sábado, 8 de marzo de 2014

Capítulo 48. ¿Y SI FUERA ELLA?

Sentada en aquella silla plateada, tan incómoda que dolía, miraba al infinito esperándola. Sonreía como una estúpida bajo mis gafas aviadoras. Pronto vino un camarero pelirrojo y muy chupado. Su delgadez era exagerada. Me recordó al chef de la película "Ratatouille". Muy amablemente, y algo nervioso, me preguntó si quería tomar algo. Le pedí que me trajera una coca-cola, estaba sedienta. Miré el reloj nerviosa. Aún no era la hora. No debí plantarme allí tan temprano, pero el pulso me temblaba desde las ocho de la mañana. Malú me llamaba, contesté rápidamente, ni siquiera dio tiempo a que sonara la melodía.
-¿Cómo va la cosa? -le pregunté. Tenía concierto en Salamanca.
-No nos ha dado tiempo a mucho, después de comer hacemos unas pruebas. -su voz me seguía conquistando. Jamás me acostumbraría a ella. -¿Y tú?
-Todavía no ha llegado… -volví a mirar la hora inconscientemente.
-Estará al caer. -fue decirlo y verla aparecer doblando la esquina. Su pelo corto y castaño, del mismo color del mío, brillaba por los reflejos del sol.  Portaba una blusa negra, al igual que sus vaqueros. Aún conservaba el luto. Se levantó las gafas de sol para buscarme. Alzó una mano y la puso sobre sus ojos. La entendí perfectamente, yo también lo hacía. Teníamos el mismo color claro y sabíamos el dolor que causaba el brillo mañanero. Levanté el brazo y reaccionó al instante. Nos dimos dos besos y volví a sentarme, esta vez con compañía. Se formó un silencio extraño, frío, que se rompió por nuestras risas. Era todo muy raro.
-Mamá, ¿qué vas a querer? -le tendí la carta.
-Lo que tú pidas. -sonrió, le devolví el gesto. Al final optamos por unos montaditos de toda la vida. Recordamos viejos tiempos,  pues los solíamos tomar los viernes después de clase.
-Cómo te he echado de menos. -suspiró, quebrando otro de los incontables silencios que se producían. Agaché la cabeza a la misma vez que ella. Las dos habíamos sido culpables de eso. -¿Malú no ha querido venir?
-Tiene concierto en otra ciudad.
-Vaya… el otro día no fue un buen encuentro. Me encantaría conocerla.
-Cuando quieras. -nos sirvieron la comida y comenzamos a devorarla rápidamente. Habían tardado mucho, y eso que era un plato fácil de hacer.
-¡Hija! Cierra la boca. -echaba de menos que me regañase. -espero que no comas así delante de tu novia.
-Bah, ella come igual. -reí, siguiéndome ella. Era una sensación rara, como si nos acabáramos de conocer, cuando en realidad compartíamos genes, me había creado y educado. Nunca debimos tomar caminos separados.
-¿Qué pasó con Vanesa? -la pregunta hizo que me atragantase, me dio unas palmadas en la espalda. Puse dos dedos paralelos en mi frente, formando unos cuernos.
-¡No! -se tapó la boca. -Nunca me gustó esa chiquilla. -dijo poniendo morritos. -Escucha, la madre… -imitó mi gesto anterior. -con el fontanero. -se me escapó un trozo de pan de la boca y me eché a reír. Me lo contaba en voz baja, como si alguien se fuese a enterar de aquello… Aún no se había acostumbrado a Madrid. Aquí nadie se interesaría por oír nuestra conversación, en el pueblo, todo era diferente. -de tal palo, tal astilla.
-Desde luego. -reí.
-Bueno, cuéntame. ¿Qué tal tu vida de superestrella?
-¡Pero mamá! -exclamé, alzando una mano. -qué exagerada eres.
-Lo serás. -en fin, amor de madre. ¿No?
-Es complicado. -le conté todo lo que había vivido. Desde el programa, hasta la banda, la productora toca pelotas, el problema de la producción y todo lo demás. Por supuesto, usando palabras fáciles… no tenía mucha idea de música. Ni de música ni de nada en realidad, no había salido de Calanda en su vida. Según me comentó, se perdió en el metro unas pocas de veces.
