domingo, 2 de marzo de 2014

Capítulo 45. ÁRBOL SOLITARIO.

Casi la hago polvo del abrazo que le di. Me moría de ganas por estrujarla. Dimos vueltas por el jardín hasta que me agarró la cara. Sus ojos se clavaron en mí e hicieron que parara. Puso sus pies en el suelo y sonrió mordiéndose el labio. No podía ser más perfecta esta chica, por favor. Al fin besó mis labios mientras Mari, desde el coche, pitaba una y otra vez.
-¡Me voy! -exclamó. Nosotras la despedimos con la mano.
-¿Qué plan tenemos? -le pregunté, aún abrazada a ella. Me había hecho sentir tantas cosas en aquel estudio de grabación. Era indescriptible. Solo con un gesto era capaz de remover todos los órganos de mi cuerpo. Me hacía estremecer. Tenía un poderío incontrolable sobre mí.
-Había pensado que podría enseñarte algunas cosas… -no sabía a qué se refería. Fruncí el ceño esperando que continuara con su explicación. -unas técnicas vocales, calentamiento de la voz… No tienes mucha idea sobre música. -tenía toda la razón. Yo no había estudiado canto ni nada. Solo cantaba por voluntad propia y sin ningún tipo de reglas a las que acogerme. Cantaba lo que sentía, sin más. No me vendrían nada mal unas cuantas lecciones.
-No sin que antes me dejes un cargador. Twitter se me colapsó y se comió toda la batería. -dije mirando la pantalla negra de éste.
-Vamos. -al poner el teléfono al cargar, me llegaron muchos mensajes, era normal, acababan de oír mi disco. Un cosquilleo recorrió mi cuerpo al ir leyendo cada una de las menciones. Por mi timeline podía leer algunos de los versos de mis canciones. Sentí eso de… ¿Cómo se dice? ¿Orgullo? Me sentía bien. Muy bien. Me sentí realizada. Por fin mis temas iban más allá de las cuatro paredes del "Rincón Musical". Tanto twitter, tanto twitter, olvidé abrir el mensaje que llevaba en el panel de notificaciones.
-"Llámame cuando puedas, he escuchado el disco entero". -mi madre me había oído. Respecto a la idea de "ser cantante" que ya me traía desde muy pequeña, tampoco me apoyaron. Creían que era una locura. Algo muy difícil y con lo que sueña cualquier chiquillo de mi edad. Que se me pasaría con el tiempo. Pero lo mío iba mucho más, lejos de ser un capricho de enano. Pronto empecé a componer con la primera guitarra, que ni siquiera habían comprado ellos, si no mis amigos. Tampoco podía echarles la culpa de esto… probablemente querían lo mejor para mí. Bajarme de las nubes. Pero que le iba a hacer, era una joven soñadora.  
-¿A quién llamas? -me preguntó mientras buscaba algo en la enorme estantería del salón. Me senté en su cómodo sofá y esperé a que descolgase.
-A mi mami.-sonreí cual niña pequeña. Malú se mordió el labio.
-¡Pero mira que eres adorable! -exclamó, mirándome con ganas. Sacó unos cuantos libros y los colocó encima de la mesa. Formó una torre con ellos y se sentó a mi lado.
-Hola. -empecé fría. No estaba acostumbrada a eso de tener una madre.
-Hola. -ella también estaba cortada, podía notarlo. Se produjo un silencio incómodo. No era yo la que tenía que hablar, era ella la que me había pedido que realizara la llamada. -Me ha gustado mucho. -dijo con algo de entusiasmo. -No sabía que cantaras tan bien. -le salió un gallo en esa última frase que me hizo reír. Parecía que se le iba a cortar la voz en cualquier momento.
-Gracias.
-De gracias nada… soy una tonta, Marina. -oí un sollozo. -una mala madre.
-Eh, no digas eso. -intenté animarla. Miré a Malú, estaba apuntando cosas en un cuaderno. Estaría preparando la "clase".
-Sabes que lo he sido, toda la vida. Ni siquiera me paré un momento para escucharte cantar… -se produjo un silencio. -me arrepiento tanto… ¿algún día me perdonarás? ¿Podrás hacerlo?
