domingo, 19 de octubre de 2014

T2. Capítulo 30. DAME TU ALMA.

Nuestros besos se sucedían al ritmo que las olas se rompían en la arena. Esos golpes de sonido. Ese olor a mar. Ese compás traído del más allá. Era todo tan idílico que costaba creer que era real. Como un auténtico ritmo, una melodía de esas que yo misma componía, sus labios se perdían por mi piel. Esa lentitud, esa paciencia, me volvían loca. No había un solo beso desordenado. Seguía una melodía deliciosa que solo la sinfonía alterada de mi corazón osaba interrumpir…

Un picotazo en mi pierna me abrió los ojos de golpe. Cuando lo hice, no me podía creer lo que había ocurrido. El enorme astro solar asomaba tímido por encima del horizonte, mientras que un extraño ave caminaba por nuestros pies. Echó a volar.  
-¡Malú! -grité. Ni un solo movimiento. Sus párpados estaban completamente pegados, al igual que su pecho en el mío. -eh, cariño. -la moví.
-¿Qué pasa…? -preguntó revolviéndose el pelo. -uf, cuánta arena… ¿esto qué es…? ¡Mierda, estamos en la playa! -se incorporó de golpe. -¡la boda!
-Nos van a matar… nos van a matar… nos van a matar… -repetí una y otra vez. Mi chica buscó su  móvil alrededor de nuestros cuerpos hasta encontrarlo semienterrado.
-Son casi las ocho. -me informó. Joder. Tenía la esperanza de que fuesen las seis al menos. -¡dios! ¡veinte llamadas de mi madre!
-Nos van a crucificar. Van a cambiar la boda por un doble entierro. ¿Lo sabes, no?
-¡¡QUIERES DEJAR DE PONERME MÁS NERVIOSA DE LO QUE ESTOY!! -hizo aspavientos. -¡¡tira para el hotel! -gritó.
-Nos vemos en nada, futura esposa. -dije, andando hacia atrás. Ella hizo lo mismo, pero para el lado contrario. Me giré y justo en el momento en el que iba a echar a correr oí un grito.
-¡¡NO!! ¡¡MI CHANCLA!! -la vi con una de ellas en la mano. Estaba rota. -¡lo que me faltaba! -se quejó. Comenzó a cojear por el caminito de madera que llevaba a la calle. Me eché a reír. -¿¡quieres irte al hotel!?
-¿Cómo piensas llegar así a la casa?
-Pues así. -dijo sin parar. -está solo a dos calles. Puedo… -respiró fuerte. -aguantar. -ofú. -bufó, apoyándose en sus rodillas. Di unas zancadas hasta ella y le ofrecí mi espalda.
-Sube. -sonreí. Dio un salto y se montó, agarrando la sandalia en la mano.
Para nuestra mala fortuna, su madre estaba asomada en el balcón con los rulos de peluquería puestos y una bata roja anudada en la cintura que le arrastraba.
-¡¡¡LA MADRE QUE OS TRAJO!!! -gritó. A esto se le sumaron cientos de frases con gallos de por medio.
-Vaya día me queda. -suspiró, volviendo a posar los pies en el suelo. -gracias, chófer.
-¿Cómo que gracias? Son cincuenta euros.
-¡Pero si estaba al lado! -se quejó. -¡anda, corre! -agarró el cuello de mi camiseta y tiró de él hacia ella. Me dio un beso y se metió en la obsoleta vivienda. De fondo pude oír a Pepi, que continuaba chillando.
-¿Nerviosa? -salió de allí José, de punta en blanco. Llevaba un traje que le quedaba perfectamente ajustado. La camisa era blanca, y la corbata fucsia. Ese fuerte color aportaba a su elegante vestimenta un toque de alegría importante.
-Bastante… -reí. -madre mía. Qué guapo. -giró sobre sí mismo. -¿no es muy pronto para estar ya así?
-Media familia está ahí metida. Tenemos que hacer turnos para entrar al baño y me ha tocado el primero. -explicó. -de aquí a la boda me habré manchado. -bromeó. -¿Y TÚ QUÉ HACES AQUÍ?
-Si yo te contara… -reí.
-Cuéntamelo de camino. Sube al coche anda, te llevo. -le agradecí el gesto. No es que el hotel estuviera precisamente cerca. Y tampoco es que tuviera muchas ganas de recorrer el camino andado, más el doble de éste.

