sábado, 15 de febrero de 2014

Capítulo 37. COMO UNA FLOR

Me había duchado tres veces en lo que llevaba de mañana. No paraba de sudar. Estaba nerviosísima.
-¿QUIERES ESTARTE QUIETA? -me chilló Malú la tercera vez que salí del baño. -Me estás poniendo de los nervios.
-¡No puedo! -exclamé. Vino riendo hasta mí y me abrazó, impidiendo mis movimientos.
-Ahora ya no te puedes mover. -soltó una risa ganadora. El corazón me iba a mil por hora. Nunca había tenido que enfrentarme a eso de conocer a mis suegros. Lo más parecido a unos fueron Pedro y Natalia. Su móvil comenzó a vibrar y me soltó para cogerlo. La miré, intentando captar lo que decían.-Ah, ¿qué vais a llegar antes? -Me puse como una loca a dar vueltas sin pestañear. Malú se reía mientras hablaba con sus padres. Fui corriendo a la pared y comencé a darme cabezazos. -¿Se puede saber qué haces, loca? -reía al colgar. Me apartó y me pidió que me relajase de una vez.
-Jo, que estoy muy nerviosa. Yo nunca he tenido suegros. Bueno, sí los he tenido pero…
-Lo he entendido, no hace falta que te expliques.-sonrió. Me dio un largo beso en los labios. -No te preocupes, saldrá bien. -dijo muy segura. -Tú solo sé cómo lo eres conmigo.
-Vale, voy a la ducha.
-¿Otra vez? Niña, voy a tener que sacar tres discos más para pagar la factura del agua. -reí.
-Es broma, pero voy a cambiarme de ropa. No me gusta demasiado…
-¡Siéntate en el sofá y no te muevas! -me llevó  a él y me tiró. Encendió la tele. Se sentó también y se acomodó en mi hombro. -Pon lo que quieras. -me tendió el mando. Fue a cogerme la mano y la apartó enseguida. -¡Está empapada!
-Me sudan las manos cuando estoy nerviosa, ¿vale? -ambas reímos.