-Mira que estás "escurría". -observó, dándome un pellizco en la barriga que me hizo derramar algunas gotas del vaso. -deja que te haga un buen potaje. -cosas de madre. Cosas de madre que parecían tonterías, pero que cuando no estaban, se notaban. Y yo no me había dado cuenta de lo importantes que eran esas bobadas hasta este día.
-¿Por qué no te quedas unos días más? -le pedí. Sinceramente no sé por qué lo hice, ni que me llevó a soltarlo. Impulsos, supongo. Se sorprendió.
-Pero… tengo el billete comprado.
-Podemos cancelarlo.
-¿Ah, sí? -preguntó. Yo me eché a reír. Demasiado metida en el pueblucho. -pero, ya no tengo hotel. -en ese detalle no había caído. Tampoco podía ofrecerle mi casa así porque sí, más que nada porque la compartía con Li.
-Ya solucionaremos eso, ¿vale? -acaricié su mejilla. Cuando iba a quitar la mano, me la sujetó y le dio un beso.
-Ven a mis brazos, enana. -me rodeó con sus brazos y percibí su olor. Al instante lo reconocí. Era el que le regalamos mi padre y yo en uno de sus cumpleaños. Yo apenas tenía siete años… esa sí fue una buena época. El único problema que tenía era que mis dibujos favoritos lo echaban a la hora del colegio.
El abrazo fue interrumpido por un mensaje. Era un SMS. ¿Quién los usaba a estas alturas? Me dispuse a mirarlo. Mari. "Ven a la discográfica, reunión". Crucé los dedos. Más obstáculos no, por favor. Mi madre quiso acompañarme.
Llegamos y ella iba observando embobada todos los detalles de la enorme oficina.
-Buenas. -les saludé. Habían llegado antes que yo. Estaban colocados formando un círculo en la mesa. Los músicos, Pedro, Paula y Mari.
-¿Y esta señora? -preguntó de mala gana la productora.
-Es mi madre. ¿Puede quedarse?
-Es confidencial. -respondió la simpática, nótese la ironía. La miré apenada.
-No te preocupes, te espero por aquí. -salió por la puerta. Me acomodé en uno de los sillones y crucé miradas con los chicos de la banda.
-Como ya sabes, el miércoles sacas disco. -empezó, muy sonriente, cosa que no solía hacer, Paula.
-Ajá. -asentí, al ver que no continuaba.
-Pues aquí. -dijo señalando un folio. -tienes un calendario con tu… futuro. -eché un vistazo. Vi que resaltaban de rosa las firmas de discos, con amarillo las actuaciones en salas y con azul los programas de radio y televisión.
-Guau, son muchas cosas. -sonreí.
-Ha sido un duro trabajo, es incontable el número de llamadas que he realizado. -se enorgulleció ella misma. Le di las gracias educadamente.
Pasamos la tarde comentando las fechas, los lugares. En fin, mi vida en los próximos meses. Lo pensé fríamente. Viviría en la carretera. Cuando no era una firma, era un concierto, y cuando no era un concierto, era una entrevista. Y esto solo acababa de empezar. Desde luego que se lo había currado mucho… una promoción fascinante. Me frené un segundo. ¿Y si no le gusta a la gente? El plan entero se caería. Sentí miedo. Dudas. Sería muy triste estar cantando en una sala con pocas personas. O estar en una firma y no ver nadie en la cola. Siempre tan negativa… Pero podía pasar. ¿Quién me aseguraba que no?
-Va a ser una experiencia increíble. -confesó ilusionada Mercedes, dando golpecitos en la mesa. Su ritmo se manifestaba aunque no hubiese una batería delante.
-Hay que ensayar mucho. -sereno y correcto, una vez más, Ricky. Yo asentí con la cabeza. Me faltarían horas en el día…
-Espero que seáis capaces de llegar al éxito, o, al menos, rozarlo. -dijo Paula.
-Yo confío en ellos. Lo lograrán. -intervino Pedro, que había permanecido callado durante toda la reunión. La tensión entre ellos era fuerte. El ambiente era algo incómodo.
-¡¡Por cierto!! -dio un palmazo en la mesa Mari que nos dejó descolocados a todos. -¡En dos semanas actuáis en el Palacio de los Deportes! -¿lo decía en serio? La miraron boquiabiertos. Me acordé entonces de la conversación en el Mc Donald´s. Ah, que iba en serio.
-E… e…explícate. -tartamudeó la productora.