-Ese día ha llegado. -sonreí. Me sentía segura de hacerlo. Volvimos a encontrar un vacío en la conversación. Esta vez no era incómodo. No nos molestó permanecer calladas. Ninguna de las dos tenía nada que decir. -de verdad. -aseguré. Rió. Hacía tantísimo tiempo que no oía sus carcajadas… me entró nostalgia. De golpe, se amontonaron imágenes de mi infancia.
-Te invito mañana a comer. Tienes que contarme toda tu vida. Desde que naciste… hasta ahora.
-Cuéntame tú cómo nací… -reímos. -Está bien. -acordamos la cita y me dijo que podía traerme a Malú si quería. La avisé de que estaría poco tiempo, pues por la tarde tenía ensayos con la banda. Pronto empezaríamos a dar "conciertos" en salas de discotecas por las ciudades más importantes del país.
-Vale, vale. Respeto tus horarios de estrellita. -no conocía ese lado humorístico de mi madre. En realidad, nunca la había llegado a conocer… vivía tras la sombra de mi padre.
Colgamos  y, a la vez, Malú terminó de revisar los libros.
-He apuntado en esta hoja las páginas de algunas cosillas que nos van a interesar. Eran una especie de manuales de canto. Libros de música. Algunos estaban desgastados, otros prácticamente nuevos.
-Antes quería hablarte de una cosa. -me senté en indio y ella me imitó. La una frente a la otra.
-He quedado mañana con mi madre para comer. -acarició mis pulseras. Había cogido la extraña manía de hacerlo. -he decidido darle otra oportunidad. -sacudió su pelo. Otra de sus manías. Llevó la vista a mis pulseras. No estaba muy contenta.
-¿Estás segura? -lo dijo sin mirarme. No contesté. Esperé que me mirara a los ojos. Cuando lo hizo, respondí con un encogimiento de hombros. -Yo no lo haría. -dijo muy seria, seca. Sus palabras se clavaron como un puñal en mi corazón. Me había costado tomar una decisión, una decisión que ahora mismo se tambaleó con ese "yo no lo haría". -Lo siento, solo intentaba ser sincera. -vio que me molestó.
-Es que… madres solo hay una. -¿Cuántas veces había dicho ya esa frase…? Era un argumento fácil.
-Y desgraciadamente a ti te ha salido…
-No es perfecta. -la corté. -pero es la que tengo.
-Tú misma. -dejó de jugar con mis brazaletes para agarrarse las rodillas. -es mi opinión, pero está en tus manos.
-Y te agradezco que me la des… pero anoche lo estuve pensando mucho. No tienes ni idea de lo que es vivir sin familia… es como que llevas el peso de todo. Eres un árbol solitario. Cuando lo dejé con Vanesa me di cuenta precisamente de lo importante que era eso. Yo había optado por abandonarles y creer en el amor…
-Encima te echas la culpa… tú no les abandonaste. Huiste para ser feliz. -corrigió. -Mira, yo quiero lo mejor para ti… y no me gustaría que volvieras a llevarte una decepción con ella. -sonreí. Aquel "quiero lo mejor para ti" no fue una simple frase. Me dio un vuelco el corazón al oírlo.
-Te quiero mucho.-pasé un mechón de su pelo por detrás de su oreja. Sacudió la cabeza para liberarlo.
-No me gusta que me veas la oreja. -dijo con esa voz de niña que ponía para matarme. Besé en un acto impulsivo sus labios con fuerza. -¡Ahora la bestia eres tú! -reí. ¿Cuándo íbamos a dejar de hacer ese chiste? -Bueno, no me cambies de tema.
-Pues eso, que me apetece recuperar el tiempo perdido. Es una ilusión y puede, como has dicho, que me decepcione y me pegue una ostia contra un muro. Pero prefiero arriesgarme a no intentarlo. -ella arqueó las cejas a la vez que movía los hombros, quería decirme "lo que tu veas".
-Hagas lo que hagas, tendrás mi apoyo. -agradecí esas palabras. No quería tener una pelea con ella por esto. -Y ahora, a estudiar. -dijo, cogiendo el primero de muchos. Resoplé. Qué pereza.-Venga, si te portas bien te doy un premio. -sonrió a la vez que lo decía.
-¿Qué premio? -alcé una ceja.
-Ya lo verás. -me guiñó un ojo. Me eché a reír y me tapé la cara algo colorada.

-Me encanta cuando te pones así de tonti. -dijo, intentando quitar las manos de mi rostro. Yo me resistí. -¡Página 25! 

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