Antes de presentarme en la discográfica, di un paseo. Iba
con mi preciado instrumento colgado en la espalda. Necesitaba relajación antes
de cruzar aquella puerta de cristal en la que empezaba mi camino como artista.
Le sonreía a todo el que pasaba a mi lado. Metí las manos en los bolsillos y
seguí andando a paso lento. Observando cada detalle que acaparaba mi vista.
Miré el reloj. Llegó la hora.
Caminé hacia la entrada y a cada paso, iba soltando el
miedo. No podía entrar con él. Debía ser fuerte y no tener miedo a nada. Ser yo
misma y demostrar que merecía ese disco.
En la puerta me esperaba un hombre de pelo corto y canoso.
Rozaría los 40 y vestía enchaquetado.
-¿Marina? -preguntó al verme, achinando los ojos.
-Marín me llamo. -le di dos besos.
-Encantado. Soy Vicente, directivo de la productora. Voy a
llevarte con Mari, ella será tu mánager y representante. Se encargará de todos
tus planes. -comenzó a andar por el pasillo, yo le seguía, sin perder detalle
de lo que me explicaba. -fechas de grabaciones, firmas de discos, programas de
televisión, conciertos...
-Entiendo. -asentía todo el rato.
-¡Hola! -La mujer exclamó al entrar en su despacho. Dio un
bote de la silla y vino corriendo a darme dos besos. Era muy bajita, medía
menos que yo. Llevaba el pelo recogido en un moño y vestía informal. Parecía
natural y simpática.
-Hola. -la saludé.
-Soy Mari y a partir de este día me verás el resto de tu
vida. -Me invitó a que me sentase y el hombre serio se largó.
-Eso da miedo. -reí nerviosa. Coloqué la guitarra en la otra
silla y me senté frente a su mesa. Pasamos una hora entera hablando. Me
explicaba todo lo que se me venía encima y aquello me asustó. Era demasiada
información. Mi coco comenzaba a aturullarse de pensar todo el trabajo que me
quedaba por hacer. El mundo de la música era mucho más difícil de lo que
pensaba.
-Ahora vamos al estudio con Paula. -se levantó y cogimos el
ascensor hasta una sala de grabación. Allí estaba la productora que habló
conmigo por teléfono. No me la imaginaba así. Por el móvil parecía más
agradable, pero todo apuntaba a que fuese una señorita Rottenmayer. Iba
uniformada, como el misterioso Vicente y con el pelo suelto, planchado.
Perfecto.
-¿Trajiste las canciones? -preguntó nada más verme. Ni un
saludo.
-Claro. -reaccioné. Me pilló desprevenida, no sabía que
quería ir tan rápido. Abrí la funda de la guitarra y me la colgué.
-No, no. -negó con la cabeza mi manáger. -Entra por esa
puerta y cántale al micro. -hice lo mandado. Estaba en un estudio de grabación.
A través de un cristal pude verlas. -coge una de esas sillas y ponte cómoda.
Esto va para largo.
Me acomodé como me recomendó Mari y me dispuse a tocar las
nuevas composiciones. La situación me empequeñecía. Sentí frío a causa del
nerviosismo. Cerré los ojos un momento antes de empezar y soplé. Vamos allá.
Puse el mismo sentimiento al cantar que cuando las compuse. Mis finos dedos
recorrían las cuerdas de la guitarra y mi voz salía por sí sola. Al principio
miraba con cierto miedo a ambas mujeres. Pero luego dejé de hacerlo. Miré a un
punto infinito de aquel pequeño estudio y me concentré en mi música. Lo
disfruté, una vez más. Cantar me hacía sentir bien.
-La primera y la penúltima no me agradan mucho pero bueno,
para un primer disquito está bien. -me estrechó la mano Paula. -No supe que
decir, me quedé seria. La mujer se fue, decía que tenía muchísimas cosas que
hacer. Me dio dos besos y me dio la bienvenida al mundo de la música.
-No le hagas ni puñetero caso, tiene un mal día. A mí me han
encantado. -me sonrió, dándome una palmada en el brazo. Aún así no me había
quedado muy contenta. Me pidió que rellenase unos papeles y así lo hice. Datos
personales y cosas así, supongo que sería para registrarme en la
discográfica.-Pues ya te puedes marchar. Lo que sea me llamas, aquí tienes mi teléfono.
Encantadísima.
-Igualmente, muchas gracias por todo, de verdad. -le sonreí.
Me dio un abrazo. Salí por la puerta con mi guitarra al hombro una vez más,
pero antes de cerrarla me llamó.
-Vas a llegar muy alto, tengo un pálpito. Nos vemos después
de navidad para grabar el CD. Descansa y coge fuerzas, las necesitarás. -le
guiñé el ojo ante sus palabras y encajé la puerta. Esa frase me llegó al alma.
Es cierto que necesitaba oír algo así de personas que no conocía. Quiera que no
me impulsaba. Caminé por el pasillo buscando la salida y me perdí. ¿Cómo podía
ser tan estúpida de perderme en un lugar cerrado?
