No podía dormir, y no era la única. Dábamos vueltas por la
cama. Cuando no era ella, era yo. Había demasiadas preguntas en el aire. Un
exceso de tensión que nos inquietaba. Nos quitaba el sueño. Nos hacía pensar y
pensar. Malú encendió la luz y se sentó, de forma que su espalda y cabeza
quedaron apoyados en el cabezal de nuestro lecho. La observé disimuladamente.
Miraba sus manos entrelazadas, acariciándose la una a la otra. Colé la mía
entre las suyas, acto que desembocó en una sonrisa. Mi extremidad acaparó la
atención, llevándose la mayor parte de las cosquillitas. Fue cabalgando con sus
dedos, llegando hasta el codo, y volviendo a la muñeca. Una y otra vez. Me
quedé completamente mermada. Atontada. Mi vista se fue nublando hasta que mis
párpados me cegaron. Su piel se pegaba con la mía. Unas veces no se despegaba,
y otras les dejaba un mínimo espacio. Su tatuaje se fundía en mi piel. Por un
momento creí que lo había sellado en mí. Quise que nunca terminase. Que sus
caricias en mi brazo fueran infinitas. Imborrables. Que no existiese el tiempo.
O que todo el que existiese fuera nuestro. Y que en esa masa de tiempo
indefinido no hubiera otra idea que no fuera amarnos. Amarnos sin condiciones.
Sin peros. Sin dudas. Como siempre lo habíamos hecho. Entre esas cosquillas, noté
que algo fallaba. Incluso con los ojos cerrados y el alma casi consumada, pude
sentirlo.
-¿Qué es lo que he hecho mal…? -balbuceé.
-Tú nada. -sollozó, lo que hizo que abriera los ojos. Me
temí lo que esperaba. Llanto. De nuevo llanto.
-¿Qué…? -pregunté. Soltó mi mano, cosa que no quería. Estaba
demasiado bien con sus caricias. Solo quería que siguiera jugando ahí, que
entrelazara sus dedos con los míos. Se giró sin parar de llorar, dándome la
espalda. La abracé por detrás, intentando consolarla. -¿qué pasa, cielo? No
tienes que agobiarte con esto… de verdad. Somos dos, y si tú no quieres no nos
unimos. Ya está. Nada cambiará. Podemos seguir como ahora. Ya has visto lo bien
que nos va. -besé su hombro con el fin de que me sintiera lo más cerca posible.
-aunque nuestras madres te van a matar…
-La boda me viene grande. -dijo firme.
-¿Hay algo más? -me sobrecogí. Volteó su cuerpo hasta que
nuestras pupilas pudieron mirarse. -Malú… ¿qué pasa? -tuve miedo.
-No merezco estar contigo. -soltó de repente. Sus palabras
cayeron en mí como toneladas de piedra volcánica, quemando y golpeando mi
cuerpo sin piedad.
-¿Qué dices…? -tartamudeé. Pero no logró aclarar mis dudas,
solo incrementó su llanto ahogado. -princesa. -no sabía qué decirle ya para
calmarla.
-Siento vergüenza de mí misma. -dijo con asco. Movió la
cabeza de un lado a otro.
-¿Por qué dices eso? ¿por qué ahora? ¿qué ocurre? -me
alteré. Siempre dejaba las cosas en el aire. Era de las pocas cosas que no me
agradaban de ella. Siempre tanta intriga. En alguna de sus interminables pausas
moriría. Ya lo veía. -¿me quieres decir qué pasa, o tengo que meterme en tu mente
para adivinarlo? Joder. -me sofoqué. Estaba cansada.
-¿Cómo le dices a la mujer de tu vida que siente cosas por
otra persona? -y justo al terminar la frase o cuchillazo, me miró. Esperaba una
reacción. Quizá un grito por mi parte. Un grito que se silenció en mi interior.
Se quedó revotando de pared en pared machacando todo mi ser. Noté que me
fallaba mi cuerpo. En efecto, me había fallado ella. Todo lo que creía tener
conmigo. Todo lo que creía ser. Y es que era mi razón de existencia. La persona
que pensé que jamás me defraudaría. -Marina, lo siento. -susurró. Ni si quiera
sabía a qué se refería con esa disculpa. -no lo he provocado yo. Mis emociones
y sentidos se dejaron de llevar. Pero te juro que no he tenido nada, ni si
quiera lo he besado.
-¿Lo?
-Sí. Es un chico. -aquello me desconcertó. A lo mejor nunca
le habían gustado las mujeres y yo era una excepción. O puede que solo quisiera
probar algo diferente. Cosa que me extrañaba. Habíamos vivido tantos sucesos…
Éramos almas gemelas. Siempre lo había creído. Desde aquel "Bailar
pegados", hasta estar junto a ella cuando se debatía entre la vida y la
muerte. Lo nuestro no era cuestión de días, ni de meses. Lo nuestro era una
cuestión indefinida. Un amor interminable. -pero ya te he dicho que no he
llegado a nada. -dijo extinguida. Supongo que la creía… Ya no sabía ni lo que
yo misma pensaba sobre todo este drama. Tenía que confiar en ella…
-¿Tanto significa? -pregunté.
