Nuestros besos se sucedían al ritmo que las olas se rompían
en la arena. Esos golpes de sonido. Ese olor a mar. Ese compás traído del más
allá. Era todo tan idílico que costaba creer que era real. Como un auténtico
ritmo, una melodía de esas que yo misma componía, sus labios se perdían por mi
piel. Esa lentitud, esa paciencia, me volvían loca. No había un solo beso
desordenado. Seguía una melodía deliciosa que solo la sinfonía alterada de mi
corazón osaba interrumpir…
Un picotazo en mi pierna me abrió los ojos de golpe. Cuando
lo hice, no me podía creer lo que había ocurrido. El enorme astro solar asomaba
tímido por encima del horizonte, mientras que un extraño ave caminaba por
nuestros pies. Echó a volar.
-¡Malú! -grité. Ni un solo movimiento. Sus párpados estaban
completamente pegados, al igual que su pecho en el mío. -eh, cariño. -la moví.
-¿Qué pasa…? -preguntó revolviéndose el pelo. -uf, cuánta
arena… ¿esto qué es…? ¡Mierda, estamos en la playa! -se incorporó de golpe.
-¡la boda!
-Nos van a matar… nos van a matar… nos van a matar… -repetí
una y otra vez. Mi chica buscó su móvil
alrededor de nuestros cuerpos hasta encontrarlo semienterrado.
-Son casi las ocho. -me informó. Joder. Tenía la esperanza
de que fuesen las seis al menos. -¡dios! ¡veinte llamadas de mi madre!
-Nos van a crucificar. Van a cambiar la boda por un doble
entierro. ¿Lo sabes, no?
-¡¡QUIERES DEJAR DE PONERME MÁS NERVIOSA DE LO QUE ESTOY!!
-hizo aspavientos. -¡¡tira para el hotel! -gritó.
-Nos vemos en nada, futura esposa. -dije, andando hacia
atrás. Ella hizo lo mismo, pero para el lado contrario. Me giré y justo en el
momento en el que iba a echar a correr oí un grito.
-¡¡NO!! ¡¡MI CHANCLA!! -la vi con una de ellas en la mano.
Estaba rota. -¡lo que me faltaba! -se quejó. Comenzó a cojear por el caminito
de madera que llevaba a la calle. Me eché a reír. -¿¡quieres irte al hotel!?
-¿Cómo piensas llegar así a la casa?
-Pues así. -dijo sin parar. -está solo a dos calles. Puedo…
-respiró fuerte. -aguantar. -ofú. -bufó, apoyándose en sus rodillas. Di unas
zancadas hasta ella y le ofrecí mi espalda.
-Sube. -sonreí. Dio un salto y se montó, agarrando la
sandalia en la mano.
Para nuestra mala fortuna, su madre estaba asomada en el
balcón con los rulos de peluquería puestos y una bata roja anudada en la
cintura que le arrastraba.
-¡¡¡LA MADRE QUE OS TRAJO!!! -gritó. A esto se le sumaron
cientos de frases con gallos de por medio.
-Vaya día me queda. -suspiró, volviendo a posar los pies en
el suelo. -gracias, chófer.
-¿Cómo que gracias? Son cincuenta euros.
-¡Pero si estaba al lado! -se quejó. -¡anda, corre! -agarró
el cuello de mi camiseta y tiró de él hacia ella. Me dio un beso y se metió en
la obsoleta vivienda. De fondo pude oír a Pepi, que continuaba chillando.
-¿Nerviosa? -salió de allí José, de punta en blanco. Llevaba
un traje que le quedaba perfectamente ajustado. La camisa era blanca, y la
corbata fucsia. Ese fuerte color aportaba a su elegante vestimenta un toque de
alegría importante.
-Bastante… -reí. -madre mía. Qué guapo. -giró sobre sí
mismo. -¿no es muy pronto para estar ya así?
-Media familia está ahí metida. Tenemos que hacer turnos
para entrar al baño y me ha tocado el primero. -explicó. -de aquí a la boda me
habré manchado. -bromeó. -¿Y TÚ QUÉ HACES AQUÍ?
-Si yo te contara… -reí.
-Cuéntamelo de camino. Sube al coche anda, te llevo. -le
agradecí el gesto. No es que el hotel estuviera precisamente cerca. Y tampoco
es que tuviera muchas ganas de recorrer el camino andado, más el doble de éste.
-¡¡Dónde estabas!! -mi madre y Lidia estaban preocupadas.
Había otra persona que no tenía muy claro quién era…
-¡Hola, soy Ana Belén! -saludó. Era la más bajita de la
sala. No alcanzaría el metro cincuenta… -soy la peluquera.
-¡Ah! -caí en la cuenta. -encantada. -le di dos besos.
-¡Vamos allá que es tarde! -exclamó mi madre. Nunca antes la
había visto tan atacada. Bueno, el día de mi comunión. Recuerdo que me llamó a
las cuatro de la mañana para empezar a peinarme. Por aquella época el pelo me
llegaba casi a la cintura. Me metí en la
ducha y me lavé el pelo unas tres veces. ¡Había granitos de arena por todas
partes! Y cuando cerraba el grifo no oía nada más que murmullos en el exterior
del baño. Notaba un gusanillo en la barriga que no dejaba de moverse. Era el
día. El gran día había llegado. Unos portazos en la puerta me sacaron de mi
empanamiento.