Sonó el timbre y antes de que yo reaccionara con alguna estupidez, Malú se quedó mirándome.
-Respira, inspira, respira, inspira. -me indicó con las manos. Me levanté y caminé detrás suya, escondiéndome tras ella. Con el corazón a punto de salir disparado por la boca, vi a los tres en la puerta. Su hermano también venía. Me miró sonriente y levantó las cejas. Reí. Sabía de qué iba esa comida. Me abrazó con sus enormes brazos y casi me ahoga.
-Que te quiero yo, cuñi. -me susurró al oído. Reí y le di una palmada en la espalda.  
-Hombre, Marina, qué de tiempo. -me dijo Pepi. Su padre nunca me había visto. Me miró serio, revisándome de la cabeza a los pies mientras su mujer me daba dos besos. -¿Qué haces aquí? -La pregunta me sorprendió de sopetón y no sabía que contestar. Malú se adelantó.
-Hacía tiempo que no nos veíamos y bueno, se ha pasado para mostrarme las nuevas canciones del disco. Le he dicho que se quede a comer, espero que no os importe. -José se rió y Malú pisoteó su pie.
-Claro, que se quede. -sonrió simpática su madre. Me acerqué a darle dos besos a Pepe, que seguía analizándome.
-¿Qué tal el disco? -preguntó cortés y serio.
-Bueno, ahí vamos. -contesté. El disco en realidad estaba más bien muerto… hasta que encontrase a un productor que lo sacara adelante.
Nos sentamos en la mesa. Las miradas entre mi chica, José y yo no paraban de sucederse. Esperábamos el momento, ese momento, para soltarlo todo.
-Y cuéntanos, ¿qué tal va tu nueva vida? -quiso saber Pepi, que estaba muy preguntona.
-Bastante bien. Un poco estresante, eso sí.
-Al final te acostumbras, ¿verdad hija? -Malú asintió con la cabeza. Sacó el pescado del horno y lo puso en el centro de la mesa. Lo repartió mientras su madre hablaba sin parar. Mi suegro clavó la mirada en mí. Seguramente se olía algo.
-Pescado. Qué metafórico. -rió José, que volvió a recibir un zapatazo por parte de su hermana. Yo no pude evitar soltar una risa.
-¿Más patatas? -preguntó Malú a su padre, para evitar cualquier pregunta acerca de aquel chistecito.
Continuó la conversación. Estaba intentando ser lo más agradable posible. Estirando mi simpatía hasta los límites. Quería caerles bien a toda costa. Estuve sonriente en todo momento. Ni paraba de hacerlo para comer. Cada vez estaba más temblorosa porque sabía que a cada minuto que se consumía, estaba más cerca del momento. Mis manos se convirtieron en grifos. Cuando terminamos la comida, las escondí bajo la mesa. Noté una caricia suya en mi pierna. La miré de reojo, vi que sonreía. Se me aceleró el pulso más de lo que ya estaba. Llegó la hora.
-En realidad… -Malú se aclaró la voz. -Marina está aquí por una razón. -Su padre entrelazó sus dedos y apoyó ambos codos en la mesa. Sonrió. Parecía que lo sabía todo. Su madre se limpió con la servilleta y nos miró extrañada.
-Voy a recoger estas cosas… -José quiso quitarse de en medio. Se levantó de la silla sin hacer mucho ruido y cogió los vasos con cuidado.
-Siéntate ahora mismo. -le ordenó su progenitora. -¿No ves que va a contarnos algo?
-Pero si yo ya… -Un tercer pisotón calló al joven.
-Pues… -Pude notar lo nerviosa que estaba. Titubeaba. Apreté su muslo por debajo de la mesa para que notara que yo estaba a su lado. Junto a ella. Me miró sonriente agradeciendo el gesto. -Marina y yo estamos juntas. -soltó de un tirón. Se quedó muy a gusto.
-Que ya lo sabía, digo. -ahora sí pudo recoger la mesa José. No sabía qué hacer. Me sentía muy perdida. Su madre estaba con los ojos como platos mirándonos. Iba de mí a ella, y de ella a mí sin cerrar la boca ni parpadear. Sin embargo, su padre dio una palmada y se rió.
-¿No vais a decir nada…? -rompió el incómodo silencio la cantante.
-No me gusta nada. -sus palabras cayeron como un jarro de agua fría. Nos quedamos callados. Pude notar como mi piel se volvía pálida. Malú me miró de reojo, muerta de miedo. De repente, su padre comenzó a dar fuertes carcajadas. -La cara que se os ha quedado. -entendí entonces que era una broma. Menuda la forma de tomarnos el pelo…
-Joder con los Lucía. -bufé, provocando sus carcajadas de nuevo.
-Yo ya lo veía venir. -seguía Pepe con las risas. Yo no sabía por qué se reía, pero le seguí el juego soltando algunas carcajadas. Pepi le atizó en el brazo con la servilleta.
-¡¿Y tú por qué no dices nada?!
-Solo lo sospechaba. -se hizo el inocente.
-Pero ya lo podrías haber hablado conmigo, ¿no? -volvió a atizarle.
 -Hombre, es que hablaba mucho y muy bien de Marina… -mientras los dos discutían entre ellos, Malú se acercó a mí con los ojos brillantes y una sonrisa enorme. Venía directa a mis labios.
-Te dije que todo iría bien. -me susurró en mi boca, y me besó posteriormente.
-Si por un beso pones la vida, que importa tu sexo. -tarareó su hermano limpiando la mesa.
-Pero vamos a ver, ¿desde cuándo? ¿cómo? ¿por qué lo sabe tu hermano? -esta vez la frase era al revés. Tras la calma viene la tempestad. Había pasado de estar en shock a no parar de hacer preguntas y agitaciones con los brazos.
-Mamá, relájate. -le pidió mi chica. La agarré de la cintura. Ahora me sentía mucho más cómoda. No me gustaba ocultar las cosas. Hablar con ellos sabiendo quién era yo en realidad, me relajaba. Ya no tenía tanta presión ni nervios.
-Vamos al sofá y me cuentas todo lo que no me has contado. -dijo su madre casi en una orden. José seguía en la cocina después de recoger la mesa él solo. Comenzamos a contarles nuestra historia desde los inicios, desde que su sillón se giró hasta nuestros días. Cuando aún no habíamos llegado a la mitad, apareció su hermano con una bandeja. Traía té y algunos dulces.

-Unos bollos de postre… -todos nos reímos, y Malú le tiró un cojín. La bandeja se tambaleó dejando caer algunas gotas en la bandeja. 

1 comentario:

  1. Me encanta la historia desde el principio desde el primer capitulo es geniall♡♡:)

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