-No significa nada. Solo me gusta. -murmuró.
-Lo suficiente para cancelar la boda, por lo que veo.
-solté.
-Nadie ha dicho nada sobre… -la interrumpí.
-Por favor… ¡¿qué me dijiste ayer?! -alcé la voz. Hice
emerger un silencio doloroso. -¿quién es?
-Un peluquero nuevo… -se rascó bajo la oreja, evitando mi
mirada. En el fondo entendía que apartase la vista de mis ojos. Yo sería
incapaz de contarle algo así. Asentí poniendo morritos.
-¿Qué se supone que debo hacer ahora? -pregunté. -¿me enfado…?
-Lo que tú veas… -volvió a escapar de mi mirada, que
intentaba seguir la suya para ver qué sentía. Suspiré. Desde luego que ya no
podía soportarlo más. Me levanté de la cama y me fui al jardín. Al menos allí
el mundo parecía más bonito. Con sus estrellas alumbrando el universo, con esa
luna llena que tanto iluminaba… El olor a hierba mojada, el movimiento
irregular de las hojas que colgaban de los árboles…
Dejé caer una lágrima. ¿Qué
pasaría ahora? Mis últimos meses se basaron en imaginar un futuro a su lado. En
preparar la boda. En hacerme millones de ilusiones. ¿Me dejaría? ¿La dejaría?
¿Nos casaríamos? El amor era tan complicado…
Perdí la noción del tiempo. Había estado bastantes minutos
sentada sobre la hierba, que había empapado mis pantalones. Sin ni siquiera oír
sus pasos, llegó, sentándose a mi lado. Su voz ronca me devolvió al planeta
Tierra.
-Amor… -me apeló.
-Déjame. -le pedí sin llegar a mirarla.
-Entiendo que estés así. -se pegó un poco más a mí.
-Me siento traicionada. -me encogí de hombros. -me ha
dolido.
-Es inevitable reprimir lo que sientes o dejas de sentir.
-volví a quedarme muda. -no puedo controlar mis pensamientos. Me atrae.
-Me da igual que te atraiga. Me da igual que sientes ganas
de besarle. Lo único que me importa es que dudes de la boda. Que la boda
también me da igual, ¿sabes? Si no quieres pues ya está. Pero digo yo, podías
haberlo decidido antes. Me hice ilusiones. Y no soy la única. Nuestra familia,
Malú. -señalé mi pecho. -si no querías hacerlo, ¿por qué jugaste con todos
nosotros?
-Yo también construí castillos en el aire contigo. -filosofó.
-y no me arrepiento de nada. -movió sus piececillos.
-Me estás haciendo un lío. Dices que no quieres casarte,
ahora que te gusta un chico, y después que no te importa tanto, que solo te
atrae y terminas con un "y no me arrepiento de nada". ¿A dónde
quieres llegar?
-Soy una indecisa. -suspiró.
-Tus indecisiones me hacen polvo. -resoplé.
-Perdóname. -rogó. Y vuelta al silencio de la noche. El
mundo giraba mientras ninguna de las dos se atrevía a hablar. Respirábamos el
mismo aire. Un aire contaminado por cientos de sentimientos. Estaba repleto.
-Te voy a hacer una pregunta. -rompí el hielo. -te pido que
olvides el pasado y el presente. -asintió. Me estaba siguiendo. -imagina el
futuro. Solo eso. ¿Qué ves?
-Veo… -frunció el sueño. -me veo más mayor, con más experiencia.
-¿Y a quién ves a tu lado? -sonrió.
-A ti. -se le escapó una risilla que me contagió. -a ti y a
unos pequeños a nuestro alrededor. -un gusanillo atravesó mi estómago. Nos
quedamos calladas, pero esta vez su frente descansaba en mi hombro. Podía
sentir su respiración muy cerca.
-Entonces, ¿podrás olvidarte de ese chico?
-Sí. Ni si quiera me veo con él. -bufó. -pero me ha hecho dudar,
y eso me da miedo. Marina, lo único que ha causado ese joven en mí es dolor.
Porque he sentido que te traicionaba… me he sentido la peor persona del mundo.
Te quiero más que a nada… -se sinceró. -recordé los días en el hospital. Tus
palabras, tus canciones. Estabas allí conmigo sabiendo que probablemente nunca
encontrarías una caricia de vuelta. Eso es amor. Y tú me has enseñado a amar. Pero
ahora me siento vacía. -tragué saliva. -no puedo creer lo que mi mente ha
pensado estos días… no puedo soportarlo. No puedo comprenderme ni a mí misma,
por eso no puedo pedirte que me entiendas.