sábado, 11 de enero de 2014

Capítulo 24. SE NOS ROMPIÓ EL AMOR.

El tono de "Blanco y Negro" nos despertó. Era mi tono de llamada. Estiré el brazo hasta llegar al móvil y descolgué sin mirar quién me buscaba. Con voz de dormida respondí, Malú se tumbó boca abajo y suspiró, metiéndose bajo la almohada.
-Hola Marina. -saludó seria... Vanesa. Solté un "pff" desganado y me dejé caer sobre el cabecero de la cama. Con la mano libre acaricié la espalda de mi enamorada. -Joder, que alegría te da hablar conmigo. -dijo con ironía.
-Pues ya ves. -contesté borde. No me gustaba responder así, pero no me sentaba nada bien que me despertaran, y menos ella, después de lo que había hecho.
-Te llamaba para decirte que recogieras todo lo que hay en casa.
-Dame tiempo, aún no tengo... -no me permitió terminar la frase.
-Búscate la vida. No quiero ver nada tuyo por aquí. No tardes en venir. -ni me dejó contestar, me quedé petrificada mirando el teléfono.
-¿Quién era? -balbuceó bajo la almohada la cantante.
-El demonio o algo parecido. -tiré el móvil con desprecio a la mesilla de noche. Mi chica salió de su escondite y me miró con unas grandes ojeras y cara de dormida.
-¿Qué dices? -apenas vocalizó.
-Vanesa me echa del piso. Como si la hubiese molestado, vamos. Ni si quiera he dormido allí cuando ha estado.
-¿Y a dónde te vas a ir?
-Un momento. -se me ocurrió una idea. Agarré el Xperia y abrí la conversación con Li.
-¿POR QUÉ ME DESPIERTAS? NO SON NI LAS NUEVE. -contestó aparentemente enfadada. -Perdona por ser tan borde cielo, ¿pasa algo?
-Hombre pasar, pasa... Vane me ha pedido que me vaya de casa... ¿Te parece bien si compartimos piso?
-¡MEGA GUAY!
-Cariño, ¿por qué sonríes? -preguntó Malú, que me observaba tumbada y con las manos bajo la almohada.
-Ahora te cuento. -después de una caricia en su pelo, volví a la conversación. -pero tenemos que ajustar cuentas. Pagaré el alquiler contigo, eh.
-Vale. Voy a seguir durmiendo. -que le gustaba un fin de semana a mi amiga.
Le conté mis planes a Malú y no parecieron gustarle mucho.
-Pensé que te gustaría venirte a vivir conmigo. -un escalofrío recorrió mi cuerpo al oír sus palabras. -No estaría nada mal verte las veinticuatro horas del día los siete días de la semana. -sonreí y me tumbé de lado para poder ver su rostro. No pude evitar acercarme para besarla.
-Todo a su tiempo. Te hartarías de mí muy pronto y quiero tenerte a mi lado más de lo que llevamos.
-Tonta. No me cansaré de ti.
-Eso dices ahora. -reí.
-Venga, vente a vivir conmigo. -me hizo pucheros y se subió sobre mi cuerpo, repitiendo la frase una y otra vez.

