lunes, 2 de junio de 2014

Capítulo 76. CAMINANTE NOCTURNO.

-¿De verdad dijo que no? -se impresionó Mari.
-De verdad.
-Joder, con lo mono que te había quedado todo el paripé ese. -reí con su comentario. Fue la única que supo lo que tenía entre manos. Le conté la loca idea y cómo lo haría. -¿cómo estás?
-No me he enfadado ni mucho menos. Existía el riesgo de un no…
-Pero, ¿cómo te sientes? -insistió en averiguar lo que pensaba respecto a su rechazo. Me quedé callada pensando en la respuesta. Analizando lo que pasaba. Estudiando la reacción de Malú, esa conversación. La repetía en mi mente. -chiquilla, exprésate.
-Voy, voy. -reí. -pues no lo sé. Es algo raro. -resoplé. -sé que es una decisión complicada, y entiendo su miedo. Ha pasado todo muy rápido y necesitará más tiempo…
-Marina, aún eres muy joven. Tanto tú, como ella.
-¿Quieres decir que me estoy precipitando? -pregunté, sorbiendo el repugnante té que me había servido.
-Si no quieres no te lo bebas, lo digo por la cara de asco que has puesto. -reí. Me había pillado.
-Gracias. Soy anti-té. Si eso existe… -arqueé una ceja. La hice reír. Me trajo un refresco y retomamos la conversación, dejando a un lado los temas laborales que deberíamos de estar tratando.
-No es precipitado si tú lo crees conveniente. Me has entendido mal. Te he dicho lo de la edad por el hecho de que aún os quedan muchos años que vivir. -no podía tener mejor psicóloga. -lo importante aquí es si tú estás totalmente segura.
-Lo estoy. -dije sin miedo.
-Ay, Marinita… -suspiró. -qué enamorada estás, coño. -ya tardaba en volver a su vocabulario y forma de hablar tan peculiares. Parecía que el tema serio se estaba esfumando. -pues nada, vamos a trabajar. -nos pusimos manos a la obra. El fin de gira se acercaba, solo me quedaban dos salas por animar. Después de eso, pensaba tomarme unas vacaciones con mi chica. Relajarnos y perdernos en algún sitio lejos de periodistas. Eso estaría más que bien.

Y entonces volví a subirme a un escenario, la última vez ese año. Era una sala muy conocida por Madrid, mucho más grande que las anteriores. Eso no fue un factor inconveniente. Todo lo contario. Conseguí llenarla.  Se trataba de la sala caracol, donde los mejores artistas un día empezaron. Unas cuantas veces la visité, en busca de nuevos talentos que pudieran ocupar mi iPod. Y una vez más, cambiaba el papel. De estar debajo, a estar arriba.
Llevar a Malú allí era un secreto bien guardado. Lo habíamos hablado con el equipo y prometieron no decir nada.
La noche estaba siendo muy especial. El espacio cerrado me ayudaba mucho a ponerme en contacto con el público. Era mucho más acogedor. Me sentía cómoda. El espectáculo lo formaban tanto ellos como yo. Pablo López estaba con Li, podía verlos saltar como locos en la segunda fila. Cerca de ellos estaban muchos vecinos del barrio. Eso me hacía pensar que estaba en casa. Con ellos. No era lo mismo actuar en otra ciudad, donde no reconoces a nadie, que en tu tierra. Aunque sea adoptiva. Allí viví mis mejores momentos y conocí a gente increíble. Lo consideraba mi lugar, mi sitio.
Odiaba eso de parar de cantar y hablar. Me daba un miedo escénico horrible. Sonaba raro y paradójico. Pero era una realidad. Me daba mucha más vergüenza contar algo, que cantarlo. Aunque lo repelase, tenía que hacerlo. Me levanté del sillín y solté la guitarra. Cogí el micrófono y me acerqué al borde. Oí cómo chillaban.
-La siguiente canción es muy especial para mí. -sonreí y miré hacia la derecha. Ella estaba allí, adaptándose el pinganillo y mordiéndose la lengua. Me guiñó el ojo al darse cuenta que la estaba mirando. -giré la mirada hacia mi público. -fue. -hice una pausa. -fue la primera que le escribí a Malú. -no pude evitar soltar una risa mientras lo decía. Respondieron con silbidos. -a veces, supongo que os habrá pasado, conocéis profundamente a alguien y sentís que queréis estar con esa persona, y que por mucho que intentes revocarlo, esos sentimientos acaban saliendo. Son inevitables, incontrolables. -empezaba a ponerme nerviosa. Ya no sabía ni lo que decía. -el simple roce de su piel, una mirada, una sonrisa. O tan solo un rastro de su olor pueden llegar a erizar tu piel, a perder la noción del tiempo y creer que acaricias el cielo. Todo esto quise expresarlo en esta canción. Y qué mejor que cantarla con la persona que me hizo vivir todo esto. -los asistentes gritaron eufóricos. -¡MALÚ! -la locura se desató en la sala. Aplaudió y cruzó hasta llegar a mí como un caminante nocturno. Me preguntaba cómo reaccionaría. Cómo me saludaría. Qué haría yo. Estaba totalmente perdida, hecha un flan. Me abrazó. El albedrío no se calmaba. Me acerqué a susurrarle:
-Vamos a revolucionar esto aún más. Ella sonrió y saludó al entregado público.
                             

