domingo, 9 de febrero de 2014

Capítulo 34. HOJAS SECAS

Le di vueltas al móvil apoyada en la pared y con la vista perdida en el techo. Al rato, salió Li en mi busca.
-¡Vamos a despedirnos! -me dio una palmada. -¿Marina? ¿Ocurre algo? -observó mi rostro de duda.
-No, nada. -mentí, caminando hacia la puerta.
-No, nada no. Cuenta. -me empujó. Sabía que no nos moveríamos del hospital hasta que yo le contara todo, por lo que di mi brazo a torcer y le expliqué el por qué de mi seriedad. -Vaya marrón… -soltó sincera. Vanesa apareció.
-¡Venga, que nos tenemos que ir! -nos animó a entrar. Cruzamos la puerta para despedirnos de los pequeños. Mi cabeza seguía pensando… ¿Sinceridad o cobardía? Li no paraba de lanzarme miradas. Sabía que estaba totalmente perdida. Bajamos por las escaleras hasta la puerta… y mis nervios aumentaban.
-Oye, Vane, quedamos otro día para comer, es que van a venir mis padres a verme, me acaban de llamar que venían por sorpresa. -mintió Li por mí. Yo no le dije nada, fue voluntad propia.
-¡Qué bien! ¡Pues disfruta!. -nos dio dos besos y se alejó buscando su coche. De repente, se giró y me gritó: ¿Te vienes tú? Te invito a comer en  nuestro bar. -sonrió ampliamente.
-Eh… -nunca supe mentir.
-No, mis padres quieren verla que hace mil que no la ven. -me arrastró Li del brazo hacia su clio. -Me debes una. -me miró seria.
-Qué bien mientes. Ya no sé si me creeré todas las cosas que me cuentas… -bromeé, sentándome en el asiento del conductor. -Oye, no tenías por qué haberlo hecho.
-Lo sé… pero hoy no es un día de peleas. -esta vez había evitado el conflicto, gracias a Li, pero tarde o temprano volvería a darse el momento y tendría que enfrentarme solita a aquel enorme dilema que se estaba formando. -¿La sigues queriendo? -su pregunta me dejó impactada. Simulé estar concentrada en la carretera. -Marina, contesta.
-No. -dije firme. Al cabo de un silencio… -O sí. -Li pegó una patada. -Que no lo sé, Lidia. Quiero pensar que no…
-¿Quieres pensar que no? ¿Y Malú? ¡Joder, Marina! -estaba muy cabreada.
-Entiéndeme, Li. Sabes que he pasado prácticamente toda mi vida con ella… y en un mes todo ha cambiado. Ha sido muy rápido… De la noche a la mañana he pasado de estar enamorada de una persona, a estarlo de otra. De ver su cara por la mañana, a ver la de otra. De cantarle a ella, a cantarle a otra. De pensar en ella… a pensar en otra. Y ahora mismo lo acabas de ver en directo. Ese plato de macarrones ha pasado de ser suyo a ser de otra.
-¿Malú es su sustituta? ¿Es lo que me estás queriendo decir? -me quedé callada y casi se me saltaron las lágrimas.
-Claro que no… -dije al fin, encontrando la respuesta.
-¿Seguro? Quizás solo salías con ella para olvidar a Vanesa…
-No vuelvas a decir eso. -le pedí enfadada. -Eso sería utilizarla… Sabes que yo no le haría eso jamás.
-Perdona, pero es lo que creía que me estabas diciendo. -dijo arrepentida. -Oye.
-Dime. -dije aparcando el coche. Ya habíamos llegado. Vi al lado el Audi de Malú. Estaría en la puerta esperándonos.
-Ten cuidado con Vanesa… -aquello me sorprendió. -No creo que aún haya superado lo vuestro.
-¿Qué dices?
-Tú solo ten cuidado, ¿vale?
-Lidia, ¿a qué viene todo esto? Me estás asustando.
-No viene a nada. Yo no soy tonta. Puede que tú no lo hayas notado… pero, ¿no te parece un poco extraño sus cambios de rumbo repentinos…? Ahora no te quiero, ahora te echo de casa, ahora lloro, ahora te jodo, ahora quiero tenerte de amiga… -no volvimos a hablar del tema. Caminé hasta la puerta del portal pateando hojas secas. Subimos a su casa y abracé a Malú como nunca antes lo había hecho. Al verla me di cuenta de lo feliz que era a su lado y que ya pudieran venir mil chicas, que ninguna podría superar lo que me había hecho sentir en tan solo un mes.
-¿Ocurre algo? -rió aún en mis brazos. -Me vas a aplastar.
-Te quiero. -besé su mejilla muy fuerte.
-¿Qué le has dado de desayunar, Li? -reaccionó ante mi abrazo, apretando aún más entre risas.

