Encendí la luz y fui a la nota. La leí rápidamente. El
mensaje estaba escrito con un contorno grueso y con grandes trazos. Ocupaba
todo el papel, casi fluorescente. Se podía ver incluso en la oscuridad.
"SIGUE EL CAMINO". Me preguntaba a qué camino se refería. Parecía un
eslogan religioso. De repente, la lámpara que yo misma había encendido se
apagó. Aparté la vista del papel y miré a todos lados. Empecé a sentir miedo.
¿Sería una broma de Malú? Pero al principio de la escalera un reflejo atrajo mi
atención. Fui agarrando las sillas, palpando las paredes para no caerme.
-¿Cariño? ¿eres tú? -pregunté al aire. ¿Dónde estaba la
cámara oculta? Al llegar a mi objetivo flipé en colores. Colores los que había
en la escalera. Había dibujado un camino de varios tonos con pintura de neón. De
ahí la penumbra. Subí intrigada, sin dejar de mirar la magia que creaban esos
pigmentos luminosos. Alcancé el segundo piso. En el último escalón había un
corazón con una flecha clavada. Sonreí. Esto no podía ser verdad. Continué, y
aquel misterioso recorrido acabó en la puerta del baño. La abrí y encontré la
bañera llena de agua caliente, a juzgar por el vapor que provenía de ella. Un
post-it, esta vez naranja, me ordenaba que me desnudase y tomase un baño. Lo
hice enseguida. El agua estaba hirviendo, pero me causó relajación. La verdad
es que necesitaba liberar todo el estrés. Ese día no había hecho más que preocuparme
por la boda y mi trabajo. No me había dado ni un respiro. Tiempo para mí. Aquel
baño me llevó casi veinte minutos. Pero la curiosidad de saber qué vendría
después de eso, me condujo a salir. Con el albornoz puesto caminé hacia el
pasillo. Había una nueva dirección, no muy larga. Podía ver el final del trazo.
Nuestro dormitorio. Me dirigí hasta él rápidamente. Corriendo de puntillas,
asomé mi cabeza por la puerta. La vi peleándose literalmente con un mechero.
-¡Te quieres encender, coño! -le decía, dándole golpes
contra su mano. Me tragué una carcajada. Era tan única. Di tres golpes con mis
nudillos. -¡no entres! -gritó. -¡un segundo! -me di la vuelta risueña. Me
agaché y pasé un dedo por la pintura. Quedó manchado. Molaba demasiado. ¿De
dónde la habría sacado? -¡¡ya!! -exclamó. Me levanté y entré despacio. La cama
no era una cama, era un restaurante de estrella michelín. Me quedé asombrada. A
lo ancho, varias cazuelas pequeñas y plateadas. Dos bandejas, una en frente de
la otra, portaban dos copas y un plato, con sus cubiertos alrededor. Una enorme
vela sin encender ocupaba el centro del
catre.
-¿Qué es todo esto? -pregunté aún sorprendida. Se levantó
con esa sonrisa tan especial, y se acercó a mí.
-Pronto lo descubrirás. -susurró, matándome. Me acerqué a
sus labios, pero se apartó soltando una pequeña y divertida risa. -bueno, si
preguntas por la vela… el mechero me ha dejado tirada. -reí. -hora de cenar.
-¿Has hecho un curso exprés de alta cocina? -bromeé,
sentándome en el lado que me indicaba. Ella se acomodó a unos palmos de mí,
clavando sus ojos en los míos.
-Algo así… -titubeó. Estaba nerviosa. Levantó una de las
tapaderas y corriendo la cerró. Se puso roja como un tomate. -me he equivocado.
Se fue a la del otro extremo y la quitó. Me asomé. -primer plato. -sonrió. Me
sirvió y comimos.
-No sabía que te gustaba tanto jugar a las cocinitas.
-bromeé.
-Estás tú hoy muy graciosa… -me eché a reír. -pues mira sí,
me encanta. ¿Algún problema? -puso los brazos en jarras.
-Ninguno, majestad. -dije seria.
-Te estás ganando un… -la corté.
-¿Beso?
-¡Ag! -se quejó, cerrando los puños y agitándolos. -me sacas
de quicio. -le guiñé un ojo. -¡para ya! -adoraba estar con ella así. Esos
momentos eran los que me hacían recordar por qué me había enamorado tanto de
ella. Eran pequeñas cápsulas de felicidad que al digerir mi estómago me hacían
sentir la persona más afortunada del mundo. Afortunada porque había poca gente
como ella. Con ese sentido del humor, con esa capacidad de pisar fuerte, con
esa manera tan peculiar de volverme loca.
Sirvió el segundo plato. Éste lo cogí con más ganas. Era
pollo con salsa de almendras.
-Receta de mi abuela. -dijo al ver cómo lo saboreaba.
-Viva tu abuela. -reí.
-Viva. -contestó, alzando la copa para que brindásemos. El
cristal de ambas copas chocaron, creando un sonido que silenció la estancia. Bebimos
un buen sorbo.
-¿Me vas a decir ya a qué se debe esto?
-¿A qué se debe qué? -se hizo la tonta, fijando la mirada en
el tenedor.
-Idiota… -murmuré, tomándome un poco de tiempo en masticar
la carne. -a ese baño, a esta cena. A ese camino tan original y colorido. -se
encogió de hombros, intentando ocultar su sonrisa, pero le era imposible.
-Nada, es una forma de decirte te quiero. -dijo no muy
convincente.
-Sí, ya, claro.
-Que sí.
-Vale, vale. -dejé de presionarla. A lo mejor solo era una
manera de disculparse y de hacerme ver que todo seguía siendo igual que
siempre.
-¿Postre? -preguntó.
-Estoy bastante llena. -reí, tocándome la barriga.
-Anda tonta, encima de que lo he preparado para ti…
-Mañana lo comemos, no te preocupes. -le prometí.
-Que no, que no. Ahora.
-¡No me cabe! -argumenté.
-Vamos, solo pruébalo. -insistió.
-No seas cansina, va. -le pedí. -no tengo ganas… voy a
explotar.
-¡Me cago en ti! -se mosqueó. Abrí los ojos bruscamente.
¿Tanto le importaba?
-Bueno… venga. Pero solo un poco. -la advertí tras ceder. Dio
unas palmaditas y se reincorporó. Pero esta vez no abrió la tapadera
directamente, sino que puso el recipiente en mi plato. Me miró desafiante, con
una sonrisa capaz de iluminar al universo entero. ¿Qué tramaba? ¿Qué postre
escondía la tapa de la cazuela? Mi mente pensaba, imaginaba. ¿Una pequeña
tarta? ¿un pastelito? ¿fruta? ¿chocolate o crema?
-¿Lista? -se mordió el labio. Yo asentí completamente
intrigada. ¡Qué misterioso todo! La destapó con un ágil movimiento de muñeca.
Me tapé la boca. No podía creerlo. Tuve un subidón de adrenalina que duró
minutos. Había una mini tarta de chocolate, pero eso no era lo que tanta
atención me había llamado. Para decorarla había dos alianzas incrustadas. -las
llevaremos el resto de nuestra vida. -dijo con la voz temblorosa. -si aceptas
casarte conmigo.
-¿Es una proposición?
-¿Quieres casarte conmigo? ¿Así te queda más claro? -rió
nerviosa. -porque yo me muero de ganas. -ahora la que se había quedado sin
palabras era yo. No sabía qué responderle. No sabía si creer que lo que decía
su boca era verdad, o dentro de nada volveríamos a lo de la noche anterior. No
sabía si confiar en ella. Sus ojos completamente brillantes esperaban una
respuesta. Un sí. Decían tanto. Esos ojos hablaban por sí solos. Tenían ese
don. Ese don de conquistar otras miradas. De acaparar toda la atención que
quisieran. Y es que tenían un algo especial que te atraía. Te hacía mirarlos.
Una fuerza sobrenatural.
Al lado de la tarta, y adaptando la forma redonda del
recipiente, había una hoja muy bien doblada. La sacó, machándose la parte
posterior de los dedos de chocolate. La abrió y me la ofreció. La leí en voz
baja mientras sus manos arañaban mis muslos por debajo del albornoz.
"Soy una estúpida. Quizás no es la mejor forma de
empezar una carta, y menos una carta tan importante, pero es la verdad. Me he
comportado como una niña pequeña durante mucho tiempo. Esto es más serio de lo
que pensé, pero por desgracia tienes a una novia un tanto soñadora y que se
niega a ver que se hace mayor. Va siendo hora de que crezca y madure, pero sin
perder esa magia, esa forma de ser. Esa infantilidad que sé que tanto te gusta.
Necesito madurar en el sentido amplio de la palabra. Ya no soy la niña que se
hizo cantante para perder clase… Marina, tú que eres más joven que yo me has
enseñado una nueva filosofía. Me has demostrado tantas cosas... Eres una
luchadora. ¿Y quién mejor que tú para ayudarme? Quiero que me acompañes a
envejecer. Quiero hacerlo contigo. He cambiado. Ahora no es un juego. No te
digo que me quiero casar contigo para
que sonrías, ni para verte feliz. Te lo digo porque quiero hacerlo, de verdad.
Y sí por mí fuera firmaba ya de ya. No sé qué retos me tiene preparado el
destino, ni qué regalos. Solo sé que quiero compartirlos contigo. Y también
quiero que compartas los tuyos conmigo, por supuesto. Necesitaba demostrarte
que quiero ser parte de ti, currármelo. Ganarme tu confianza de nuevo. Espero
haber conseguido que veas que lo siento es verdad, y que siento mucho lo que te
dije. Ya no habrá más pasos atrás. Ni más inseguridades. Te lo juro. Ahora, mi
vida, estoy más convencida que nunca. Marina, cariño, ¿quieres casarte
conmigo?"
-¿No vas a decir nada? -preguntó, buscando mis ojos. Sonreí
levemente. -creo que lo has dicho todo sin decir nada. -cogió uno de los
anillos y me lo puso muy despacio en el dedo. -ya eres mía.
Me encanta!!que capitulo mas bonito hija!! Como escribes!! Sigue pronto!
ResponderEliminarSoy Lucía. Jejeje Esperaba algo así de Malú en este capítulo. Espero que la sigas pronto y que cuando llegue el capítulo de la boda sea muy bonito y emocionante.
ResponderEliminarPrecioso este capitulo !!!
ResponderEliminarHa estao muy bn por favor te lo pido de rodillas no dejes la novela nunca por favor!!!! Necesito leer esta novela todos los diaa no la dejees
Muy bonito.......me encanta como escribes......esta historia me recuerda mucho a mi propia historia con mi mujer......me siento muy identificada con las protagonistas......no dejes de escribir¡¡¡¡¡¡¡¡
ResponderEliminarIncreíblemente precioso que romanticismo buah yo soy de esas me encanta!
ResponderEliminarPor favor nuevo capiiii llevo esperando semanas escribe otro porfaaaaaaaaaaaa
ResponderEliminarSube ya capii!! Q me va a dar algo!!
ResponderEliminarVenga por favor hoy tiene que haber capítulo que me va a dar algo :-(
ResponderEliminar