-¡Ya salgo! -intenté tranquilizarles.
-¡MARINA MARÍN! -chilló mi madre. Cuando decía mi nombre completo
me entraba el tembleque. Salí envuelta en la toalla. José silbó cual obrero, a
esto le sucedieron las palmas de Isabel, que acababa de aparecer de la nada, y
el resto de chicas.
-Pero si llevo una toalla en la cabeza y otra en el cuerpo…
por qué… -no me dio tiempo a terminar. Estaban todos riéndose. Veía que no era
la única que estaba ansiosa y a la vez hecha un puñado de nervios.
Después de que Ana Belén, tras quemarme la oreja varias
veces, y preguntarme por qué tenía arena en la cabeza, me peinara el pelo
mientras que una chica, también aparecida de la nada, me hiciese fotos sin ton
ni son, entré en la habitación para ponerme aquel vestido.
Nunca me había arreglado con tanta gente a mi alrededor. Isa
no paraba de colocar las arrugas donde debían estar. Mi madre no paraba de
sonarse porque llevaba más de media hora llorando y Lidia me contemplaba desde
una esquina del cuarto frotándose la barriga con dulzura. Estaba claro que era
la tremenda e indiscutible protagonista del día. Hay gente en el mundo, en la
vida, que le encanta sentirse así. Sentir que todos los ojos de una misma
habitación están puestos en ella. Pero no era mi caso. Yo era todo lo
contrario. Una vergüenza sobrenatural me azotaba. Perdía el control sobre mí.
No sabía qué hacer, cómo actuar. Por suerte, mi carrera me había estado
preparando para ello. Ya no era tan raro. Ya no era tan mortal para mí. Podía
aguantarlo.
-¿Puedes parar de llorar, mamá? -sonreí. Me abrazó
fuertemente.
-¡Cuidado, las arrugas! -advirtió Isabel, más que atenta al
vestido.
Los minutos se me hacían verdaderamente eternos. Mis brazos,
mis piernas, mi cuerpo en general, estaba hecho un auténtico flan. Incluso mi
voz sonaba temblorosa. No asimilaba el día tan importante en el que me
encontraba.
-¡Nos vamos de boda! -chilló Orozco desde el pasillo.
-¡Sí señor! -contestó López. Y por los ruidos que oí, se
pusieron a saltar.
-¡¡ESTAROS QUIETOS YA, HOMBRE!! -era la voz inconfundible de
Mari.
-¡¡No me atices con el bolso, eh!! -replicó Antonio.
Nosotras desde la habitación reíamos. La puerta se abrió de golpe. Mi mánager
cambió la cara enseguida. Me observó de arriba abajo estupefacta. Estaba
impresionada.
-¿Dónde está mi Marina…? ¿Me la han cambiado? -bromeó. Me
giré hacia el espejo de la habitación. Y mi cara fue la misma que la de mi
representante… No me reconocía. Ana Belén había echado todo mi pelo hacia el
lado derecho, revolviéndolo en un tirabuzón completamente perfecto y una
especie de diadema muy fina, casi invisible, sujetaba mi flequillo.
Y entre tanta preparación, tanto olor a colonia, tantas
personas alrededor del mí, se encontraba mi pensamiento. Lo que más resaltaba
en mi mente. Ella. No podía dejar de imaginármela en cada momento. Adivinando
qué estaría haciendo en cada instante. Y si estaría tan nerviosa como yo…
-¡Cielo, nosotros nos vamos ya! -Li me agarró el hombro.
-Coged buen sitio. -le pedí. -quiero verte.
-Que sí. -entrelazó sus manos en mi cuello y lo apretó. -te
quiero mucho. -suspiró.
-Gracias por todo…
-Mierda de bodas, qué sentimentales nos ponen. -carcajeó.
Asentí. Tenía toda la razón. Solo había que mirar a mi madre.
Los invitados alojados en el hotel se marcharon a la playa,
donde, si todo había salido como lo habíamos organizado, estaría llena de
bancos decorados, un arco bajo el que nos daríamos el famoso "sí
quiero" y una larga alfombra hasta éste. Escogieron una cala escondidita
que estaba bastante lejos del hotel, pues por la zona no había ninguno. Fueron
hasta allí en un bus que contratamos. Tardarían una media hora larga. Yo me
quedé a solas con Mari y mi progenitora. Ellas me acompañarían.
-¿No deberíamos irnos nosotros también? -pregunté.
-¡Nadie te puede ver aún! -exclamó Marina. Emití un bufido.
Quería pisar la arena de una vez por todas. Verla. Estaba segura de que me
sorprendería. Si ya era guapa con la ropa más horrenda del mundo… ¿cómo
estaría?
Pasados unos cuarenta y cinco minutos, nos metimos en el
mini de Mari. Había dado tantas vueltas con él… Recuerdo mis primeros pasos en
mi carrera con este cochecillo. Aunque hoy me parecía un tanto incómodo.