-Me hace mucha "ilu". -A mi sí que me hacía ilusión irme con ella y comenzar a vivir juntas. No deseaba otra cosa en el mundo... pero por otro lado no quería correr y hacer las cosas deprisa.
-Te quiero. -le susurré al oído.
-Pues vente conmigo. ¿O es que prefieres a Lidia?
-Malú, no quiero fallarte. -negó con la cabeza y me llamó estúpida. -No puede salir mal, me importas demasiado. -me miraba con aquellos ojos brillantes y sus dedos entrelazados en los míos, sobre mí.
-Eres tonta. -volvió a insultarme.
-Pero te gusto.
-Y mucho. -admitió la cantante, seguido de un beso. No insistió más en aquello, sabía que era inútil. En el poco tiempo que llevábamos, se había dado cuenta de que era una cabezona. Y yo misma lo reconocía, cuando yo decía no era no. Me apetecía esperar un poco más, vivir juntas era un gran paso desde mi punto de vista. Quería vivir despacio y sin prisas, quería una historia preciosa a su lado.
Mientras sus labios seguían mezclados entre los míos y mis manos recorrían su espalda, Danka saltó a la cama y comenzó a dar ladridos. Malú daba carcajadas.
-¡Alguien está celosa..! -exclamó, tumbándola en la cama y rascándole el tórax. La perra se revolvía y emitía ladridos agudos. Parecían tan felices. Me aparté un poco y reposé el codo en la almohada, aguantando con la mano el peso de mi cabeza. Me quedé mirando como jugaba con su mascota.
-Eh, yo también quiero. -dije al cabo de un rato. Me llamó celosa y me quitó el brazo que me sostenía, cayendo en la almohada. Metió la mano bajo la camisa de mi pijama y me rascó como a Danka. No paraba de reírse mientras lo hacía, yo tampoco podía contenerme, tenía muchas cosquillas. El animal dio un giro impresionante y se puso de pie en la cama. Nos ladraba y le daba zarpazos a Malú.
-¡Joder! -me quejé. -Maldito chucho. -me enfadé de broma.
-¡Eh! No le hables así a mi Danka. -se retiró de mi cuerpo y abrazó a su querida compañera. Me levanté simulando indignación hacia el baño. Ella siguió mis pasos con la mirada y con una enorme sonrisa.
Después del desayuno acudí a casa a recoger todas mis cosas. Malú insistió en acompañarme, quería ayudarme con la mudanza. Llevamos su vehículo y el mío, para tener que dar menos viajes. Pedí cajas en la tienda en la que solía comprar el pan y me dispuse a deshacer lo que un día monté con la mayor de las ilusiones. Ella se encargó de la ropa, la fue metiendo en las maletas con cuidado, doblándolas.
-Joder, que bien lo haces. -le sonreí.
-Estoy acostumbrada a hacer y deshacer maletas... no sabes lo que te queda. -suspiró, cerrando la primera. -oye... ¿y Vane?
-Trabajando, me imagino. -comenté, mientras colocaba en una caja los libros.
-Sí que te gusta leer... -observó.
-Me apasiona. -confesé. Terminé por fin de coger todo lo del dormitorio. Ya iban dos maletas y una caja. Fuimos ahora al estudio, mi rincón favorito de la casa. Allí todo era mío.
-Uy, cuantos espejos. -comencé a reír ante su chiste. Lo decía por los posters de ella que decoraban la habitación. Abrimos las cajas y las pusimos en la cama de invitados que había. Le pedí que metiera los CD´s que descansaban sobre la estantería de la pared derecha. Yo abrí los cajones del escritorio y a cada cosa que sacaba, un recuerdo me venía a la mente.
-Dios, que desordenada soy. -admití.
-¿Por? -preguntó Malú, sin apartar la mirada de los discos que colocaba.
-Asómate. -la animé. Echó la vista al cajón, estaba repleto de hojas dobladas y rotas, algún que otro lápiz sin punta, cables y cajas de rotuladores.
-Yo... prefiero seguir recogiendo la música, gracias. -volvió a la estantería. Yo seguí bicheando entre los cajones. Los dejé vacíos, tiré lo que creí inservible, como los cartuchos de tinta de impresora ya usados. ¿Por qué los habría guardado..? Empecé a desenchufar el ordenador. Lo compré yo para mis juegos, así que me pertenecía. Me concentré en quitar cada cable y tener cuidado con la torre. Al girarme, pillé a Malú cotilleando mis folios. Le arranqué el que estaba leyendo y al mirar su rostro vi que unas lágrimas recorrían sus mejillas.
-Joder, que vergüenza. -me puse como un tomate al ver que texto era el que estaba leyendo.
-Es muy bonito. -se levantó y vino hacia mí. En el escrito hablaba sobre ella y su forma de transmitirme fuerza para continuar... lo escribí cuando aún vivía en Calanda y mis padres me discriminaban.