Cantamos cerquita, sin miedo a nada. Mirándonos, cogiéndonos de la mano en alguna que otra estrofa. Era todo demasiado perfecto. Por un momento, olvidé los focos, los músicos, los fans. Olvidé el mundo. Me centré en sus ojos, en los labios que articulaban mi canción. La cantaba suave, con cariño, la hacía especial. Tenía los vellos de punta. Era increíble. Irrepetible. Estaba completamente segura de que quería pasar con ella el resto de mis días.
Terminé con los ojos empapados. Demasiadas emociones juntas. Me abrazó mordiéndose el labio. Estuvimos unos segundos así.
-Muchas gracias. -gritamos. El cierre del concierto y gira no podía haber sido mejor. Por muchas veces que lo hubiésemos repetido jamás podría haber salido así.
-Antes de abandonar la sala, quería decir unas palabras. -me sorprendió Malú. Eso no estaba en el plan.
-Cómo no, ella tiene que tener su momento de sermón. -bromeé. Rieron. Ella me miró de reojo.
-A ver si te vas a quedar sin cenar, guapa. -solté una carcajada. -quería dedicarte unas palabras, graciosita. No, en serio, deja de reírte. -yo no podía parar. Los nervios no me dejaban. -pero Marina… -se quejó. Conseguí tranquilizarme bebiendo un trago de agua. Me cogió la mano y me adelantó un poco más. -quiero decir que la conocí hace más o menos un año… en aquellas audiciones en las que me dejó con la boca abierta. -reí. -no me interrumpas, pesada. Bueno, que, mirando atrás, recuerdo cada momento que viví junto a ella y la verdad, mi vida cambió a mejor. Había conseguido encontrar a alguien que me entendiese, que me apoyase cuando más lo necesitase. Era todo un poco locura, pero me dio igual. Ella me completa, me enamora día a día, me cuida y demuestra que haría todo por mí. Con mi gira por Sudamérica me di cuenta de lo importante que era a mi lado. La echaba muchísimo de menos. Creo que nunca extrañé tanto a alguien. Yo, en serio, os animo a que luchéis por vuestros sentimientos. Dejaros llevar por lo que sentís y olvidaros de todo cuanto os rodea. Lanzaros, sin miedo. No le hagáis caso a nadie. -se quedó callada. Le encantan las pausas. A mí me estresan. Quería que siguiera con sus maravillosas palabras.
-¿Algo más? -la animé a continuar.
-Sí. -volvió a  pararse. -hace unas semanas. -alzó la voz. -aquí la chica. -movió la cabeza señalándome. -me preparó una enorme cena de bienvenida en el jardín. Todo muy romántico… muy Marina, ¿no? -rieron. Yo estaba sonrojada. -lo que yo no sabía. -volvió a elevar su potente voz. -es el regalo que me tenía. -NO, NO, NO. Lo iba a contar. Me puse la mano en la frente. -había rellenado una enorme caja de emanems. El chistecito viene de M&M, Malú y Marina. -aclaró. -esperaros, esperaros. -dijo, acallando los "oh".
-Cállate. -le pedí. Ella rió y negó con la cabeza.
-Mirad qué rojita está. -se burló. Por un lado quería matarla, pero por otro lado, estaba jodidamente dulce. -en el fondo de la caja había este anillo. -lo sacó del bolsillo y lo enseñó. -me pidió matrimonio. -un enorme silencio se extendió por la sala. Yo no sabía si esconderme detrás de la batería o salir corriendo de allí. -y yo fui una idiota. Y le dije que no. -de vuelta los "ooooh". -pero lo he reflexionado mejor, he masticado esto a solas, conmigo misma. Y me he dicho, ¿por qué no? -no podía creer lo que estaba haciendo. ¿Y su privacidad tan bien guardada esos años de profesión?  -por eso antes os he dicho, dejaros llevar. Hacer locuras. Yo voy a cometer la locura más grande de mi vida. Pueda que sea un error, o pueda que un acierto. Solo sé que lo voy a hacer. Voy a casarme con ella.


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