Demasiado pequeño para mi complejo vestido. Tomé aire una vez que conseguí a
duras penas entrar en el vehículo. Me sentía muy incómoda con tanta tela
alrededor de mí.
-¡¡Allá vamos matrimonio!! -chilló Mari dando pitidos. Mi
madre la miró incrédula y luego buscó mis ojos. Nuestros verdes se encontraron.
-Sí, es así. -asentí risueña. Pero la euforia de mi
representante se vio truncada. Los pitidos y su grito no consiguieron arrancar
el auto. -¡no jodas! ¡dime que es una broma de las tuyas! -apretó el
acelerador. Volvió a introducir la llave. Nada.
-Ojalá… -se dio la vuelta para mirarme.
-¡Dime que tienes un plan alternativo! -se quedó inmóvil.
-¡mamá! -ella tampoco se inmutó.
-Espera. -dijo la andaluza saliendo del coche. Confiaba
plenamente en que encontrase una disyuntiva. Una salida. Teníamos que llegar a
la playa en nada… Mis pulsaciones se multiplicaron más de lo que ya estaban. A
este paso me moriría. Iba a dejar a Malú viuda sin ni siquiera casarnos. -¡lo
tengo! -gritó, abriendo mi puerta. Salí con muchísima dificultad, agarrándome
con fuerza al techo del coche.
-¡¡Qué!! -mi madre se moría por saber qué fantástica idea
había tenido mi compañera. Ésta miró hacia la costa.
-¿Qué? -insistí yo. La vi medio sonreír mientras corría
hacia la playa con los tacones en las manos. -¿DÓNDE VAS? -pronto llegó a la
orilla y charló con un hombre que vigilaba su alquiler de barcas. En ese mismo instante,
el molesto politono del móvil de mi madre comenzó a sonar.
-¿Habéis salido ya? -oí a mi suegra.
-Ni vamos a salir… -comentó. Me eché las manos a la cara.
¿Cómo podía salir esto mal? ¿Esto que llevaba meses y meses siendo preparado?
¡Ag!
-¡¡VENID!! -Mari daba saltos chillándonos a metros de
nosotras. Su vestido morado estaba cubierto de arena por el final.
Mi madre y yo caminamos como pudimos por allí. Un joven
paseando un perro nos miró incrédulos desde el paseo marítimo. Esto no pasaba
ni en las novelas… ¡¡Por qué!!
-Este señor tan amable nos va a dejar su moto de agua.
-¿Qué? -pregunté casi en un grito. -Mari… ¿cómo vamos a ir
en moto de agua, por dios? -pero ella ya se estaba adentrando en el mar. El cincuentón
sujetaba la moto roja a la espera de mi mánager. Estaba completamente loca… -¿pero
sabes conducir eso?
-Claro que sé. Subid, vamos. ¡Es tarde! -de un salto y con
la ayuda del algecireño se acomodó en el asiento. -¡venga! -hizo aspavientos.
-Hija… esto es irreal. -dijo mi madre detrás de mí, que me
sujetaba el vestido. -no me lo puedo creer…
-Yo sí que no me lo creo... -confesé. -ten cuidado de que no
se moje. Isa me mataría.
Nos subimos allí y me agarré a la cintura de Mari con
fuerza. Arrancó aquello, salpicando. Mi madre se aferró a mí asustada. Rezaba
una y otra vez.
-¡No se asuste! ¡Está en buenas manos! -le decía la conductora.
Era una completa locura… pero sé de sobre que si ella no hubiera propuesto ésta
loca opción, nadie lo hubiera hecho. Hubiera llegado muchísimo más tarde y a
saber de qué manera. Aunque ahora que lo pensaba podíamos haber llamado a un
taxi… ¡maldita sea! -¡mirad, ya se ve!
Y tanto que se veía… El peñón de Gibraltar en nuestras
espaldas… y la gran ceremonia en frente de nuestros ojos. Mari le dio más caña,
y dos enormes mantas de agua emergieron del mar. Ese olor tan característico me
llevo a un recuerdo. Un recuerdo de hacía unas horas… Su boca se paseaba por mi
cuerpo…
Aplausos y más aplausos llegaban a mis oídos desde la playa…
Aquello no había hecho nada más que empezar.
dios que fuerte que capitulazoooo ole ole y ole tu no dejes de escribir que grande que eres
ResponderEliminarfabuloso............
ResponderEliminarque bonito, por favor otro capitulo ya!!!
ResponderEliminarDios!!maravilloso!! Me ha encantado!! Sigue asi...
ResponderEliminarDios q capitulo es increiblemente genial sigue a sin fabuloso sube pronto
ResponderEliminarJajaja lo que no se le ocurra a Mari no se le ocurre a nadie. De verdad que es la mejor esta mujer :-D. Vaya capitulazo. Espero que lo sigas pronto
ResponderEliminarMe he leído la primera y segunda temporada en 3 días. Ahora no puedo estar casi una semana sin leer, me desespero. Necesito M&M's ya!!!!
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