Me enfundé en la chaqueta de cuero que me había regalado Li y me puse las vans de la suerte. Era muy supersticiosa… que le iba a hacer. Con ellas había pasado el casting de La Voz, y desde ese día, las utilizo como talismán. Acompañada de la camiseta y los pantalones que me había regalado mi chica por reyes. Miré el calendario una vez más. Por muchas veces que lo mirara, era verdad. No iba a cambiar. Era hoy, el día en el que empezaría a grabar mi disco. 3 de febrero de 2016.
-¿Lista para comerte el mundo? -me abrazó por detrás Li.
-Dame un abrazo en condiciones. -pedí. Me giré y la envolví. Besé su pelo.
-Suerte. -dijo con una gran sonrisa. Abajo en el portal me esperaba Malú, que iba a acompañarme a los estudios.
Sus dedos acariciaban mis manos mientras el ascensor subía. A cada centímetro que se alzaba, el miedo me atrapaba aún más. Agaché la cabeza. Mi amor la levantó.
-Eh, tranquila. -estaba temblando. La emoción me podía.
-Es el día más importante de mi vida. -le dije. Me besó hasta que las puertas comenzaron a abrirse. -Joder… -solté al ver la hora. Faltaba poquísimo para empezar a grabar.
-¿Quieres tranquilizarte de una vez? Solo cierra los ojos y canta como tan bien haces. Va a salir genial. -me frotó la espalda. -Y no te preocupes si sale mal, puedes repetir las veces que haga falta.
                                 

Entré en la sala y al ver a los músicos con los que había trabajado se me subió el ánimo y las ganas de ponerme a cantar. Malú se despidió de mí, ella también tenía cosas que hacer.  Estaba con los ensayos de su nueva gira.
-Luego vengo a verte. -me prometió, me dio un beso en la mejilla y se marchó.
Ricky me tendió un vaso con agua. Todos estaban tan nerviosos como yo. Para ellos también era el primer disco. Bebíamos litros y litros de agua mientras el director musical, Pedro, nos explicaba cómo íbamos a grabarlo. En ese instante entró la productora. Venía con el pelo alisado y el flequillo en su sitio, como cada día. Paula nos pidió que nos aceleráramos, el disco debía estar listo en dos meses.
-No puedo creer que aún no hayáis empezado. -dio un puñetazo en la mesa. -Nos asustamos y dimos un brinco. -¡Pedro, acelera!
-Tenemos grabado la base instrumental. -contestó sereno y tranquilo. Ella se alejó enfadada y dio un portazo.
-Qué  mujer… -bebió agua tan tranquilo. -Qué plasta es… -Me sorprendía su pasividad. -Marina, calienta la voz y entramos en cinco minutos.
Cinco minutos exactos. Bebí el último sorbo de agua y me metí en el estudio. Me puse los grandes cascos y cerré los ojos un momento, esperando la señal. Me froté la mano y miré a mis músicos, que estaban tras el cristal. Oí el instrumental y comencé a entonar la canción. Sentí que por fin mi sueño se hacía realidad. Poco a poco fui relajándome y perdiendo los nervios. Miré el estudio de arriba a abajo. Sería mi casa durante muchos años. O al menos eso quería. Ricky me miraba mordisqueando su manzana. Era el más vergonzoso. Apenas hablaba con nosotros. Regordete y con barba. Tenía unos treinta años y su altura era similar a la mía. A su lado estaba Merce, siguiendo el ritmo de mi canción dando palmadas en su muslo. Pelo rizado hasta los hombros y gafas rojas. Ella era mucho más joven, acababa de cumplir los 19 años y se encargaba de la batería. No había visto muchas mujeres que tocaran este instrumento, por eso me sorprendió cuando me la presentaron. A pesar de su corta edad, era muy extrovertida, mil veces más que yo. Y por último, y al teclado, teníamos a José Luis, conocido como "Pepe Luí". La primera vez que oí su mote no pude parar de reír. En lugar de sentirse ofendido, me palmeó la espalda y se contagió de mis carcajadas. Era alto y delgaducho y tenía el cuerpo cubierto de tatuajes. Era el más gracioso. Le encantaba soltar chistes malos de vez en cuando. Nos reíamos más por la ilusión con la que lo contaba, que por el chiste en sí. Estaba mirando la infinidad de botones que había en la sala.
Al rato, se abrió la puerta muy despacio y pude ver cómo Malú me saludaba a través del cristal. Le guiñé el ojos sin perder el ritmo de la melodía. Llevaba todo el día en aquel estudio de grabación y la garganta ya empezaba a quejarse. El reloj indicaba que el día de trabajo había llegado a su fin. Me moría de ganas por darle un beso a Malú, pero tuve que mantener el tipo y aguantarme con dos fríos besos en las mejillas.
-Habrá que celebrar el primer día de grabación, ¿no? -me pegó una colleja Pepe Luí.
-Pero si llevamos ya un tiempo con los instrumentos. Teóricamente ya habíamos empezado. -me excusé.
-¿Me estás rechazando unas cervezas? -volvió a pegarme.
-Hombre, si me invitas. -reí. -No voy a quejarme.
-Anda, vamos. Veniros todos, paga Marina.
-¿Cómo que paga Marina? -me quedé flipando mirándole extrañada.
-Que no, que paga aquí el jefe. -ahora le dio a Pedro.

-Esa mano, que soy tu superior. -dijo casi sin inmutarse. Me mataba su forma de comportarse. -venga, vamos a cenar todos juntos. Vente Malú, como buena coach. -Ellos no sabía nada de nuestra relación. Nadie… excepto unos pocos de nuestro círculo de amigos más cercanos, a pesar de que llevábamos un mes y algo juntas. Era un tema muy peliagudo teniendo en cuenta nuestras carreras. La noticia saltaría por todos los medios y vete tú a saber cuál sería la reacción… 

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