos en el
solar. Unas enormes sonrisas emergieron en nuestras caras. Nos quedamos unos
minutos observándola. Era la soñada. La indicada.
No me esperaba eso de Malu pero me ha gustado su reacción. Ya tengo ganas de "ver" la casa jeje. :-D
ResponderEliminarMalu es la jefa buenisimo como siempre capitulo pronto
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