-¡Anda! ¡Pero si una mánager ha conseguido algo mucho mejor que tú! -añadió leña al fuego el director musical. Me preocupaba ese rifi-rafe entre los dos. Ella le contestó con una mirada cargada de odio.
-Eso, que actuáis con Malú el 29 de Marzo. -otra vez las bocas abiertas.
-¿Has dicho Malú? -preguntó nervioso el contador de chistes oficial del grupo. Mari me guiñó un ojo y afirmó.
-Aquí la artista, que levanta pasiones entre los más grandes. -eso iba con segundas, lo pude ver en su mirada.
-¡QUÉ PUTA PASADA! -exclamó en un grito Pepe Luí.
-No te emociones, nosotros no tocamos. Cantará Marina y ya está. -dijo Merce. Eso no lo había pensado… me dio pena el pensar que no saldrían conmigo. Pero al parecer, mi mánager tenía otro as bajo la manga.
-Me ha dicho que cantará con Marina "Te conozco desde siempre" y que luego, mientras ella hace un cambio de look… -sonrió e hizo una pausa para crear tensión. -os dejará tocar el single.-Eso era demasiado. ¿Mi canción, mis músicos, en su concierto? Qué lujazo. Jamás podía haberme imaginado algo así. Sería una gran catapulta para el disco. Mientras ellos estallaban de emoción, yo me quedé pensativa. Si no fuésemos nada… ¿haría eso? Probablemente no… Quizás solo lo hacía porque era su novia. Que en realidad mi música no era tan importante como para dejar que la mostrase en su multitudinario espectáculo. -¿te ocurre algo? -mi representante interrumpió aquel pequeño bajón.
-Nada.
-Te noto muy seria…
-Estoy pensando. -me dio un abrazo que me hizo daño. No era cariñosa, era bruta como ella sola.
-¿Va todo bien con Malú?
-Genial. -sonreí. Me achuchó los mofletes.
-¡SOLTÁDME! ¡SOLTÁDME! -vi a mi madre aparecer por la puerta, con los pies colgando. Dos enormes tíos la agarraban de los hombros.
-¡Dejarla! -les grité, levantándome de la silla.
-Se ha colado en la grabación de David Bisbal. -me informó el gorila. Miré a mi madre con una tímida sonrisa. -dice ser tu madre.
-Lo es. Perdonad. -me disculpé. Se fueron y estallé en risas. El resto seguía eufórico con lo del concierto. -Mamá, joder.
-Que tu sabes que el ricitos me pierde desde siempre.
-Menuda escusa.
Salimos de la discográfica, dada por terminada la reunión, y conduje hasta el hotel en el que se alojaba mi progenitora. Allí nos despedimos y me dirigí a mi casa. El reloj marcaba las diez menos diez. Conecté apresuradamente el manos libres y llamé a la posible mujer de mi vida. Un momento. ¿Y si fuera ella? Quizás.
-¡Suerte! -le deseé.
-Gracias cariño. Tengo que colgar...
-Espera. -le pedí. -Gracias…
-De nada, boba. -dijo, mezclando la frase con una risa. Entendió perfectamente a lo que me refería.
-¿Por qué? -no era ni el lugar ni el momento, pero lo hice. Hice la pregunta.
-Porque sí. Porque te quiero. -di por confirmada mi tesis. Me quedé callada. Al cabo de unos segundos, al ver que ella iba a vocalizar, me salió la frase de golpe y sola.
-Porque me quieres… ¿entonces no es por mi música?
-Te quiero a ti y a tu música.
-Sí… intenta arreglarlo.
-¿Marina? ¿en serio? -se produjo un silencio incómodo. Oí de fondo a alguien diciéndole que se metiera prisa. -no sé qué te ha dado… espero que se te pase pronto. -sin comentarios.

-¿Crees en lo que hago? ¿O es solo porque estás enamorada? -me colgó. ¿Qué significaba eso? Tiré el móvil al asiento vacío del copiloto. Tal vez era una gilipollez mía y estaba haciendo una bola. Desde luego que era una idiota de los pies a la cabeza… Me sentí culpable. A saber cómo había salido al concierto después de discutir conmigo… No podía sentirme más basura. Malditas paranoias. Te eligió en La Voz. Se dio la vuelta sin haberme visto ni una sola vez. Todo eso pasó sin conocerme. Definitivamente me había ganado a pulso el premio a la imbécil del año. 

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