Mientras
las ciudades preparaban la semana santa, llenaban de olores las calles y otros
hacían las maletas para visitar a sus familiares, Malú y yo entramos en
carretera con la radio a todo volumen.
El
viaje era largo, unas cuatro horas de intenso tráfico por culpa de las
vacaciones. Hacía un sol radiante, ambas cogimos nuestras respectivas gafas de
sol.
-¡¡Vámonos!!
-exclamó ella, alzando los brazos y cantando muy alto. Yo reí y negué con la
cabeza. Definitivamente, estaba colgada, pero a la vez la admiraba. Era capaz
de estar las 24 horas con una energía inhumana. No decaía ni un segundo. Igual
que sabía sacársela a cualquiera por muy
deprimido que estuviese. Es una de las cosas que más me gustan de ella. Los
minutos se pasaban lentos, nos movíamos lentamente por culpa de las
retenciones. Aquello era un agobio. -por dios, vamos a hacer algo divertido.
-¿Qué
propones? -reí, antes de que dijera algo. Ya la conocía.
-¿Jugamos
al veo-veo? -solté una carcajada. ¿Lo decía en serio?
-Cariño…
¿no crees que ya somos un poquito mayorcitas para jugar a eso…?
-Pues
nada, sigue con tu madurez aburri…
-Veo-veo.
-comencé, cortándola. Me lanzó una sonrisa.
-¿Qué
ves? -continuó.
-Una
cosita.
-¿Y
qué cosita es? -cantaba cuál niña pequeña, bailando de un lado a otro.
-Empieza
por la letrita… -me quedé pensando. -...te.
-Te…
-comenzó a pensar. -ta… -siguió. Miraba a un lado y a otro del coche. -tetera.
-Malú,
cariño. ¿Dónde ves tú una tetera? -reí.
-Yo
que sé… a ver si colaba. -prosiguió observando su entorno, intentando encontrar
la "cosita" en la que yo pensaba. No lo iba a hallar en la vida.
Reconozco que cogí algo complicado. Difícil de averiguar. -teléfono.
-No.
-contesté. Estaba disfrutando viéndola tan desesperada.
-Timón.
-Y
Pumba. -bromeé. -vamos en coche, no en barco.
-Tijuana.
-negué con la cabeza. -tenedor. -volví a negar. -tractor. -se me escapó una
risa. ¿Un tractor en un coche? -tronco, tijeras, turrón. -ya ni se paraba.
Soltaba palabras al azar.
-¿Te
rindes…? -la presioné sonriente, sacando su lado más infantil.
-No.
Tequila, tango, tiempo. ¡Tiempo! ¡Es tiempo!
-No,
no es.
-¿Qué
es?
-¿Te
rindes? -repetí. Asintió derrotada. -te doy una pista. Llevas unos cuántos
encima. -se quedó pensativa. -tatuajes. -me soltó un tortazo.
-¡¡Vaya
tela contigo!!
-Soy
buenísima jugando, lo sé. -solo me sirvió para ganarme otra hostia.
-Ahora
te vas a cagar. -apretó sus labios y entrecerró sus ojos. Cantamos la
cancioncita de nuevo, la letra era la V. -já. Seguro que no lo adivinas,
listilla.
-¿Volante?
-¿¿PERO
POR QUÉ?? -me eché a reír. -¿por qué? ¿por qué? ¡Ya no juego más!
-Vamos,
no sabes perder. Admítelo. -me levanté las gafas y le lancé un guiño. ¿La
respuesta? Predecible. Un manotazo. -le voy a decir a mi madre que me
maltratas.
-No,
no, no… pero si yo soy un angelito... -pestañeó seguidamente. Pasé mi mano por
su cara y ella la apartó de un zarpazo. Reí de nuevo. El camino se hacía más
corto gracias a nuestras estupideces.
Al
caer la noche, bajamos el volumen de la música y pusimos a nuestro amigo Pablo
Alborán. La luz de las estrellas junto a sus melódicas canciones creaban un
ambiente de lo más tranquilizador. Una combinación más que perfecta. Malú ya
estaba entrecerrando los ojos. En nada estaría dormida.
-Oye,
¿jugamos otra vez? -reí.
-¿Para
volver a perder?
-Qué
competitiva eres, joder. -objeté.
-Anda,
para un momento. -me pidió, acariciando mi brazo con delicadeza.
-¿Por
qué? -¿a qué venía parar el coche cuando solo quedaba una hora y media para
llegar?
-Tu
novia se mea. -solté una carcajada. Qué fina. -y se mea a chorros. Cataratas.
¡¡ME MEO!!
-No
podemos parar aquí, estamos en una autopista. -expliqué. Ella resopló. -Una
hora y media no aguantas, ¿verdad? -negó abriendo los ojos como platos. Vamos,
que ni de broma. -bueno, dentro de nada entraremos en los carriles cutres que
llevan al pueblo y paramos en cualquier sitio.
-Si
no me meo antes. -sonrió plenamente. Le cogí la mandíbula, acercándola a mí, y
la besé.-ay… no me lo esperaba. Te quiero. -susurró. Le sonreí sin apartar la
vista de la furgoneta que conducía por delante nuestra. Los cristales estaban
tapados con cortinas y la velocidad que llevaban sobrepasaba la permitida. -se
la van a pegar. -advirtió Malú.
-Si
siguen así… -mi chica me dijo que moderara la velocidad, prefería estar lejos
de aquellos temerarios. Así lo hice. Tardaríamos más, pero valía la pena
prevenir.
