Durante la cena alargamos la noche en casa de Lorena. Era la que mejor vivía de todos. Su padre era uno de esos peces gordos del gobierno, por lo que el dinero circulaba con facilidad por su familia y le pagaba todos los gustos. Le costearon la carrera de medicina, así que ya empezó a embolsar en su cuenta grandes cantidades de dinero gracias a su trabajo en un hospital. Su casita adosada era muy mona. Y sobretodo espaciosa. Estaba decorada de manera inteligente, no al azar. Eso podía notarse fácilmente. Entramos en la sala favorita de la casa para todos nosotros. Había numerosos pufs repartidos por la habitación, alrededor de una mesa bajita. Más adelante, dos enormes sofás unidos frente a un gigantesco proyector. En él veíamos películas, jugábamos a videojuegos...
Después de un rato bebiendo y con la música a toda leche, Jessy saltó:
-¡UN SINGSTAR! ¡Yo lo veo!
-Marina no, que tiene que descansar la voz para el disco. -intervino Malú. Le di un beso en la mejilla. Cómo me cuidaba. Todos empezaron a abuchear.
-¡Venga ya...!¡Una sola!-gritaban.
-Así tenéis más oportunidades de ganar... -me hice la chula.
-A mí me haría ilusión cantar una contigo, estrellita. -se acercó sugerente Quique, haciéndole ojitos y levantando las cejas. Le pegué un pisotón en el pie y se le inundó el rostro de dolor, se tragó el grito que iba a soltar y arqueó la espalda. Ella se echó a reír, agarrándome del brazo.
-¡Es mía! -le exclamé en el oído a mi amigo. Él levantó el pulgar y dijo entre dientes:
-Lo capto... Pero déjame cantar una canción solo.
-Una. -levanté el dedo índice. Malú se levantó aclarando la voz y me dio un cariñoso beso en los labios. Mis colegas se quedaron mirando la escena embobados.
-Oye, mañana hago fiesta en mi casa después de las uvas. ¿Os venís? -nos ofreció Gloria. Li y yo nos miramos. Maldita sea, se nos pasó la cena de nochevieja. No habíamos preparado nada. Estallamos en risas.
-Claro, claro. -asentí, aún riéndome. Eché la vista a la zona donde cantaban, delante de los sofás y de cara al proyector. Sonaba a todo volumen "Resistiré".
-Te la quitan, Marina. -susurró Leire, agarrada a la cintura de David, su novio. Di un salto del puf y me puse justo detrás de Enrique, que abrazaba por el hombro a mi chica a la vez que cantaba la veraniega canción. Tiré de su oreja, separándolo de ella y me senté en el sofá.
-Te vigilo desde aquí. -le advertí.
-¡Vale, vale! -puso las manos en alto. Lorena se acercó y se sentó a mi lado con dos cubatas en sus manos. Me tendió uno y pegó un buen buche al suyo.
-¿Qué tal todo? -me preguntó.
-Mejor que nunca. -sonreí satisfecha. -veremos cómo será eso de ser cantante...
-Lo harás genial. -me guiñó un ojo. -Siempre se te dio bien la música. ¿Qué tal con Vane? -la cara se me cambió por completo.
-Prefiero no hablar. -dije sin mirarla, ella me acarició la pierna.
-Ella es mi mejor amiga, y lo sabes... Oí su versión y ahora me apetece oír la tuya.
-Te creerás la suya, es tu amiga.
-Tú también eres mi amiga... por favor.
-¿Qué te ha contado? -le pregunté. Tomé un sorbo de alcohol, lo iba a necesitar.
-Bueno... que... -bebió. -Te empezaste a olvidar de ella, salías por las noches con... -señaló a Malú. -y que un día se vengó acostándose con un chico, la pillaste y la dejaste, bueno, la echaste del hotel. -me quedé totalmente perpleja.
-¿Eso te dijo?
-Eso me dijo. Y viniendo de ti, lo dudé mucho. Sé cuánto querías a Vanesa. Ya podía venirte Beyoncé a ligar contigo que la rechazarías.