-¡¡Dónde estabas!! -mi madre y Lidia estaban preocupadas. Había otra persona que no tenía muy claro quién era…
-¡Hola, soy Ana Belén! -saludó. Era la más bajita de la sala. No alcanzaría el metro cincuenta… -soy la peluquera.
-¡Ah! -caí en la cuenta. -encantada. -le di dos besos.
-¡Vamos allá que es tarde! -exclamó mi madre. Nunca antes la había visto tan atacada. Bueno, el día de mi comunión. Recuerdo que me llamó a las cuatro de la mañana para empezar a peinarme. Por aquella época el pelo me llegaba casi a la cintura.  Me metí en la ducha y me lavé el pelo unas tres veces. ¡Había granitos de arena por todas partes! Y cuando cerraba el grifo no oía nada más que murmullos en el exterior del baño. Notaba un gusanillo en la barriga que no dejaba de moverse. Era el día. El gran día había llegado. Unos portazos en la puerta me sacaron de mi empanamiento.
-¡Ya salgo! -intenté tranquilizarles.
-¡MARINA MARÍN! -chilló mi madre. Cuando decía mi nombre completo me entraba el tembleque. Salí envuelta en la toalla. José silbó cual obrero, a esto le sucedieron las palmas de Isabel, que acababa de aparecer de la nada, y el resto de chicas.
-Pero si llevo una toalla en la cabeza y otra en el cuerpo… por qué… -no me dio tiempo a terminar. Estaban todos riéndose. Veía que no era la única que estaba ansiosa y a la vez hecha un puñado de nervios.
Después de que Ana Belén, tras quemarme la oreja varias veces, y preguntarme por qué tenía arena en la cabeza, me peinara el pelo mientras que una chica, también aparecida de la nada, me hiciese fotos sin ton ni son, entré en la habitación para ponerme aquel vestido.
Nunca me había arreglado con tanta gente a mi alrededor. Isa no paraba de colocar las arrugas donde debían estar. Mi madre no paraba de sonarse porque llevaba más de media hora llorando y Lidia me contemplaba desde una esquina del cuarto frotándose la barriga con dulzura. Estaba claro que era la tremenda e indiscutible protagonista del día. Hay gente en el mundo, en la vida, que le encanta sentirse así. Sentir que todos los ojos de una misma habitación están puestos en ella. Pero no era mi caso. Yo era todo lo contrario. Una vergüenza sobrenatural me azotaba. Perdía el control sobre mí. No sabía qué hacer, cómo actuar. Por suerte, mi carrera me había estado preparando para ello. Ya no era tan raro. Ya no era tan mortal para mí. Podía aguantarlo.
-¿Puedes parar de llorar, mamá? -sonreí. Me abrazó fuertemente.
-¡Cuidado, las arrugas! -advirtió Isabel, más que atenta al vestido.
Los minutos se me hacían verdaderamente eternos. Mis brazos, mis piernas, mi cuerpo en general, estaba hecho un auténtico flan. Incluso mi voz sonaba temblorosa. No asimilaba el día tan importante en el que me encontraba.
-¡Nos vamos de boda! -chilló Orozco desde el pasillo.  
-¡Sí señor! -contestó López. Y por los ruidos que oí, se pusieron a saltar.
-¡¡ESTAROS QUIETOS YA, HOMBRE!! -era la voz inconfundible de Mari.
-¡¡No me atices con el bolso, eh!! -replicó Antonio. Nosotras desde la habitación reíamos. La puerta se abrió de golpe. Mi mánager cambió la cara enseguida. Me observó de arriba abajo estupefacta. Estaba impresionada.
-¿Dónde está mi Marina…? ¿Me la han cambiado? -bromeó. Me giré hacia el espejo de la habitación. Y mi cara fue la misma que la de mi representante… No me reconocía. Ana Belén había echado todo mi pelo hacia el lado derecho, revolviéndolo en un tirabuzón completamente perfecto y una especie de diadema muy fina, casi invisible, sujetaba mi flequillo.
Y entre tanta preparación, tanto olor a colonia, tantas personas alrededor del mí, se encontraba mi pensamiento. Lo que más resaltaba en mi mente. Ella. No podía dejar de imaginármela en cada momento. Adivinando qué estaría haciendo en cada instante. Y si estaría tan nerviosa como yo…
-¡Cielo, nosotros nos vamos ya! -Li me agarró el hombro.
-Coged buen sitio. -le pedí. -quiero verte.
-Que sí. -entrelazó sus manos en mi cuello y lo apretó. -te quiero mucho. -suspiró.
-Gracias por todo…
-Mierda de bodas, qué sentimentales nos ponen. -carcajeó. Asentí. Tenía toda la razón. Solo había que mirar a mi madre.
Los invitados alojados en el hotel se marcharon a la playa, donde, si todo había salido como lo habíamos organizado, estaría llena de bancos decorados, un arco bajo el que nos daríamos el famoso "sí quiero" y una larga alfombra hasta éste. Escogieron una cala escondidita que estaba bastante lejos del hotel, pues por la zona no había ninguno. Fueron hasta allí en un bus que contratamos. Tardarían una media hora larga. Yo me quedé a solas con Mari y mi progenitora. Ellas me acompañarían.
-¿No deberíamos irnos nosotros también? -pregunté.