-Tu
madre se va a llevar una gran sorpresa cuando te vea. -asentí, dándole la
razón. No se lo esperaba. La cantante se apoyó en la ventana con la mirada fija
en mí.
-¿Qué
miras? -le pregunté.
-Eres
una gran persona, no sé si alguna vez te lo he dicho. -solté una risilla
nerviosa. Iba a acabar sacándome los colores. -además de valiente, luchadora,
cariñosa. -hizo una pausa. -eres lo mejor que tengo, no te vayas nunca.
-¿Por
qué me dices esto ahora que no te puedo abrazar?
-No
sé cómo conseguiste sobrevivir al infierno de tu adolescencia… no sé cómo
tuviste el valor de irte y formar una nueva vida en un sitio que no habías
pisado nunca, con gente a la que no conocías, no sé cómo pudiste perdonar a tu
madre, ni cómo te atreves a volver al pueblo… -agaché la vista.
-Sé
que me van a venir muchos recuerdos… -sujetó mi mano con fuerza. -pero también
tengo buenos. -la miré de reojo sonriente. -vengo a por ellos.
-Yo
te ayudaré a borrar los malos. -me besó los nudillos. -ahora para ya que me
meo. -reí. Vaya manera de cortar el precioso momento.
Aparqué
el coche frente a la fachada de la que tantos años había sido mi casa. Había
cambiado el color de la puerta. Antes era negra, ahora era azul cielo. El
número 15 seguía intacto sobre el marco. La ventana de arriba a la derecha
estaba cerrada, al igual que la persiana. Era mi habitación… Me preguntaba cómo
estaría. Miré alrededor, las calles estaban desiertas, como de costumbre. Todo
seguía igual.
Di
unos golpecitos en la puerta mientras Malú sacaba el equipaje del maletero. Mi
madre preguntó que quién era. No contesté. Preferí que abriese y se llevase la
sorpresa. Volví a tocar. El portón se movió rápidamente y encontré a mi
progenitora.
-¡Marina!
-exclamó, iluminándose en su cara una gran sonrisa. La abracé por la cintura y
noté cómo se achuchaba a mi cuerpo. -te echaba mucho de menos. ¡¡Malú!! -chilló
al verla acercarse. Se fue a besarla.
-¿Cómo
estamos? -preguntó de forma educada.
-Más
sola que la una. -se quejó.
-Pues
eso se va a acabar. Aquí nos vamos a acoplar tu hija y yo. -se le volvió a
escapar la sonrisa. Dio una palmada y cogió nuestras maletas. Las metió
adentro. Yo agarré a mi novia por el cuello y besé su pelo. Iban a ser unas buenas
vacaciones, bien merecidas además.
La
sorprendida estaba como loca. Le enseñó la casa a su nuera con todo el
entusiasmo. Hablaba rápido, caminaba rápido, casi parecía un baile. Yo me uní a
la visita guiada. Hacía tanto tiempo que no pisaba mi hogar…
El
olor me llenó la mente de recuerdos. Tuve que apartarme de ellas. Era superior
a mí. Me tragué las lágrimas rápidamente. Decidí esconderme donde siempre lo
hacía, en mi amplio cuarto. Seguía intacto. Reí al ver el póster del primer concierto
de Malú al que fui. Pf… ¿quién me iba a decir que acabaría enamorándome de
ella? Estaba algo mugriento, con las esquinas rotas. Sobre el escritorio, los
lapiceros cargados de rotuladores y bolígrafos. Los cajones estaban vacíos, me lo
llevé todo. Seguí indagando por mi habitación. En el armario encontré una caja
fuerte, del tamaño de una caja de zapatos. Me la olvidé con las prisas. Estuve
un rato pensando la combinación de números… introduje unos cuántos hasta que di
por fin con la clave, nunca mejor dicho. En él encontré numerosas hojas
arrancadas de cuadernos unidas unas con otras con una gomilla elástica. La
quité y me puse a bichear. Eran canciones. Pequeños poemas. Los primeros que
creé. Me acomodé en la cama, cubierta aún por las sábanas que estaban puestas
el día que marché. Leí una por una, cayendo en la cuenta de cuánto había
evolucionado con los años. No tenía ni idea de componer. Solo eran frases,
versos al azar. Poemas de mi corazón.
-¿Qué
haces? -entraron las dos. Les enseñé los papeles.
-Mis
primeras composiciones. -Malú sonrió y se sentó a mi lado, echando un vistazo a
mis inicios.
-Está
todo igual. No cambiamos nada. -dijo mi madre. Asentí. Ya me había dado cuenta.
Me alegraba de ello. Todo tal y como lo dejé.
-Apuntabas
maneras ya, eh. -observó María Lucía. -la que nace artista, nace artista.
Quisiera contaros un proyecto que llevaré a cabo los domingos de 7 a 8 junto a un grupo de amigos. Vamos a hacer un "programa de radio", emitido desde una Twitcam en el que trataremos de entretener las tardes vacías y aburridas de los domingos. Hablaremos sobre noticias curiosas, tendremos llamadas telefónicas vuestras, para contar con vuestra participación. Habrá diferentes secciones divertidas y una que dedicaré a la novela. Comentaré con ustedes el último capítulo que haya subido y os proporcionaré adelantos sobre los próximos.
Os dejo el twitter, ¡espero que nos oigáis este domingo 11 de mayo!
@YaTeVale_
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