-No salí ni una noche con Malú, ¿pero qué dice? Iba de los estudios al hotel y del hotel a los estudios... Y cuando más feliz estaba, cuando el concurso iba mejor imposible... me la encuentro en la cama con otro. Yo, sin nadie, en Barcelona... Me vi tan... sola. -me dolió recordar la escena y acabé con la bebida. No entendía por qué sentía aún dolor. Pensé que lo había superado del todo... me había fastidiado tanto.
-¿Y cómo empezaste con ella? Si puedo saber...
-Qué cotilla estás hoy... -bromeé. Le conté toda la historia y se quedó con cara adorable mirándome.
-Qué monis sois. -reí al oírlo.
-¿Y tú?
-Yo...el hospital va bien. Muy bien, de hecho. Y... -sonrió levemente. -estoy conociendo a un chico.
-Me alegro por ti. -giré la cabeza y vi que seguían cantando.
-¡Tú! ¡TE DIJE UNA CANCIÓN! -siguió bailando, ignorándome. Reí negando con la cabeza.
Empezó el día muy tarde. Me levanté a la una envuelta en sudor. No estaba acostumbrada a beber... El dolor de cabeza me taladraba el cerebro. Me tomé un ibuprofeno y bajé al barrio a buscar una pescadería antes de que cerraran. Hice una compra de los restos que había... apenas quedaban dos o tres piezas de cada clase de pescado y algunas gambas sueltas. Las consecuencias de la navidad...
Luego, en el supermercado que me pillaba de camino, compré dos latas de uvas sin hueso, especial nochevieja.
-¡Hombre Marina! -la cajera se acercó eufórica y me llenó de besos.
-¿Qué tal? -pregunté entre risas.
-Muy bien, ¿y tú? Ay, hija, que bien estuviste en la tele. ¿Y Vane? Oye, ¿y cuándo disco? ¿Algo más? ¿Solo dos latas? ¿Nochevieja romántica?
-Disco muy pronto. -era la única pregunta que respondí.
-Bueno, ¿cómo estáis? ¿sigues trabajando en el bar? -metió la compra en una bolsa.
-No, ya no. Bueno, feliz año. -escapé corriendo antes de que siguiera marujeando conmigo.
Llegué a casa y aún seguía escuchando la voz de pito e irritable de la trabajadora.
-¿Te gusta? -Li había preparado un postre.
-¿Qué es? -me acerqué a mirarlo.
-Helado de turrón. -me saboreé los labios y le besé el moflete. -pero te has pasado un poco... vamos a tener para medio año.
-"Exagerá". -me dio un golpe de caderas.
Volvimos a la misma escena de la nochebuena. Ella y yo en una enorme mesa donde claramente sobraba mucha comida. Nos entretuvimos un rato con los programas de música que ponían en la tele. Al final no era tan malo como parecía. No era tan dramático pasar una cena tan importante solo con una persona.... porque Li era especial y cuando ella y yo estábamos juntas podíamos hacer divertido hasta barrer la casa.
-¡Ni se te ocurra! -chilló. La apuntaba con una gamba.
-Una... dos... y... -tiré la gamba antes de llegar al 3.
-¡Idiota! -cogió una y me la arrojó a mí.
-Capulla. -volví a tirarle otra.
Conectaron con la Puerta del Sol. Los presentadores iban de punta en blanco, como cada año. Los nervios ya se notaban en el estómago. Lidia ya preparaba las uvas encima de una servilleta estirada. Sonreía como si fuera la primera vez que lo hiciese. Puse las frutas en filita, y cada vez que ponía una me paraba a pensar en el futuro. En el año que entraba. No era un año cualquiera, sabía que sería mi año. La ilusión de mi vida, mi sueño, estaba a punto de comenzar. Respecto al amor no podía estar mejor. Ella me hacía feliz y yo la hacía feliz a ella. Lo nuestro era especial. Miré a Li. Ella estaría en el 2016 conmigo, una vez más. Siempre junto a mí. Siempre a mi lado.