"No tengo ganas de seguir aquí. No puedo más. No le encuentro un sentido a mi vida. Despierto para ser golpeada y humillada cada mañana. No sé que sigo haciendo aquí, debería escapar y ser libre. Por muy complicado que sea debe haber un lugar donde pueda ser feliz. Pero soy una cobarde. No soy capaz de hacerlo... ¿Y si me pillaran...? Me llevaría más palos de los que ya recibo cada día... A pesar de toda la oscuridad que inunda mi ser, hay un pequeño rayo de luz que consigue mantenerme despierta y no rendirme. Ese rayo de luz se llama Malú. Aún no entiendo cómo la música, cómo una voz, puede hacer resurgir de entre las cenizas. A mucha gente le sonará estúpido, pero para mí, su música es una de las cosas más importantes de mi vida. No se qué haría si no pudiera oírla mientras desayuno, para tomar fuerzas y algo de valor para poder enfrentarme a la guerra que me ahoga lentamente". -Lo debiste de pasar fatal... -se limpió sus ojos.
-No sabes cuánto. -la melancolía invadió la iluminada habitación. -Pero tu música me mantuvo viva y aquí estoy -sonreí, volviendo al trabajo. Malú me ayudó a colocar cuidadosamente el PC en una de las cajas más grandes. La pantalla la llevaría a cuestas.
-¿TIENES UNA PLAYSTATION? -preguntó en un grito al ver que comenzaba a desconectar la consola.
-¿Pues no la ves? -reí. -¿Quieres probarla?
-Nunca he jugado...
-Venga que te enseño. -volví a colocar el cable. -¿Zombies o fútbol?
-Zombies, zombies. -dijo convencida. Metí el juego y cogí el mando. Me senté sobre la cama y le pedí que se posara en mis piernas. Puse el modo más fácil y ella me dijo que lo cambiara al más complicado.
-¿Seguro?
-Que sí, que sí. -asintió. Besé su espalda mientras le explicaba los controles. -vale, vale.
-¿Por qué lo dices todo dos veces? -pregunté entre risas.
-No sé, no sé. -rió. Esta vez lo hizo queriendo. Colocó sus dedos en los botones que le indiqué y la partida comenzó. -¿Cómo me muevo? Ya se me ha olvidado. -soltó una carcajada.
-Con el joystick. -expliqué.
-¿Con el qué?
-Con la palanca ésta. -llevé su dedo hasta el botón correspondiente. Acaricié sus piernas mientras intentaba familiarizarse con el juego. Un zombie salió de repente al girarse y emitió un chillido, soltó el mando. Suerte que lo pillé a tiempo.
-¡Ay, que susto!. -se puso la mano en el pecho cuando pulsé el pausa. No pude evitar reírme. -Venga, dale. Ya no me pasa más.
-Espera, que me cargo yo a éste que lo vas a tener en tu cara nada más reanudar. -Y así fue. Estaba justo enfrente. Lo maté y ella exclamó: ¡EA, POR ASUSTARME!
Volvió a tomar el control y pronto volvió a soltarlo.
-Cógelo, voy a ayudarte. -se preparó y yo puse mis manos sobre las suyas, guiando sus dedos.
-¡TOMA, TOMA, MUERE BICHO! -gritaba una y otra vez. Yo no podía parar de reír sin dejar de disparar la pistola. Los altavoces estaban al máximo, nos metíamos en el juego de lleno.
-Que bien os lo pasáis. -la puerta se abrió, Vanesa. Una vez más para estropear las cosas. Con lo bien que lo estaba pasando... Al entrar, Malú soltó el mando y se levantó de golpe, como si estuviéramos haciendo algo malo. Se retiró sin decir nada más.
-Será mejor que nos vayamos. -opinó muy seria. Odiaba verla tan apagada. Quise volver atrás en el tiempo y seguir matando muertos junto a ella.
-Recojo la play y la pantalla y nos vamos. -le prometí.
No tardamos en guardarlas y nos dispusimos a dar viajes hasta el maletero del coche.
-Os ayudo con ésta. -se ofreció mi ex, intentando ser amable.
-No te preocupes. -le contesté de mala manera. -Ya vuelvo ahora.
-Solo os quedan dos, te la bajo yo y ya no tienes que pasar más por mi casa. -ya me resultaba extraño ver una buena intención de ella. Solo quería perderme de vista.
-Bueno, que te vaya todo bien. -le deseé, dándole dos besos. Me resultó extraño besar sus mejillas, cuando antes... en fin.
-Igualmente. -dijo muy seca. -te quiero.
-No, no me quieres. -no dejé que me contestase, cerré la puerta del auto. Aún así, hoy su grito apagado desde fuera.
-¡SE NOS ROMPIÓ EL AMOR PORQUE TÚ QUISISTE! -qué absurdo. ¿Cómo tenía la cara de decirme eso después de lo que pasó aquella noche en el hotel?
En cuanto recogimos todo, acudí al primer banco que vi para dejar de pagar la hipoteca del piso. Cerrada quedaba mi historia junto a ella.

[He corregido los 21 primeros capítulos, lo he vuelto a subir, he cambiado el enlace de la entrada de feliz navidad. Tenía detalles mal y al repasarlo me di cuenta. Perdonad. Aquí lo tenéis: https://app.box.com/s/2ozinr7ho3gx2hstsxgd ]

1 comentario:

  1. Buenas.

    Nunca te he comentado... pero siempre hay una primera vez. Me gusta escribir y, por tanto, me gusta leer. Pero leer cosas coherentes, con sentido en lo que se cuenta y en la manera en que se cuenta (Que hay cada bazofia por internet...). Por eso, muchas gracias por escribir esta historia y gracias por compartirla. Me gusta que lo hagas.

    Sigue pronto.

    ¡Besos!

    ResponderEliminar