jueves, 13 de noviembre de 2014

T2. Capítulo 35. PABLITO.

No veía la hora en la que el avión despegase. Recogiera sus enormes ruedas y echara a volar. Estaba atacada. Ese niño era más que el simple hijo de mi amiga. Era como un sobrino. Un sobrino que no tenía mi sangre, pero sentía ese vínculo. Sería la mejor tía que Pablito pudiese tener. Eso estaba más que claro.
-¡Relájate! -exclamó Malú entre risas. -menudo viajecito me vas a dar.
-No sabes la que te queda, esposa.
-Vacilona. -me dijo, abrochándose el cinturón. -voy a llamar a la azafata para que te traiga unos somníferos y unas buenas almohadas. -bromeó.
-Me apetece un café.
-¡Ni loca te metes cafeína ahora!
-Joder, ni que fuera una droga o algo. -reí.
-Idiota. -me besó. -aquí la única droga que existe eres tú. -solté un "jij" un tanto agudo. -¡¿pero qué?!
-Ay, déjame, estoy nerviosa.
-No hace falta que lo jures…
El trayecto no terminaba. Mirar al oscuro océano me entretenía en algunos momentos, enormes cruceros asaltaban mi vista de vez en cuando. Parecían tan pequeños desde aquellas alturas… y en realidad eran auténticos monstruos marinos. El aburrimiento hacía el hambre. La azafata estaba un tanto harta de mí. Malú se había echado a dormir, y ya no tenía con quién charlar. El Ipad me distrajo un rato, estuve viendo una de esas pelis románticas que siempre acaban bien. Cuando acabó, con su "y comieron perdices", eran las cinco de la mañana. Me dediqué entonces a jugar a un juego sangriento de zombies que me habían regalado los de Apple. El sol comenzó a aparecer. Amanecía. Toda la noche en el avión y yo sin pegar ojo. Al final del pesado y eterno viaje, me puse a componer. Las nubes inspiraron a una letra que salió en apenas minutos. Fue cuando despertó María Lucía.
-Eres un reloj. -me sorprendí.
-¿Ya hemos llegado? -preguntó algo desconcertada. En ese mismo instante, anunciaron el aterrizaje. Sonreímos al oírlo. Golpeé el asiento que estaba delante de mí.
-¡¡Llegamos!! -chillé. La señora de dicho asiento se giró con cara de pocos amigos. Mencionó algo en inglés que mi escaso nivel del idioma me impidió entender. Era lo que tenía dejar los estudios…
-Creo que no le has caído muy bien, cariño. -afirmó segura.
-Qué pena. -dije con ironía.
Un taxi nos trasladó hasta el hospital donde se encontraban nuestros amigos. Llamé a Pablo para preguntarle cómo iban las cosas. Fue un parto rápido y apenas doloroso, según dijo. El niño estaba perfectamente, durmiendo. Todo había salido a pedir de boca. Agarré fuertemente la mano de mi mujer. Ella también estaba ansiosa por llegar. Era ya bien entrada la mañana. El taxista frenó y se giró para cobrarnos. Cada vez había que pagar más dinero. Qué robo.
-¿Cómo crees que será? -me preguntó para ponerme más nerviosa aún. -¿rubito? ¿morenito? ¿ojos negros, marrones, azules?
-¡Cállate! -le pedí, perdiéndonos por los pasillos. -le he pedido a Pablo que no me mandase una foto para llevarme la sorpresa, jope.
-Qué mona que eres… -me besó la mejilla sin ralentizar el ritmo frenético de nuestras pisadas. Al fin la habitación. Di dos golpecitos. El corazón me bombeaba con fuerza. Pablo apareció con unas enormes ojeras bajo sus ojos. Eso sí, su pelo seguía intacto. Le abracé.
-Enhorabuena papi. -le dije. Rió y me dio las gracias. Tras el saludo de Malú, nos invitó a pasar. Corrí de puntillas hasta la camilla. Lidia estaba tumbada con el peque entre los brazos.
-Está sobado. -susurró. -no ha dormido casi nada.
-Pues como yo entonces. -reí flojito. Besé la frente de mi mejor amiga. Eché un primer vistazo a Pablito. Estaba acurrucado en su madre. Tenía la cara muy redondita, la piel rosada, los ojos hinchados. Tenía los labios como sus padres La misma forma regular. Sus cabellos eran rubios, muy claros, todo apuntaba a que tendría el pelazo de su madre. La nariz era muy pequeñita.  Al igual que sus manos. Eran tan minúsculas… Li agarró mi dedo índice y lo puso en la palma del recién nacido. Lo apretó y yo morí en el acto. Pestañeó con dificultad. Bostezó y volvió a cerrar los ojos, pero esbozó una pequeña sonrisa que se grabó en mi mente para los restos.
-La baba. -murmuró Lidia, riendo.
-Joder, es precioso. -confesé.
-¿Quieres cogerlo? -preguntó. Yo asentí. Lo colocó en mis brazos y sentí la calidez de su enano cuerpo. Aunque era bastante grande en comparación con otros bebés. La sensación era indescriptible. Lo había querido tanto sin ni siquiera verlo… Y ahora lo tenía ahí, en mi regazo. Me quedé embobada mirándolo. Comencé a pensar cómo sería  pasados unos años. Lo imaginé gateando por los pasillos. En su primer día de guardería. Cómo sería su voz. ¿Le gustaría jugar al fútbol, o sería tan cantarín como su padre? Tenía tantas ganas de verlo crecer…