-¡Nadie te puede ver aún! -exclamó Marina. Emití un bufido. Quería pisar la arena de una vez por todas. Verla. Estaba segura de que me sorprendería. Si ya era guapa con la ropa más horrenda del mundo… ¿cómo estaría?
Pasados unos cuarenta y cinco minutos, nos metimos en el mini de Mari. Había dado tantas vueltas con él… Recuerdo mis primeros pasos en mi carrera con este cochecillo. Aunque hoy me parecía un tanto incómodo. Demasiado pequeño para mi complejo vestido. Tomé aire una vez que conseguí a duras penas entrar en el vehículo. Me sentía muy incómoda con tanta tela alrededor de mí.
-¡¡Allá vamos matrimonio!! -chilló Mari dando pitidos. Mi madre la miró incrédula y luego buscó mis ojos. Nuestros verdes se encontraron.
-Sí, es así. -asentí risueña. Pero la euforia de mi representante se vio truncada. Los pitidos y su grito no consiguieron arrancar el auto. -¡no jodas! ¡dime que es una broma de las tuyas! -apretó el acelerador. Volvió a introducir la llave. Nada.
-Ojalá… -se dio la vuelta para mirarme.
-¡Dime que tienes un plan alternativo! -se quedó inmóvil. -¡mamá! -ella tampoco se inmutó.
-Espera. -dijo la andaluza saliendo del coche. Confiaba plenamente en que encontrase una disyuntiva. Una salida. Teníamos que llegar a la playa en nada… Mis pulsaciones se multiplicaron más de lo que ya estaban. A este paso me moriría. Iba a dejar a Malú viuda sin ni siquiera casarnos. -¡lo tengo! -gritó, abriendo mi puerta. Salí con muchísima dificultad, agarrándome con fuerza al techo del coche.
-¡¡Qué!! -mi madre se moría por saber qué fantástica idea había tenido mi compañera. Ésta miró hacia la costa.
-¿Qué? -insistí yo. La vi medio sonreír mientras corría hacia la playa con los tacones en las manos. -¿DÓNDE VAS? -pronto llegó a la orilla y charló con un hombre que vigilaba su alquiler de barcas. En ese mismo instante, el molesto politono del móvil de mi madre comenzó a sonar.
-¿Habéis salido ya? -oí a mi suegra.
-Ni vamos a salir… -comentó. Me eché las manos a la cara. ¿Cómo podía salir esto mal? ¿Esto que llevaba meses y meses siendo preparado? ¡Ag!
-¡¡VENID!! -Mari daba saltos chillándonos a metros de nosotras. Su vestido morado estaba cubierto de arena por el final.
Mi madre y yo caminamos como pudimos por allí. Un joven paseando un perro nos miró incrédulos desde el paseo marítimo. Esto no pasaba ni en las novelas… ¡¡Por qué!!
-Este señor tan amable nos va a dejar su moto de agua.
-¿Qué? -pregunté casi en un grito. -Mari… ¿cómo vamos a ir en moto de agua, por dios? -pero ella ya se estaba adentrando en el mar. El cincuentón sujetaba la moto roja a la espera de mi mánager. Estaba completamente loca… -¿pero sabes conducir eso?
-Claro que sé. Subid, vamos. ¡Es tarde! -de un salto y con la ayuda del algecireño se acomodó en el asiento. -¡venga! -hizo aspavientos.
-Hija… esto es irreal. -dijo mi madre detrás de mí, que me sujetaba el vestido. -no me lo puedo creer…
-Yo sí que no me lo creo... -confesé. -ten cuidado de que no se moje. Isa me mataría.
Nos subimos allí y me agarré a la cintura de Mari con fuerza. Arrancó aquello, salpicando. Mi madre se aferró a mí asustada. Rezaba una y otra vez.
-¡No se asuste! ¡Está en buenas manos! -le decía la conductora. Era una completa locura… pero sé de sobre que si ella no hubiera propuesto ésta loca opción, nadie lo hubiera hecho. Hubiera llegado muchísimo más tarde y a saber de qué manera. Aunque ahora que lo pensaba podíamos haber llamado a un taxi… ¡maldita sea! -¡mirad, ya se ve!
Y tanto que se veía… El peñón de Gibraltar en nuestras espaldas… y la gran ceremonia en frente de nuestros ojos. Mari le dio más caña, y dos enormes mantas de agua emergieron del mar. Ese olor tan característico me llevo a un recuerdo. Un recuerdo de hacía unas horas… Su boca se paseaba por mi cuerpo…

Aplausos y más aplausos llegaban a mis oídos desde la playa… Aquello no había hecho nada más que empezar. 

7 comentarios:

  1. dios que fuerte que capitulazoooo ole ole y ole tu no dejes de escribir que grande que eres

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  2. que bonito, por favor otro capitulo ya!!!

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  3. Dios!!maravilloso!! Me ha encantado!! Sigue asi...

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  4. Dios q capitulo es increiblemente genial sigue a sin fabuloso sube pronto

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  5. Jajaja lo que no se le ocurra a Mari no se le ocurre a nadie. De verdad que es la mejor esta mujer :-D. Vaya capitulazo. Espero que lo sigas pronto

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  6. Me he leído la primera y segunda temporada en 3 días. Ahora no puedo estar casi una semana sin leer, me desespero. Necesito M&M's ya!!!!

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