-Respira Marina, respira. -me dije a mi misma. Por fin vi el
ascensor al final del pasillo, alguien lo esperaba. Se giró y me quedé plasmada
al ver quién era.
-¡Pablo López! -exclamé. Entré y le di un abrazo con el
instrumento colgando. Él sonrió.
-¡Marina Marín! -me sorprendí al ver que me reconoció. -Te
vi en "La Voz". Eres una máquina. -me chocó los cinco.
-Tú si que eres un máquina. Me encanta tu forma de componer,
eres genial.
-Muchas gracias. -rió, apretándome el hombro. -¿Qué haces
por aquí?
-He venido a proponer unas cuantas canciones para mi nuevo
disco.
-¿Puedo oírlas? Yo acabo de terminar lo que tenía que hacer
y tengo el día libre. Te invito a unas cañas y me muestras tu talento. -me
quedé fría. Acepté sin pensar en nada más.
Fuimos a un bar cercano y nos sentamos en la terraza.
Pedimos dos cervezas y me invitó a tocar mis temas.
-¿Aquí en medio?
-¡Viva la música! Cualquier parte es un buen lugar para
hacerla. -dio varios puñetazos en la mesa haciendo un ritmo musical. No pude
negarme. Saqué el instrumento y me puse a tocar.
-Un momento. -me interrumpió en uno de los versos. Fue para
retocar la letra un poco. Saqué el libreto de mis canciones y lo modifiqué con
un lápiz.
-Ostras, pues mucho mejor así. Totalmente. -dije al volver a
cantarla con el nuevo retoque.
-Deberíamos componer algo juntos, eh. Hacer una colaboración
de estas. Somos muy semejantes a la hora de componer. -me sorprendió su
proposición. Apenas me acaba de conocer y ya me estaba diciendo esas cosas. La
vida me sorprendía. Aunque a él, la verdad, parecía que lo conociese desde
siempre. -¿No me respondes?
-¡Claro que sí! Es que me he quedado súper pillada. -reímos.
-Me recuerdas mucho a mí, Marina. -confesó. -Y creo que
ahora que estamos empezando debemos apoyarnos el uno al otro. Este mundillo es
bastante difícil... me costó muchísimo hacerme un hueco y aquí estoy, con mi
segundo disco después de años y años de duro trabajo.
-Completamente de acuerdo. -me hizo muy feliz con aquellas
palabras que me dedicó.
Pasamos allí hasta las ocho, y se despidió de mi porque
había quedado con su familia para cenar. Me pasó su número y me dijo que podía
contar con él siempre. Aunque fuese una tontería. Yo le respondí que también.
Antes de arrancar el coche miré el móvil. Tenía tres
llamadas de Malú y millones de whatsapps. Ni los leí, la llamé.
-¿SE PUEDE SABER DÓNDE TE HAS METIDO? ¡ESTABA ASUSTÁNDOME!
-ni me dio tiempo a saludar.
-Lo siento, mi amor. He estado en lo del disco y luego he
estado de cervezas con Pablo López.
-¿Pablo López? ¿Y eso?
-Me lo he encontrado en el ascensor y me ha invitado.
-Ya podrías haberme avisado, guapita.
-Ah, pues no se me había ocurrido.
-¿Cenamos? Tengo unas ganas locas de escuchar esos temas.
-me hizo sonreír. Siempre lo hacía... Y es que aquel interés que mostraba de
repente todo el mundo hacia mi música me hacía creer en mí. Creer en un futuro
haciendo lo que desde peque había soñado.
-Son... perfectas me cago en todo. -tiró el cojín al suelo.
-Qué manía con tirar cosas. -lo recogí y lo puse en su
sitio.
-¿Qué tal te ha ido tu primer día de trabajo? -se echó sobre
mis piernas y yo acaricié su cuerpo mientras le contaba lo sucedido. -Será
gilipollas... si son preciosas tus canciones.
-Ala, relaja. Solo me ha dicho que no le hacían mucha
gracia.
-Críticas constructivas por favor. -pidió. Arqueé mi cuerpo
para besarla.
-Que buena defensora tengo. -dije entre sus labios. Ella rió
y me siguió besando.
-Oye. -se apartó. -¿Qué vas a hacer con lo de la navidad?
-me eché hacia atrás y levanté la cabeza, mirando al techo. Ella se incorporó y
quedó sentada sobre mis piernas. Me rodeó el cuello con sus brazos y puso
pucheritos. -Vente conmigo.
-Voy a quedarme con Li. -le dije. -no pinto nada con tu
familia, cariño.
-Les contaré que eres tú para mí y lo entenderán.
-Y seré el muñeco de feria de la cena y... no me gusta nada
llamar la atención.
-Tendrás que enfrentarte a eso algún día. ¿Por qué no ahora?
-Solo llevamos semanas... creo que es demasiado precipitado
princesa.
-Me encanta que me llames así. -me besó en los labios.
-No cambies de tema, anda. -reí.
-Tienes razón, quizás es demasiado pronto. -reconoció. -pero
seguiremos viéndonos todos los días, eh.
-No podría vivir sin eso. -cerramos los ojos y nos fundimos
de nuevo.
Jo que romántico....!
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