-¡5 minutos! -miró el móvil Li. Puso cara de sorpresa sin despegar los dedos de la pantalla.
-¿Qué pasa? -le pregunté, acercándome a ver qué era lo que había leído que había causado esa expresión en ella.
-Nada. -lo escondió y me miró roja y sonriente.
-Eh... -puse una sonrisa pervertida. -¿Noviete?
-No... -rió. -mucho mejor.
-¿No me lo vas a contar?
-Espera aquí y no te muevas. -sonrió, alejándose por la puerta. Me quedé mirando la caja tonta, oyendo la explicación de las campanadas. Lo de toda la vida. Los cuartos, el carillón... Por muchas veces que lo repitiesen, en cada familia, había alguien que se equivocaba y empezaba a tragar en los cuartos. U otros que se ahogaban y paraban a la cuarta.
-¿Estoy a tiempo para tomar las uvas con mi amor? -Malú apareció para mi grata sorpresa. Me quedé perpleja mirando aquel vestido dorado que me deslumbraba. Me levanté corriendo y la envolví en mis brazos. La llené de besos por la cara y Lidia nos recordó que solo faltaban dos minutos.
-No tenemos uvas para ti. -se dio cuenta mi amiga.
-6 y 6. -le di la mitad de las mías.
-No comer las 12 trae mala suerte. -opinó Li.
-Malú y yo somos una. -sonreí. Ella me dio un beso en los labios, que se alargó hasta que los cuartos comenzaron a sonar.
-Qué tranquila me las voy a comer este año... -reí con la primera en la boca. Una a una, fueron desapareciendo de mi servilleta. Miré de reojo a mi amiga. Tenía la boca llena y no paraba de reírse. Se metió la última y los presentadores exclamaron el ¡Feliz año 2016!
Lo primero que hice en ese año nuevo que entraba fue besar sus labios, abrazada a su perfecto cuerpo.
-Te quiero. Feliz año. -me susurró en el oído.
-Feliz año princesa.
Fui corriendo a por una de las personas más importantes de mi vida. Se subió a mis brazos y dimos vueltas como nos encantaba. En seguida la solté, su móvil sonaba. La familia la llamaba para felicitarle el año. Malú hablaba con la suya. Me senté en el sofá, rebuscando en la cesta los bombones que me gustaban. Era un poco triste no tener a nadie a quien llamar... mi móvil se puso a sonar en el momento en el que pensé eso.
-¡Feliz año Marina! -oí la voz de Mari.
-¡Feliz año manáger! -di carcajadas. No me la esperaba. Después de colgar, otra llamada inesperada.
-¡Feliz 2016 cargado de éxitos! -me deseó Pablo López.
-¡Igualmente tío! A ver si nos vemos pronto.
-¡Eso está hecho! -después del turno de llamadas tocó el brindis. La hora del champán.
Brindamos por la salud, por el amor y por la música. Iba a ser un gran año, podía sentirlo.
Lo mejor estaba por venir. Nos subimos en el coche y partimos hacia la casa de Gloria. Al entrar, pudimos notar el gran ambiente que se respiraba en su pequeño piso. La música estaba muy alta, apenas pude oírla saludarnos...
Entre baile y baile, las horas fueron pasando. Me había dado una gran sorpresa, jamás lo olvidaría. Aún no daba crédito... Era la mejor.
-¡GUAPA! -se acercó Quique a mi chica.
-¡TE VAS A LLEVAR UNA OSTIA AL FINAL! -le chillé en la oreja. Él se echó a reír, buscando otra mujer a la que tirarle los trastos.
La agarré de la mano y la llevé hasta el cuarto de mi amiga. Cerré la puerta, aislándonos del ruido mortal que machacaba nuestros oídos.
-Me empezaba a doler la cabeza. -le confesé. Se sentó sobre la cama sonriente.
-No son ni las tres. -rió. Me arrodillé y rodeé su cintura. Me besó desde arriba. Acariciaba mi pelo con sus uñas. Paré y me recosté en su hombro. Allí, su olor era más notable. No podía sentirme mejor que en aquellos brazos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario