-¿De
verdad dijo que no? -se impresionó Mari.
-De
verdad.
-Joder,
con lo mono que te había quedado todo el paripé ese. -reí con su comentario.
Fue la única que supo lo que tenía entre manos. Le conté la loca idea y cómo lo
haría. -¿cómo estás?
-No
me he enfadado ni mucho menos. Existía el riesgo de un no…
-Pero,
¿cómo te sientes? -insistió en averiguar lo que pensaba respecto a su rechazo. Me
quedé callada pensando en la respuesta. Analizando lo que pasaba. Estudiando la
reacción de Malú, esa conversación. La repetía en mi mente. -chiquilla,
exprésate.
-Voy,
voy. -reí. -pues no lo sé. Es algo raro. -resoplé. -sé que es una decisión
complicada, y entiendo su miedo. Ha pasado todo muy rápido y necesitará más
tiempo…
-Marina,
aún eres muy joven. Tanto tú, como ella.
-¿Quieres
decir que me estoy precipitando? -pregunté, sorbiendo el repugnante té que me
había servido.
-Si
no quieres no te lo bebas, lo digo por la cara de asco que has puesto. -reí. Me
había pillado.
-Gracias.
Soy anti-té. Si eso existe… -arqueé una ceja. La hice reír. Me trajo un
refresco y retomamos la conversación, dejando a un lado los temas laborales que
deberíamos de estar tratando.
-No
es precipitado si tú lo crees conveniente. Me has entendido mal. Te he dicho lo
de la edad por el hecho de que aún os quedan muchos años que vivir. -no podía
tener mejor psicóloga. -lo importante aquí es si tú estás totalmente segura.
-Lo
estoy. -dije sin miedo.
-Ay,
Marinita… -suspiró. -qué enamorada estás, coño. -ya tardaba en volver a su vocabulario
y forma de hablar tan peculiares. Parecía que el tema serio se estaba
esfumando. -pues nada, vamos a trabajar. -nos pusimos manos a la obra. El fin
de gira se acercaba, solo me quedaban dos salas por animar. Después de eso,
pensaba tomarme unas vacaciones con mi chica. Relajarnos y perdernos en algún
sitio lejos de periodistas. Eso estaría más que bien.
Y
entonces volví a subirme a un escenario, la última vez ese año. Era una sala
muy conocida por Madrid, mucho más grande que las anteriores. Eso no fue un
factor inconveniente. Todo lo contario. Conseguí llenarla. Se trataba de la sala caracol, donde los
mejores artistas un día empezaron. Unas cuantas veces la visité, en busca de
nuevos talentos que pudieran ocupar mi iPod. Y una vez más, cambiaba el papel.
De estar debajo, a estar arriba.
Llevar
a Malú allí era un secreto bien guardado. Lo habíamos hablado con el equipo y
prometieron no decir nada.
La
noche estaba siendo muy especial. El espacio cerrado me ayudaba mucho a ponerme
en contacto con el público. Era mucho más acogedor. Me sentía cómoda. El
espectáculo lo formaban tanto ellos como yo. Pablo López estaba con Li, podía
verlos saltar como locos en la segunda fila. Cerca de ellos estaban muchos
vecinos del barrio. Eso me hacía pensar que estaba en casa. Con ellos. No era
lo mismo actuar en otra ciudad, donde no reconoces a nadie, que en tu tierra.
Aunque sea adoptiva. Allí viví mis mejores momentos y conocí a gente increíble.
Lo consideraba mi lugar, mi sitio.
Odiaba
eso de parar de cantar y hablar. Me daba un miedo escénico horrible. Sonaba
raro y paradójico. Pero era una realidad. Me daba mucha más vergüenza contar
algo, que cantarlo. Aunque lo repelase, tenía que hacerlo. Me levanté del sillín
y solté la guitarra. Cogí el micrófono y me acerqué al borde. Oí cómo
chillaban.
-La
siguiente canción es muy especial para mí. -sonreí y miré hacia la derecha.
Ella estaba allí, adaptándose el pinganillo y mordiéndose la lengua. Me guiñó
el ojo al darse cuenta que la estaba mirando. -giré la mirada hacia mi público.
-fue. -hice una pausa. -fue la primera que le escribí a Malú. -no pude evitar
soltar una risa mientras lo decía. Respondieron con silbidos. -a veces, supongo
que os habrá pasado, conocéis profundamente a alguien y sentís que queréis
estar con esa persona, y que por mucho que intentes revocarlo, esos
sentimientos acaban saliendo. Son inevitables, incontrolables. -empezaba a
ponerme nerviosa. Ya no sabía ni lo que decía. -el simple roce de su piel, una
mirada, una sonrisa. O tan solo un rastro de su olor pueden llegar a erizar tu
piel, a perder la noción del tiempo y creer que acaricias el cielo. Todo esto
quise expresarlo en esta canción. Y qué mejor que cantarla con la persona que
me hizo vivir todo esto. -los asistentes gritaron eufóricos. -¡MALÚ! -la locura
se desató en la sala. Aplaudió y cruzó hasta llegar a mí como un caminante
nocturno. Me preguntaba cómo reaccionaría. Cómo me saludaría. Qué haría yo.
Estaba totalmente perdida, hecha un flan. Me abrazó. El albedrío no se calmaba.
Me acerqué a susurrarle:
-Vamos
a revolucionar esto aún más. Ella sonrió y saludó al entregado público.
Cantamos
cerquita, sin miedo a nada. Mirándonos, cogiéndonos de la mano en alguna que
otra estrofa. Era todo demasiado perfecto. Por un momento, olvidé los focos, los
músicos, los fans. Olvidé el mundo. Me centré en sus ojos, en los labios que
articulaban mi canción. La cantaba suave, con cariño, la hacía especial. Tenía
los vellos de punta. Era increíble. Irrepetible. Estaba completamente segura de
que quería pasar con ella el resto de mis días.
Terminé
con los ojos empapados. Demasiadas emociones juntas. Me abrazó mordiéndose el
labio. Estuvimos unos segundos así.
-Muchas
gracias. -gritamos. El cierre del concierto y gira no podía haber sido mejor.
Por muchas veces que lo hubiésemos repetido jamás podría haber salido así.
-Antes
de abandonar la sala, quería decir unas palabras. -me sorprendió Malú. Eso no
estaba en el plan.
-Cómo
no, ella tiene que tener su momento de sermón. -bromeé. Rieron. Ella me miró de
reojo.
-A
ver si te vas a quedar sin cenar, guapa. -solté una carcajada. -quería
dedicarte unas palabras, graciosita. No, en serio, deja de reírte. -yo no podía
parar. Los nervios no me dejaban. -pero Marina… -se quejó. Conseguí
tranquilizarme bebiendo un trago de agua. Me cogió la mano y me adelantó un
poco más. -quiero decir que la conocí hace más o menos un año… en aquellas
audiciones en las que me dejó con la boca abierta. -reí. -no me interrumpas,
pesada. Bueno, que, mirando atrás, recuerdo cada momento que viví junto a ella
y la verdad, mi vida cambió a mejor. Había conseguido encontrar a alguien que
me entendiese, que me apoyase cuando más lo necesitase. Era todo un poco locura,
pero me dio igual. Ella me completa, me enamora día a día, me cuida y demuestra
que haría todo por mí. Con mi gira por Sudamérica me di cuenta de lo importante
que era a mi lado. La echaba muchísimo de menos. Creo que nunca extrañé tanto a
alguien. Yo, en serio, os animo a que luchéis por vuestros sentimientos.
Dejaros llevar por lo que sentís y olvidaros de todo cuanto os rodea. Lanzaros,
sin miedo. No le hagáis caso a nadie. -se quedó callada. Le encantan las pausas.
A mí me estresan. Quería que siguiera con sus maravillosas palabras.
-¿Algo
más? -la animé a continuar.
-Sí.
-volvió a pararse. -hace unas semanas.
-alzó la voz. -aquí la chica. -movió la cabeza señalándome. -me preparó una
enorme cena de bienvenida en el jardín. Todo muy romántico… muy Marina, ¿no?
-rieron. Yo estaba sonrojada. -lo que yo no sabía. -volvió a elevar su potente
voz. -es el regalo que me tenía. -NO, NO, NO. Lo iba a contar. Me puse la mano
en la frente. -había rellenado una enorme caja de emanems. El chistecito viene de
M&M, Malú y Marina. -aclaró. -esperaros, esperaros. -dijo, acallando los
"oh".
-Cállate.
-le pedí. Ella rió y negó con la cabeza.
-Mirad
qué rojita está. -se burló. Por un lado quería matarla, pero por otro lado,
estaba jodidamente dulce. -en el fondo de la caja había este anillo. -lo sacó
del bolsillo y lo enseñó. -me pidió matrimonio. -un enorme silencio se extendió
por la sala. Yo no sabía si esconderme detrás de la batería o salir corriendo
de allí. -y yo fui una idiota. Y le dije que no. -de vuelta los
"ooooh". -pero lo he reflexionado mejor, he masticado esto a solas, conmigo
misma. Y me he dicho, ¿por qué no? -no podía creer lo que estaba haciendo. ¿Y
su privacidad tan bien guardada esos años de profesión? -por eso antes os he dicho, dejaros llevar.
Hacer locuras. Yo voy a cometer la locura más grande de mi vida. Pueda que sea
un error, o pueda que un acierto. Solo sé que lo voy a hacer. Voy a casarme con
ella.
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