-Qué cosita… -murmuró Malú, quitándomelo de las manos. Lo apretujó en su cuerpo y lo meció por toda la habitación. Me senté en la camilla con Li.
-¿Cómo estás tú?
-Muy ilusionada. -sonrió.
-¿Y dolores?
-Eso se me olvida cada vez que lo miro. -se acarició el brazo.
-Vas a ser una gran madre.
-¿Acaso lo dudabas? -rió. -no, en serio, tienes que probarlo.
-Déjate, eh. -bromeé. -ya tendremos tiempo. -López me pegó una palmada en el hombro. Se le veía emocionado. Sus ojos brillaban como nunca lo habían hecho. Rió sin motivo. Verlos tan felices me contagiaba. Nos quedaban tantas cosas por vivir, por descubrir… La vida era un gran camino lleno de curvas, con cuestas y con bajadas. Llamaron a la puerta. Pablo fue corriendo a abrir.
-¿Me traerás unos churritos, no? -lo oí decir.
-¡Empieza a cuidarte, hombre, que ya eres padre! -escuchar esa voz me provocó una alegría infinita. Me dirigí hacia la puerta, y antes de llegar, ya estaba achuchándome.
-¡¡Natalia!! -exclamé. Pedro miraba perplejo, pero con esa sonrisilla tímida. También le abracé.
-¿Cómo está la recién casada? -preguntó el tío de Vane.
-Pues… recién casada. -carcajeé. Malú se acercó a saludar con el nene entre sus brazos.
-Mirad que preciosidad. -les dijo. Se asomaron a verlo.
-Ay… qué chiquitillo. -opinó, acariciándole el pie. Pedro lo observó con la misma cara, guardando las distancias. Seguía siendo el que era.
-Sentimos mucho el no ir a la boda… -se disculpó su mujer. -los médicos le recomendaron no moverse...
-Tranquila, tranquila. -intervino María Lucía. El dueño del "Rincón Musical" había tenido una subida de azúcar dos días antes del enlace, por eso no pudieron acudir. Fue una pena. Los eché en falta. Su presencia era importante para mí. Mucho. Habían sido mis padres durante la época, yo creo, más complicada de mi vida.
Aquella mañana la pasamos con los nuevos papis, más que enamorados de su retoño. No les faltaba razón. Era un niño guapísimo. Además de simpático. Se le veía en la sonrisa. Sería de lo más risueño. A la hora de comer no pudimos negarnos a la invitación de Natalia y Pedro, que se marcharon a eso de la 1 para prepararnos una comida de ensueño, o eso dijeron. Allí también acudieron Vanesa y su novia con sus respectivos hijos. La incomodidad era notable. No sabía cómo actuar ante ella. Vane se sentía igual. Y Úrsula, por supuesto, que pasó casi toda la comida con la cabeza agachada.
-¡¡Vamos a jugar a "La Voz"!! -pidió la niña. Aún recordaba ese día. Malú se mostraba afable con ellos. Al fin y al cabo no tenían la culpa de nada. Encima, la adoraban.
-Estoy muy arrepentida. Ya lo sabes… -se dirigió a mí cuando todos estaban pendientes de la actuación de Ana Belén, la más feliz de la familia. Yo tragué saliva. Sinceramente, ni yo misma sabía qué sentía.
-En ese momento… pf. -lo recordé.
-Lo siento. -volvió a pedir perdón.
-Oye, escúchame, ya está. -le ofrecí la mano. -olvídalo. Será lo mejor.
-¿Seguro? -dudó. Me encogí de hombros. Sonreí y me devolvió la sonrisa. Estrechamos las manos.
-Eso sí, habla con la jefa. -señalé con la cabeza  a Malú, que parecía concentrada de espaldas a la pequeña, que con su falda de ballet interpretaba una canción infantil. Le saqué una risa algo exagerada, que atrajo la mirada de mi chica. Frunció el ceño con gesto sonriente. Le guiñé el ojo y me imitó. Natalia consiguió que Ana formara parte de su equipo. Lo celebró como si estuviese en el mismo programa. María Lucía se acercó a nosotras.
-A ti aún no te he pedido perdón… -murmuró. Ella abrió los brazos, a los que Úrsula se entregó sin dudarlo.
-Creo que gano más teniéndote, que enfadarme contigo toda la vida. -dijo sabiamente.
-No sabía que estaba casada con una filósofa. -reí.

Pero la reconciliación con Úrsula y la venida al mundo de Pablito no fueron los únicos acontecimientos de ese día. Nuestra casa había sido terminada… Solo le faltaban los muebles del jardín y terminar de pintar algunas habitaciones… por lo demás. Lista. Antes de que atardeciera, ya estábamos en el solar. Unas enormes sonrisas emergieron en nuestras caras. Nos quedamos unos minutos observándola. Era la soñada. La indicada. 

2 comentarios:

  1. No me esperaba eso de Malu pero me ha gustado su reacción. Ya tengo ganas de "ver" la casa jeje. :-D

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  2. Malu es la jefa buenisimo como siempre capitulo pronto

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